09 junio, 2024

Mi ciudad

Cuando uno ha vivido en el exterior, uno se amolda a los lugares en que le toca vivir, pero siempre conservando el recuerdo y la nostalgia por el sitio de donde uno es originario.

Esta es la ciudad.


Me recuerda mucho el inicio de una serie de policías de los sesentas y setentas, donde el Sargento Joe Friday, de la Policía de Los Angeles, interpretado por el actor Jack Webb, iniciaba cada episodio de la serie con esa frase en una lacónica voz, y una vista panorámica de Los Angeles. En este caso, no vamos a buscar a ningún criminal que afecte la vida de los ciudadanos de nuestra ciudad.

Platiquemos de la ciudad en sí.

Soy de la Ciudad de México, antes conocida como Distrito Federal, por ser la sede de los Poderes de la Unión, como establecía la Constitución de México. Sin embargo, por su crecimiento e importancia, se levantaron voces de que fuese elevada al nivel de un estado, siendo el estado 32 de la Federación. Sigue estando aquí la sede del Poder Ejecutivo, el Congreso de la Unión y la Suprema Corte de Justicia de la Nación, pero ya tenemos un gobernador, llamado "Jefe (o Jefa) de Gobierno", un Congreso local y un Poder Judicial autónomo.

Esta megalópolis de más de 20 millones de habitantes ha crecido desproporcionadamente, invadiendo cerros de los alrededores, y si uno va a un edificio de mediana altura, puede ver como la mancha urbana se extiende casi hasta perderse en el horizonte.

Nuestra gloriosa ciudad fue fundada en 1521, a la caída del imperio azteca o mexica, y la destrucción de la esplendorosa Tenochtitlan, durante la presencia del Imperio Español. Las pirámides cedieron su lugar a los edificios y palacios de cantera, que serían la residencia de los nuevos regentes, y espacio para sus funciones de educación, gobierno, culto y administración. La que fuera la Plaza Mayor de Tenochtitlan se convirtió en la Plaza de Armas de la nueva ciudad, con mayor sabor europeo, más familiar para los recién llegados.

Y de este núcleo persisten, hasta el día de hoy, numerosos edificios y templos que han llegado a nuestros días, después de peripecias y usos diversos, acordes a los tiempos y tendencias de la época. El llamado "Centro Histórico" ha sabido conservarse por la decisión de gobernantes que han reconocido su valor artístico e histórico, reparándolos y conservándolos en condiciones para ser usados de forma práctica, pero sin perder su regia presencia. Algunos siguen siendo edificios públicos, otros han sido transformados en hoteles, restaurantes, museos, u otro uso que haga interesante su permanencia. Muchos ya están declarados como "patrimonio histórico y cultural de México". Otros no han tenido esa suerte, y permanecen abandonados, en decadencia, guarida de vagabundos y plagas, pero no pueden ser demolidos por estar en el Centro Histórico, o tal vez por disputa entre herederos del antiguo propietario, o vayan ustedes a saber la razón.

La Ciudad de México, o su acronismo CDMX, es un sitio de fuertes contrastes, producto de su crecimiento y el avance de los tiempos.

Partes de la ciudad antiguamente eran poblaciones a las que se llegaba a caballo, o en calandria, o carruaje, o carreta. Bueno...hablamos de los 1700s y 1800s. ¡Incluso al inicio del Siglo XX! Colonias y sectores como Tlalpan o Coyoacán eran destino de excursiones de casi un día. Hoy son colonias, o barrios, a los que se llega en cosa de minutos, u horas si el tráfico está pesado, y son de lo más cotidiano en el imaginario de nuestra gente acá.

El fenómeno de crecimiento de la ciudad ha hecho que partes de un estado vecino se vean como partes de la CDMX. La zona conurbada ha asimilado sectores del vecino Estado de México, al grado que la forma de demarcar los límites de la CDMX y el EdoMex son letreros, ya no hay campo abierto u otro elemento de entorno que señale los confines de uno o de otro.

Como en toda ciudad de gran tamaño, hay barrios de ostentosa riqueza, y barrios de alarmante carencia. El contraste entre Las Lomas o Santa Fe (de más reciente creación), y zonas como Tepito o La Merced, es dramático. De casas, edificios de departamentos y mansiones de lujo, fortuna heredada de tiempos pasados, o de origen próximo; a casuchas hechizas y construcciones viejas y deterioradas por la falta de cuidado, proclives al hacinamiento, con condiciones mínimas para ser habitadas (en el mejor de los casos). No existe lugar perfecto.

