Como una noche estrellada.
He de decirles que, desde mi
infancia ya lejana (acabo de cumplir los 52 el primero de mayo), he tenido una
enorme atracción hacia lo que se refiere al espacio, las estrellas, los
planetas y el viajar al Cosmos.
Igual
desde entonces la idea de viajar ya se empezaba a enraizarse en mí, aunque
vengo de una familia que decidió dejar su tierra para probar suerte en otras
latitudes. Siempre he tenido el orgullo de decir que mi padre llegó a México
con $100.00 pesos en el bolsillo y muchas ilusiones. A fuerza de arduo trabajo
y un corazón enorme, logró sacar adelante a su familia, crear un patrimonio y
dejar encarrilados a sus dos hijos para que buscaran su destino. En mi caso fue
seguir su ejemplo y tomar camino fuera del lugar que me vio nacer.
Pero
mi atracción por lo espacial ha persistido hasta el presente. De ahí que me
guste la ciencia-ficción como un género literario y de televisión que disfruto
bastante. Series como “Perdidos en el Espacio (Lost in Space)” o “Viaje a las
Estrellas (Star Trek)” han sido de mis favoritas desde que las empezaron a
transmitir en México a fines de los años 60’s del Siglo XX. Y leer sobre el
espacio, su exploración real o de cómo son las estrellas o los demás planetas
de nuestro Sistema Solar, ha sido algo que me apasiona. Un libro que pedí
vehementemente que me compraran mis padres era uno que se titulaba “Planetas, Estrellas
y Espacio”. Combinaba láminas para colorear, estampas de gran colorido sobre
galaxias u otros planetas, y descripciones muy bien escritas para niños, pero
de valor científico y educativo. Recuerdo que mencionaba al “avión cohete” como
el vehículo por el que se exploraría el espacio, mucho antes de que se hablara del
cohete Saturno V y las cápsulas Apolo que, efectivamente, llevarían al hombre a
la Luna.
Disfrutaba
ver el “Atlas de Nuestro Tiempo”, que editaba Reader’s Digest, por sus
ilustraciones tan precisas y la información que daba sobre lo que, hasta
entonces, se conocía del espacio exterior.
Compartía
este gusto con mis estudios y mi vida diaria aunque, en el fondo, siempre deseé
tener un telescopio.
En
los 80’s Carl Sagan, un científico de la Universidad de Cornell, publicó un
libro y realizó una serie de televisión que cambió, de manera radical, la
manera de hacer divulgación científica: “Cosmos”. En 13 programas, con una
extraordinaria producción que llevó al Dr. Sagan a diversas partes del mundo, y
haciendo un generoso uso de la tecnología digital, entonces en pleno
desarrollo, logró recrear sitios como la Biblioteca de Alejandría, destruida
antes de la era cristiana, o mostrar paisajes interestelares de gran belleza
estética pero de gran precisión científica, todo bajo la guía del autor que,
más que una crónica monótona, era un relato vívido, apasionado, intenso, de la
evolución del ser humano en la Tierra, así como el mostrar el Cosmos desde sus
orígenes estimados por la ciencia, hasta asomarse al futuro de las estrellas,
dentro de muchos millones de años. Siempre recalcó la humildad del ser humano
ante la magnificencia del Cosmos, dejando de lado la soberbia de la antigüedad
y de la ignorancia o el oscurantismo.
El
primer episodio empezaba mostrando una hermosa playa, con olas que rompían
intensamente contra las rocas de la costa, con música del compositor y
arreglista griego Vangelis como música de fondo, y la voz del Dr. Sagan,
brillantemente doblada al español, iniciaba su narración al decir, con tono
suave y mesurado:
“El Cosmos es todo lo que es, todo lo que fue, todo lo
que será. Contemplar el Cosmos nos emociona. Hay un temblor en nuestros
miembros. La voz se nos quiebra. Hay una vaga sensación, como un recuerdo
lejano de desplome desde una gran altura. Sabemos que nos acercamos al más grandioso
de los misterios…”
Al escuchar y entender estas
palabras, efectivamente, me cimbré hasta lo más profundo, comprendiendo su
alcance y su significado. La magnificencia y complejidad del Cosmos va mucho
más allá del entendimiento humano. La exploración e investigación que se hace
de él nos permite contemplar apenas las playas del Océano Cósmico, como le
llegó a decir el Dr. Sagan.
Pueden
ver el episodio completo en esta liga de YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=n8Zs8FDb_6U
Y
ahí no paró este encuentro con esta maravilla. En otro episodio resume
magistralmente la evolución de la vida en la Tierra, y cierra esta parte de sus
reflexiones con otra idea sublime: “Somos
materia estelar. Materia estelar que ha tomado su destino en sus manos. El
telar de tiempo y espacio ha logrado la transformación más asombrosa de la
materia…”. Al oír esto, realmente me estremecí… fue una impresión que me ha
dejado marcado por toda mi vida. Desearía poder transmitir esta misma emoción a
los que están cercanos a mí.
Al crecer y unirme al Servicio
Exterior, llevé como parte de mi menaje de casa, mi aprecio y admiración por el
espacio. No he podido visitar todavía algún observatorio famoso. Estuve
viviendo cerca al Observatorio en el Monte Palomar, en mi tiempo en California,
pero me enteré muy tarde de esta circunstancia y ya no tuve oportunidad de ir.
Sin embargo, todavía contaba con las noches estrelladas para poder ver de nuevo
el cielo nocturno. Ni China ni California me dieron esa oportunidad. Siendo
zonas tan urbanizadas, la luz en el terreno era omnipresente y no daba la
oportunidad de tener oscuridad suficiente para hacer visible las estrellas.
