20 febrero, 2025

¿TV? ¿O no TV?

Cuando uno ha vivido en el exterior, la comunicación tiene formas y modos de lo más diverso.

Los que somos de mi generación, nacidos a los incicios de los años 60s del milenio cuando los años comenzaban con 1, conocimos un medio de entretenimiento que nos daba la oportunidad de tener el sonido y la imagen de toda suerte de cosas, desde personajes reales, hasta los creados por la imaginación.Y la teníamos al alcance de nuestra mano, con sólo girar una perilla.

Naturalmente, nos referimos a la televisión.

De hecho, puedo decir que me tocó la transición del medio de entretenimiento de mis padres, que fue la radio, para penetrar al mundo del sonido y la imagen en la comodidad de mi hogar, sin necesidad de ir a un lugar como el cine o el teatro. Yo disfrutaba las noches de mi infancia, ya acostado y próximo a dormir, de un pequeño radio de transistores que "obtuve" de mi mamá (seamos honestos, era un joyerito con radio que tenía mi mamá, y que yo me lo agencié, medio a escondidas aunque, al final, mi mamá terminó cediéndomelo, en su infinita generosidad [Dios la bendiga]). 

En México todavía la amplitud modulada, o AM, era la frecuencia más socorrida, y mi estación era la XEW, que surgió desde los años 30s del mismo siglo, y que fuera la catedral de la radio en mi país. Yo escuchaba el noticiero de Guillermo Vela, periodista de Excelsior, el Periódico de la Vida Nacional, o "El Cochinito", programa de concurso con Pepe Ruiz Vélez en que se iba acumulando dinero en un cochinito y los concursantes debían identificar canciones para ganar ese premio (si bien recuerdo). Si uno quería estar intranquilo en la noche, estaba "Apague la luz... y escuche", donde Arturo de Córdoba, con su particular voz rasposa y acento singular, dramatizaba historias de terror con un diverso reparto; o "En el Umbral del Misterio", en que Carlos López Moctezuma, uno de los villanos más reconocidos del cine mexicano, relataba historias para hacerle a uno dejar prendida la luz de la habitación por un poco más de lo acostumbrado.

¡Ah! Pero cuando la televisión llegó a casa...

Era tipo consola, o al menos así se le decía. Era una patalla grande, al menos así la veía yo de niño, con dos bocinas (simuladas, para efectos estéticos y de aspecto impresionante) y los controles al frente, que eran dos perillas grandes: una para encender y apagar el aparato, y controlar el volumen del sonido, y otra para cambiar de canal. Habían otras perillas más pequeñas para ajustar el brillo, el contraste y otras funciones de la "tele", como le empezamos a decir. Todos esos controles eran plásticos, de color dorado brillante. Muy vistosa en verdad.

Prenderla era una pequeña ceremonia ya que, cuando se giraba la perilla del encendido y hacía click para hacenos saber que estaba prendida, y luego de calcular a ojo de buen cubero lo que sería el volumen adecuado, debía uno  eseprar un par de minutos a que los bulbos (porque eran de bulbos los aparatos electrónicos en esa época) calentaran, y apareciera paulatinamente la imagen, en blanco y negro, formada por líneas horizontales (525, para ser exactos), y se empezara a escuchar el sonido del canal sintonizado en ese momento.

Y, en ese momento, se abría un universo frente a nuestros ojos, formado por dibujos animados (o caricaturas, como le decíamos), telenovelas, series, noticieros con conductores como Jacobo Zabludovski, Pedro Ferriz, Juan López Moctezuma (nunca supe si estaba emparentado con don Carlos López Moctezuma), Rafael Vidal, y otros nombres que hacían su transición del periodismo escrito o radiofónico a la televisión. También había programas de variedades como "TV Musical Ossart", patrocinado por esa marca de shampoos; "Cómicos y Canciones" con Viruta y Capulina, pareja de humoristas de fama desde décadas atrás en el cine; "Noches Tapatías", escenario para que reconocidos intérpretes de música ranchera y de mariachi lucieran su talento, sazonado con toques de humor de cómicos como Fernando Soto "Mantequilla", o "Régulo", quien hacía de un indígena de campo, ignorate pero ingenioso.

Un programa que siempre me llamaba la atención era el "Club del Hogar", a cargo de Daniel Pérez Arcaraz, locutor de gran trayectoria en la radio mexicana, y que incluso trabajó en el servicio en español de la BBC de Londres, y Francisco Fuentes, conocido como "Madaleno", humorista que había sido pareja con "Régulo" por mucho tiempo, y que en este espacio actuaba en solitario, haciendo mancuerna con don Daniel. El tema de la emisión era muy sencillo: hacer comerciales de diversos productos, servicios y empresas, de una forma humorística e irreverente, bromeándo entre Pérez Arcaraz y "Madaleno" de forma falsamente irrespetuosa, siendo Pérez Arcaraz el "jefe" del programa, y "Madaleno" su "apoyo", haciéndose mutuos comentarios chistosos para dar pie a sus anuncios, o "dejando escapar" marcas de otros productos que no formaban parte de los que regularmente pagaban por su publicidad, para regocijo de los técnicos del estudio y del público televidente. Eventualmente, empezaron a intercalar espacios musicales con artistas de diversos niveles, tanto consagrados, como quienes empezaban a darse a conocer. 

La dinámica de los "protagonistas", como de otros comparsas que participaban, que eran un payaso llamado "Caralimpia", que era víctima frecuente de las bromas irreverentes de "Madaleno" o de las "llamadas al orden" del "estricto" Pérez Arcaraz, aunque a veces encontraba modo de defenderse, haciendo el momento todavía más cómico; o "Vilma Traca" mujer de aspecto poco brillante, pero que sus apariciones eran oportunas para sumar al humorismo en el foro, que era con poco libreto, y la interacción de los participantes era espontánea, aunque había bromas recurrentes, todo se desarrollaba con una fluidez inigualable, producto de años de participar en el mismo esquema, de lunes a viernes, en vivo, sin ensayos ni libretos, más allá de la secuencia de anuncios que debían cumplir en cada emisión, y que eran los mismos clientes, salvo algún nuevo producto o servicio, o la salida de alguno ya existente.

Para muestra, un botón:


El Club del Hogar estuvo en el aire desde 1951, y terminó su emisión en 1986, luego del fallecmiento de sus dos anunciadores principales. Se trató de continuar con otros participantes, pero la química entre "Dañiel" y "Madaleno" nunca pudo ser igualada, por lo que el programa fue cancelado. Se trató de reproducir el formato en años subsecuentes, pero sin éxito. Muy probablemente, porque la mancuerna de Pérez Arcaraz y "Madaleno" era irrepetible, aunado a la evolución natural del gusto de los teleespectadores, a los que este tipo de televisión no les resultaba divertido.

Pero ese universo sólo tenía tres canales: 2, para la programacion "seria" (noticieros, telenovelas, programas de variedades, y eventos especiales), 4 (para películas mexicanas del "cine de oro" mexicano, el "Club del Hogar", con el que iniciaba sus emisiones, noticias de espectáculos, y más películas), y el 5 (para programación infantil a mediodía y la tarde, y series importadas y dobladas al español por la noche). Cada canal de origen independiente, pero fusionados en una empresa denominada "Telesistema Mexicano", de Emilio Azcárraga Vidaurreta, fundador de la dinastía que ha regido buena parte de la televisión en México, y que logró obtener de Gullermo González Camarena el canal 5 y de Rómulo O'Farril el canal 4. Lo irónico es que el canal 4 fue el primero en transmitir en México, mientras González Camarena usaba el 5 para hacer pruebas de su sistema de televisión a color, y Azcárraga daba el paso de la radio a la TV con las mismas siglas de identificación: XEW-TV.

Posteriormente, entró un nuevo jugador al escenario, que fue Televisión Independiente de México, o TIM, que tomó la frecuencia del canal 8. Ahí hizo su debut en la "pantalla chica", nombre que se le dió a la televisión para contrastar con la "pantalla grande" de las salas de cine, Roberto Gómez Bolaños, con un programa cómico llamado "Los Supergenios de la Mesa Cuadrada", en donde se dieron a conocer dos personajes que, posteriormente, brillaron con luz propia: el Profesor Girafales, que pasó a ser uno de los personajes de "El Chavo del 8", y el también Profesor Chespirito Chapatín, al que Gómez Bolaños le escribió segmentos propios en otros de sus programas. De ahí surgieron dos de sus mayores creaciones: el ya mencionado "Chavo del 8", y el "Chapulín Colorado", la parodia de superhéroe que América Latina ha abrazado como propia, hasta el día de hoy. De ahí Gómez Bolaños se catapultó a la fama y la inmortalidad de quienes logran el cariño del público por generaciones y más allá de las fronteras.

Se dieron otros canales, como el canal 11, a cargo del Instituto Politécnico Nacional, primer canal de una institucuón académica nacional, y de enfoque educativo y de divulgación cultural. Otro canal que surgió de una instancia gubernamental fue el canal 13, a cargo de la Corporación Mexicana de Radio y Televisión, empresa descentralizada del gobierno de México, y que buscaba fusionar en una sola señal, aspectos de la televisión comercial como el tener telenovelas, series importadas, programación infantil, programas de variedades, difusión cultural. Tarea ambiciosa, sin duda alguna.

Y la televisión en México terminaba a las 12:00 de la noche en punto, en que todos los canales despedían sus transmisiones, e invitaban a los telespectadores a regresar a su señal el día siguiente. En años más recientes (1980s) se copió la costumbre de Estados Unidos de transmitir el Himno Nacional al cierre de transmisiones, y que se ha conservado hasta el día de hoy, con la salvedad que, al dar la medianoche, se interpreta el himno, y continúa la señal con infomerciales y programas que sólo ven los desvelados o quienes tienen que permanecer despiertos buena parte de la noche, siendo ahora la señal de TV de 24 horas al día.

