Cuando uno ha vivido en el exterior, la comunicación tiene formas y modos de lo más diverso.
Los que somos de mi generación, nacidos a los incicios de los años 60s del milenio cuando los años comenzaban con 1, conocimos un medio de entretenimiento que nos daba la oportunidad de tener el sonido y la imagen de toda suerte de cosas, desde personajes reales, hasta los creados por la imaginación.Y la teníamos al alcance de nuestra mano, con sólo girar una perilla.
Naturalmente, nos referimos a la televisión.
De hecho, puedo decir que me tocó la transición del medio de entretenimiento de mis padres, que fue la radio, para penetrar al mundo del sonido y la imagen en la comodidad de mi hogar, sin necesidad de ir a un lugar como el cine o el teatro. Yo disfrutaba las noches de mi infancia, ya acostado y próximo a dormir, de un pequeño radio de transistores que "obtuve" de mi mamá (seamos honestos, era un joyerito con radio que tenía mi mamá, y que yo me lo agencié, medio a escondidas aunque, al final, mi mamá terminó cediéndomelo, en su infinita generosidad [Dios la bendiga]).
En México todavía la amplitud modulada, o AM, era la frecuencia más socorrida, y mi estación era la XEW, que surgió desde los años 30s del mismo siglo, y que fuera la catedral de la radio en mi país. Yo escuchaba el noticiero de Guillermo Vela, periodista de Excelsior, el Periódico de la Vida Nacional, o "El Cochinito", programa de concurso con Pepe Ruiz Vélez en que se iba acumulando dinero en un cochinito y los concursantes debían identificar canciones para ganar ese premio (si bien recuerdo). Si uno quería estar intranquilo en la noche, estaba "Apague la luz... y escuche", donde Arturo de Córdoba, con su particular voz rasposa y acento singular, dramatizaba historias de terror con un diverso reparto; o "En el Umbral del Misterio", en que Carlos López Moctezuma, uno de los villanos más reconocidos del cine mexicano, relataba historias para hacerle a uno dejar prendida la luz de la habitación por un poco más de lo acostumbrado.
¡Ah! Pero cuando la televisión llegó a casa...
Era tipo consola, o al menos así se le decía. Era una patalla grande, al menos así la veía yo de niño, con dos bocinas (simuladas, para efectos estéticos y de aspecto impresionante) y los controles al frente, que eran dos perillas grandes: una para encender y apagar el aparato, y controlar el volumen del sonido, y otra para cambiar de canal. Habían otras perillas más pequeñas para ajustar el brillo, el contraste y otras funciones de la "tele", como le empezamos a decir. Todos esos controles eran plásticos, de color dorado brillante. Muy vistosa en verdad.
Prenderla era una pequeña ceremonia ya que, cuando se giraba la perilla del encendido y hacía click para hacenos saber que estaba prendida, y luego de calcular a ojo de buen cubero lo que sería el volumen adecuado, debía uno eseprar un par de minutos a que los bulbos (porque eran de bulbos los aparatos electrónicos en esa época) calentaran, y apareciera paulatinamente la imagen, en blanco y negro, formada por líneas horizontales (525, para ser exactos), y se empezara a escuchar el sonido del canal sintonizado en ese momento.
Y, en ese momento, se abría un universo frente a nuestros ojos, formado por dibujos animados (o caricaturas, como le decíamos), telenovelas, series, noticieros con conductores como Jacobo Zabludovski, Pedro Ferriz, Juan López Moctezuma (nunca supe si estaba emparentado con don Carlos López Moctezuma), Rafael Vidal, y otros nombres que hacían su transición del periodismo escrito o radiofónico a la televisión. También había programas de variedades como "TV Musical Ossart", patrocinado por esa marca de shampoos; "Cómicos y Canciones" con Viruta y Capulina, pareja de humoristas de fama desde décadas atrás en el cine; "Noches Tapatías", escenario para que reconocidos intérpretes de música ranchera y de mariachi lucieran su talento, sazonado con toques de humor de cómicos como Fernando Soto "Mantequilla", o "Régulo", quien hacía de un indígena de campo, ignorate pero ingenioso.