Con todo y todo, esta ciudad me gusta. Y mucho.

Aquí nací cuando los años empezaban en 1, la Humanidad comenzaba a aventurarse al espacio y salíamos de la Crisis de los Misiles en Cuba. Y, para quienes estos eventos no les son familiares, les hablo de 1962. El DF de los 60s era un lugar más inocente que en los tiempos actuales. Había mucha menos gente, muchos menos coches, mucho menos smog, y muchas menos cosas que ahora. Seguíamos siendo la capital del país, el lugar a donde la gente de provincia aspiraba a ir, algunos a conocer, otros a probar fortuna, otros para escapar de la pobreza. Cualquiera que fuera la razón, la Ciudad de México, Distrito Federal, era un magneto que atraía gente del resto del país.

Según los que saben de eso, es una de las que tiene el mayor número de museos a nivel mundial. De los obvios como el Museo Nacional de Antropología, el Museo Nacional de Historia (en el Castillo de Chapultepec), el Museo de Historia Natural, a museos poco ortodoxos, pero igual de interesantes e importantes, como el Museo de Geografía, el Museo de la Estampa, el Museo del Estanquillo (precedente en México de las tiendas de las tiendas de conveniencia, creado por Carlos Monsiváis con colecciones personales y su visión muy personal del DF urbano y, a la vez, lleno de peculiaridades) o el Museo de Culturas Populares, por sólo citar algunos pocos ejemplos.

Chapultepec es un lugar único. Un parque de proporciones que lo hacen llamarse el Bosque de Chapultepec, que fuera lugar de descanso de los Señores mexicas, y que se convirtió en un lugar de paseo de los habitantes de la Ciudad de México y, en lo alto de un cerro, lo contempla, imponente, su Castillo, que fuera residencia presidencial, palacio imperial, colegio militar y, ahora, el Museo Nacional de Historia, en donde se concentran los testimonios y las reliquias de nuestro pasado como nación, desde las primeras banderas que nos dieron identidad, hasta los tiempos de la Revolución de 1910, de donde surgió el México moderno, del cual hoy somos parte.

Los habitantes de la CDMX tenemos muchas opciones para divertirnos: cines, teatros, bares, arenas para ver lucha libre (lo mismo si se es "técnico" o "rudo", ahí puede uno gritar a todo pulmón: "¡MAAATAAALOOOOOO!!!!!"), centros de espectáculos... En fin. De todo para todos los gustos, y a costos al alcance de casi todos los bolsillos. Lo mismo se pueden pagar algunos pesos por la entrada a un cine, que varios miles por ver el concierto del artista de moda. Usted escoja.

México fue, por mucho tiempo, profundamente religioso. Ahora, las nuevas generaciones ya no son tan apegadas a la religión. Pero nuestro pueblo se presumía de ser cristiano, católico y, sobre todo, guadalupano, aduciendo a la devoción a la Virgen de Guadalupe. La aparición de la Virgen Morena, como acá le decimos, en el Cerro del Tepeyac, durante el período de la presencia española, ha sido un símbolo que ha marcado la fe de los mexicanos por siglos. La tilma de Juan Diego, ahora San Juan Diego, con la imagen de la Virgen, ha sido un ícono venerado por los mexicanos de todos los estratos, y es visitado anualmente por millones de personas en la basílica que dijo le fuera construida. En la conmemoración de su aparición el 12 de diciembre, las multitudes se aglomeran a las afueras del templo desde temprano, en la madrugada, para cantarle "Las Mañanitas", nuestra canción de cumpleaños, en los primeros minutos de la fecha, en sentida serenata a la Reina de México. Mi ciudad tiene el privilegio de ser el sitio de reunión de todos los guadalupanos de México, y de todos los países del mundo en donde se venera a la Virgen de Guadalupe. 

Me encanta mi ciudad. Si bien no la conozco en su totalidad, ni mucho menos (creo que hay muy pocos, fuera de taxistas y repartidores, que la conocen en su mayoría), la disfruto mucho. Me encanta pasear por algunos de sus parques como la Alameda, en el Centro Histótico, y que se remonta al Siglo XIX, o en Chapultepec, que he caminado en algunos pequeños trechos. Las calles del Centro son interesantes, plagadas de comercios que invaden las banquetas, o aceras, ofreciendo de todo, desde piezas para reparar aparatos electrodomésticos, que muñequitos de animé japonés, juguetitos baratos y de dudosa calidad, baratijas, regalitos de temporada, electrónicos de bajo precio, libros de segunda mano, entre otras muchas mercancías. Músicos y artistas callejeros que nos ofrecen diversas opciones de música, desde rock, hasta jazz (aunque usted...¡no lo crea!), bailarines, cantantes, o gente de campo que toca un violín ya de mucho uso y que suena algunas notas de una melodía.