Han sido varias innovacionas las que han transformado el universo televisivo que les comentaba al principio.

La televisión por cable, o de paga, como ahora se le dice, fue uno de los primeros giros que dio la televisión en mi país. Normalmente la señal de los canales llegaba por radiofrecuencia que era captada por una antena o, en el peor de los casos, por un gancho de alambrón para ropa, y se podía ver la transmisión de los canales dsponibles, sin costo extra para el televidente. Pero si uno contrataba "Cablevisión", uno podía ver esos canales, más otros traídos de Estados Unidos, que eran los de recepción gratuita de aquel lado del Río Bravo, pero inaccesibles de nuestro lado de la frontera. Era la novedad de ver series y programas, incluso comerciales, de ese país, aunque uno no entendiera el inglés. Y se pagaba una tarifa mensual por el servicio, y se instalaba un aparato, que luego supimos que se llamaba "decodificador" y se nos daba una caja con una serie de teclas, que era para cada canal dentro del servicio, tanto los nacionales, como los extranjeros. Y esto se conectaba por un cable especial, instalado por la empresa, usando los postes del servicio telefónico, y originado en las instalaciones de Cablevisión, que estaban a un lado de Telesistema Mexicano, que era la dueña del servicio. Este sistema ha evolucionado, al grado de poder tener ahora decenas de canales, ya muchos en español, de diversas temáticas, y las 24 horas del día.

Aparte, la fusión de canales existentes, así como el surgimiento de nuevos canales, hizo que la oferta televisiva se diversificara, y la competencia entre empresas se hiciera más cerrada, dando más opciones de programación. El surgimiento de canales como el 7, el 9, al principio de la expansión del espectro televisivo, representó un nuevo panorama, y otras opciones en las emisiones de televisión gratuita. La digitalización de la señal de TV ha hecho que cada frecuencia pueda tener varios canales a la vez, así como mejorar la calidad de la señal. Entidades como el Congreso de la Unión, la Universidad Nacional Autónoma de México, e incluso organizaciones de corte religioso, han podido tener espacios en la televisión. Se dió el inicio de los canales de ventas de mercancías diversas como CVC, también de 24 horas de transmisión, y que promovían diversos productos en un sistema de mercadotecnia innovador para la época.

El surgimiento de Televisa como resultado de la fusión de Telesistema Mexicano y Televisión Independiente de México, así como la privatización de Canal 13 y su filial canal 7, crearon la competencia entre los dos titanes de la industria televisiva, siendo inmisericorde con aquellos que pasaban de una empresa a otra, "vetándolos" de aparecer en eventos y actividades patrociandos o promovidos por la empresa de la que salían actores o presentadores para pasar a la competencia. Actualmente, como todos sabemos, Televisa es el emporio televisivo más poderoso de América Latina, y uno de los más poderosos del mundo, con presencia en Estados Unidos y Canadá, a través de Univisión, y en America Latina con la venta y distribución de programas y eventos a nivel de toda la región.

Cuando se pensaba que los servicios de "streaming" como Netflix, que empezó rentando películas en máquinas despachadoras en tiendas y centros comerciales, y que evolucionó gracias a la popularización de Internet, iban a terminar con la televisión abierta, los canales han reforzado su programación para seguir siendo atractivos, aunado al hecho de su carencia de costo y la no necesidad de tener un servicio de Internet o pagar una cuenta a cualquiera de estos servicios, ha logrado que este modo de ver televisión subsista, contra viento y marea. La gente que ve televisión abierta, usa su teléfono, o sus tabletas, o sus computadoras, para ver video en streaming.

En la actualidad, la televisión se mide de dos formas, en mi personal opinión: el tipo de programación que se ve, y el tamaño de la pantalla.

Al principio de la televisión, el tamaño de la pantalla se limitaba al tamaño del tubo de rayos catódicos que era la pantalla como tal, y que rara vez pasaba de 25 pulgadas en diagonal. Este tubo era un dispositivo de cristal, sellado, con un gas y elementos electrónicos en su interior, y en que se hacía un barrido de electrones que generaban la imagen, por eso lo de las 525 líneas de imagen, Con la televisión a color, los tubos de rayos catódicos cambiaron su funcionamiento, combianado puntos de colores verde, azul y rojo, creando una imagen en colores cercanos a la realidad, en función de la calidad de la señal y de la imagen original. Al surgir las pantallas planas con sistemas LED o de diodos de emisión de luz, y todas sus variantes y evoluciones, el tamaño de la pantalla dejó de tener limitaciones, y en la actualidad podemos ver pantallas de 100 pulgadas. ¡CIEN PULGADAS! Lo que yo llamo testosterona pura, ya que somos los hombres los que aspiramos a esas pantallas que, a veces, son casi tan grandes como las paredes a donde se les va a colocar, y vemos la imagen casi como en la pantalla de un cine, por lo grande y por lo nítida, y a costos mucho menores que al principio del surgimiento de este tipo de equipos, gracias al abaratamiento de la tecnología.

Este crecimiento de las pantallas de televisión me hace recordar un libro de Ray Bradbury, escritor de ciencia-ficción, titulado "Farenheit 451", en el que relata un futuro en que la vida gira alrededor de la televisión, con una población enajenada y esclava de la que se ha dado en llamar "la caja idiota" (yo le digo más amablemente "la caja boba" porque estuve enchufado a ella gran parte de mi infancia y juventud y le guado cierto cariño, especialmente a los comerciales -otro día les platico de ello-), y esa misma sociedad hizo ilegales a los libros, y criminales a los que los tuvieran. De hecho el título se refiere a la temperatura a la que arde el papel de los libros: 451 grados farenheit, que se logra con el fuego del papel. Y Bradbury describía las casas de ese futuro con una sección formada por paredes que eran pantallas de televisión de techo a piso, y en las que se proyectaba programación constante, mayoritariamente una especie de "telenovela", en que los personajes encarnaban supuestas familias de las que se iba viendo su vida diaria, y con la que la teleaudiencia interactuaba con señales que aparecían en los receptores y que eran las pautas para que reaccionara a lo que estaba sucediendo en la trama.

Estos mecanismos de manipulación, si bien no son nuevos, como lo decían diversos autores del boom de las ciencias sociales de tendencia socialista o socialistoide de los años 70s del Siglo 20, en la actualidad toma un matiz que nos debe llevar a la reflexión.

¿Estaremos llegando a una época en que la televisión, o el receptor de televisión, propiamente dicho, tenga que ser una parte natural de una casa, al grado de que forme parte de la estructura del inmueble, y que el que compra o renta una propiedad pida ver la sección de TV como parte normal de una casa? Imagino al agente de bienes raices hablando de las maravillas y cualidades de una casa o un departamento: amplias recámaras, inigualable ubicación, todos los servicios, sección de TV de primer nivel, con sonido de superalta fidelidad y paredes con pantallas de calidad SUHD (super ultra high definition), acabados de lujo, etc etc. Que la televisión sea parte integral de la estructura de una vivienda. Y que la interacción con la TV, que ya se da de una forma u otra, se vuelva cada vez más inmersiva, y que haga al televidente una parte "necesaria" en la programación.

Y eso a costa de la individualidad de la persona, de su capacidad de acercarse a la cultura, a recibir información (o desinformación) de forma masiva y enajenarte. Un mecanismo para manipular y dominar a las masas, y reducir el número de personas con capacidad crítica para hacerlos títeres de familias ficticias que nos piden nuestra opinión por medio de una señal en la pantalla, de un menú que el televidente jamás va a probar en la realidad, o de una duda familiar de una familia que no existe más allá de la pantalla. Eso que veía Ray Bradbury como un camino de la civilización humana, en que pierde su identidad y su capacidad de crítica y cuestionamiento en una imagen generada en una placa de diodos y sonidos replicados en una bocina de alta definición.

Ya de niño me decían que no me enchufara tanto a la televisión, que jugara con amiguitos o leyera, pero no debía de embeberme con la TV, pasando interminables horas viendo un programa tras de otro, hasta que era hora de irme a la cama para ir al día siguiente a la escuela. Tal era mi apego a la caja boba que, cuando mis papás salían para visitar amigos por la noche, y nos dejaban a mi hermano y a mí en casa, nos quedábamos hasta tarde viendo series o películas, consideradas como "para adultos" por la hora o la temática. Y cuando oíamos que ya estaban de regreso, bajábamos el volumen al mínimo posible sin apagar la tele, y le bajábamos el brillo a la imagnen, como si estuvera apagada, corríamos a nuestro cuarto a hacernos los dormidos, y esperábamos a que nuestros papás ya estuvieran dormidos, para regresar a la sala de la casa, volver a darle brillo a la pantalla de la televisión, y subir el volumen lo menos posible para seguir oyendo el programa, pero sin despertar a nuestros padres. Mi madre, como toda buena madre, descubría esta estratagema con bastante frecuencia, y salía a la sala para pescarnos in fraganti pegados a la pantalla para poder oír el susurro de la tele con el volumen bajo. El regaño era ejemplar y el mandarnos a dormir con cajas destempaladas era la sanción obligada.

Pero... ojo... También la televisión ha servido para hacer llegar cultura. Recuerdo en los 60s y 70s el proyecto de Telesecundarias, en que se llevban clases de secundaria a lugares remotos a través de la televisión, ya que los canales comerciales tienen, por ley, que dar espacios gratuitos en su programación para uso del gobierno. O series como "Introducción a la Universidad", que transmitía Televisa a mediodía, con la participación de catedráticos universitarios que exponían temas propios de ese nivel de estudios, pero de forma fácil de entender para el público en general. Debo decir que yo era asíduo de esa serie, especialmente de un profesor de física que era muy ameno y claro en sus explicaciones. Otro ejemplo fue "Videocosmos", serie de varios segmentos de historia, tecnología, y otros temas. "Encuentro" fue un foro creado por Álvaro Gálvez y Fuentes para reunir a escritores y otras mentes relevantes de la cultura, en un formato inusual para la televisión comercial de los 70s. Y como esos, hay otros ejemplos a lo largo de la historia de este medio.

