Cuando uno vive en el exterior,
se tiene la oportunidad de dar una nueva dimensión a cosas que, normalmente,
son cotidianas e, incluso, intrascendentes.
Como la música.
Como posiblemente han notado en
previas entregas de este blog, la música tiene un valor muy especial para mí.
Con el paso del tiempo, he acumulado un acervo musical muy amplio, abarcando de
los más diversos géneros, pero con algo en común: cada melodía, cada canción,
cada tonada, tienen un significado o están asociadas a una persona, a una
situación, o a una situación que incluye a una persona.
¿Recuerdan cuando hablamos de que
20 años no es nada? Y les compartí en esa ocasión un tango de Gardel: “Volver”,
el sentimiento con que Carlitos interpreta la canción en esa particular ocasión
del video lo tengo presente desde mi infancia, y dejó una huella profunda en mi
recuerdo.
Hay personas que han pasado por
mi vida y que han dejado una marca imperecedera, y que se han asociado con
alguna canción. Títulos como “One more night” de Phil Collins, “Gloria” de
Laura Brannigan, “What a feelin’” de Irene Cara y que conocimos de la película
de “Flashdance”, o “Me dijeron” de Alejandro Lerner, son sólo algunos ejemplos de
canciones que fueron famosas en algún momento, que llegaron a mis oídos y que
se acoplaron a una cierta situación y a una determinada persona y ahora, al
escucharlas en el radio en una estación de “oldies”, o encuentro el video en
YouTube, el recuerdo se transporta a una cierta época, sea alegre o triste, el
corazón se llena de ese particular sentimiento, y un dejo de nostalgia invade
el ambiente a mi alrededor.
No niego que, en algunos casos,
una sonrisa o una lágrima se llegan a escapar en esos momentos.
Pero hay también melodías que,
más que ser de una persona o de un evento, tienen significado por sí mismas.
Música que transmite energía, que alimenta al espíritu, un remanso de
tranquilidad o la urgente necesidad de recibir ese choque de adrenalina que nos
saca de la depresión o la desesperación.
Les comparto un secreto: soy de
esas personas que, cuando están solas o cuando nadie está cerca para verlo a
uno, si la música lo amerita, empieza a mover los brazos dirigiendo una
orquesta invisible… el poder visualizar la ubicación de cada una de las
diferentes secciones: violines, cornos, cellos, percusiones… y mover el brazo
invocando a esa sección en particular y, siguiendo nuestra indicación y la
partitura que tienen frente a ellos, y escuchar que reacciona como deseamos, de
la forma en que deseamos, dando la intensidad o la dulzura que deseamos… del
mismo modo en que el director que actualmente dirige a la verdadera orquesta lo
hizo y que coincide plenamente con lo que uno desea.
Por ejemplo: la Séptima Sinfonía
de Beethoven. El cuarto movimiento está descrito por el autor como “Allegro con brío”, yo lo describo,
dependiendo de la interpretación como “allegro con una cantidad exacerbante de
brío”, es decir, que tiene toda la energía imaginable, y que en cada compás, en
cada “attaca” de los violines, o de los alientos, hay una marejada de notas y
de fuerza que lo llenan a uno y, si uno se deja llevar por ese ímpetu, y
recuerda sus clases de música de la escuela, podrá ver que el dirigirlo se da
de manera natural…
Hagan la prueba… acá les dejo una versión para su
consideración:
Y, por el contrario, puede haber
melodías que nos transmitan una infinita tristeza, que el devaneo de las notas
nos apriete el corazón y nos sumerjan en un momento de desolación. Eso mismo
logra Beethoven en el segundo movimiento de la misma Séptima Sinfonía.
Júzguenlo ustedes mismos:
En contraste, el sentimiento que puede
transmitir una melodía puede ser de alegría, pero no de esa forma embriagante
que lo puede abrumar a uno, sino de un modo más armonioso, pacífico, jovial.
Así lo consigue Bach en su Sexto Concierto de Brandemburgo, y en particular en
el tercer movimiento. Acá se los comparto:
Y
así podríamos citar muchos otros ejemplos de canciones o melodías que llevan
una carga emocional que, si la sensibilidad está en la frecuencia correcta,
puede llevarnos a una montaña rusa de sentimientos.
Y
hay piezas musicales que tienen un significado especial por sí mismas y que, si
la coyuntura se une a la música, se tiene un episodio inolvidable. Así me pasa
con el Himno Nacional Mexicano.