A veces me da por buscar lugares de mi pasado. La primaria en que estudié, una casa adecuada para dar clases, ya no existe. Supe que creció y se mudó a otra parte de la ciudad, aunque no ubico en dónde. Mis otras escuelas siguen ahí, ya crecidas y con diversidad de alumnos, ya que antes eran sólo para varones (creo que ahora, por disposición oficial, las escuelas deben ser mixtas, pero no tengo certeza de ello. Todo eso pasó durante mi tiempo en el exterior). Alguna vez también busqué los lugares en los que vivimos con mis padres. Por la mayor parte de mi vida joven, rentábamos departamentos, y nos mudamos en varias ocasiones. Algunos de esos edificios ya muestran el deterioro del paso del tiempo, otros ya los veo diferentes. No son lo mismo los ojos del niño de unos pocos años, a los del adulto que entra al atardecer de su gobierno, como diría mi abuelo.

Una ciudad con un pasado centenario, y un futuro prometedor por el espíritu de su gente, de sus tradiciones, de su gustos cambiantes, de su modernidad que busca ponerse a la par de otras grandes urbes del planeta, con un orgullo que resuena de generación en generación. Los que nacimos aquí nos sentimos orgullosos de serlo. Es un privilegio del que nos pavoneamos, a veces, con exagerada soberbia, lo que nos gana el distanciamiento de otras partes del país. Pero habemos quienes, conservando el orgullo, sabemos que hay otras ciudades con méritos propios y que, al igual que la nuestra, merecen respeto y admiración.

Ciudad de contrastes. Ciudad de historia. Ciudad de futuro. Ciudad de espeanzas. Ciudad de cientos y cientos de historias de la vida diaria. Ciudad de gestas heróicas. Ciudad de profundos misterios. Ciudades de parques verdes y de bosques de cristal y acero. La Ciudad de los Palacios.

Esa es mi ciudad.

Un cantante de los años setentas, conocido como Guadalupe Trigo, compuso una canción para conmemorar esta ciudad,a través de diversas y hermosas alegorías, y que se llama así: "Mi ciudad". Esta es la versión original, en su propia voz, y que ha sido interpretada después por cantantes reconocidos como Lola Beltrán o Luis Miguel.


Este video, realizado para YouTube por Armando Martínez Díaz, es una muestra de lo que puede dar mi ciudad.

Mi carrera me ha llevado a muchos lugares, tanto para visitar,como para vivir. Y han sido, ciertamente, ciudades hermosas, interesamtes, agradables, divertidas y, en algunos casos, con deseos de regresar de una forma más permanente. Sin embargo, no olvido ni dejo de añorar a mi ciudad.

El amor al lugar de origen desde el exterior.


07 junio, 2024

El día más largo...

Cuando uno ha vivido en el exterior, la historia adquiere un nuevo significado, y hechos que, en muchos casos, están lejos de la vida actual, parecen que no dejan de tener vigencia.

Al escribir esta entrega es 6 de junio de 2024. Y pudiera ser un día como tantos. Pero hoy es un aniversario muy especial de un evento que cambió el sentido de uno de los conflictos más grandes en la historia de la Humanidad.

Hoy se conmemora el 80 aniversario del desembarco aliado en Normandía, Francia. El Día D.

Para dar un poco de contexto, especialmente para quienes lo ven muy lejos, ubiquémonos en 1944. Los años empezaban en 1, y lo que se llamó después la Segunda Guerra Mundial iba en su cuarto año de hostilidades entre los países del Eje (la Alemania Nazi, la Italia de Mussolini, y Japón del General Tojo) y los Aliados (Estados Unidos, Gran Bretaña, la Francia Libre en el destierro, Canadá, y otros países que dieron pequeñas pero significativas aportaciones, como México con su Escuadrón 201, pero que no participamos en el frente europeo). Los Nazis perdían terreno y batallas, y su poderosa maquinaria de guerra estaba debilitada. Por otro lado, con el refuerzo de Estados Unidos, los Aliados preparaban una contraofensiva, que era invadir la Europa continental.