Un programa que siempre me llamaba la atención era el "Club del Hogar", a cargo de Daniel Pérez Arcaraz, locutor de gran trayectoria en la radio mexicana, y que incluso trabajó en el servicio en español de la BBC de Londres, y Francisco Fuentes, conocido como "Madaleno", humorista que había sido pareja con "Régulo" por mucho tiempo, y que en este espacio actuaba en solitario, haciendo mancuerna con don Daniel. El tema de la emisión era muy sencillo: hacer comerciales de diversos productos, servicios y empresas, de una forma humorística e irreverente, bromeándo entre Pérez Arcaraz y "Madaleno" de forma falsamente irrespetuosa, siendo Pérez Arcaraz el "jefe" del programa, y "Madaleno" su "apoyo", haciéndose mutuos comentarios chistosos para dar pie a sus anuncios, o "dejando escapar" marcas de otros productos que no formaban parte de los que regularmente pagaban por su publicidad, para regocijo de los técnicos del estudio y del público televidente. Eventualmente, empezaron a intercalar espacios musicales con artistas de diversos niveles, tanto consagrados, como quienes empezaban a darse a conocer.
La dinámica de los "protagonistas", como de otros comparsas que participaban, que eran un payaso llamado "Caralimpia", que era víctima frecuente de las bromas irreverentes de "Madaleno" o de las "llamadas al orden" del "estricto" Pérez Arcaraz, aunque a veces encontraba modo de defenderse, haciendo el momento todavía más cómico; o "Vilma Traca" mujer de aspecto poco brillante, pero que sus apariciones eran oportunas para sumar al humorismo en el foro, que era con poco libreto, y la interacción de los participantes era espontánea, aunque había bromas recurrentes, todo se desarrollaba con una fluidez inigualable, producto de años de participar en el mismo esquema, de lunes a viernes, en vivo, sin ensayos ni libretos, más allá de la secuencia de anuncios que debían cumplir en cada emisión, y que eran los mismos clientes, salvo algún nuevo producto o servicio, o la salida de alguno ya existente.
Para muestra, un botón:
El Club del Hogar estuvo en el aire desde 1951, y terminó su emisión en 1986, luego del fallecmiento de sus dos anunciadores principales. Se trató de continuar con otros participantes, pero la química entre "Dañiel" y "Madaleno" nunca pudo ser igualada, por lo que el programa fue cancelado. Se trató de reproducir el formato en años subsecuentes, pero sin éxito. Muy probablemente, porque la mancuerna de Pérez Arcaraz y "Madaleno" era irrepetible, aunado a la evolución natural del gusto de los teleespectadores, a los que este tipo de televisión no les resultaba divertido.
Pero ese universo sólo tenía tres canales: 2, para la programacion "seria" (noticieros, telenovelas, programas de variedades, y eventos especiales), 4 (para películas mexicanas del "cine de oro" mexicano, el "Club del Hogar", con el que iniciaba sus emisiones, noticias de espectáculos, y más películas), y el 5 (para programación infantil a mediodía y la tarde, y series importadas y dobladas al español por la noche). Cada canal de origen independiente, pero fusionados en una empresa denominada "Telesistema Mexicano", de Emilio Azcárraga Vidaurreta, fundador de la dinastía que ha regido buena parte de la televisión en México, y que logró obtener de Gullermo González Camarena el canal 5 y de Rómulo O'Farril el canal 4. Lo irónico es que el canal 4 fue el primero en transmitir en México, mientras González Camarena usaba el 5 para hacer pruebas de su sistema de televisión a color, y Azcárraga daba el paso de la radio a la TV con las mismas siglas de identificación: XEW-TV.
Posteriormente, entró un nuevo jugador al escenario, que fue Televisión Independiente de México, o TIM, que tomó la frecuencia del canal 8. Ahí hizo su debut en la "pantalla chica", nombre que se le dió a la televisión para contrastar con la "pantalla grande" de las salas de cine, Roberto Gómez Bolaños, con un programa cómico llamado "Los Supergenios de la Mesa Cuadrada", en donde se dieron a conocer dos personajes que, posteriormente, brillaron con luz propia: el Profesor Girafales, que pasó a ser uno de los personajes de "El Chavo del 8", y el también Profesor Chespirito Chapatín, al que Gómez Bolaños le escribió segmentos propios en otros de sus programas. De ahí surgieron dos de sus mayores creaciones: el ya mencionado "Chavo del 8", y el "Chapulín Colorado", la parodia de superhéroe que América Latina ha abrazado como propia, hasta el día de hoy. De ahí Gómez Bolaños se catapultó a la fama y la inmortalidad de quienes logran el cariño del público por generaciones y más allá de las fronteras.
