24 marzo, 2024

Marthita

Cuando uno ha vivido en el exterior, la gente que pasa por la vida de uno adquiere una dimensión especial, y más cuando dejan una huella imperecedera.

Ella se llamaba Martha. Ella se llamaba así. Ella se llamaba Martha, se llamaba Martha, se llamaba así.

Eso es de la letra de una canción de José María Napoleón que, muchos de mi generación, escuchaban esta y otras de sus canciones en el radio, en la TV, o en cassettes. Y sirva para introducir a nuestra escena, o mejor dicho, a nuestra pantalla, a Martha Fabián Aquino.

Mejor conocida, para quienes la conocimos, simplemente como Marthita.


Marthita era de Oaxaca, un estado, o provincia, en México. Zapoteca de raza pura, creció en un pueblo de ese estado. Por lo poco que pude saber de su historia, su padre había sido maestro rural o acólito de la parroquia local, tiene dos hermanos: Pedro y Eduardo Zacarías (Eduardo para el mundo, Zacarías para nosotros) y, desde muy joven, trabajo en el servicio doméstico de la familia materna de Delia, mi esposa.

Las historias que nos contaba sobre la Señora Natalia, pariente de la madre de Delia, que era persona de sociedad, eran siempre muy interesantes. De cómo le enseñó a servir una mesa, a acomodar cubiertos, a preparar platillos sofisticados, entre otras muchas habilidades para estar a la altura de la señora. Pero también tuvo un aspecto triste y difícil al envejecer la Sra. Natalia, y otras de sus hermanas, cuando Marthita se convirtió en su cuidadora, teniendo incluso que cargarlas para acomodarlas en su cama cuando ya no estaban en posibilidad de sentarse o valerse por sí mismas.

Acompañó a las ancianas hasta Ciudad Juárez, en donde pudo conocer la nieve y el clima extremo del norte. Y, después de esa odisea, regresó a la hoy Ciudad de México para entrar al servicio, primero, de un pariente lejano de la familia y, después, de la casa de Delia. Pero Delia recuerda de su infancia cuando iba a casa de su "Nina" Natalia y jugaba con Zacarías, y Marthita le enseñaba a tirar tortillas al comal.

Por muchos años, Marthita estuvo ayudando a la madre de Delia en las labores del hogar, cocinaba con muy buen sazón, mantenía todo muy limpio y arreglado, y tenían a Zacarías para los trabajos pesados de la casa. Fue en esta época en que aparezco en la vida de la familia Cabrera Murúa, y cuando conocí a Marthita.

Siempre amable, siempre respetuosa, siempre a la disposición. Marthita era una presencia ya cotidiana y apreciada.

Y, así, Delia y yo nos casamos y emprendimos el camino nómada del Servicio Exterior. Y Marthita siguió ayudando en la casa de los Cabrera.

Pero la tragedia llegó, como en los tangos de Gardel, y la mamá de Delia enfermó gravemente, hasta fallecer. Marthita se quedó en la casa de los Cabrera, ayudando al papá de Delia a mantener la casa en condiciones para habitarla y, a la vez, dándole compañía a quien quedó solo al fallecer su esposa, y su única hija viviendo al otro lado del mundo, literalmente.

Siempre respetuoso, de buenas costumbres, y cuidadoso de la imagen moral, el papá de Delia consideró que podría ser mal visto el que estuviera una mujer en la casa de un hombre solo. Ante esta desagradable situación, y aunado al aprecio que le había tomado a Marthita, decidió algo que fue motivo de controversia entre el grupo de amigos de él: pedirle matrimonio. Y ella aceptó.

El retrato de ellos el día de su matrimonio es lindo. Ella con su hermoso vestido blanco, y él de traje oscuro, impecable, como siempre.

Esta decisión cambió radicalmente la vida de la nueva pareja. Amigos de toda la vida del papá de Delia no ocultaron su indignación por esta unión, y terminaron amistades que se remontaban a la infancia. El señor sostuvo su decisión, y comenzó este nuevo capítulo con aquellos que aceptaron a Marthita en la vida de él. Y siempre estuvieron juntos, en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, y hasta que la muerte los separó.

 Marthita y el Lic. Cabrera, con Rebeca y Diego (circa 2006) 

Marthita atendía al papá de Delia, al que llamaba cariñosamente "su viejito" o "Isma", y muy respetuosamente "Licenciado Cabrera." Lo cuidaba, veía por su alimentación, sus medicinas, sus pequeños caprichos como sus "Pingüinos Marinela." Y pasaban las tardes en la sala de la casa oyendo discos o la radio, a veces salían de visita, o recibían visitas. Con esa inspiración, el Licenciado Cabrera hizo renovaciones y mejoras a su casa, desechando cosas que eran de un pasado ya superado, y dando un nuevo aire a su hogar, ahora con Marthita a su lado.  

Y así avanzaba la vida, y con ella la edad y los achaques que lleva consigo.

En 2012, durante nuestro primer regreso a México, el ciclo del Licenciado Cabrera llegó a su fin, y fue ahora Marthita quien quedó sola, después de ver irse al quien le dio la compañía de un esposo y el cariño tardío de una pareja.

Con esa fortaleza de quien ha visto partir a muchos a lo largo de su vida, y que tuvieron algún significado, Marthita remontó el dolor de la pérdida de su esposo, de su "Viejito", y asumió el control de la casa que el Lic. Cabrera le heredó, junto con Delia, y la conservó siempre en buenas condiciones, a pesar de la edad y lo pesado del tabajo de mantener una casa de buen tamaño, contando siempre con la ayuda de Zacarías, su hermano, a quien llamaba "El Flaco". 

Y con renovados bríos, enfocó su energía en sus amistades, sus plantas, su casa, su cocina, su devoción, y a la memoria de su "Viejito". Y abrió su corazón a los nietos del Lic., a los que les guardó un gran cariño. Cuando eran pequeños, cada vez que veníamos de vacaciones a México, continuó la costumbre de darnos hospedaje en su casa, y había algún juguete de regalo de bienvenida para Diego y Rebeca. No eran gran cosa, pero los chicos disfrutaban esos presentes con mucho gusto. Y Marthita siempre los atendía, y se ayudaba de Delia para decirles cosas, o saber lo que ellos le decían.

¡Incluso quiso enseñarles a tirar tortillas en el comal!

Ya en esas épocas Rebeca mostraba su interés por las plantas, y Marthita subía a la azotea de la casa, con Reba, para mostrarle sus logros en su improvisada hortaliza de macetas, para admiración de la niña.

Y esas breves visitas hacían la alegría de Marthita, aun desde el tiempo en que el Lic. Cabrera estaba en vida, y después ya sola con Zacarías. Los días volaban y se hacían escasos para que ella consintiera a los pequeños con comida que les gustaba, o verlos jugar y estar con nosotros, o sólo con Delia cuando yo iba a cosas de oficina.