Los alemanes sabían que iba a darse la invasión. De eso no había duda. Tenían a sus mejores estrategas, como el Mariscal Erwin Rommel, para preparar la defensa, y quien ordenó la construcción de fortalezas a lo largo de la costa de la Francia ocupada, viendo al Canal de la Mancha. También ordenó poner toda suerte de obstáculos en las playas para dificultar el desembarco de soldados y pertrechos enemigos. Todo lo que hiciera que la invasión fuera un fracaso en las playas mismas. Se dice que cuando hacía una inspección a una de las playas, Rommel insistía en poner más y más obstáculos. Uno de sus generales le decía que los soldados estaban ya cansados. Rommel simplemente le respondió: "¿Cómo prefieren estar los soldados? ¿Cansados? ¿O muertos?".

La pregunta clave era: "¿Cuándo". Y también "¿Por dónde?".

Los dos puntos a considerar eran el Pas-de-Calais, el punto más estrecho del Canal de la Mancha, lo que haría la invasión más fácil, pero las playas eran rocosas y con acantilados difíciles de sortear. La otra opción era Normandie, más lejos, pero con playas más manejables para la invasión, y relativamente cerca de un puerto clave: Cherbourg. El Alto Mando Aliado, encabezado por el General Dwight Eisenhower, se inclinó por Normandie.

Lo siguiente era la fecha. La planeación original era para mayo de 1944. Sin embargo, ese año presentó algunas de las peores tormentas y mal tiempo en mucho años, lo que hizo que la invasión se tuviera que ir posponiendo, hasta que llegaron a un punto en que la demora era insostenible para equipo y tropas, por lo que se movió a principios de junio. El 5 de junio, por la noche, los meteorólogos dieron una luz de esperanza al pronosticar un período de calma entre dos depresiones, empezando esa misma noche y continuando al día siguiente. Con esa señal, los generales del Alto Mando apoyaron la idea de atacar. Eisenhower, siendo el ser humano que tendría que tomar la decisión final, ponderó los riesgos de mal tiempo y condiciones adversas, y dio la orden: "adelante".

Para la medianoche del 5 al 6 de junio, cuerpos de paracaidistas aerotransportados de Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña fueron desplazados en planeadores, y saltando de transportes C-47, en diversos puntos dentro del territorio francés, cercano a las costas del desembarco, para detener cualquier posible respuesta al ataque. Apoyados por la Resistencia Francesa, cuerpo clandestino formado por hombres y mujeres decididos a liberar a Francia del yugo nazi, que saboteaba sistemáticamente instalaciones y líneas de abastecimiento alemanas, lograron apuntalar posiciones para apoyar el desembarco.

Al mismo tiempo, más de 6,000 embarcaciones de todos tipos se desplazaba por el Canal de la Mancha hacia sus posiciones para atacar cinco playas: tres para los británicos y candienses, y dos para los estadounidenses. Más de 130,000 efectivos participarían en la operación anfibia más grande de todos los tiempos: Overlord. El día D.

Al amanecer del 6 de junio de 1944, para el asombro inicial de los puntos de defensa alemanes, diversos barcos como fragatas, destructores, y otros navíos con artillería, empezaron a disparar masivamente a las playas, para abrir paso a las barcazas de desembarco. Bombarderos reforzaron esta cortina de fuego. Finalmente, alrededor de las 8:00 de la mañana, los primeros efectivos llegaron a las playas francesas.


Fuente: Google images

Ya que las defensas alemanas se dieron cuenta de que la invasión iba en serio, actuaron a toda capacidad. Ningún punto de desembarco fue fácil. Era más bien saber cual era el menos complicado y sangriento. Robert Capa, un fotógrafo de guerra estadounidense, estuvo en la primera oleada, y pudo captar una imagen que muestra la realidad del desembarco.

Fuente: Google images

Es considerada una de las más icónicas de ese episodio.

Conforme los aliados iban llegando a la playa, el fuego alemán se sentía por todas partes. Muchos soldados aliados saltaban al agua desde sus barcazas, sólo para ser diezmados por el fuego de ametralladoras en tierra. Algunos lograban llegar la playa, para pisar una mina oculta o ser heridos o muertos por fuego enemigo. Sin embargo, fueron muchos los que lograron superar los obstáculos y la adversidad del terreno y de los soldados alemanes, e iniciaron el tomar posiciones para ganar la costa.