Se dieron otros canales, como el canal 11, a cargo del Instituto Politécnico Nacional, primer canal de una institucuón académica nacional, y de enfoque educativo y de divulgación cultural. Otro canal que surgió de una instancia gubernamental fue el canal 13, a cargo de la Corporación Mexicana de Radio y Televisión, empresa descentralizada del gobierno de México, y que buscaba fusionar en una sola señal, aspectos de la televisión comercial como el tener telenovelas, series importadas, programación infantil, programas de variedades, difusión cultural. Tarea ambiciosa, sin duda alguna.
Y la televisión en México terminaba a las 12:00 de la noche en punto, en que todos los canales despedían sus transmisiones, e invitaban a los telespectadores a regresar a su señal el día siguiente. En años más recientes (1980s) se copió la costumbre de Estados Unidos de transmitir el Himno Nacional al cierre de transmisiones, y que se ha conservado hasta el día de hoy, con la salvedad que, al dar la medianoche, se interpreta el himno, y continúa la señal con infomerciales y programas que sólo ven los desvelados o quienes tienen que permanecer despiertos buena parte de la noche, siendo ahora la señal de TV de 24 horas al día.
Han sido varias innovacionas las que han transformado el universo televisivo que les comentaba al principio.
La televisión por cable, o de paga, como ahora se le dice, fue uno de los primeros giros que dio la televisión en mi país. Normalmente la señal de los canales llegaba por radiofrecuencia que era captada por una antena o, en el peor de los casos, por un gancho de alambrón para ropa, y se podía ver la transmisión de los canales dsponibles, sin costo extra para el televidente. Pero si uno contrataba "Cablevisión", uno podía ver esos canales, más otros traídos de Estados Unidos, que eran los de recepción gratuita de aquel lado del Río Bravo, pero inaccesibles de nuestro lado de la frontera. Era la novedad de ver series y programas, incluso comerciales, de ese país, aunque uno no entendiera el inglés. Y se pagaba una tarifa mensual por el servicio, y se instalaba un aparato, que luego supimos que se llamaba "decodificador" y se nos daba una caja con una serie de teclas, que era para cada canal dentro del servicio, tanto los nacionales, como los extranjeros. Y esto se conectaba por un cable especial, instalado por la empresa, usando los postes del servicio telefónico, y originado en las instalaciones de Cablevisión, que estaban a un lado de Telesistema Mexicano, que era la dueña del servicio. Este sistema ha evolucionado, al grado de poder tener ahora decenas de canales, ya muchos en español, de diversas temáticas, y las 24 horas del día.
Aparte, la fusión de canales existentes, así como el surgimiento de nuevos canales, hizo que la oferta televisiva se diversificara, y la competencia entre empresas se hiciera más cerrada, dando más opciones de programación. El surgimiento de canales como el 7, el 9, al principio de la expansión del espectro televisivo, representó un nuevo panorama, y otras opciones en las emisiones de televisión gratuita. La digitalización de la señal de TV ha hecho que cada frecuencia pueda tener varios canales a la vez, así como mejorar la calidad de la señal. Entidades como el Congreso de la Unión, la Universidad Nacional Autónoma de México, e incluso organizaciones de corte religioso, han podido tener espacios en la televisión. Se dió el inicio de los canales de ventas de mercancías diversas como CVC, también de 24 horas de transmisión, y que promovían diversos productos en un sistema de mercadotecnia innovador para la época.
El surgimiento de Televisa como resultado de la fusión de Telesistema Mexicano y Televisión Independiente de México, así como la privatización de Canal 13 y su filial canal 7, crearon la competencia entre los dos titanes de la industria televisiva, siendo inmisericorde con aquellos que pasaban de una empresa a otra, "vetándolos" de aparecer en eventos y actividades patrociandos o promovidos por la empresa de la que salían actores o presentadores para pasar a la competencia. Actualmente, como todos sabemos, Televisa es el emporio televisivo más poderoso de América Latina, y uno de los más poderosos del mundo, con presencia en Estados Unidos y Canadá, a través de Univisión, y en America Latina con la venta y distribución de programas y eventos a nivel de toda la región.