Pudiéramos decir que la "caja boba" no es tan boba, más bien es que está a merced de quien la opera, y que ofrece a quien la ve lo que se le pone, pero también lo que el teleespectador puede o quiere ver. Es un equipo inocuo, a fin de cuentas, y es quien le alimenta contenido el que tiene la responsabilidad de los mensajes que transmite. Por supuesto, está a merced de intereses de todo tipo: económicos, políticos, sociales, culturales, etc. Y es por eso que la televisión puede diferir sustancialmente de un país a otro e, incluso, de una región a otra del mismo país, ya que se puede producir televisión local, adicional a la de proyección nacional.

¿Qué futuro le depara a la televisión? Es difícil decirlo. El avance de la tecnología hace que los servicios por internet se vuelvan cada vez más presentes en la vida diaria, pudiedo ser vistos en un teléfono, que puede ser usado en casi cualquier parte de la ciudad, de la región, del país, o del mundo, haciendo que la televisión pierda terreno por ser un equipo fijo, sujeto a una señal por cable o por radiofrecuencia. Ya la diferencia entre la televisión y los servicios "streaming" es muy tenue, y los aparatos de televisión se convierten en monitores monumentales para proyectar este tipo de señal, saliendo del terreno de la computadora o la tableta. La señal de televisión por transmisión en línea es cada vez más frecuente y más fácilmente accesible, ya no está uno encadenado a que se debía estar en casa a la fecha y a la hora del programa que se deseaba ver, como sucedía en mi infancia y mi ya lejana juventud.

Ya les tocará a las nuevas generaciones dirigir el destino de la televisión.

El medio del que uno se valía para estar informado cuando se ha vivido en el exterior.

09 junio, 2024

Mi ciudad

Cuando uno ha vivido en el exterior, uno se amolda a los lugares en que le toca vivir, pero siempre conservando el recuerdo y la nostalgia por el sitio de donde uno es originario.

Esta es la ciudad.


Me recuerda mucho el inicio de una serie de policías de los sesentas y setentas, donde el Sargento Joe Friday, de la Policía de Los Angeles, interpretado por el actor Jack Webb, iniciaba cada episodio de la serie con esa frase en una lacónica voz, y una vista panorámica de Los Angeles. En este caso, no vamos a buscar a ningún criminal que afecte la vida de los ciudadanos de nuestra ciudad.

Platiquemos de la ciudad en sí.

Soy de la Ciudad de México, antes conocida como Distrito Federal, por ser la sede de los Poderes de la Unión, como establecía la Constitución de México. Sin embargo, por su crecimiento e importancia, se levantaron voces de que fuese elevada al nivel de un estado, siendo el estado 32 de la Federación. Sigue estando aquí la sede del Poder Ejecutivo, el Congreso de la Unión y la Suprema Corte de Justicia de la Nación, pero ya tenemos un gobernador, llamado "Jefe (o Jefa) de Gobierno", un Congreso local y un Poder Judicial autónomo.

Esta megalópolis de más de 20 millones de habitantes ha crecido desproporcionadamente, invadiendo cerros de los alrededores, y si uno va a un edificio de mediana altura, puede ver como la mancha urbana se extiende casi hasta perderse en el horizonte.

Nuestra gloriosa ciudad fue fundada en 1521, a la caída del imperio azteca o mexica, y la destrucción de la esplendorosa Tenochtitlan, durante la presencia del Imperio Español. Las pirámides cedieron su lugar a los edificios y palacios de cantera, que serían la residencia de los nuevos regentes, y espacio para sus funciones de educación, gobierno, culto y administración. La que fuera la Plaza Mayor de Tenochtitlan se convirtió en la Plaza de Armas de la nueva ciudad, con mayor sabor europeo, más familiar para los recién llegados.

Y de este núcleo persisten, hasta el día de hoy, numerosos edificios y templos que han llegado a nuestros días, después de peripecias y usos diversos, acordes a los tiempos y tendencias de la época. El llamado "Centro Histórico" ha sabido conservarse por la decisión de gobernantes que han reconocido su valor artístico e histórico, reparándolos y conservándolos en condiciones para ser usados de forma práctica, pero sin perder su regia presencia. Algunos siguen siendo edificios públicos, otros han sido transformados en hoteles, restaurantes, museos, u otro uso que haga interesante su permanencia. Muchos ya están declarados como "patrimonio histórico y cultural de México". Otros no han tenido esa suerte, y permanecen abandonados, en decadencia, guarida de vagabundos y plagas, pero no pueden ser demolidos por estar en el Centro Histórico, o tal vez por disputa entre herederos del antiguo propietario, o vayan ustedes a saber la razón.

La Ciudad de México, o su acronismo CDMX, es un sitio de fuertes contrastes, producto de su crecimiento y el avance de los tiempos.

Partes de la ciudad antiguamente eran poblaciones a las que se llegaba a caballo, o en calandria, o carruaje, o carreta. Bueno...hablamos de los 1700s y 1800s. ¡Incluso al inicio del Siglo XX! Colonias y sectores como Tlalpan o Coyoacán eran destino de excursiones de casi un día. Hoy son colonias, o barrios, a los que se llega en cosa de minutos, u horas si el tráfico está pesado, y son de lo más cotidiano en el imaginario de nuestra gente acá.

El fenómeno de crecimiento de la ciudad ha hecho que partes de un estado vecino se vean como partes de la CDMX. La zona conurbada ha asimilado sectores del vecino Estado de México, al grado que la forma de demarcar los límites de la CDMX y el EdoMex son letreros, ya no hay campo abierto u otro elemento de entorno que señale los confines de uno o de otro.

Como en toda ciudad de gran tamaño, hay barrios de ostentosa riqueza, y barrios de alarmante carencia. El contraste entre Las Lomas o Santa Fe (de más reciente creación), y zonas como Tepito o La Merced, es dramático. De casas, edificios de departamentos y mansiones de lujo, fortuna heredada de tiempos pasados, o de origen próximo; a casuchas hechizas y construcciones viejas y deterioradas por la falta de cuidado, proclives al hacinamiento, con condiciones mínimas para ser habitadas (en el mejor de los casos). No existe lugar perfecto.

Con todo y todo, esta ciudad me gusta. Y mucho.

Aquí nací cuando los años empezaban en 1, la Humanidad comenzaba a aventurarse al espacio y salíamos de la Crisis de los Misiles en Cuba. Y, para quienes estos eventos no les son familiares, les hablo de 1962. El DF de los 60s era un lugar más inocente que en los tiempos actuales. Había mucha menos gente, muchos menos coches, mucho menos smog, y muchas menos cosas que ahora. Seguíamos siendo la capital del país, el lugar a donde la gente de provincia aspiraba a ir, algunos a conocer, otros a probar fortuna, otros para escapar de la pobreza. Cualquiera que fuera la razón, la Ciudad de México, Distrito Federal, era un magneto que atraía gente del resto del país.

Según los que saben de eso, es una de las que tiene el mayor número de museos a nivel mundial. De los obvios como el Museo Nacional de Antropología, el Museo Nacional de Historia (en el Castillo de Chapultepec), el Museo de Historia Natural, a museos poco ortodoxos, pero igual de interesantes e importantes, como el Museo de Geografía, el Museo de la Estampa, el Museo del Estanquillo (precedente en México de las tiendas de las tiendas de conveniencia, creado por Carlos Monsiváis con colecciones personales y su visión muy personal del DF urbano y, a la vez, lleno de peculiaridades) o el Museo de Culturas Populares, por sólo citar algunos pocos ejemplos.

Chapultepec es un lugar único. Un parque de proporciones que lo hacen llamarse el Bosque de Chapultepec, que fuera lugar de descanso de los Señores mexicas, y que se convirtió en un lugar de paseo de los habitantes de la Ciudad de México y, en lo alto de un cerro, lo contempla, imponente, su Castillo, que fuera residencia presidencial, palacio imperial, colegio militar y, ahora, el Museo Nacional de Historia, en donde se concentran los testimonios y las reliquias de nuestro pasado como nación, desde las primeras banderas que nos dieron identidad, hasta los tiempos de la Revolución de 1910, de donde surgió el México moderno, del cual hoy somos parte.

Los habitantes de la CDMX tenemos muchas opciones para divertirnos: cines, teatros, bares, arenas para ver lucha libre (lo mismo si se es "técnico" o "rudo", ahí puede uno gritar a todo pulmón: "¡MAAATAAALOOOOOO!!!!!"), centros de espectáculos... En fin. De todo para todos los gustos, y a costos al alcance de casi todos los bolsillos. Lo mismo se pueden pagar algunos pesos por la entrada a un cine, que varios miles por ver el concierto del artista de moda. Usted escoja.

México fue, por mucho tiempo, profundamente religioso. Ahora, las nuevas generaciones ya no son tan apegadas a la religión. Pero nuestro pueblo se presumía de ser cristiano, católico y, sobre todo, guadalupano, aduciendo a la devoción a la Virgen de Guadalupe. La aparición de la Virgen Morena, como acá le decimos, en el Cerro del Tepeyac, durante el período de la presencia española, ha sido un símbolo que ha marcado la fe de los mexicanos por siglos. La tilma de Juan Diego, ahora San Juan Diego, con la imagen de la Virgen, ha sido un ícono venerado por los mexicanos de todos los estratos, y es visitado anualmente por millones de personas en la basílica que dijo le fuera construida. En la conmemoración de su aparición el 12 de diciembre, las multitudes se aglomeran a las afueras del templo desde temprano, en la madrugada, para cantarle "Las Mañanitas", nuestra canción de cumpleaños, en los primeros minutos de la fecha, en sentida serenata a la Reina de México. Mi ciudad tiene el privilegio de ser el sitio de reunión de todos los guadalupanos de México, y de todos los países del mundo en donde se venera a la Virgen de Guadalupe. 