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La batalla fue feroz, sin misericordia. Algunos sobrevivientes comentaban de que les daban un estimado de treinta minutos de vida al llegar a la zona de desembarco. Al final del día, se estima que fueron alrededor de 10,000 bajas aliadas, entre heridos y muertos. Posiblemente un número cercano a los 9,000 efectivos alemanes fueron bajas en el Día D, igual, entre heridos y muertos.

Para muchos, si no que para todos los que estuvieron ahí, fue le día más largo de sus vidas. Y muchos lo consideran el día más largo de la historia.

Hay decenas y decenas de historias que se dieron durante el desembarco en Normandie. Algunas absurdas, otras heróicas, otras tristes, todas muy humanas. Un periodista llamado Cornelius Ryan elaboró, en los años cincuentas, un muy detallado recuento de las historias de soldados que participaron en ambos lados de la batalla, contando incluso con los testimonios de los que participaron en esos episodios. Este libro se tituló "The Longest Day", "El Día más Largo". Y, por mucho tiempo fue considerado un trabajo histórico fundamental para entender ese momento clave de la Segunda Guerra Mundial. Tan importante fue su trabajo, que se hizo una película con un reparto multiestelar, y fue el propio Ryan quien hizo la adaptación de su libro para la pantalla. La película fue vista como una representación bastante aproximada de lo que sucedió en las playas de Francia en 1944, claro, con los matices de Hollywood y de la época. La producción se estrenó en 1962, con un éxito extraordinario en taquilla y en los críticos. Hoy, "The Longest Day" es un clásico del cine de guerra.

Igual que en el libro, algunos de los generales y oficiales de ambos bandos participaron como asesores para la película, para que pudieran moldear las actuaciones a lo que había sucedido en esas horas claves.

El realismo de las escenas del desembarco fue mayor muchos años después, con "Salvando al Soldado Ryan", en donde la tragedia fue plasmada de forma mucho más cruda, descarnada y apegada a los hechos del 6 de junio. Se dice que varios veteranos que asistieron a ver el filme, tuvieron que salir de la sala en shock al revivir la crudeza de lo que habían vivido en Normandie.

De hecho existe material fílmico original que se ha usado en diversos documentales de la guerra, como fue el caso de "El Mundo en Guerra", producción de la BBC de Londres de los años 70s, y que contó con abundantes testimonios de personajes relevantes y de soldados de a pie, que dieron un panorama sin añadidos ni ornamentos de lo que se vivió en el Día D.

Hoy, a ochenta años de ese significativo día, se hicieron homenajes a los caídos en esa épica batalla.




Fuente: Google images

En los países que participaron en la guerra, y que conservan una arraigada tradición de recordar estas fechas, como es Canadá (de ahí parte de mi experiencia en estas fechas), los honores a los veteranos han sido presentes en diversos eventos. En las playas del desembarco, Jefes de Estado de las naciones que formaron parte del contingente se hicieron presentes para rendir homenaje a los cada vez menos veteranos y sobrevivientes de la Operación Overlord.

A medida que esos valientes soldados van pasando a la posteridad, y que las nuevas generaciones ven ese conflicto cada vez más lejano por guerras más cercanas como Ucrania o el Medio Oriente, hay quienes se preguntan, y me sumo a ellos, si este tipo de remembranzas continuará en el futuro próximo. Los nietos de los que lucharon en la Segunda Guerra Mundial son de mi generación, y nosotros ya peinamos canas. Probablemente seamos de las últimas generaciones a las que este aniversario tenga un sentido. Incluso Vietnam está cada vez más cayendo en la anécdota y menos en la consciencia de un conflicto que marcó los años 60s y 70s del Siglo XX.

Sin embargo, el eco de esos soldados aglomerados en barcazas de fondo plano, poco adecuadas para el mar agitado de las playas de Normandie de 1944, con miedo en sus corazones y el estómago revuelto por el bamboleo de su embarcación, sin saber si llegarían a tocar la playa o si llegarían al anochecer, resonará en la historia de los conflictos armados de la Humanidad.