Cuando vivimos en México entre 2011 y 2015, las visitas a la casa de los Cabrera  eran cosa de todos los días, ahora de la familia Cabrera Fabián. Después de que los chicos salían de clases, era ir a pasar la tarde, al principio con "Granpi" (por "Grandpa" o abuelo en inglés), y ya que él había fallecido, con Marthita y Zacarías. Ahí los chicos avanzaban con sus tareas, jugaban con sus videojuegos de mano, o veían algo de TV. Eso se hizo más cotidiano cuando Rebeca entró a preparatoria al Instituto Pedagógico Anglo Español, o IPAE, que quedaba muy cerca de casa de mis suegros, y que había sido también la escuela en que Delia pasó casi toda su infancia. 

Durante nuestro tiempo en México, pudimos ver más de cerca el espíritu festivo de Marthita, ya que solía decorar la casa por fechas como el Día de la Independencia, en que hacía chiles en nogada, y arreglaba la casa y la mesa para la celebración, con adornos alusivos a la fecha.





También hacía lo mismo para Día de Muertos, en que preparaba una ofrenda muy hermosa, siempre dedicada a "su Viejito"


¡Y qué decir de Navidad y Reyes, para cerrar y abrir el año! 



Pero en contraste con este aspecto festivo, era una persona con un cierto dejo de tristeza, y a veces sus pláticas de sobremesa tenían un tono de nostalgia de acordarse de las señoritas Norzagaray, aunque no se ahorraba alguna anécdota graciosa. Pero su voz pausada, todavía con algo de acento de que el español no era su lengua materna, lamentaba sus achaques, su próxima operación, sus dificultades en esto o lo otro, el que le costaba cada vez más trabajo hacer cosas que, antes, hacía con gusto, como era preparar cosas como mole o capirotada en el anafre

Era espectacular verla palear esa masa densa color café intenso, casi negro, del mole en una olla enorme de barro, que es como debe hacerse el mole, según los que saben de eso. Pero el aroma era delicioso, y al servirla con su pieza de pollo y arroz, era un verdadero deleite al paladar.

Tenía opiniones de política, de la gente que veía en las noticias, y era entretenido conversar de ello en la sobremesa. Ya que veíamos que estaba cansada, ya fuéramos nosotros, o ella misma, se dispensaba para irse a descansar a la sección de abajo de la casa, donde se ubicaron a nuestra llegada, tanto de vacaciones antes, como ahora en esta etapa en México.

Su último año fue particularmente difícil. Estaba ya muy débil y rara vez se levantaba de la cama. Se extrañaron los adornos de Día de Muertos, y después de Navidad. En este últmo festivo, preparamos todo para tener la cena en su sección de la casa, y fue muy grato verla fuera de la cama, vestida sencillamente, cenando con nosotros, su hermano, y familiares que vinieron a visitarla y, tácitamente, a despedirse de ella, ante lo inminente del final.

A pesar de su debilidad, en febrero de 2024 su médico decidió operarla de una tumoración benigna que ya tenía de hacía tiempo, y de la que ya había sido intervenida. Esa afección le perjudicaba el apetito, su presión arterial, y otras molestias que le hacían perder calidad de vida. Los tratamientos para combatir un síntoma u otro cambiaban frecuentemente y, aunque tenía momentos de buen humor, buen apetito y cierta tranquilidad, su estado de salud y de ánimo se iban deterirando con el paso de los días.

Al salir del quirófano, todo parecía que había salido bien, pero tuvo una recaída extrema, y tuvo que ser intervenida de nuevo, Los médicos dieron una expliación de una falla en la primera cirugía. Al salir de ella, era evidente que no habría recuperación.

La vela de su vida fue extinguiéndose hasta que, el 25 de febrero de 2024, se apagó para siempre.

Estuvimos en ese final nosotros, sus hermanos, y la doctora que fue su médico de cabecera por muchos años, y quien vio por sus tratamientos hasta el final, y fue ella la que nos hizo saber que todo había terminado.

Su funeral fue poco concurrido. Sólo unas cuantas personas fueron a presentar sus respetos, por una causa u otra, pero quienes estuvieron presentes fueron amistades sinceras que fueron a dar el último adiós a Marthita.

Hoy resposa en la sala de la casa, cerca del gran cuadro del Sagrado Corazón de Jesús que ella tanto veneraba, y al que buscaba ponerle siempre flores de las que ella cultivaba en la azotea, o cuando tenía algún arreglo bonito, siempre se lo destinaba. Sigue todavía pendiente el tema del lugar de su último descanso.

Ya sus molestias no son problema, no tiene que preocuparse si se regaron las plantas, o si se lavó el zaguán, si hay que hacer el mole para el 15 de septiembre, o si "El Flaco" ya fue a traer esto o lo otro. Ya descansa y, sin duda, junto con "su Viejito", pero permanece siempre en el recuerdo y las anécdotas que nos harán siempre recordar a Marthita como el ser noble, simpático, agradable, siempre con ánimos de hacer cosas y dar lo mejor de su parte para todo.

Buen descanso, Marthita, acá vemos por "El Flaco", sus plantas y todo lo que nos dejó de legado.

Despedias que son parte de la vida de los que hemos vivido en el exterior.

In memoriam         

Martha Fabián Aquino 

 

02 octubre, 2023

Los buscadores de peligro

Cuando una ha vivido en el exterior, se puede observar la vida desde diferentes facetas.

Debo confesarles algo: a diferencia de muchos chicos y chicas (hay que ser incluyentes) de mi generación, y anteriores, nunca aprendí a andar en bicicleta. Teníamos una, que era de mi hermano mayor, por supesto, y que a veces me permitía usarla, pero realmente nunca fui especialmente afecto a usarla. Recuerdo que, una vez, fuimos a un día de campo, y la llevaron, porque otros chicos llevarían las suyas. Yo me aventuré a treparme a ella, dar unos pocos pedalazos y, como estábamos en un ligero declive, la bicicleta empezó a ganar velocidad, fuera de mi control. Y en un punto levantó del suelo, y terminé por los aires unos pocos segundos, cayendo aparatosamente en el pasto. Me quedé quieto, con los ojos cerrados, pensando que no llamaría la atención. Al abrir los ojos, y ver a un lado, pude darme cuenta que caí a escasos centímetros de una roca que, de haber terminado ahí mi vuelo, no estaría escribiendo esta anécdota.

Y, bueno, sobreviví mi adolescencia y juventud sin posar mi humanidad en el vehículo de dos ruedas.

Moviendo el calendario algunas páginas adelante, mi estancia en China me hizo ver a la bicicleta de una forma diferente, y admiriar a quienes la usan todos los días como medio de transportación, de vehículo de pasajeros y hasta de carga aunque, de hecho, eso ya lo había visto desde México. ¿Quién no ha visto los chicos que transportan pan en canastas colocadas en su cabeza, manejando hábilmente la bicicleta, en un dechado de equilibrio perfecto?

¿Alguna pregunta?

En Shanghai, eran mares de ciclistas, recorriendo las calles en su vida diaria. Y recuerdo que, desde la ventana de la oficina, que en esa época estaba en un piso 20, podía ver un crucero, y las bicicletas esperando que cambiara el semáforo para circular, y ya que estaba en verde, cómo se desplazaba como una marea perfectamernte organizada para no golpear al de al lado, o al de atrás, o al de adelante, cada quien en su espacio, sin agredir a los demás. Algo como ésto:


Era verdaderamente espectacular.