Me encanta mi ciudad. Si bien no la conozco en su totalidad, ni mucho menos (creo que hay muy pocos, fuera de taxistas y repartidores, que la conocen en su mayoría), la disfruto mucho. Me encanta pasear por algunos de sus parques como la Alameda, en el Centro Histótico, y que se remonta al Siglo XIX, o en Chapultepec, que he caminado en algunos pequeños trechos. Las calles del Centro son interesantes, plagadas de comercios que invaden las banquetas, o aceras, ofreciendo de todo, desde piezas para reparar aparatos electrodomésticos, que muñequitos de animé japonés, juguetitos baratos y de dudosa calidad, baratijas, regalitos de temporada, electrónicos de bajo precio, libros de segunda mano, entre otras muchas mercancías. Músicos y artistas callejeros que nos ofrecen diversas opciones de música, desde rock, hasta jazz (aunque usted...¡no lo crea!), bailarines, cantantes, o gente de campo que toca un violín ya de mucho uso y que suena algunas notas de una melodía.

A veces me da por buscar lugares de mi pasado. La primaria en que estudié, una casa adecuada para dar clases, ya no existe. Supe que creció y se mudó a otra parte de la ciudad, aunque no ubico en dónde. Mis otras escuelas siguen ahí, ya crecidas y con diversidad de alumnos, ya que antes eran sólo para varones (creo que ahora, por disposición oficial, las escuelas deben ser mixtas, pero no tengo certeza de ello. Todo eso pasó durante mi tiempo en el exterior). Alguna vez también busqué los lugares en los que vivimos con mis padres. Por la mayor parte de mi vida joven, rentábamos departamentos, y nos mudamos en varias ocasiones. Algunos de esos edificios ya muestran el deterioro del paso del tiempo, otros ya los veo diferentes. No son lo mismo los ojos del niño de unos pocos años, a los del adulto que entra al atardecer de su gobierno, como diría mi abuelo.

Una ciudad con un pasado centenario, y un futuro prometedor por el espíritu de su gente, de sus tradiciones, de su gustos cambiantes, de su modernidad que busca ponerse a la par de otras grandes urbes del planeta, con un orgullo que resuena de generación en generación. Los que nacimos aquí nos sentimos orgullosos de serlo. Es un privilegio del que nos pavoneamos, a veces, con exagerada soberbia, lo que nos gana el distanciamiento de otras partes del país. Pero habemos quienes, conservando el orgullo, sabemos que hay otras ciudades con méritos propios y que, al igual que la nuestra, merecen respeto y admiración.

Ciudad de contrastes. Ciudad de historia. Ciudad de futuro. Ciudad de espeanzas. Ciudad de cientos y cientos de historias de la vida diaria. Ciudad de gestas heróicas. Ciudad de profundos misterios. Ciudades de parques verdes y de bosques de cristal y acero. La Ciudad de los Palacios.

Esa es mi ciudad.

Un cantante de los años setentas, conocido como Guadalupe Trigo, compuso una canción para conmemorar esta ciudad,a través de diversas y hermosas alegorías, y que se llama así: "Mi ciudad". Esta es la versión original, en su propia voz, y que ha sido interpretada después por cantantes reconocidos como Lola Beltrán o Luis Miguel.


Este video, realizado para YouTube por Armando Martínez Díaz, es una muestra de lo que puede dar mi ciudad.

Mi carrera me ha llevado a muchos lugares, tanto para visitar,como para vivir. Y han sido, ciertamente, ciudades hermosas, interesamtes, agradables, divertidas y, en algunos casos, con deseos de regresar de una forma más permanente. Sin embargo, no olvido ni dejo de añorar a mi ciudad.

El amor al lugar de origen desde el exterior.


07 junio, 2024

El día más largo...

Cuando uno ha vivido en el exterior, la historia adquiere un nuevo significado, y hechos que, en muchos casos, están lejos de la vida actual, parecen que no dejan de tener vigencia.

Al escribir esta entrega es 6 de junio de 2024. Y pudiera ser un día como tantos. Pero hoy es un aniversario muy especial de un evento que cambió el sentido de uno de los conflictos más grandes en la historia de la Humanidad.

Hoy se conmemora el 80 aniversario del desembarco aliado en Normandía, Francia. El Día D.

Para dar un poco de contexto, especialmente para quienes lo ven muy lejos, ubiquémonos en 1944. Los años empezaban en 1, y lo que se llamó después la Segunda Guerra Mundial iba en su cuarto año de hostilidades entre los países del Eje (la Alemania Nazi, la Italia de Mussolini, y Japón del General Tojo) y los Aliados (Estados Unidos, Gran Bretaña, la Francia Libre en el destierro, Canadá, y otros países que dieron pequeñas pero significativas aportaciones, como México con su Escuadrón 201, pero que no participamos en el frente europeo). Los Nazis perdían terreno y batallas, y su poderosa maquinaria de guerra estaba debilitada. Por otro lado, con el refuerzo de Estados Unidos, los Aliados preparaban una contraofensiva, que era invadir la Europa continental.

Los alemanes sabían que iba a darse la invasión. De eso no había duda. Tenían a sus mejores estrategas, como el Mariscal Erwin Rommel, para preparar la defensa, y quien ordenó la construcción de fortalezas a lo largo de la costa de la Francia ocupada, viendo al Canal de la Mancha. También ordenó poner toda suerte de obstáculos en las playas para dificultar el desembarco de soldados y pertrechos enemigos. Todo lo que hiciera que la invasión fuera un fracaso en las playas mismas. Se dice que cuando hacía una inspección a una de las playas, Rommel insistía en poner más y más obstáculos. Uno de sus generales le decía que los soldados estaban ya cansados. Rommel simplemente le respondió: "¿Cómo prefieren estar los soldados? ¿Cansados? ¿O muertos?".

La pregunta clave era: "¿Cuándo". Y también "¿Por dónde?".

Los dos puntos a considerar eran el Pas-de-Calais, el punto más estrecho del Canal de la Mancha, lo que haría la invasión más fácil, pero las playas eran rocosas y con acantilados difíciles de sortear. La otra opción era Normandie, más lejos, pero con playas más manejables para la invasión, y relativamente cerca de un puerto clave: Cherbourg. El Alto Mando Aliado, encabezado por el General Dwight Eisenhower, se inclinó por Normandie.

Lo siguiente era la fecha. La planeación original era para mayo de 1944. Sin embargo, ese año presentó algunas de las peores tormentas y mal tiempo en mucho años, lo que hizo que la invasión se tuviera que ir posponiendo, hasta que llegaron a un punto en que la demora era insostenible para equipo y tropas, por lo que se movió a principios de junio. El 5 de junio, por la noche, los meteorólogos dieron una luz de esperanza al pronosticar un período de calma entre dos depresiones, empezando esa misma noche y continuando al día siguiente. Con esa señal, los generales del Alto Mando apoyaron la idea de atacar. Eisenhower, siendo el ser humano que tendría que tomar la decisión final, ponderó los riesgos de mal tiempo y condiciones adversas, y dio la orden: "adelante".

Para la medianoche del 5 al 6 de junio, cuerpos de paracaidistas aerotransportados de Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña fueron desplazados en planeadores, y saltando de transportes C-47, en diversos puntos dentro del territorio francés, cercano a las costas del desembarco, para detener cualquier posible respuesta al ataque. Apoyados por la Resistencia Francesa, cuerpo clandestino formado por hombres y mujeres decididos a liberar a Francia del yugo nazi, que saboteaba sistemáticamente instalaciones y líneas de abastecimiento alemanas, lograron apuntalar posiciones para apoyar el desembarco.

Al mismo tiempo, más de 6,000 embarcaciones de todos tipos se desplazaba por el Canal de la Mancha hacia sus posiciones para atacar cinco playas: tres para los británicos y candienses, y dos para los estadounidenses. Más de 130,000 efectivos participarían en la operación anfibia más grande de todos los tiempos: Overlord. El día D.

Al amanecer del 6 de junio de 1944, para el asombro inicial de los puntos de defensa alemanes, diversos barcos como fragatas, destructores, y otros navíos con artillería, empezaron a disparar masivamente a las playas, para abrir paso a las barcazas de desembarco. Bombarderos reforzaron esta cortina de fuego. Finalmente, alrededor de las 8:00 de la mañana, los primeros efectivos llegaron a las playas francesas.


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Ya que las defensas alemanas se dieron cuenta de que la invasión iba en serio, actuaron a toda capacidad. Ningún punto de desembarco fue fácil. Era más bien saber cual era el menos complicado y sangriento. Robert Capa, un fotógrafo de guerra estadounidense, estuvo en la primera oleada, y pudo captar una imagen que muestra la realidad del desembarco.

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Es considerada una de las más icónicas de ese episodio.

Conforme los aliados iban llegando a la playa, el fuego alemán se sentía por todas partes. Muchos soldados aliados saltaban al agua desde sus barcazas, sólo para ser diezmados por el fuego de ametralladoras en tierra. Algunos lograban llegar la playa, para pisar una mina oculta o ser heridos o muertos por fuego enemigo. Sin embargo, fueron muchos los que lograron superar los obstáculos y la adversidad del terreno y de los soldados alemanes, e iniciaron el tomar posiciones para ganar la costa.