Para la película de "The Longest Day", Paul Anka, un famoso cantante y compositor de los 60s y hasta la actualidad, fue invitado a escribir un tema para el filme. Con un arreglo de marcha militar, la canción, que se tituló igual que la producción, reflejó el sentir de los más de 130,000 soldados que participaron en el Día D. La letra puede traducirse de esta forma:

Muchos hombres vinieron aquí como soldados
Muchos hombres pasarán por acá
Muchos hombres contarán las horas
Como van viviendo el Día más Largo

Muchos hombres están cansados y vapuleados
Muchos hombres están para quedarse
Muchos hombres no verán el atardecer
Cuando termine el Día más Largo

El Día más largo, el Día más Largo
Este será el Día más Largo
Lleno de esperanzas y lleno de miedos
Lleno de sangre y sudor y lágrimas

Muchos hombres los poderosos miles
Muchos hombres hacia la Victoria
Marchando hacia la batalla
En el Día más Largo de la Historia

Si bien no me tocó vivir esa época, ni ser parte de ese momento histórico, para mí tiene un significado especial. No sabría describir con precisión en qué consiste, pero me conmueve el sentido de la batalla, el lado humano de esta operación militar. Y me hace ponerme de pie en posición de firmes, guardar un minuto de silencio y hacer el saludo militar en honor de esos valientes que lucharon en playas de un país extraño, sabiendo que tal vez no regresarían a casa y a sus familias y seres queridos, pero convencidos de que era por una causa justa y válida.

Honor a los camaradas de armas desde el exterior. 


Aquí descansa en honorable gloria
Un camarada en armas
Conocido sólo por Dios

Fuente: Google images


24 marzo, 2024

Marthita

Cuando uno ha vivido en el exterior, la gente que pasa por la vida de uno adquiere una dimensión especial, y más cuando dejan una huella imperecedera.

Ella se llamaba Martha. Ella se llamaba así. Ella se llamaba Martha, se llamaba Martha, se llamaba así.

Eso es de la letra de una canción de José María Napoleón que, muchos de mi generación, escuchaban esta y otras de sus canciones en el radio, en la TV, o en cassettes. Y sirva para introducir a nuestra escena, o mejor dicho, a nuestra pantalla, a Martha Fabián Aquino.

Mejor conocida, para quienes la conocimos, simplemente como Marthita.


Marthita era de Oaxaca, un estado, o provincia, en México. Zapoteca de raza pura, creció en un pueblo de ese estado. Por lo poco que pude saber de su historia, su padre había sido maestro rural o acólito de la parroquia local, tiene dos hermanos: Pedro y Eduardo Zacarías (Eduardo para el mundo, Zacarías para nosotros) y, desde muy joven, trabajo en el servicio doméstico de la familia materna de Delia, mi esposa.

Las historias que nos contaba sobre la Señora Natalia, pariente de la madre de Delia, que era persona de sociedad, eran siempre muy interesantes. De cómo le enseñó a servir una mesa, a acomodar cubiertos, a preparar platillos sofisticados, entre otras muchas habilidades para estar a la altura de la señora. Pero también tuvo un aspecto triste y difícil al envejecer la Sra. Natalia, y otras de sus hermanas, cuando Marthita se convirtió en su cuidadora, teniendo incluso que cargarlas para acomodarlas en su cama cuando ya no estaban en posibilidad de sentarse o valerse por sí mismas.

Acompañó a las ancianas hasta Ciudad Juárez, en donde pudo conocer la nieve y el clima extremo del norte. Y, después de esa odisea, regresó a la hoy Ciudad de México para entrar al servicio, primero, de un pariente lejano de la familia y, después, de la casa de Delia. Pero Delia recuerda de su infancia cuando iba a casa de su "Nina" Natalia y jugaba con Zacarías, y Marthita le enseñaba a tirar tortillas al comal.

Por muchos años, Marthita estuvo ayudando a la madre de Delia en las labores del hogar, cocinaba con muy buen sazón, mantenía todo muy limpio y arreglado, y tenían a Zacarías para los trabajos pesados de la casa. Fue en esta época en que aparezco en la vida de la familia Cabrera Murúa, y cuando conocí a Marthita.

Siempre amable, siempre respetuosa, siempre a la disposición. Marthita era una presencia ya cotidiana y apreciada.

Y, así, Delia y yo nos casamos y emprendimos el camino nómada del Servicio Exterior. Y Marthita siguió ayudando en la casa de los Cabrera.

Pero la tragedia llegó, como en los tangos de Gardel, y la mamá de Delia enfermó gravemente, hasta fallecer. Marthita se quedó en la casa de los Cabrera, ayudando al papá de Delia a mantener la casa en condiciones para habitarla y, a la vez, dándole compañía a quien quedó solo al fallecer su esposa, y su única hija viviendo al otro lado del mundo, literalmente.