Cuando se pensaba que los servicios de "streaming" como Netflix, que empezó rentando películas en máquinas despachadoras en tiendas y centros comerciales, y que evolucionó gracias a la popularización de Internet, iban a terminar con la televisión abierta, los canales han reforzado su programación para seguir siendo atractivos, aunado al hecho de su carencia de costo y la no necesidad de tener un servicio de Internet o pagar una cuenta a cualquiera de estos servicios, ha logrado que este modo de ver televisión subsista, contra viento y marea. La gente que ve televisión abierta, usa su teléfono, o sus tabletas, o sus computadoras, para ver video en streaming.
En la actualidad, la televisión se mide de dos formas, en mi personal opinión: el tipo de programación que se ve, y el tamaño de la pantalla.
Al principio de la televisión, el tamaño de la pantalla se limitaba al tamaño del tubo de rayos catódicos que era la pantalla como tal, y que rara vez pasaba de 25 pulgadas en diagonal. Este tubo era un dispositivo de cristal, sellado, con un gas y elementos electrónicos en su interior, y en que se hacía un barrido de electrones que generaban la imagen, por eso lo de las 525 líneas de imagen, Con la televisión a color, los tubos de rayos catódicos cambiaron su funcionamiento, combianado puntos de colores verde, azul y rojo, creando una imagen en colores cercanos a la realidad, en función de la calidad de la señal y de la imagen original. Al surgir las pantallas planas con sistemas LED o de diodos de emisión de luz, y todas sus variantes y evoluciones, el tamaño de la pantalla dejó de tener limitaciones, y en la actualidad podemos ver pantallas de 100 pulgadas. ¡CIEN PULGADAS! Lo que yo llamo testosterona pura, ya que somos los hombres los que aspiramos a esas pantallas que, a veces, son casi tan grandes como las paredes a donde se les va a colocar, y vemos la imagen casi como en la pantalla de un cine, por lo grande y por lo nítida, y a costos mucho menores que al principio del surgimiento de este tipo de equipos, gracias al abaratamiento de la tecnología.
Este crecimiento de las pantallas de televisión me hace recordar un libro de Ray Bradbury, escritor de ciencia-ficción, titulado "Farenheit 451", en el que relata un futuro en que la vida gira alrededor de la televisión, con una población enajenada y esclava de la que se ha dado en llamar "la caja idiota" (yo le digo más amablemente "la caja boba" porque estuve enchufado a ella gran parte de mi infancia y juventud y le guado cierto cariño, especialmente a los comerciales -otro día les platico de ello-), y esa misma sociedad hizo ilegales a los libros, y criminales a los que los tuvieran. De hecho el título se refiere a la temperatura a la que arde el papel de los libros: 451 grados farenheit, que se logra con el fuego del papel. Y Bradbury describía las casas de ese futuro con una sección formada por paredes que eran pantallas de televisión de techo a piso, y en las que se proyectaba programación constante, mayoritariamente una especie de "telenovela", en que los personajes encarnaban supuestas familias de las que se iba viendo su vida diaria, y con la que la teleaudiencia interactuaba con señales que aparecían en los receptores y que eran las pautas para que reaccionara a lo que estaba sucediendo en la trama.
Estos mecanismos de manipulación, si bien no son nuevos, como lo decían diversos autores del boom de las ciencias sociales de tendencia socialista o socialistoide de los años 70s del Siglo 20, en la actualidad toma un matiz que nos debe llevar a la reflexión.
¿Estaremos llegando a una época en que la televisión, o el receptor de televisión, propiamente dicho, tenga que ser una parte natural de una casa, al grado de que forme parte de la estructura del inmueble, y que el que compra o renta una propiedad pida ver la sección de TV como parte normal de una casa? Imagino al agente de bienes raices hablando de las maravillas y cualidades de una casa o un departamento: amplias recámaras, inigualable ubicación, todos los servicios, sección de TV de primer nivel, con sonido de superalta fidelidad y paredes con pantallas de calidad SUHD (super ultra high definition), acabados de lujo, etc etc. Que la televisión sea parte integral de la estructura de una vivienda. Y que la interacción con la TV, que ya se da de una forma u otra, se vuelva cada vez más inmersiva, y que haga al televidente una parte "necesaria" en la programación.