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La batalla fue feroz, sin misericordia. Algunos sobrevivientes comentaban de que les daban un estimado de treinta minutos de vida al llegar a la zona de desembarco. Al final del día, se estima que fueron alrededor de 10,000 bajas aliadas, entre heridos y muertos. Posiblemente un número cercano a los 9,000 efectivos alemanes fueron bajas en el Día D, igual, entre heridos y muertos.

Para muchos, si no que para todos los que estuvieron ahí, fue le día más largo de sus vidas. Y muchos lo consideran el día más largo de la historia.

Hay decenas y decenas de historias que se dieron durante el desembarco en Normandie. Algunas absurdas, otras heróicas, otras tristes, todas muy humanas. Un periodista llamado Cornelius Ryan elaboró, en los años cincuentas, un muy detallado recuento de las historias de soldados que participaron en ambos lados de la batalla, contando incluso con los testimonios de los que participaron en esos episodios. Este libro se tituló "The Longest Day", "El Día más Largo". Y, por mucho tiempo fue considerado un trabajo histórico fundamental para entender ese momento clave de la Segunda Guerra Mundial. Tan importante fue su trabajo, que se hizo una película con un reparto multiestelar, y fue el propio Ryan quien hizo la adaptación de su libro para la pantalla. La película fue vista como una representación bastante aproximada de lo que sucedió en las playas de Francia en 1944, claro, con los matices de Hollywood y de la época. La producción se estrenó en 1962, con un éxito extraordinario en taquilla y en los críticos. Hoy, "The Longest Day" es un clásico del cine de guerra.

Igual que en el libro, algunos de los generales y oficiales de ambos bandos participaron como asesores para la película, para que pudieran moldear las actuaciones a lo que había sucedido en esas horas claves.

El realismo de las escenas del desembarco fue mayor muchos años después, con "Salvando al Soldado Ryan", en donde la tragedia fue plasmada de forma mucho más cruda, descarnada y apegada a los hechos del 6 de junio. Se dice que varios veteranos que asistieron a ver el filme, tuvieron que salir de la sala en shock al revivir la crudeza de lo que habían vivido en Normandie.

De hecho existe material fílmico original que se ha usado en diversos documentales de la guerra, como fue el caso de "El Mundo en Guerra", producción de la BBC de Londres de los años 70s, y que contó con abundantes testimonios de personajes relevantes y de soldados de a pie, que dieron un panorama sin añadidos ni ornamentos de lo que se vivió en el Día D.

Hoy, a ochenta años de ese significativo día, se hicieron homenajes a los caídos en esa épica batalla.




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En los países que participaron en la guerra, y que conservan una arraigada tradición de recordar estas fechas, como es Canadá (de ahí parte de mi experiencia en estas fechas), los honores a los veteranos han sido presentes en diversos eventos. En las playas del desembarco, Jefes de Estado de las naciones que formaron parte del contingente se hicieron presentes para rendir homenaje a los cada vez menos veteranos y sobrevivientes de la Operación Overlord.

A medida que esos valientes soldados van pasando a la posteridad, y que las nuevas generaciones ven ese conflicto cada vez más lejano por guerras más cercanas como Ucrania o el Medio Oriente, hay quienes se preguntan, y me sumo a ellos, si este tipo de remembranzas continuará en el futuro próximo. Los nietos de los que lucharon en la Segunda Guerra Mundial son de mi generación, y nosotros ya peinamos canas. Probablemente seamos de las últimas generaciones a las que este aniversario tenga un sentido. Incluso Vietnam está cada vez más cayendo en la anécdota y menos en la consciencia de un conflicto que marcó los años 60s y 70s del Siglo XX.

Sin embargo, el eco de esos soldados aglomerados en barcazas de fondo plano, poco adecuadas para el mar agitado de las playas de Normandie de 1944, con miedo en sus corazones y el estómago revuelto por el bamboleo de su embarcación, sin saber si llegarían a tocar la playa o si llegarían al anochecer, resonará en la historia de los conflictos armados de la Humanidad.

Para la película de "The Longest Day", Paul Anka, un famoso cantante y compositor de los 60s y hasta la actualidad, fue invitado a escribir un tema para el filme. Con un arreglo de marcha militar, la canción, que se tituló igual que la producción, reflejó el sentir de los más de 130,000 soldados que participaron en el Día D. La letra puede traducirse de esta forma:

Muchos hombres vinieron aquí como soldados
Muchos hombres pasarán por acá
Muchos hombres contarán las horas
Como van viviendo el Día más Largo

Muchos hombres están cansados y vapuleados
Muchos hombres están para quedarse
Muchos hombres no verán el atardecer
Cuando termine el Día más Largo

El Día más largo, el Día más Largo
Este será el Día más Largo
Lleno de esperanzas y lleno de miedos
Lleno de sangre y sudor y lágrimas

Muchos hombres los poderosos miles
Muchos hombres hacia la Victoria
Marchando hacia la batalla
En el Día más Largo de la Historia

Si bien no me tocó vivir esa época, ni ser parte de ese momento histórico, para mí tiene un significado especial. No sabría describir con precisión en qué consiste, pero me conmueve el sentido de la batalla, el lado humano de esta operación militar. Y me hace ponerme de pie en posición de firmes, guardar un minuto de silencio y hacer el saludo militar en honor de esos valientes que lucharon en playas de un país extraño, sabiendo que tal vez no regresarían a casa y a sus familias y seres queridos, pero convencidos de que era por una causa justa y válida.

Honor a los camaradas de armas desde el exterior. 


Aquí descansa en honorable gloria
Un camarada en armas
Conocido sólo por Dios

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24 marzo, 2024

Marthita

Cuando uno ha vivido en el exterior, la gente que pasa por la vida de uno adquiere una dimensión especial, y más cuando dejan una huella imperecedera.

Ella se llamaba Martha. Ella se llamaba así. Ella se llamaba Martha, se llamaba Martha, se llamaba así.

Eso es de la letra de una canción de José María Napoleón que, muchos de mi generación, escuchaban esta y otras de sus canciones en el radio, en la TV, o en cassettes. Y sirva para introducir a nuestra escena, o mejor dicho, a nuestra pantalla, a Martha Fabián Aquino.

Mejor conocida, para quienes la conocimos, simplemente como Marthita.


Marthita era de Oaxaca, un estado, o provincia, en México. Zapoteca de raza pura, creció en un pueblo de ese estado. Por lo poco que pude saber de su historia, su padre había sido maestro rural o acólito de la parroquia local, tiene dos hermanos: Pedro y Eduardo Zacarías (Eduardo para el mundo, Zacarías para nosotros) y, desde muy joven, trabajo en el servicio doméstico de la familia materna de Delia, mi esposa.

Las historias que nos contaba sobre la Señora Natalia, pariente de la madre de Delia, que era persona de sociedad, eran siempre muy interesantes. De cómo le enseñó a servir una mesa, a acomodar cubiertos, a preparar platillos sofisticados, entre otras muchas habilidades para estar a la altura de la señora. Pero también tuvo un aspecto triste y difícil al envejecer la Sra. Natalia, y otras de sus hermanas, cuando Marthita se convirtió en su cuidadora, teniendo incluso que cargarlas para acomodarlas en su cama cuando ya no estaban en posibilidad de sentarse o valerse por sí mismas.

Acompañó a las ancianas hasta Ciudad Juárez, en donde pudo conocer la nieve y el clima extremo del norte. Y, después de esa odisea, regresó a la hoy Ciudad de México para entrar al servicio, primero, de un pariente lejano de la familia y, después, de la casa de Delia. Pero Delia recuerda de su infancia cuando iba a casa de su "Nina" Natalia y jugaba con Zacarías, y Marthita le enseñaba a tirar tortillas al comal.

Por muchos años, Marthita estuvo ayudando a la madre de Delia en las labores del hogar, cocinaba con muy buen sazón, mantenía todo muy limpio y arreglado, y tenían a Zacarías para los trabajos pesados de la casa. Fue en esta época en que aparezco en la vida de la familia Cabrera Murúa, y cuando conocí a Marthita.

Siempre amable, siempre respetuosa, siempre a la disposición. Marthita era una presencia ya cotidiana y apreciada.

Y, así, Delia y yo nos casamos y emprendimos el camino nómada del Servicio Exterior. Y Marthita siguió ayudando en la casa de los Cabrera.

Pero la tragedia llegó, como en los tangos de Gardel, y la mamá de Delia enfermó gravemente, hasta fallecer. Marthita se quedó en la casa de los Cabrera, ayudando al papá de Delia a mantener la casa en condiciones para habitarla y, a la vez, dándole compañía a quien quedó solo al fallecer su esposa, y su única hija viviendo al otro lado del mundo, literalmente.

Siempre respetuoso, de buenas costumbres, y cuidadoso de la imagen moral, el papá de Delia consideró que podría ser mal visto el que estuviera una mujer en la casa de un hombre solo. Ante esta desagradable situación, y aunado al aprecio que le había tomado a Marthita, decidió algo que fue motivo de controversia entre el grupo de amigos de él: pedirle matrimonio. Y ella aceptó.

El retrato de ellos el día de su matrimonio es lindo. Ella con su hermoso vestido blanco, y él de traje oscuro, impecable, como siempre.

Esta decisión cambió radicalmente la vida de la nueva pareja. Amigos de toda la vida del papá de Delia no ocultaron su indignación por esta unión, y terminaron amistades que se remontaban a la infancia. El señor sostuvo su decisión, y comenzó este nuevo capítulo con aquellos que aceptaron a Marthita en la vida de él. Y siempre estuvieron juntos, en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, y hasta que la muerte los separó.