La bicicleta ha sido, por mucho tiempo, un vehículo relativamente barato, relativamente fácil de manejar, relativamente práctico para mucha gente, desde chicos y chicas que van a la escuela o al parque, hasta profesionistas que la prefieren para evitar el gasto de combustible y el tráfico de ir en automóvil; sin contar a quienes la usan como un medio de ejercicio o como un deporte.

Y con todos los "relativamente" que dije, quedó claro que la bicicleta y yo no quedamos en muy buenos términos. Lo irónico es que Diego, mi hijo, se volvió asiduo ciclista en Canadá... ¡cómo cambian las generaciones!

Sin embargo, la bicicleta,como la energía nuclear, puede ser peligrosa en manos inexpertas o necias.

Y es algo que he vivido en este regreso a México.

Desde hace ya años se le ha dado un fuerte impulso a la bicicleta en la Ciudad de México, como un medio alternativo de transporte. El tema de la contaminación ambiental y la saturación de las calles con toda suerte de vehículos, vuelve necesario el tener un modo de transportación que sea ligero, de fácil acomodo en casi cualquier espacio, que pueda sortear los embotellamientos de tráfico y que, de paso , no contamine y sea de beneficio para su usuario. Se ha creado un programa de bicicletas públicas en el que, pagando una pequeña cuota, se puede usar una bicicleta de muy buen tipo, de material resistente a la intemperie y al trato rudo, para recorrer distancias al alcance del ciclista. Puertos de estas bicicletas públicas, o "ecobicis" como se les da en llamar, se encuentran en casi toda la ciudad, y sólo basta usar una tarjeta electrónica, a la que se le alimenta con fondos conforme se necesite, para liberar el transporte y usarlo. Sencillo de verdad. Para mí es lindo verlo, pero de lejitos...



Adicionalmente, se han creado carriles específicos para bicicletas en gran parte de las calles de la ciudad, a los que se les ha llamado ciclovías, y que se marcan con minibarreras fijas al pavimento, de apenas unos centímetors de altas, pero que separan este carril del resto de la vía, y es infracción invadirlos.

El problema no son las bicicletas, ni la infraestructura creada para ellas.

El problema son los ciclistas...

Y viene a mi memoria un programa que había en el canal 13 de televisión en los últimos 70s y principios de los 80s llamado "Alta Tensión", que era para proyectar videos musicales, que estaban en su infancia. Y en la emisión había una sección llamada "Los buscadores de peligro", que era tomar segmentos de un programa con un mombre similar: "El sabor del peligro", en el que diversas personas, de diferentes partes del mundo, realizaban acrobacias y actos, efectivamente, muy peligrosos, que podrían costarles a quienes los hacían la salud, la integridad, e incluso la vida.

Y lo saco a colación porque los ciclistas, y también los motociclistas, de esta noble ciudad, realizan diariamente actos que perfectamente podrían catalogarse como de los buscadores de peligro del programa que veía de más joven. Cosas como cruzar calles con luz roja en el semáforo, ir en sentido contrario en la ciclovía, no detenerse si cruza un peatón o algún obstáculo en su camino, serpentear sin precaución entre el tráfico...

Lo irónico es que, ahora, los ciclistas están especialmente protegidos por la ley, y quien se accidente con uno, sale perdiendo. Cierto, en la bicicleta, al igual que en la motocicleta, no hay metal que lo proteja a uno, como en un automóvil, y eso los hace más vulnerables a ser heridos, o incluso muertos, en un accidente de tráfico. Pero eso no los hace inmunes a que ellos, los ciclistas y motociclistas, puedan causar un accidente por manejar sus vehículos de manera imprudente, siendo ellos las víctimas al ir por un cruce de calles en que ellos tengan la señal de alto, y lo pasen sin tomar en cuenta que puede venir un coche a buena velocidad y puede embestirlos, causándoles graves heridas, e incluso perder la vida. O que ellos puedan arrollar a un peatón por ir en sentido contrario en la ciclovía, por sólo citar un par de posibilidades.

Es algo que se da todos los días de forma abrumadora. Y los conductores de coches, camiones (o buses como les dicen en otras partes del continente), o peatones en la vía pública, les hacen ver a fuerza de respuestas groseras y menciones a la mayor de sus familias, para expresar su enojo y frustración ante el ataque de estas máquinas de dos ruedas, conducidas por gente imprudente que, por hacer una entrega oportuna, o llegar rápido a su destino, no tienen en cuenta el riesgo propio y al que someten a los que van por su camino.

Y no es por mi desencuentro con la bicicleta. Es lo que ve uno todos los días, camino a la oficina, o a la tienda, o a donde sea, sea yendo en auto, en transporte público, o caminando. Cualquier parte de la ciudad es lugar idóneo para ver uno o varios de estos incidentes, incluso uno detrás de otro.

Recuerdo las pilas de recomendaciones que nos daban de chicos antes de salir a andar en bicicleta, o lo que le dicen a uno cuando aprende a manejar en una escuela. Incluso los operadores responsables de bicicletas y motos le piden a uno cuidado, prudencia y precaución si hay un ciclista o motociclista a la vista. El problema es que las personitas que se juegan la vida propia, y la de otros, en actos de los buscadores de peligro en una bicicleta o una moto, o no se saben esas recomendaciones, o las ignoran o, peor aun, las desprecian.

Si tú, amigo lector o amiga lectora, conoces a alguna personita que caiga en estos supuestos, por favor insístele que, si desprecia la vida y no le interesa cuidar su pellejo, al menos que piense en los demás que también están en riesgo con sus imprudencias. Por mínimo respeto y humanidad. No es broma, es un tema de seguridad.

Una súplica y un desahogo de alguien que ha vivido en el exterior.

23 agosto, 2023

La vida en un estuche.

 Cuando se ha vivido en el exterior, se gana una sensibilidad diferente de las cosas cotidianas.

Todos lo hemos hecho... en la recámara... en el baño... en la sala... en la cocina... en el coche (pero cuidando de no matarse en el trayecto)... en la oficina (pero sin que nos vea el jefe, o jefa)... en casi todas partes.

Ver el celular, por supuesto. (Si alguien pensó en otra cosa, le recomiendo que lo platique con quien más confianza le tenga).

Ese aparatito que casi todos llevamos en el bolsillo, en el bolso de mano, en la cangurera, en el bolsillo de atrás del pantalón (lugar antes de uso exclusivo de la billetera), en el cinturón a la altura del ombligo, y en cualquier lugar en donde lo podamos transportar y tener a la mano, por más inusual que parezca. Su presencia es parte de nuestra vida diaria. Es una herramienta indispensable para nuestra vida social, profesional, personal... usted nombre un momento, y ahí estará esa joya de la tecnología moderna.

Yo lo llamo la esclavitud de bolsillo.

Recuerdo en mi ya lejana juventud, cuando empezaban los teléfonos celulares a hacer su aparición, siendo aquellos enormes aparatos, del tamaño de un libro, o semejantes a un ladrillo, como se les ha dado en llamar en la actualidad. Por supuesto, como toda tecnología nueva, costaban una fortuna, y sólo unos pocos tenían acceso a ellos. En ua ocasión estaba yo haciendo fila en el banco, y pude ver a una señora platicando, de lo más entretenida, en su teléfono celular, y pensaba "¡qué gente de estar así, perdiendo el tiempo, con ese equipo tan caro! Yo nunca tendría una cosa de esas, aunque tuviera el dinero para poder comprarlo." Como dicen ahora los chicos... ternurita... Ya tuve una época en que tuve dos teléfonos a la vez: uno de uso enteramente personal, y otro de la oficina.