Siempre respetuoso, de buenas costumbres, y cuidadoso de la imagen moral, el papá de Delia consideró que podría ser mal visto el que estuviera una mujer en la casa de un hombre solo. Ante esta desagradable situación, y aunado al aprecio que le había tomado a Marthita, decidió algo que fue motivo de controversia entre el grupo de amigos de él: pedirle matrimonio. Y ella aceptó.

El retrato de ellos el día de su matrimonio es lindo. Ella con su hermoso vestido blanco, y él de traje oscuro, impecable, como siempre.

Esta decisión cambió radicalmente la vida de la nueva pareja. Amigos de toda la vida del papá de Delia no ocultaron su indignación por esta unión, y terminaron amistades que se remontaban a la infancia. El señor sostuvo su decisión, y comenzó este nuevo capítulo con aquellos que aceptaron a Marthita en la vida de él. Y siempre estuvieron juntos, en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, y hasta que la muerte los separó.

 Marthita y el Lic. Cabrera, con Rebeca y Diego (circa 2006) 

Marthita atendía al papá de Delia, al que llamaba cariñosamente "su viejito" o "Isma", y muy respetuosamente "Licenciado Cabrera." Lo cuidaba, veía por su alimentación, sus medicinas, sus pequeños caprichos como sus "Pingüinos Marinela." Y pasaban las tardes en la sala de la casa oyendo discos o la radio, a veces salían de visita, o recibían visitas. Con esa inspiración, el Licenciado Cabrera hizo renovaciones y mejoras a su casa, desechando cosas que eran de un pasado ya superado, y dando un nuevo aire a su hogar, ahora con Marthita a su lado.  

Y así avanzaba la vida, y con ella la edad y los achaques que lleva consigo.

En 2012, durante nuestro primer regreso a México, el ciclo del Licenciado Cabrera llegó a su fin, y fue ahora Marthita quien quedó sola, después de ver irse al quien le dio la compañía de un esposo y el cariño tardío de una pareja.

Con esa fortaleza de quien ha visto partir a muchos a lo largo de su vida, y que tuvieron algún significado, Marthita remontó el dolor de la pérdida de su esposo, de su "Viejito", y asumió el control de la casa que el Lic. Cabrera le heredó, junto con Delia, y la conservó siempre en buenas condiciones, a pesar de la edad y lo pesado del tabajo de mantener una casa de buen tamaño, contando siempre con la ayuda de Zacarías, su hermano, a quien llamaba "El Flaco". 

Y con renovados bríos, enfocó su energía en sus amistades, sus plantas, su casa, su cocina, su devoción, y a la memoria de su "Viejito". Y abrió su corazón a los nietos del Lic., a los que les guardó un gran cariño. Cuando eran pequeños, cada vez que veníamos de vacaciones a México, continuó la costumbre de darnos hospedaje en su casa, y había algún juguete de regalo de bienvenida para Diego y Rebeca. No eran gran cosa, pero los chicos disfrutaban esos presentes con mucho gusto. Y Marthita siempre los atendía, y se ayudaba de Delia para decirles cosas, o saber lo que ellos le decían.

¡Incluso quiso enseñarles a tirar tortillas en el comal!

Ya en esas épocas Rebeca mostraba su interés por las plantas, y Marthita subía a la azotea de la casa, con Reba, para mostrarle sus logros en su improvisada hortaliza de macetas, para admiración de la niña.

Y esas breves visitas hacían la alegría de Marthita, aun desde el tiempo en que el Lic. Cabrera estaba en vida, y después ya sola con Zacarías. Los días volaban y se hacían escasos para que ella consintiera a los pequeños con comida que les gustaba, o verlos jugar y estar con nosotros, o sólo con Delia cuando yo iba a cosas de oficina.

Cuando vivimos en México entre 2011 y 2015, las visitas a la casa de los Cabrera  eran cosa de todos los días, ahora de la familia Cabrera Fabián. Después de que los chicos salían de clases, era ir a pasar la tarde, al principio con "Granpi" (por "Grandpa" o abuelo en inglés), y ya que él había fallecido, con Marthita y Zacarías. Ahí los chicos avanzaban con sus tareas, jugaban con sus videojuegos de mano, o veían algo de TV. Eso se hizo más cotidiano cuando Rebeca entró a preparatoria al Instituto Pedagógico Anglo Español, o IPAE, que quedaba muy cerca de casa de mis suegros, y que había sido también la escuela en que Delia pasó casi toda su infancia. 