 Marthita y el Lic. Cabrera, con Rebeca y Diego (circa 2006) 

Marthita atendía al papá de Delia, al que llamaba cariñosamente "su viejito" o "Isma", y muy respetuosamente "Licenciado Cabrera." Lo cuidaba, veía por su alimentación, sus medicinas, sus pequeños caprichos como sus "Pingüinos Marinela." Y pasaban las tardes en la sala de la casa oyendo discos o la radio, a veces salían de visita, o recibían visitas. Con esa inspiración, el Licenciado Cabrera hizo renovaciones y mejoras a su casa, desechando cosas que eran de un pasado ya superado, y dando un nuevo aire a su hogar, ahora con Marthita a su lado.  

Y así avanzaba la vida, y con ella la edad y los achaques que lleva consigo.

En 2012, durante nuestro primer regreso a México, el ciclo del Licenciado Cabrera llegó a su fin, y fue ahora Marthita quien quedó sola, después de ver irse al quien le dio la compañía de un esposo y el cariño tardío de una pareja.

Con esa fortaleza de quien ha visto partir a muchos a lo largo de su vida, y que tuvieron algún significado, Marthita remontó el dolor de la pérdida de su esposo, de su "Viejito", y asumió el control de la casa que el Lic. Cabrera le heredó, junto con Delia, y la conservó siempre en buenas condiciones, a pesar de la edad y lo pesado del tabajo de mantener una casa de buen tamaño, contando siempre con la ayuda de Zacarías, su hermano, a quien llamaba "El Flaco". 

Y con renovados bríos, enfocó su energía en sus amistades, sus plantas, su casa, su cocina, su devoción, y a la memoria de su "Viejito". Y abrió su corazón a los nietos del Lic., a los que les guardó un gran cariño. Cuando eran pequeños, cada vez que veníamos de vacaciones a México, continuó la costumbre de darnos hospedaje en su casa, y había algún juguete de regalo de bienvenida para Diego y Rebeca. No eran gran cosa, pero los chicos disfrutaban esos presentes con mucho gusto. Y Marthita siempre los atendía, y se ayudaba de Delia para decirles cosas, o saber lo que ellos le decían.

¡Incluso quiso enseñarles a tirar tortillas en el comal!

Ya en esas épocas Rebeca mostraba su interés por las plantas, y Marthita subía a la azotea de la casa, con Reba, para mostrarle sus logros en su improvisada hortaliza de macetas, para admiración de la niña.

Y esas breves visitas hacían la alegría de Marthita, aun desde el tiempo en que el Lic. Cabrera estaba en vida, y después ya sola con Zacarías. Los días volaban y se hacían escasos para que ella consintiera a los pequeños con comida que les gustaba, o verlos jugar y estar con nosotros, o sólo con Delia cuando yo iba a cosas de oficina.

Cuando vivimos en México entre 2011 y 2015, las visitas a la casa de los Cabrera  eran cosa de todos los días, ahora de la familia Cabrera Fabián. Después de que los chicos salían de clases, era ir a pasar la tarde, al principio con "Granpi" (por "Grandpa" o abuelo en inglés), y ya que él había fallecido, con Marthita y Zacarías. Ahí los chicos avanzaban con sus tareas, jugaban con sus videojuegos de mano, o veían algo de TV. Eso se hizo más cotidiano cuando Rebeca entró a preparatoria al Instituto Pedagógico Anglo Español, o IPAE, que quedaba muy cerca de casa de mis suegros, y que había sido también la escuela en que Delia pasó casi toda su infancia. 

Durante nuestro tiempo en México, pudimos ver más de cerca el espíritu festivo de Marthita, ya que solía decorar la casa por fechas como el Día de la Independencia, en que hacía chiles en nogada, y arreglaba la casa y la mesa para la celebración, con adornos alusivos a la fecha.





También hacía lo mismo para Día de Muertos, en que preparaba una ofrenda muy hermosa, siempre dedicada a "su Viejito"


¡Y qué decir de Navidad y Reyes, para cerrar y abrir el año! 



Pero en contraste con este aspecto festivo, era una persona con un cierto dejo de tristeza, y a veces sus pláticas de sobremesa tenían un tono de nostalgia de acordarse de las señoritas Norzagaray, aunque no se ahorraba alguna anécdota graciosa. Pero su voz pausada, todavía con algo de acento de que el español no era su lengua materna, lamentaba sus achaques, su próxima operación, sus dificultades en esto o lo otro, el que le costaba cada vez más trabajo hacer cosas que, antes, hacía con gusto, como era preparar cosas como mole o capirotada en el anafre

Era espectacular verla palear esa masa densa color café intenso, casi negro, del mole en una olla enorme de barro, que es como debe hacerse el mole, según los que saben de eso. Pero el aroma era delicioso, y al servirla con su pieza de pollo y arroz, era un verdadero deleite al paladar.

Tenía opiniones de política, de la gente que veía en las noticias, y era entretenido conversar de ello en la sobremesa. Ya que veíamos que estaba cansada, ya fuéramos nosotros, o ella misma, se dispensaba para irse a descansar a la sección de abajo de la casa, donde se ubicaron a nuestra llegada, tanto de vacaciones antes, como ahora en esta etapa en México.

Su último año fue particularmente difícil. Estaba ya muy débil y rara vez se levantaba de la cama. Se extrañaron los adornos de Día de Muertos, y después de Navidad. En este últmo festivo, preparamos todo para tener la cena en su sección de la casa, y fue muy grato verla fuera de la cama, vestida sencillamente, cenando con nosotros, su hermano, y familiares que vinieron a visitarla y, tácitamente, a despedirse de ella, ante lo inminente del final.

A pesar de su debilidad, en febrero de 2024 su médico decidió operarla de una tumoración benigna que ya tenía de hacía tiempo, y de la que ya había sido intervenida. Esa afección le perjudicaba el apetito, su presión arterial, y otras molestias que le hacían perder calidad de vida. Los tratamientos para combatir un síntoma u otro cambiaban frecuentemente y, aunque tenía momentos de buen humor, buen apetito y cierta tranquilidad, su estado de salud y de ánimo se iban deterirando con el paso de los días.

Al salir del quirófano, todo parecía que había salido bien, pero tuvo una recaída extrema, y tuvo que ser intervenida de nuevo, Los médicos dieron una expliación de una falla en la primera cirugía. Al salir de ella, era evidente que no habría recuperación.

La vela de su vida fue extinguiéndose hasta que, el 25 de febrero de 2024, se apagó para siempre.

Estuvimos en ese final nosotros, sus hermanos, y la doctora que fue su médico de cabecera por muchos años, y quien vio por sus tratamientos hasta el final, y fue ella la que nos hizo saber que todo había terminado.

Su funeral fue poco concurrido. Sólo unas cuantas personas fueron a presentar sus respetos, por una causa u otra, pero quienes estuvieron presentes fueron amistades sinceras que fueron a dar el último adiós a Marthita.

Hoy resposa en la sala de la casa, cerca del gran cuadro del Sagrado Corazón de Jesús que ella tanto veneraba, y al que buscaba ponerle siempre flores de las que ella cultivaba en la azotea, o cuando tenía algún arreglo bonito, siempre se lo destinaba. Sigue todavía pendiente el tema del lugar de su último descanso.

Ya sus molestias no son problema, no tiene que preocuparse si se regaron las plantas, o si se lavó el zaguán, si hay que hacer el mole para el 15 de septiembre, o si "El Flaco" ya fue a traer esto o lo otro. Ya descansa y, sin duda, junto con "su Viejito", pero permanece siempre en el recuerdo y las anécdotas que nos harán siempre recordar a Marthita como el ser noble, simpático, agradable, siempre con ánimos de hacer cosas y dar lo mejor de su parte para todo.

Buen descanso, Marthita, acá vemos por "El Flaco", sus plantas y todo lo que nos dejó de legado.

Despedias que son parte de la vida de los que hemos vivido en el exterior.

In memoriam         

Martha Fabián Aquino 

 

02 octubre, 2023

Los buscadores de peligro

Cuando una ha vivido en el exterior, se puede observar la vida desde diferentes facetas.

Debo confesarles algo: a diferencia de muchos chicos y chicas (hay que ser incluyentes) de mi generación, y anteriores, nunca aprendí a andar en bicicleta. Teníamos una, que era de mi hermano mayor, por supesto, y que a veces me permitía usarla, pero realmente nunca fui especialmente afecto a usarla. Recuerdo que, una vez, fuimos a un día de campo, y la llevaron, porque otros chicos llevarían las suyas. Yo me aventuré a treparme a ella, dar unos pocos pedalazos y, como estábamos en un ligero declive, la bicicleta empezó a ganar velocidad, fuera de mi control. Y en un punto levantó del suelo, y terminé por los aires unos pocos segundos, cayendo aparatosamente en el pasto. Me quedé quieto, con los ojos cerrados, pensando que no llamaría la atención. Al abrir los ojos, y ver a un lado, pude darme cuenta que caí a escasos centímetros de una roca que, de haber terminado ahí mi vuelo, no estaría escribiendo esta anécdota.

Y, bueno, sobreviví mi adolescencia y juventud sin posar mi humanidad en el vehículo de dos ruedas.

Moviendo el calendario algunas páginas adelante, mi estancia en China me hizo ver a la bicicleta de una forma diferente, y admiriar a quienes la usan todos los días como medio de transportación, de vehículo de pasajeros y hasta de carga aunque, de hecho, eso ya lo había visto desde México. ¿Quién no ha visto los chicos que transportan pan en canastas colocadas en su cabeza, manejando hábilmente la bicicleta, en un dechado de equilibrio perfecto?

¿Alguna pregunta?

En Shanghai, eran mares de ciclistas, recorriendo las calles en su vida diaria. Y recuerdo que, desde la ventana de la oficina, que en esa época estaba en un piso 20, podía ver un crucero, y las bicicletas esperando que cambiara el semáforo para circular, y ya que estaba en verde, cómo se desplazaba como una marea perfectamernte organizada para no golpear al de al lado, o al de atrás, o al de adelante, cada quien en su espacio, sin agredir a los demás. Algo como ésto:


Era verdaderamente espectacular.