Los que hablan de añoranza de tiempos mejores, ya pasados, se refieren a que era siempre mejor cuando el teléfono estaba con un cable, y ahora no podemos desconectarnos del celular. En realidad, la búsqueda de la autonomía y la movilidad en la comunicación siempre ha sido una tarea incesante de la ciencia, la tecnología y, hay que decirlo, las empresas de telefonía. Recordemos los radios de comunicación, primero de uso militar, y luego en las manos de niños con sus "walkie talkies" (o wokitokis, como se pronuncia). Un vecinito tenía unos cuando era niño, y era la envidia de los demás en la cuadra, y a veces jugábamos con ellos, pero no los soltaba con facilidad. Y cuando pude tener los propios, ya eran tecnología de salida.

Mi primer celular, y ese sí fue por gusto mío, fue uno de Mototola, del modelo StarTac, y que me recordaba los equipos de comunicación de una de mis series favoritas de TV de Ciencia-Ficción (ya se imaginarán algunos de cual se trata)...





Estoy seguro que los de Motorola le pusieron el nombre a su teléfono con cierta referencia a la serie de TV. Lo irónico de la historia es que el dispositivo de la serie, al que le llamaban "comunicador", una empresa de equipos electrónicos inglesa lo reprodujo como un equipo conectable al celular mediante Bluetooth, y que puede recibir llamadas del teléfono... y yo tengo uno. Mi StarTac se quedó en China, pensando que no sería compatible con los sistemas de Estados Unidos, a donde iba asignado, pero sería genial poder conseguir uno ahora y poder tenerlos juntos.

El celular, aunque en la actualidad pareciera imposible de creer, al principio servía sólamente para hacer y recibir llamadas, por eso era teléfono. Cuando Nokia, empresa finlandesa de telefonía, pionera en esta tecnología, empezó a manejar la posibilidad de tener un aparato que pudera hacer llamadas y mandar mensajes de texto (predecesores del actual correo electrónico, entonces en su infancia), sonaba a exagerar el avance del concepto. Y el equipo era enorme para los estándares actuales, voluminoso, y tenía un teclado físico (¡sí! ¡con teclas verdaderas!) en lo que sería el lomo del aparato, y cubierto con una tapa para proteger el teclado y tener un diseño atractivo. Naturalmente era de uso muy limitado, dependiendo del proveedor del servicio, y a un costo fuera de la imaginación.

Y así hubiera seguido... pero llegó Apple, y cambió el concepto por completo.

La creación del "smartphone" o "teléfono inteligente" fue el punto en que el teléfono celular dejó de ser un aparato utilitario, y pasó a ser una parte de nuestra vida diaria que fue ganando cada vez más espacio, presencia e importancia. El empezar a agregarle cada vez más funciones al equipo, con monerías como el clima, oír música, tener una agenda, incluso jugar, con imágenes a color, y no sólo la viborita en una pantalla LCD de cristal líquido color verdoso y letras entre azul oscuro y negro. Y el teléfono tenía buena calidad de sonido, hasta eso. Nosotros llegamos a tener un iPhone 3, de esos medio gorditos, color blanco, genial el aparatito. Y sí, tenía esas monerías, y se le podían agregar más de la "app store", donde compraba uno "apps" (aplicaciones) al teléfono, para hacerlo más ameno y a nuestro gusto y particular forma de ser.


Al salir los equipos de la competencia, bajo un sistema propio, el llamado Android, buscaban imitar muchas de las cualidades del iPhone, a precios más accesibles, e independientes de la empresa de la manzana. Y lo han logrado.

Hay un sinnúmero de marcas de equipos Android, pero el mercado lo dominan empresas chinas con nombres curiosos como Huawei, Oppo, Xiaomi, ZTE, entre muchas otras. Y lo hacen a tavés de equipos de precios accesibles, con capacidades suficientes para usar y divertirse con el aparatito, y con el hecho de que pueden ser reemplazados, con cierta facilidad, por nuevos modelos con las mejoras de la tecnología, pero con el precio igualmente accesible.

Y están los titanes como Samsung. La empresa coreana que lleva la delantera en el mercado de los "smartphones" no Apple, con variedades de modelos que van, desde los más básicos, hasta los que llaman "premium", con todas las características habidas y por haber, que se pueden plegar, con pantallas de superalta definición, sonido de superalta fidelidad, y todo super alto, con precios superaltos también.

Las marcas chinas también tienen sus equipos que llaman de gama alta y premium, que buscan  desbancar a Samsung en el sector de mercado de dispositivos de lujo, y dan buena batalla, aunado al ya mencionado factor precio, que siempre convence a muchos que no tienen las decenas de miles para comprar un equipo de gama alta o premium de Samsung, pero sí de las otras marcas, con beneficios muy cercanos a los del gigante coreano.

Al margen del tema tecnológico, el celular también ha creado toda una cultura alrededor del aparatito.

Ya el teléfono móvil es un accesorio indispensable para la vida diaria. Nos permite localizar, y ser localizados, en todo momento y en todo lugar, aun en los  más complicados e incómodos. A más de uno le empieza a sonar el teléfono en plena actividad en el WC, o en un concierto (aunque le insistan a uno de apagar el equipo o, al menos, ponerlo en modo silencioso), o en la cita amorosa, por citar algunos casos reales, que algunos de ustedes podrán confirmar. 😁 Se cuenta que a Barack Obama, cuando fue electo por primera vez, el Servicio Secreto le ofreció un teléfono de máxima seguridad, encriptado reforzado, y todas esas cosas para proteger las comunicaciones del nuevo presidente. A lo que el buen hombre dijo que no deseaba dejar su Blackberry, y que el Servicio Secreto le hiciera como pudiera para darle los niveles de seguridad necesarios. Nuca supe el desenlace de esa historia, pero nos da una idea del nivel de apego que puede tener uno hacia su celular.

Igualmente, se ha convertido en un medio de comunicación que ha sobrepasado su concepto original. Tanto por el uso de redes sociales, como el de sistemas de mensajes instantáneos (léase el consabido WhatsApp), hacen que las llamdas de teléfono comunes se vuelvan casi innecesarias, aunque no falta el ermitaño que no está conectado a estos medios y prefiere marcar un número telefónico para hablar con la persona a la que desea llamar. Las empresas telefónicas dejan de recibir contratos para lo que se ha dado en llamar "líneas terrestres" (el servicio telefónico de siempre) y se abocan más al servicio móvil. Ya es más fácil dar el número móvil como referencia para contratar un servicio o una membresía. Aparte, se pueden tener tantos números como se desee, o se pueda costear. Y con la ventaja adicional de que se puede tener la línea sin un contrato que lo amarre a uno a determinado proveedor. Las líneas de prepago, o recargables, resultan una comodidad para quienes no pueden costear un contrato, y alimentan el saldo de la línea de acuerdo a sus necesidades y fondos.