Y eso a costa de la individualidad de la persona, de su capacidad de acercarse a la cultura, a recibir información (o desinformación) de forma masiva y enajenarte. Un mecanismo para manipular y dominar a las masas, y reducir el número de personas con capacidad crítica para hacerlos títeres de familias ficticias que nos piden nuestra opinión por medio de una señal en la pantalla, de un menú que el televidente jamás va a probar en la realidad, o de una duda familiar de una familia que no existe más allá de la pantalla. Eso que veía Ray Bradbury como un camino de la civilización humana, en que pierde su identidad y su capacidad de crítica y cuestionamiento en una imagen generada en una placa de diodos y sonidos replicados en una bocina de alta definición.
Ya de niño me decían que no me enchufara tanto a la televisión, que jugara con amiguitos o leyera, pero no debía de embeberme con la TV, pasando interminables horas viendo un programa tras de otro, hasta que era hora de irme a la cama para ir al día siguiente a la escuela. Tal era mi apego a la caja boba que, cuando mis papás salían para visitar amigos por la noche, y nos dejaban a mi hermano y a mí en casa, nos quedábamos hasta tarde viendo series o películas, consideradas como "para adultos" por la hora o la temática. Y cuando oíamos que ya estaban de regreso, bajábamos el volumen al mínimo posible sin apagar la tele, y le bajábamos el brillo a la imagnen, como si estuvera apagada, corríamos a nuestro cuarto a hacernos los dormidos, y esperábamos a que nuestros papás ya estuvieran dormidos, para regresar a la sala de la casa, volver a darle brillo a la pantalla de la televisión, y subir el volumen lo menos posible para seguir oyendo el programa, pero sin despertar a nuestros padres. Mi madre, como toda buena madre, descubría esta estratagema con bastante frecuencia, y salía a la sala para pescarnos in fraganti pegados a la pantalla para poder oír el susurro de la tele con el volumen bajo. El regaño era ejemplar y el mandarnos a dormir con cajas destempaladas era la sanción obligada.
Pero... ojo... También la televisión ha servido para hacer llegar cultura. Recuerdo en los 60s y 70s el proyecto de Telesecundarias, en que se llevban clases de secundaria a lugares remotos a través de la televisión, ya que los canales comerciales tienen, por ley, que dar espacios gratuitos en su programación para uso del gobierno. O series como "Introducción a la Universidad", que transmitía Televisa a mediodía, con la participación de catedráticos universitarios que exponían temas propios de ese nivel de estudios, pero de forma fácil de entender para el público en general. Debo decir que yo era asíduo de esa serie, especialmente de un profesor de física que era muy ameno y claro en sus explicaciones. Otro ejemplo fue "Videocosmos", serie de varios segmentos de historia, tecnología, y otros temas. "Encuentro" fue un foro creado por Álvaro Gálvez y Fuentes para reunir a escritores y otras mentes relevantes de la cultura, en un formato inusual para la televisión comercial de los 70s. Y como esos, hay otros ejemplos a lo largo de la historia de este medio.
Pudiéramos decir que la "caja boba" no es tan boba, más bien es que está a merced de quien la opera, y que ofrece a quien la ve lo que se le pone, pero también lo que el teleespectador puede o quiere ver. Es un equipo inocuo, a fin de cuentas, y es quien le alimenta contenido el que tiene la responsabilidad de los mensajes que transmite. Por supuesto, está a merced de intereses de todo tipo: económicos, políticos, sociales, culturales, etc. Y es por eso que la televisión puede diferir sustancialmente de un país a otro e, incluso, de una región a otra del mismo país, ya que se puede producir televisión local, adicional a la de proyección nacional.
¿Qué futuro le depara a la televisión? Es difícil decirlo. El avance de la tecnología hace que los servicios por internet se vuelvan cada vez más presentes en la vida diaria, pudiedo ser vistos en un teléfono, que puede ser usado en casi cualquier parte de la ciudad, de la región, del país, o del mundo, haciendo que la televisión pierda terreno por ser un equipo fijo, sujeto a una señal por cable o por radiofrecuencia. Ya la diferencia entre la televisión y los servicios "streaming" es muy tenue, y los aparatos de televisión se convierten en monitores monumentales para proyectar este tipo de señal, saliendo del terreno de la computadora o la tableta. La señal de televisión por transmisión en línea es cada vez más frecuente y más fácilmente accesible, ya no está uno encadenado a que se debía estar en casa a la fecha y a la hora del programa que se deseaba ver, como sucedía en mi infancia y mi ya lejana juventud.
Ya les tocará a las nuevas generaciones dirigir el destino de la televisión.
El medio del que uno se valía para estar informado cuando se ha vivido en el exterior.