No fue sino hasta Albuquerque en que
tuve la oportunidad de ver una noche de un negro profundo y un tapiz de luces
de diversos tonos y de variadas intensidades. El cielo nocturno allá era un
espectáculo digno de ser visto y disfrutado intensamente. La inexistencia de
contaminación y la ventaja de no vivir cerca del centro de la ciudad, hicieron
posible que gozara de muchas noches de poder contemplar las estrellas. Un
regalo de mi oficio que agradezco infinitamente.
Con mi regreso a la Patria, las
noches estrelladas no fueron tan frecuentes. El smog y las luces de una ciudad
tan grande como lo es la Ciudad de México, dificultan enormemente el poder
tener a la vista un terciopelo negro, bordado de estrellas y luceros de todas
las magnitudes y coloraciones de azul, rojo, verde, y los demás que permite el
espectro de la luz visible. Y de alguna manera, ya me estaba resignando a esta
suerte.
Sin embargo, un hecho totalmente
ajeno a esta pasión mía me dio una nueva oportunidad. Hace algunos meses
compramos, a crédito, un pequeño departamento en un pueblo del estado de
Morelos llamado Oacalco, ubicado cerca de Tepoztlán y camino a una ciudad de
mucha tradición turística llamada Cuautla (yo la conozco porque allí iba con
mis padres cuando era niño. Sin pretensiones, era un lugar de descanso familiar
y sin el bullicio de los destinos turísticos más reconocidos y sofisticados de
la época, como Acapulco o Puerto Vallarta).
De mis viajes a Cuautla de infancia,
una de las cosas que más recordaba era ir a una cancha de voleibol del hotel
durante las noches despejadas, y podía ver un cielo de un negro profundo, atiborrado
de estrellas de todos los tamaños y magnitudes imaginables. Era difícil
identificar las constelaciones de entre todo el tapiz de la noche.
Sencillamente sublime…
Y el departamento en Oacalco no se
ha quedado atrás. Sus cielos, no tan despejados como los de Cuautla de mi
infancia, todavía me regalan hermosas vistas nocturnas, con un cielo azul
oscuro intenso y con estrellas de muchos tamaños, y distribuidas por toda la
Bóveda Celeste. Y he tenido la fortuna de poder compartir este panorama maravilloso
con mi esposa y mis hijos. El menor dijo una vez algo así como “My God, it’s
full of stars!”. Recordé la frase con la que empezaba la película “2010”,
inspirada en el libro de Arthur C. Clarke, en la que se escucha la voz del
astronauta Dave Bowman, tripulante de la nave espacial “Discovery”, enviada a
explorar Júpiter en 2001, y que dice la que fuera su última transmisión antes
de desaparecer sin explicación alguna: “My
God! It’s full of stars!” “¡Dios Mío! ¡Está lleno de estrellas!”, tratando
de describir lo que veía en su camino a una nueva y diferente dimensión en el
tiempo y en el espacio, y que es como termina la película original “2001.
Odisea en el Espacio”, también escrita por Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick,
y dirigida por el propio Kubrick, y que se ha convertido en uno de los pilares
del cine serio de ciencia ficción.
El departamento de Oacalco ha sido
un remanso para el descanso, la reflexión, la convivencia con la familia, aislado
del mundo (la señal del celular se recibe con muchísima dificultad, haciendo
muy difícil la comunicación con otras partes, aunque se dan áreas y momentos de
señal, que permiten que uno vea su Feisbuc o su correo). No hay Internet en
casa, para reforzar la idea de que es pasar tiempo juntos en familia y evitando las
distracciones del mundo virtual, aunque a los chicos, incluso a los adultos,
nos comen las ganas de ver correo o el feis…
Pero, a cambio, he conseguido el
descanso que no había tenido desde hace días, incluso semanas, más un regalo
adicional: el tener la oportunidad, una vez más, de gozar una noche de cielos
llenos de estrellas, planetas, constelaciones, y todos los cuerpos celestes que
puede ver el ojo humano sin herramienta alguna.
Pienso un poco en la que pueda ser
nuestra siguiente parada en nuestra ruta nómada en el Servicio Exterior, y
deseo que sea un lugar en que la noche nos pueda regalar un manto de oscuridad
profunda que solo sea interrumpida por el destello de las estrellas que adornen
esa oscuridad. Ya el tiempo lo dirá…
Es parte de las pequeñas cosas que
uno disfruta cuando se vive en el exterior.
1 comentario:
Es hermoso lo que relatas y yo solo he tenido oportunidad de ver una noche de un negro profundo en un viaje que hice a Puerto Vallarte con mi hija Annie y Pablo mi esposo. Y déjame compartirte que cada vez que lo recuerdo se me pone (como diría mi abuela) el cuero de gallina. Hicimos un tour una tarde a una isla cerca de Vallarta donde vimos un espectáculo tipo xcaret. Y de regreso en medio del océano el capitán del barco pidió silencio, y nos dijo que íbamos a contemplar un espectáculo más como plus del tour. Hizo alto total apago motores y las luces, levantar la vista al cielo y ver este espectáculo me inunda aún ahora de una emoción indescriptible.
Si ver el cielo estrellado en desde tierra es sublime, que te puedo decir estando en medio del,océano en oscuridad total, sintiendo la brisa del mar como pequeñas agujas clavándose en la piel, y como música el arrullo del mar.
Gracias por traer a mi memoria esté recuerdo.
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