Aparte, el celular puede ser un pasaporte a la fama.

Al tener cámara el teléfono, y en muchos casos de calidad comparable a la de una cámara fotográfica o de video normal, mucha gente lo aprovecha para tomar video y poder subirlo a plataformas como YouTube o Tik-Tok. Los "generadores de contenidos" se vuelven "influencers" gracias a los cortos que publican en sus cuentas. Y son de lo más variado. Los hay cómicos, de divulgación, de contenido político, de recetas de cocina... de casi cualquier tema imaginable. Y no se requiere de gran inversión para montar un estudio de video en la comodidad de la recámara de uno, o en la sala de la casa, y poder lanzar al mundo el mensaje que se desee enviar, o actualizar la serie de situaciones absurdas que uno fabrica, o el manifiesto de apoyo o inconformidad sobre cierta situación. Cualquier persona puede convertir su teléfono en un medio de expresar sus ideas al mundo entero. Y, en muchos casos, esos canales son patrocinables, es decir, aparte del acceso abierto que dan las plataformas que ya dijimos, uno puede suscribirse al canal con una cuota periódica, y tener acceso a contendio adicional, tipo VIP, acceso anticipado a nuevas publicaciones, ser mencionado como patrocinadores, etc. Con esto, muchos  generadores de contenido han hecho una forma de vida que, a como van las cosas, llegó para quedarse.

Y algo muy curioso: el celular hace que lugares inusitados se conviertan en estudos de grabación. Son innumerables los videos de gente que, desde el asiento de su automóvil, transmiten su mensaje. Y no una, ni dos, ni tres veces. Es su lugar habitual de transmisión. Y les funciona. Otro lugar inusual es el baño, pero es para aprovechar el espejo para una "selfie" mejor que la que se puede tomar con la cámara integrada al teléfono. Resulta curioso, y hasta chistoso, ver los cubículos de los WC como fondo para una foto de una chica luciendo su vestido para una receprción de gran lujo... 

Ese es otro tema: las "selfies".

El ego humano se desborda con la posibilidad de tomar fotos de uno para mostrar que se está en el lugar de moda, en un viaje a un lugar exótico, o para mostrar con qué celebridad se encontró uno por la calle. Son algunos de los usos más socorridos de las "selfies". Pero también es para guardar testimonio de que se está con los amigos más cercanos, o de que se logró algo que se anhelaba por mucho tiempo. 

El preservar una imagen con un valor significativo ha sido algo que se ha dado desde tiempo inmemorial. Eso le daba trabajo a los pintores retratistas, desde Leonardo da Vinci, para abajo, pintaban retratos por encargo de importantes personajes de la época y del lugar, lo que les daba para cubrir sus necesidades e, incluso, amasar una pequeña fortuna. Luego vinieron los fotógrafos de estudio, con la misma misión, pero con la facilidad de que el proceso ya no tardaba semanas, incluso meses, sino horas o, en un dado caso para darle mejor acabado y presentación, algunos días, y con mayor fidelidad del sujeto retratado que en la pintura.

Y llegaron las "selfies". No tendrán el cuidado del retrato de caballete o de estudio, pero tienen un beneficio invaluable: están en el momento preciso, en el lugar correcto y con la gente adecuada. Y, para completar, desde el teléfono se sube la imagen a la plataforma de su agrado (Facebook [o feisbuc para los cuates], Instagram, Twitter [ahora con un nombre misteroso: X {música de película de misterio, por favor}], entre otras), y le puede dar la vuelta al mundo en cuestión de minutos.

Ahora ya no se necesita una complicada consola, conectada a la televisión, para poder disfrtuar juegos de video. El teléfono ofrece amplias posibilidades para atender esa inquietud, y se han creado centenares de juegos de todos colores y sabores, para satisfacer a los  jugadores más exigentes. Y para esa necesidad, se han creado sofisticados teléfonos que, además de poder llamar a alguien por teléfono o enviarle un recado de WhatsApp, se puede usar para jugar: incluso juegos muy elaborados de imágenes, efectos, movimientos, sonidos, calidad de video, velocidad de reacción al jugador, juegos entre viarios participantes... Y los expertos que hacen "reviews" o reseñas de estos equipos, se extienden en la descripción de las cualidades y especificaciones técnicas del aparato, resaltando si es para video y fotos, o juegos, o para funciones ejecutivas. Y los teléfonos enfocados a videojuegos ocupan un nicho muy particular entre los consumidores de teléfonos celulares.

El celular es una pieza de tecnología de lo más versátil, y cada vez es más gente la que tiene uno, o varios. Ya no es patrimonio único de las generaciones jóvenes, incluso personas de edad avnzada, casi como yo, tienen uno. Cada quien lo escoge de acuerdo a sus necesidades (si es para juegos, o para fotografía/video, o para redes sociales y mensajería, o lo que uno decida) y a lo que se está dispuesto a pagar, por recursos limitados o por tacañería. Los hay para todos los gustos, todas las necesidades, todos los presupuestos...

¡Acérquese, marchantita! Aquí le damos su celular barato y de buena calidad.

De lo que uno vive y experimenta cuando se ha vivido en el exterior.



20 septiembre, 2022

God save the...

 Cuando uno ha vivido en el exterior, la experiencia de vivir la Historia toma un sabor diferente, y nos hace más conscientes del valor de los acontecimientos que de desarrollan frente a nuestros ojos.

Al tiempo en que redacto esta entrega, septiembre de 2022, una de las notas que acaparan la atención mundial es el fallecimiento de la reina Isabel II del Reino Unido.


A sus 96 años de edad, y 70 de reinado, Su Majestad representó un ícono del Siglo XX y de casi el primer cuarto del siglo XXI. Se puede decir que fue la última monarca británica a la que se le pudo decir "Su Majestad Imperial", ya que recibió, a la muerte de su padre Jorge VI, lo que quedaba del otrora Imperio Británico, en el que nunca se ocultaba el sol, como se atribuye que dijo la Reina Victoria alguna vez.

Ya para entonces la India, la joya de la corona, se había separado de la Corona, en un movimiento impulsado por Mahatma Gandhi y su resistencia pacífica, pero que, por otro lado, representó la división del nuevo país en dos instancias, dando origen a Pakistán, de fe musulmana, y a la India, de creencias hinduístas. Una ruptura dolorosa en muchos aspectos.

Otras naciones como Canadá, Australia, Nueva Zelanda, y varias del Caribe y Africa, asumieron una cierta autonomía, pero reconociendo a Su Majestad como su Jefa de Estado, independientemente de tener un Primer Ministro como Jefe de Gobierno, una bandera propia, leyes propias y un reconocimiento internacional. Estos países se agruparon en la Commonwealth, que se ha traducido como la Mancomunidad Británica de Naciones. Y Su Majestad abrazó a la Commonwealth como una causa propia, dándole gran parte de su tiempo, visitas frecuentes y prestando atención a sus necesidades y aspiraciones como naciones autónomas, pero fieles a la Corona.