La bicicleta ha sido, por mucho tiempo, un vehículo relativamente barato, relativamente fácil de manejar, relativamente práctico para mucha gente, desde chicos y chicas que van a la escuela o al parque, hasta profesionistas que la prefieren para evitar el gasto de combustible y el tráfico de ir en automóvil; sin contar a quienes la usan como un medio de ejercicio o como un deporte.

Y con todos los "relativamente" que dije, quedó claro que la bicicleta y yo no quedamos en muy buenos términos. Lo irónico es que Diego, mi hijo, se volvió asiduo ciclista en Canadá... ¡cómo cambian las generaciones!

Sin embargo, la bicicleta,como la energía nuclear, puede ser peligrosa en manos inexpertas o necias.

Y es algo que he vivido en este regreso a México.

Desde hace ya años se le ha dado un fuerte impulso a la bicicleta en la Ciudad de México, como un medio alternativo de transporte. El tema de la contaminación ambiental y la saturación de las calles con toda suerte de vehículos, vuelve necesario el tener un modo de transportación que sea ligero, de fácil acomodo en casi cualquier espacio, que pueda sortear los embotellamientos de tráfico y que, de paso , no contamine y sea de beneficio para su usuario. Se ha creado un programa de bicicletas públicas en el que, pagando una pequeña cuota, se puede usar una bicicleta de muy buen tipo, de material resistente a la intemperie y al trato rudo, para recorrer distancias al alcance del ciclista. Puertos de estas bicicletas públicas, o "ecobicis" como se les da en llamar, se encuentran en casi toda la ciudad, y sólo basta usar una tarjeta electrónica, a la que se le alimenta con fondos conforme se necesite, para liberar el transporte y usarlo. Sencillo de verdad. Para mí es lindo verlo, pero de lejitos...



Adicionalmente, se han creado carriles específicos para bicicletas en gran parte de las calles de la ciudad, a los que se les ha llamado ciclovías, y que se marcan con minibarreras fijas al pavimento, de apenas unos centímetors de altas, pero que separan este carril del resto de la vía, y es infracción invadirlos.

El problema no son las bicicletas, ni la infraestructura creada para ellas.

El problema son los ciclistas...

Y viene a mi memoria un programa que había en el canal 13 de televisión en los últimos 70s y principios de los 80s llamado "Alta Tensión", que era para proyectar videos musicales, que estaban en su infancia. Y en la emisión había una sección llamada "Los buscadores de peligro", que era tomar segmentos de un programa con un mombre similar: "El sabor del peligro", en el que diversas personas, de diferentes partes del mundo, realizaban acrobacias y actos, efectivamente, muy peligrosos, que podrían costarles a quienes los hacían la salud, la integridad, e incluso la vida.

Y lo saco a colación porque los ciclistas, y también los motociclistas, de esta noble ciudad, realizan diariamente actos que perfectamente podrían catalogarse como de los buscadores de peligro del programa que veía de más joven. Cosas como cruzar calles con luz roja en el semáforo, ir en sentido contrario en la ciclovía, no detenerse si cruza un peatón o algún obstáculo en su camino, serpentear sin precaución entre el tráfico...

Lo irónico es que, ahora, los ciclistas están especialmente protegidos por la ley, y quien se accidente con uno, sale perdiendo. Cierto, en la bicicleta, al igual que en la motocicleta, no hay metal que lo proteja a uno, como en un automóvil, y eso los hace más vulnerables a ser heridos, o incluso muertos, en un accidente de tráfico. Pero eso no los hace inmunes a que ellos, los ciclistas y motociclistas, puedan causar un accidente por manejar sus vehículos de manera imprudente, siendo ellos las víctimas al ir por un cruce de calles en que ellos tengan la señal de alto, y lo pasen sin tomar en cuenta que puede venir un coche a buena velocidad y puede embestirlos, causándoles graves heridas, e incluso perder la vida. O que ellos puedan arrollar a un peatón por ir en sentido contrario en la ciclovía, por sólo citar un par de posibilidades.

Es algo que se da todos los días de forma abrumadora. Y los conductores de coches, camiones (o buses como les dicen en otras partes del continente), o peatones en la vía pública, les hacen ver a fuerza de respuestas groseras y menciones a la mayor de sus familias, para expresar su enojo y frustración ante el ataque de estas máquinas de dos ruedas, conducidas por gente imprudente que, por hacer una entrega oportuna, o llegar rápido a su destino, no tienen en cuenta el riesgo propio y al que someten a los que van por su camino.

Y no es por mi desencuentro con la bicicleta. Es lo que ve uno todos los días, camino a la oficina, o a la tienda, o a donde sea, sea yendo en auto, en transporte público, o caminando. Cualquier parte de la ciudad es lugar idóneo para ver uno o varios de estos incidentes, incluso uno detrás de otro.

Recuerdo las pilas de recomendaciones que nos daban de chicos antes de salir a andar en bicicleta, o lo que le dicen a uno cuando aprende a manejar en una escuela. Incluso los operadores responsables de bicicletas y motos le piden a uno cuidado, prudencia y precaución si hay un ciclista o motociclista a la vista. El problema es que las personitas que se juegan la vida propia, y la de otros, en actos de los buscadores de peligro en una bicicleta o una moto, o no se saben esas recomendaciones, o las ignoran o, peor aun, las desprecian.

Si tú, amigo lector o amiga lectora, conoces a alguna personita que caiga en estos supuestos, por favor insístele que, si desprecia la vida y no le interesa cuidar su pellejo, al menos que piense en los demás que también están en riesgo con sus imprudencias. Por mínimo respeto y humanidad. No es broma, es un tema de seguridad.

Una súplica y un desahogo de alguien que ha vivido en el exterior.

23 agosto, 2023

La vida en un estuche.

 Cuando se ha vivido en el exterior, se gana una sensibilidad diferente de las cosas cotidianas.

Todos lo hemos hecho... en la recámara... en el baño... en la sala... en la cocina... en el coche (pero cuidando de no matarse en el trayecto)... en la oficina (pero sin que nos vea el jefe, o jefa)... en casi todas partes.

Ver el celular, por supuesto. (Si alguien pensó en otra cosa, le recomiendo que lo platique con quien más confianza le tenga).

Ese aparatito que casi todos llevamos en el bolsillo, en el bolso de mano, en la cangurera, en el bolsillo de atrás del pantalón (lugar antes de uso exclusivo de la billetera), en el cinturón a la altura del ombligo, y en cualquier lugar en donde lo podamos transportar y tener a la mano, por más inusual que parezca. Su presencia es parte de nuestra vida diaria. Es una herramienta indispensable para nuestra vida social, profesional, personal... usted nombre un momento, y ahí estará esa joya de la tecnología moderna.

Yo lo llamo la esclavitud de bolsillo.

Recuerdo en mi ya lejana juventud, cuando empezaban los teléfonos celulares a hacer su aparición, siendo aquellos enormes aparatos, del tamaño de un libro, o semejantes a un ladrillo, como se les ha dado en llamar en la actualidad. Por supuesto, como toda tecnología nueva, costaban una fortuna, y sólo unos pocos tenían acceso a ellos. En ua ocasión estaba yo haciendo fila en el banco, y pude ver a una señora platicando, de lo más entretenida, en su teléfono celular, y pensaba "¡qué gente de estar así, perdiendo el tiempo, con ese equipo tan caro! Yo nunca tendría una cosa de esas, aunque tuviera el dinero para poder comprarlo." Como dicen ahora los chicos... ternurita... Ya tuve una época en que tuve dos teléfonos a la vez: uno de uso enteramente personal, y otro de la oficina.

Los que hablan de añoranza de tiempos mejores, ya pasados, se refieren a que era siempre mejor cuando el teléfono estaba con un cable, y ahora no podemos desconectarnos del celular. En realidad, la búsqueda de la autonomía y la movilidad en la comunicación siempre ha sido una tarea incesante de la ciencia, la tecnología y, hay que decirlo, las empresas de telefonía. Recordemos los radios de comunicación, primero de uso militar, y luego en las manos de niños con sus "walkie talkies" (o wokitokis, como se pronuncia). Un vecinito tenía unos cuando era niño, y era la envidia de los demás en la cuadra, y a veces jugábamos con ellos, pero no los soltaba con facilidad. Y cuando pude tener los propios, ya eran tecnología de salida.

Mi primer celular, y ese sí fue por gusto mío, fue uno de Mototola, del modelo StarTac, y que me recordaba los equipos de comunicación de una de mis series favoritas de TV de Ciencia-Ficción (ya se imaginarán algunos de cual se trata)...





Estoy seguro que los de Motorola le pusieron el nombre a su teléfono con cierta referencia a la serie de TV. Lo irónico de la historia es que el dispositivo de la serie, al que le llamaban "comunicador", una empresa de equipos electrónicos inglesa lo reprodujo como un equipo conectable al celular mediante Bluetooth, y que puede recibir llamadas del teléfono... y yo tengo uno. Mi StarTac se quedó en China, pensando que no sería compatible con los sistemas de Estados Unidos, a donde iba asignado, pero sería genial poder conseguir uno ahora y poder tenerlos juntos.

El celular, aunque en la actualidad pareciera imposible de creer, al principio servía sólamente para hacer y recibir llamadas, por eso era teléfono. Cuando Nokia, empresa finlandesa de telefonía, pionera en esta tecnología, empezó a manejar la posibilidad de tener un aparato que pudera hacer llamadas y mandar mensajes de texto (predecesores del actual correo electrónico, entonces en su infancia), sonaba a exagerar el avance del concepto. Y el equipo era enorme para los estándares actuales, voluminoso, y tenía un teclado físico (¡sí! ¡con teclas verdaderas!) en lo que sería el lomo del aparato, y cubierto con una tapa para proteger el teclado y tener un diseño atractivo. Naturalmente era de uso muy limitado, dependiendo del proveedor del servicio, y a un costo fuera de la imaginación.