Uno
lo escucha desde la infancia, lo aprende en la escuela, lo canta todos los
lunes en la ceremonia cívica de la mañana. Y lo escucha todo el mundo en los
eventos oficiales, los Juegos Olímpicos cuando un atleta mexicano logra la
medalla de oro, o cuando hay un campeonato mundial de algo y participa el equipo de nuestro país.
Hubo una época en que, justo a la media noche, las estaciones de radio y TV lo
interpretaban, algunas para cerrar sus transmisiones, otras para marcar el
final de día. Las notas vibrantes del himno le llegan a uno. Y cuando es el
Grito el 15 de septiembre, adquiere otra dimensión.
Más
cuando uno es quien da el Grito.
¿Recuerdan
cuando platicamos del Grito en este mismo blog hace algún tiempo? Esa vez
comentábamos sobre la ceremonia y la
oportunidad de haberlo dado. Ahora, esa experiencia se enriqueció al poderlo
dar como Cónsul. El tener la bandera en mis manos, el repetir la arenga que se
ha dicho por años y años invocando y exaltando a nuestros héroes, y el cierre
diciendo con toda la voz que el alma, el sentimiento y la emoción: “¡VIVA
MEXICO!!!”, seguido por los acordes del Himno Nacional, es una vivencia que
nunca dejará mi recuerdo ni mi corazón.
Y el
solo escucharlo, en cualquiera ocasión, hace vibrar las fibras más intensas del
alma. El repetir, ya sea a toda voz, o en un sencillo susurro, las frases que
forman sus estrofas, es algo que no puedo evitar…
¡Mexicanos al grito de guerra!
El acero aprestad, y el bridón
Y retiemble en su centro la Tierra
Al sonoro rugir del cañón
Sin
embargo… hay otro Himno Nacional que me llega profundo en el alma… el Himno
Nacional de Colombia.
Ese
lo conocí desde la infancia en casa. Recuerdo siempre cómo lo cantaba mi madre,
y de alguna manera ha sido parte de mis vivencias de niñez. No es porque fuera
mi madre, pero lo cantaba con una voz que yo oía bella y melodiosa, nunca
estridente, sino suave y acompasada. Con esa guía iba siguiendo el coro…
¡Oh, gloria inmarcesible!
¡Oh, júbilo inmortal!
En surcos de dolores
El bien germina ya
El bien germina ya.
Y la
primera estrofa que fue la que mejor me aprendí:
Cesó la horrible noche
La libertad sublime
Baña las auroras
De su invencible luz.
La Humanidad entera
Que entre cadenas gime
Comprende las palabras
Del que murió en la Cruz
Me
reencontré con este Himno Nacional de una manera inusual. En la Copa del Mundo
en 2014, mientras veíamos el primer juego de Colombia contra no recuerdo quién,
empezaron a entonar el Himno, no pude evitar ponerme de pie y empezar a repetir
la letra que aprendí desde el nido de mi hogar. Los que estaban conmigo lo
notaron y respetaron ese momento, sin hacer más comentarios. No dejo de
decirles que, durante el juego, no me bajaban del “bogotano” y bromas del mismo
tipo, que yo disfrutaba mucho.
Pero,
al final del día, el Himno de Colombia movía una parte de mi corazón y de mi
historia.
Para
quienes no lo conozcan, esta es una versión que, aunque es sólo instrumental,
incluye la letra para que traten de ir siguiendo la melodía:
La
música es parte de mi pasado, de mi presente y de mi futuro. Me ha acompañado
en los triunfos y las derrotas, en la alegría y en la tristeza, en los logros y
el las pérdidas. Las notas que llegan a mis oídos y de ahí a mi mente, a mi memoria,
a mi corazón, a mi intelecto, y que se dan en las condiciones adecuadas para lograr
un lugar en mí, se quedan para siempre.
Con
el tiempo y la ayuda de la tecnología, ahora he podido lograr darle un nuevo
aspecto a esa música, al agregar imágenes que hacen visualizar la letra de una
canción. Esa posibilidad la he reservado para ciertas melodías muy especiales y
para ocasiones y/o personas excepcionales. Les entrego como despedida, el
primer esfuerzo de este tipo, que lo hice pensando en la persona más importante
de mi vida, y que quienes la conocen sabrán de quien se trata al final, o
podrán leer el nombre cuando termine la canción. Deseo que lo disfruten.
Parte
del menaje intangible que uno lleva cuando se está en el exterior.
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