Y, sin parecer favoritista, sino citando a Su Majestad, Canadá era de sus lugares predilectos (probablemente hayan notado mi particular aprecio hacia Canadá en los últimos años). A ese país hizo el mayor número de visitas, y expresó siempre su agrado por la nación de la hoja de maple roja. Y ese cariño ha sido recíproco por los habitantes del Norte Norte (como yo le suelo decir). Esa relación ha sufirdo un estremecimiento hasta sus raíces con el tema de las escuelas residenciales, internados en que el grupo dominante, de procedencia británica, encerró a generaciones de niños y jóvenes de las Primeras Naciones, los pueblos originarios de Canadá, en un proceso de adoctrinamiento hacia su visión europea y erradicando sus orígenes autóctonos, empezando desde el primer Primer Ministro MacDonald en el siglo XIX, hasta los años 60s del siglo XX, causando graves daños a esos jóvenes y a la herencia histórica de los orígenes de los kanuk, como se les llama también a los canadienses. El nuevo rey, entonces todavía como Príncipe de Gales, y en representación oficial de Su Majestad, estuvo en 2022 en Canadá para afrontar el tema y expresar el pesar y el reconocimiento de la Corona a los daños causados por estas instituciones, favorecidas por los líderes asociados a la Corona.

Su Majestad supo avanzar al paso de los tiempos. No que fuera fácil, sino que era necesario. Cuando ascendió al Trono, el Reino Unido seguía sufriendo las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, en la que ella tuvo una pequeña, pero significativa, participación al reclutarse como mecánica y chofer de camiones militares. Algo significativo por ser alguien de la Casa Real que se involucraba activamente en el esfuerzo de guerra en el "frente en casa" como se le dió en llamar. Esta habilidad de manejar le fue de gran ayuda, muchos años después, al dar un paseo con el rey de Arabia Saudita, conduciendo Su Majestad uno de los Range Rover que tiene a su disposición, y los que gustaba de conducir en sus estancias en Escocia y en otras residencias campestres de la Casa Real. Siendo de un país en que las mujeres no tenían el privilegio de manejar, el Rey de Arabia tuvo un paseo inolvidable teniendo a Su Majestad al volante, quien hizo gala de sus habilidades de manejo a campo traviesa, haciendo que el rey árabe le pidiera que le bajara al "ameno paseo".

Para alguien que debía seguir un estricto protocolo, Su Majestad supo acercarse a sus súbditos y a la gente que encontraba en sus viajes por su reino y por el mundo. Recuerdo vagamente cuando vino a México. A su llegada se transportó en un vehículo descubierto, saludando a la multitud que estaba en la ruta. La esposa del presidente entonces le regaló un rebozo con hilo de plata, que Su Majestad se puso y lo lució en ese trayecto, bajo el radiante sol de la Ciudad de México, siempre con una sonrisa y saludando a la multitud. Ese tipo de escenas fue común en sus viajes, en que se acercaba a niños, niñas, hombres y mujeres, y los saludaba cordialmente, siempre en su calidad de Reina, pero con amabilidad sincera. Prestaba atención a las explicaciones que recibía en los lugares que visitaba, lo mismo una fábrica, que un centro de investigación o una granja. Si estaban en el itinerario que ella aprobaba, les daba toda su atención.

No fue perefecta. Tuvo momentos y decisiones que, aun despues de su fallecimiento, serán ampliamente cuestionadas, e incluso serán situaciones que el Rey Carlos III deberá asumir ya que es el  Jefe de Estado y quien lleva la Corona del Reino. 

La guerra de las Malvinas, por citar un caso. El conflicto demostró los verdaderos intereses del Sistema Interamericano de Defensa, ya que Argentina esperaba que Estados Unidos, principal potencia militar del continente, defendiera a Argentina de las fuerzas armadas británicas. Como muchos sabemos y recordamos, eso nunca pasó. Actualmente las relaciones entrte Reino Unido y Argentina son limitadas y sigue la negociación para encontrar una solución concertada para el diferendo. Pero eso no evita que gente como un "humorista" argentino celebrara, según ésto con champagne, el fallecimiento de Su Majestad, llamándole "bruja" y otros epítetos que me incomoda recordar. Entiendo que el humor argentino puede ser agresivo e irreverente, y que mucha gente debió celebrar el desplante, ya que fue en un programa en vivo y con audiencia (yo vi el video en YouTube). Pero no lo veo oportuno.

Otro episodio controvertido fueron los tres días de silencio que pasaron entre el accidente que costó la vida de la Princesa Diana y el pronunciamiento que hizo por televisión, en vivo, a todo el Reino Unido. Ese silencio mandó un mensaje de indiferencia ante la tragedia que sus súbditos sufrían por la muerte de un personaje tan querido. Por supuesto estaba la tormentosa historia del matrimonio entre el entonces Príncipe de Gales y la Princesa de la Gente, como se dio en llamarle por la simpatía y el carisma que trajo a la Casa Real y a su persona. Luego el divorcio, la relación de Carlos con quien se convirtió en su segunda esposa y, ahora, Reina Consorte, y la relación de Diana con quien estuvo en el accidente que le costara la vida. Fue ver cómo una relación que había sido cordial entre Diana y Su Majestad se deterioró, al punto de que Diana se desconectó de la Casa Real, aunque tuvo un intenso activismo por diversas causas como el SIDA o las minas antipersonal, enrtre otras; hizo una cercana amistad con la Madre Teresa de Calcuta, entre otros muchos actos de conciencia social y apoyo a diversas causas de interés mundial. Su Majestad, junto con sus deberes de Estado, tenía la obligación de ser abuela y acompañar a sus nietos al perder a su madre de forma tan trágica. Esos tres días fueron para estar con su familia, el Reino podía esperar.

Hubo otros momentos oscuros en el reinado de Su Majestad. Todos dolorosos, difíciles, que exigieron todo de ella, dando una imagen de dignidad, entereza, solidez, y que ayudó a que el Reino saliera adelante de esos eventos.


Pero también hubo alegría en el reinado de Su Majestad.

Aun antes de ascender al Trono, Su majested gozó de muchas alegrías. Desde su matrimonio con quien fue su pareja inseparable por toda su vida, el Príncipe Felipe; la llegada de su primer retoño, Carlos; el crecimiento de su familia... Hasta recibir el cariño de sus súbditos en sus jublileos, los dos últimos sin precedentes por la longevidad de su reinado. Las muestras de aprecio a lo largo de sus recorridos por las calles de Londres, de Toronto, de Sydney, de Nairobi, incluso de Nueva York, de México, y de otras muchas partes del mundo, son muestra de la simpatía que emanaba Su Majestad.

Como decíamos más arriba, Su Majestad marchó al paso de los tiempos. Con la llegada de la televisión al Reino Unido, la aprovechó ampliamente para dirigirse a sus súbditos de una manera más directa que con la radio, que había sido el medio socorrido por su padre y varios Primeros Ministros como Winston Churchill, famoso por sus elocuentes discursos. Su Majestad fue quien inició los mensajes de Navidad de la Corona por este medio, convirtiéndose en una tradición en los hogares británicos por décadas. En esas oportunidades, Su Majestad hacía un recuento personal de aquello que había caracterizado el año que estaba por terminar y siempre con un mensaje positivo al final. Se recuerda el de 2021, su último mensaje, cuando se daba la recuperación de la pandemia, en que animaba a sus súbditos, ante la separación por el COVID a "ver a los amigos de nuevo. Ver a la familia de nuevo. Estar reunidos de nuevo".