Y así hubiera seguido... pero llegó Apple, y cambió el concepto por completo.

La creación del "smartphone" o "teléfono inteligente" fue el punto en que el teléfono celular dejó de ser un aparato utilitario, y pasó a ser una parte de nuestra vida diaria que fue ganando cada vez más espacio, presencia e importancia. El empezar a agregarle cada vez más funciones al equipo, con monerías como el clima, oír música, tener una agenda, incluso jugar, con imágenes a color, y no sólo la viborita en una pantalla LCD de cristal líquido color verdoso y letras entre azul oscuro y negro. Y el teléfono tenía buena calidad de sonido, hasta eso. Nosotros llegamos a tener un iPhone 3, de esos medio gorditos, color blanco, genial el aparatito. Y sí, tenía esas monerías, y se le podían agregar más de la "app store", donde compraba uno "apps" (aplicaciones) al teléfono, para hacerlo más ameno y a nuestro gusto y particular forma de ser.


Al salir los equipos de la competencia, bajo un sistema propio, el llamado Android, buscaban imitar muchas de las cualidades del iPhone, a precios más accesibles, e independientes de la empresa de la manzana. Y lo han logrado.

Hay un sinnúmero de marcas de equipos Android, pero el mercado lo dominan empresas chinas con nombres curiosos como Huawei, Oppo, Xiaomi, ZTE, entre muchas otras. Y lo hacen a tavés de equipos de precios accesibles, con capacidades suficientes para usar y divertirse con el aparatito, y con el hecho de que pueden ser reemplazados, con cierta facilidad, por nuevos modelos con las mejoras de la tecnología, pero con el precio igualmente accesible.

Y están los titanes como Samsung. La empresa coreana que lleva la delantera en el mercado de los "smartphones" no Apple, con variedades de modelos que van, desde los más básicos, hasta los que llaman "premium", con todas las características habidas y por haber, que se pueden plegar, con pantallas de superalta definición, sonido de superalta fidelidad, y todo super alto, con precios superaltos también.

Las marcas chinas también tienen sus equipos que llaman de gama alta y premium, que buscan  desbancar a Samsung en el sector de mercado de dispositivos de lujo, y dan buena batalla, aunado al ya mencionado factor precio, que siempre convence a muchos que no tienen las decenas de miles para comprar un equipo de gama alta o premium de Samsung, pero sí de las otras marcas, con beneficios muy cercanos a los del gigante coreano.

Al margen del tema tecnológico, el celular también ha creado toda una cultura alrededor del aparatito.

Ya el teléfono móvil es un accesorio indispensable para la vida diaria. Nos permite localizar, y ser localizados, en todo momento y en todo lugar, aun en los  más complicados e incómodos. A más de uno le empieza a sonar el teléfono en plena actividad en el WC, o en un concierto (aunque le insistan a uno de apagar el equipo o, al menos, ponerlo en modo silencioso), o en la cita amorosa, por citar algunos casos reales, que algunos de ustedes podrán confirmar. 😁 Se cuenta que a Barack Obama, cuando fue electo por primera vez, el Servicio Secreto le ofreció un teléfono de máxima seguridad, encriptado reforzado, y todas esas cosas para proteger las comunicaciones del nuevo presidente. A lo que el buen hombre dijo que no deseaba dejar su Blackberry, y que el Servicio Secreto le hiciera como pudiera para darle los niveles de seguridad necesarios. Nuca supe el desenlace de esa historia, pero nos da una idea del nivel de apego que puede tener uno hacia su celular.

Igualmente, se ha convertido en un medio de comunicación que ha sobrepasado su concepto original. Tanto por el uso de redes sociales, como el de sistemas de mensajes instantáneos (léase el consabido WhatsApp), hacen que las llamdas de teléfono comunes se vuelvan casi innecesarias, aunque no falta el ermitaño que no está conectado a estos medios y prefiere marcar un número telefónico para hablar con la persona a la que desea llamar. Las empresas telefónicas dejan de recibir contratos para lo que se ha dado en llamar "líneas terrestres" (el servicio telefónico de siempre) y se abocan más al servicio móvil. Ya es más fácil dar el número móvil como referencia para contratar un servicio o una membresía. Aparte, se pueden tener tantos números como se desee, o se pueda costear. Y con la ventaja adicional de que se puede tener la línea sin un contrato que lo amarre a uno a determinado proveedor. Las líneas de prepago, o recargables, resultan una comodidad para quienes no pueden costear un contrato, y alimentan el saldo de la línea de acuerdo a sus necesidades y fondos.

Aparte, el celular puede ser un pasaporte a la fama.

Al tener cámara el teléfono, y en muchos casos de calidad comparable a la de una cámara fotográfica o de video normal, mucha gente lo aprovecha para tomar video y poder subirlo a plataformas como YouTube o Tik-Tok. Los "generadores de contenidos" se vuelven "influencers" gracias a los cortos que publican en sus cuentas. Y son de lo más variado. Los hay cómicos, de divulgación, de contenido político, de recetas de cocina... de casi cualquier tema imaginable. Y no se requiere de gran inversión para montar un estudio de video en la comodidad de la recámara de uno, o en la sala de la casa, y poder lanzar al mundo el mensaje que se desee enviar, o actualizar la serie de situaciones absurdas que uno fabrica, o el manifiesto de apoyo o inconformidad sobre cierta situación. Cualquier persona puede convertir su teléfono en un medio de expresar sus ideas al mundo entero. Y, en muchos casos, esos canales son patrocinables, es decir, aparte del acceso abierto que dan las plataformas que ya dijimos, uno puede suscribirse al canal con una cuota periódica, y tener acceso a contendio adicional, tipo VIP, acceso anticipado a nuevas publicaciones, ser mencionado como patrocinadores, etc. Con esto, muchos  generadores de contenido han hecho una forma de vida que, a como van las cosas, llegó para quedarse.

Y algo muy curioso: el celular hace que lugares inusitados se conviertan en estudos de grabación. Son innumerables los videos de gente que, desde el asiento de su automóvil, transmiten su mensaje. Y no una, ni dos, ni tres veces. Es su lugar habitual de transmisión. Y les funciona. Otro lugar inusual es el baño, pero es para aprovechar el espejo para una "selfie" mejor que la que se puede tomar con la cámara integrada al teléfono. Resulta curioso, y hasta chistoso, ver los cubículos de los WC como fondo para una foto de una chica luciendo su vestido para una receprción de gran lujo... 

Ese es otro tema: las "selfies".

El ego humano se desborda con la posibilidad de tomar fotos de uno para mostrar que se está en el lugar de moda, en un viaje a un lugar exótico, o para mostrar con qué celebridad se encontró uno por la calle. Son algunos de los usos más socorridos de las "selfies". Pero también es para guardar testimonio de que se está con los amigos más cercanos, o de que se logró algo que se anhelaba por mucho tiempo. 

El preservar una imagen con un valor significativo ha sido algo que se ha dado desde tiempo inmemorial. Eso le daba trabajo a los pintores retratistas, desde Leonardo da Vinci, para abajo, pintaban retratos por encargo de importantes personajes de la época y del lugar, lo que les daba para cubrir sus necesidades e, incluso, amasar una pequeña fortuna. Luego vinieron los fotógrafos de estudio, con la misma misión, pero con la facilidad de que el proceso ya no tardaba semanas, incluso meses, sino horas o, en un dado caso para darle mejor acabado y presentación, algunos días, y con mayor fidelidad del sujeto retratado que en la pintura.

Y llegaron las "selfies". No tendrán el cuidado del retrato de caballete o de estudio, pero tienen un beneficio invaluable: están en el momento preciso, en el lugar correcto y con la gente adecuada. Y, para completar, desde el teléfono se sube la imagen a la plataforma de su agrado (Facebook [o feisbuc para los cuates], Instagram, Twitter [ahora con un nombre misteroso: X {música de película de misterio, por favor}], entre otras), y le puede dar la vuelta al mundo en cuestión de minutos.

Ahora ya no se necesita una complicada consola, conectada a la televisión, para poder disfrtuar juegos de video. El teléfono ofrece amplias posibilidades para atender esa inquietud, y se han creado centenares de juegos de todos colores y sabores, para satisfacer a los  jugadores más exigentes. Y para esa necesidad, se han creado sofisticados teléfonos que, además de poder llamar a alguien por teléfono o enviarle un recado de WhatsApp, se puede usar para jugar: incluso juegos muy elaborados de imágenes, efectos, movimientos, sonidos, calidad de video, velocidad de reacción al jugador, juegos entre viarios participantes... Y los expertos que hacen "reviews" o reseñas de estos equipos, se extienden en la descripción de las cualidades y especificaciones técnicas del aparato, resaltando si es para video y fotos, o juegos, o para funciones ejecutivas. Y los teléfonos enfocados a videojuegos ocupan un nicho muy particular entre los consumidores de teléfonos celulares.

El celular es una pieza de tecnología de lo más versátil, y cada vez es más gente la que tiene uno, o varios. Ya no es patrimonio único de las generaciones jóvenes, incluso personas de edad avnzada, casi como yo, tienen uno. Cada quien lo escoge de acuerdo a sus necesidades (si es para juegos, o para fotografía/video, o para redes sociales y mensajería, o lo que uno decida) y a lo que se está dispuesto a pagar, por recursos limitados o por tacañería. Los hay para todos los gustos, todas las necesidades, todos los presupuestos...

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De lo que uno vive y experimenta cuando se ha vivido en el exterior.