Durante nuestro tiempo en México, pudimos ver más de cerca el espíritu festivo de Marthita, ya que solía decorar la casa por fechas como el Día de la Independencia, en que hacía chiles en nogada, y arreglaba la casa y la mesa para la celebración, con adornos alusivos a la fecha.





También hacía lo mismo para Día de Muertos, en que preparaba una ofrenda muy hermosa, siempre dedicada a "su Viejito"


¡Y qué decir de Navidad y Reyes, para cerrar y abrir el año! 



Pero en contraste con este aspecto festivo, era una persona con un cierto dejo de tristeza, y a veces sus pláticas de sobremesa tenían un tono de nostalgia de acordarse de las señoritas Norzagaray, aunque no se ahorraba alguna anécdota graciosa. Pero su voz pausada, todavía con algo de acento de que el español no era su lengua materna, lamentaba sus achaques, su próxima operación, sus dificultades en esto o lo otro, el que le costaba cada vez más trabajo hacer cosas que, antes, hacía con gusto, como era preparar cosas como mole o capirotada en el anafre

Era espectacular verla palear esa masa densa color café intenso, casi negro, del mole en una olla enorme de barro, que es como debe hacerse el mole, según los que saben de eso. Pero el aroma era delicioso, y al servirla con su pieza de pollo y arroz, era un verdadero deleite al paladar.

Tenía opiniones de política, de la gente que veía en las noticias, y era entretenido conversar de ello en la sobremesa. Ya que veíamos que estaba cansada, ya fuéramos nosotros, o ella misma, se dispensaba para irse a descansar a la sección de abajo de la casa, donde se ubicaron a nuestra llegada, tanto de vacaciones antes, como ahora en esta etapa en México.

Su último año fue particularmente difícil. Estaba ya muy débil y rara vez se levantaba de la cama. Se extrañaron los adornos de Día de Muertos, y después de Navidad. En este últmo festivo, preparamos todo para tener la cena en su sección de la casa, y fue muy grato verla fuera de la cama, vestida sencillamente, cenando con nosotros, su hermano, y familiares que vinieron a visitarla y, tácitamente, a despedirse de ella, ante lo inminente del final.

A pesar de su debilidad, en febrero de 2024 su médico decidió operarla de una tumoración benigna que ya tenía de hacía tiempo, y de la que ya había sido intervenida. Esa afección le perjudicaba el apetito, su presión arterial, y otras molestias que le hacían perder calidad de vida. Los tratamientos para combatir un síntoma u otro cambiaban frecuentemente y, aunque tenía momentos de buen humor, buen apetito y cierta tranquilidad, su estado de salud y de ánimo se iban deterirando con el paso de los días.

Al salir del quirófano, todo parecía que había salido bien, pero tuvo una recaída extrema, y tuvo que ser intervenida de nuevo, Los médicos dieron una expliación de una falla en la primera cirugía. Al salir de ella, era evidente que no habría recuperación.

La vela de su vida fue extinguiéndose hasta que, el 25 de febrero de 2024, se apagó para siempre.

Estuvimos en ese final nosotros, sus hermanos, y la doctora que fue su médico de cabecera por muchos años, y quien vio por sus tratamientos hasta el final, y fue ella la que nos hizo saber que todo había terminado.

Su funeral fue poco concurrido. Sólo unas cuantas personas fueron a presentar sus respetos, por una causa u otra, pero quienes estuvieron presentes fueron amistades sinceras que fueron a dar el último adiós a Marthita.

Hoy resposa en la sala de la casa, cerca del gran cuadro del Sagrado Corazón de Jesús que ella tanto veneraba, y al que buscaba ponerle siempre flores de las que ella cultivaba en la azotea, o cuando tenía algún arreglo bonito, siempre se lo destinaba. Sigue todavía pendiente el tema del lugar de su último descanso.

Ya sus molestias no son problema, no tiene que preocuparse si se regaron las plantas, o si se lavó el zaguán, si hay que hacer el mole para el 15 de septiembre, o si "El Flaco" ya fue a traer esto o lo otro. Ya descansa y, sin duda, junto con "su Viejito", pero permanece siempre en el recuerdo y las anécdotas que nos harán siempre recordar a Marthita como el ser noble, simpático, agradable, siempre con ánimos de hacer cosas y dar lo mejor de su parte para todo.

Buen descanso, Marthita, acá vemos por "El Flaco", sus plantas y todo lo que nos dejó de legado.

Despedias que son parte de la vida de los que hemos vivido en el exterior.

In memoriam         

Martha Fabián Aquino