Su sentido del humor fue una característica celebrada por quienes la conocieron de cerca. Normalmente era algo que reservaba para momentos privados, pero en 2012 se dio la oportunidad de hacerlo a lo grande. Con motivo de la inauguración de los Juegos Olímpicos en Londres, era oportuno algún pronunciamiento de Su Majestad. Y lo hubo, con ayuda de un súbdito especial.

Bond... James Bond.


El video que hizo con Daniel Craig, actor que en el momento encarnaba al personaje de Ian Fleming, fue una grata y divertida sorpresa, y mostró que Su Majestad podía ser también parte de la broma. Debo confesar que, cuando lo vi por primera vez, no sabía la historia completa. Imaginaba que el papel de la reina iba a ser representado por alguna de las actrices que tienen gran parecido con Su Majestad. ¡Y cual fue mi sorpresa al ver que era Su Majestad, en persona, la que recibía al Sr. Bond en su despacho!, siempre en carácter (por supuesto), y que se dirigía a uno de los jardines del palacio para abordar un helicóptero, del que (aparentemente, por supuesto) saltaba en paracaídas, al más puro estilo del Agente 007. Naturalmente, al anunciar a Su Majestad, ella apareció en el palco real, no con su paracaídas con la bandera británica. Sin duda un episodio divertido y que le dio un nuevo carisma a Su Majestad.

Más recientemente, y en lo que muchos vimos como un video de despedida involuntario, fue el que Su Majestad protagonizó con un personaje de cuentos para niños: el oso Paddington. Originario del Oscuro Perú (Darkest Peru), este osito distraído y experto en hacer enredos involuntarios, consecuencia de su ingenuidad, ha sido el deleite de muchas generaciones de niños en el Reino Unido y los países de herencia británica. Pues Paddington fue invitado a tomar el té con Su Majestad, y tuvieron un grato momento en uno de lo salones del palacio en que, por su natual desconocimiento del protocolo y del comportamiento ante Su Majestad, al momento de que Su Majestad recomendó servir el té, Paddington tomó el té directamente de la tetera, ante la mirada atónita de Su Majestad. 

Y ante un discreto carraspeo de uno de los pajes que asisten en los salones de palacio, el osito cayó en cuenta y le ofreció a Su Majestad lo que quedaba del té, que era prácticamente nada. Para compensar, Paddington ofreció su sandwich de mermelada que guarda siempre en su sombrero, a lo que Su Majestad, en un gesto muy tierno, le dijo al osito que ella también tenía uno, sacándolo de su bolso, "para más tarde". El momento que ha robado el corazón del Reino Unido llegó cuando Paddington, tal vez siendo la voz de todos los súbditos de la Corona, le dijo a Su Majestad con voz humilde "Gracias, Señora... por todo".  Después se integraron a los festejos del Jubileo. Esa imagen ha sido la inspiración de muchos mensajes y un dibujo que se ha convertido, sin proponérselo su autora, en el símbolo más conmovedor de la partida de Su Majestad:

Los actos de duelo y honores a Su Majestad han seguido un estricto plan diseñado desde hace tiempo, la Operación Puente de Londres (Operation London Bridge), que se activó con una frase que circuló en todas las áreas del gobierno británico: "London Bridge is down" (El Puente de Londres ha caído). Cerrarán con el funeral de estado en la Abadía de Werstminster, con la presencia de jefes de estado y gobierno, invitados especiales y la familia real pero, sobre todo, del pueblo británico que da el último adiós a su Soberana.

La imagen de Su Majestad fue de solidez, de unidad, de calidez. Fue a quien el pueblo británico volteaba en busca de consuelo o reafirmación. No fue una soberana perfecta, pero cumplió a cabalidad su función de monarca constitucional. No se conformó en ser un mero adorno, pero tampoco se excedió en las funciones que tiene asignadas. Nunca se involucró en política, pero nunca estuvo fuera de la jugada. Supo acercarse a sus súbditos, pero sin ser abrumadora, exagerada o insensible a su situación.

Se ha hablado mucho de la necesidad, la conveniencia o la utilidad de la Corona en Gran Bretaña. Incluso de que desaparezca, a favor de una república. Sin embargo, la presencia de Su Majestad hizo que ese tema no fuera de primera línea, aunque nunca desapareció del todo. Ahora que ya no está, algunos analistas sugieren que podrá retomar nueva fuerza, y será uno de los temas que Carlos III, el nuevo rey del Reino Unido, deberá afrontar, ahora, sin la presencia de su madre.

Igualmente, la desbandada de los países de la Commonwealth. Pocos meses antes del fallecimiento de Su Majestad, Barbados se declaró nación soberana, asumiendo su propia Jefatura de Estado, y fue el todavía Príncipe de Gales quien atestiguó, en nombre de la Corona, este suceso. Y hay otros países que hablan de seguir el mismo ejemplo. Sin embargo Canadá, que es un país protagónico dentro de la Commonwealth, no ha manejado el tema de manera definitiva, aunque hay una cierta corriente, sobre todo en Quebec (bueno... ellos quieren separarse de todo y de todos...) que ve que ser súbditos de una corona extranjera, o al menos lejana, no es ya una opción, aunado a la crisis de las escuelas residenciales, que ha generado un sentimiento de cierto resentimiento hacia la Corona. Ya el tiempo dirá.

Uno de los comentarios que se escuchaban recién se anunció el fallecimiento de Su Majestad, era que fue la única monarca del Reino Unido que conocieron muchas generaciones de británicos. Cometarios parecidos escuché cundo fue la muerte del Papa Juan Pablo II, cuyo pontificado fue de alrededor de 30 años, inusual para un pontífice de Roma. Tal vez sean coincidencias. Ambos llegaron a su posición después de predecesores de corta estancia en sus tronos (claro, en el caso del Papa fue alrededor de un mes del pontificado de su predecesor, y en el caso de Su Majestad fueron cerca de 16 años de su padre en el trono, en proporción, fueron períodos cortos). Ambos fueron la segunda persona en ostentar el nombre, ambos por decisión propia. Su presencia fue testigo y también motor de cambios en sus respectivos contextos. Ninguno de los dos salió libre de escándalos a su alrededor, pero ambos fueron figuras pivotales en sus entornos. Ambos fueron admirados y cuestionados significativamente por el mundo entero. Ambos vivieron muy de cerca la Segunda Guerra Mundial (otro segundo nombre... muy interesante) (el Papa en la resistencia polaca y de Su Majestad lo comentamos más arriba, enlistándose en el ejército, y no olvidemos el Blitz, los bombardeos que sufrieron Londres y otras ciudades británicas por la Luftwaffe).

Se cierra un capítulo histórico en el que Winston Churchill nunca dejó de llamar el Imperio Británico, y que Su Majestad llamaba Gran Bretaña. Cuando el pueblo británico despierte el 20 de septiembre, ya que los restos de quien fuera su soberana por casi tres cuartos de siglo ya reposen en la Capilla de San Jorge en el Castillo de Windsor, empezará no sólo un nuevo día, sino una nueva era, post-isabelina, con sus propios retos y expectativas. Una era que Carlos III tendrá que saber manejar para lograr la unidad del reino y la persistencia de la Corona. No tendrá el carisma ni la empatía de su madre, deberá crear una imagen e identidad propias, como nuevo rey. No tiene una labor fácil ni sencilla. Como han dicho varios analistas, tiene unos zapatos muy grandes que llenar.

Pero lo que no tiene duda es que Su Majestad Real Isabel II, Reina de Inglaterra, Reina de Escocia, Reina de Gales, Reina de Canadá, Protectora de la Fe y líder de la Commonwealth y los territorios de la Corona, o Lillibeth para su familia, será por siempre un símbolo de la transición que el Reino Unido tuvo que tener de un imperio colonial a una democracia sólida, una soberana que le tocó vivir los esplendores de una nación lider en el planeta y las tribulaciones de crisis que amenazaron la integridad de la Casa Real y de la Corona misma. Supo llegar al hogar y al corazón de sus súbditos, que desfilaron por miles ante su féretro al ser expuesto para que ellos expresaran su pesar y su respeto a su Soberana.

¡Honor y recuerdo a la Reina!


Un humilde homenaje a Su Majestad de alguien que, sin haberla conocido personalmente, le guarda siempre un gran respeto y admiración.

Alguien que ha vivido la experiencia desde el exterior.



 



24 febrero, 2022

La ciudad de los perros

 Cuando uno vive en el exterior, se tiene la sensibilidad para ver las cosas de la tierra de uno desde una perspectiva diferente.

Desde mi regreso a México, tanto la primera vez en 2011, como el de ahora, he podido observar los cambios que ha sufrido mi ciudad. El antes Distrito Federal, o simplemente D.F., y ahora llamada "Ciudad de México", y no es porque no se llamara así. Siempre se le ha dicho de esa forma, aunque de forma meramente coloquial. Ahora es su nombre oficial y es el estado 32 de la Federación, con identidad propia y no en función de ser la sede del gobierno federal.

La Ciudad de México, o simplemente CDMX por las siglas de su nombre oficial, es una ciudad dinámica, en constante transformación, combinando lo antiguo de una ciudad fundada en los 1300s por los aztecas, refundada en los 1500s por los españoles que llegaron con Cortez, y que se ha reinventado decenas de veces con el paso del tiempo, el devenir hstórico, el avance tecnológico, e incluso los desastres naturales. Dos terremotos catastróficos en 30 años (1985 y 2017), son un buen ejemplo de lo que la naturaleza puede hacer a una megalópolis, considerada una de las más grandes del planeta.

Pero lo que más ha resaltado de esos cambios es la gente que habita, o habitamos, esta ciudad. Los que nacimos en ella la hemos visto mutarse frente a nuestros ojos. En mi caso, la cigüeña me entregó a principios del los 1960s (yo soy de 1962, de las últimas generaciones de "baby boomers"), todavía con casas de fachadas de cantera de las décadas anteriores de los 1930s o 1940s, pero empezando a tener las casas y edificios de líneas rectas, perfiles utilitaristas, con espacios amplios y abiertos que se pusieron de moda en los 1960s. Todavía había espacio para ocupar en la ciudad...

Ese lujo empezó a desvanecerse con el incremento de la población y, por ende, de la necesidad de que esa gente tuviera un lugar donde vivir. Igualmente, espacios sin dueño aparente se convirtieron en nucleos de viviendas irregulares, las que llamábamos "ciudades perdidas", que robaban la electricidad y el agua de las redes públicas, que construían viviendas de materiales obtenidos de forma oscura, o con lo que tenían a mano, y que daban cobijo a personas carentes de recursos, trabajo o sin una forma lícita de obtener sustento.

Pero esta marginación no se limitaba sólo a las personas.

También a los perros.

Desde niños, muchos hemos aspirado a tener un perrito como mascota. Supongo que es una mezcla de lo que veía uno en la TV de las familias ideales, con una casa linda, una familia linda, en una ciudad linda, y con un perrito lindo... Liiiindo todo; y ver a los vecinos o amigos que, en la vida real, tenían una mascota juguetona, que correteaba por la casa, o la sacaban al parque para lanzar una pelota o un palo para que lo alcanzara y se lo regresara a su dueño... Insisto, todo lindo...

Pero lo que no muchos decían era que, cuando un perro dejaba de ser lindo, o el dueño se hartaba de tenerlo, era dejado en la calle, a su suerte. O los perros que, al ver la puerta de la casa abierta, salían a explorar el mundo y perdían la ruta de regreso a casa. El caso es que existía una población significativa de perros callejeros, sin dueño aparente y, a juicio de muchos, foco de infecciones y enfermedades, siendo la rabia la que encabezaba la lista. Y era común que las autoridades trataban de atrapar a estos perros y sacrificarlos para evitar un problema de salud o de seguridad, pensando que los animales pudieran atacar a alguien. Efectivamente, sí se daban ese tipo de episodios, pero el común denominador de esos seres caninos era que eran tranquilos, se ocupaban de sus asuntos y, si alguien los trataba bien, correspondían del mismo modo, a pesar de verse sucios y descuidados.

La nobleza canina, exhaltada por poetas, en toda su expresión.

Muchos crecimos con ese miedo inducido a los perros callejeros, los que nos veían con ojos lastimeros de hambre de varios días, de soledad y abandono, de frío y dolencias. Pero ya era parte de la cultura y el imaginario colectivo de que los perros callejeros eran sinónimo de enfermedad o salvajismo.

Pasó el tiempo y me tocó el despegar hacia mi vida en el exterior y, por ende, dejar mi DF atrás, con sus lugares conocidos, sus sabores deliciosos, sus aromas de todo tipo, y sus perros callejeros. El venir dos semanas de vez en cuando no me daba la oportunidad de ver los cambios más allá de los muy significativos, como cuando desaparece un edificio que era nuestra referencia y que había sido demolido, o que el sentido de una calle cambió por las necesidades de tráfico o las obras públicas. Ni por accidente pasaba por mi mente la situación de la fauna en las calles del Distrito Federal.

Cuando regresé en 2011, ya no era el DF en el que nací, sino era la flamante Ciudad de México, el nuevo estado de nuestro país, con un Congreso propio y un Jefe de Gobierno, el equivalente a un gobernador en otros estados, y la misión de crear su propia identidad, lejos de ser sólamente una ciudad administrativa, sede de los Poderes de la Unión, como decía el texto anterior de la Constitución. Ya no era el DF, ahora era la CDMX. Seguimos siendo la ciudad, o ahora el estado, que se le conoce por sus iniciales, más que por su nombre completo.

Pero al ir caminado por las calles noté algo interesante: los perros.

Pero ya no eran perros sucios, muy probablemente pulgosos y sin duda plagados de enfermedades. Eran perros con collar, correa, y alguien a su lado, o detrás, acompañándolos. Evidentemente era el dueño, o dueña (hay que ser incluyentes, por favor). Y los paseadores de perros, personas a las que se les paga para que saquen a la mascota a dar la vuelta. He notado que puede ser un negocio muy socorrido y, no lo dudo, lucrativo, ya que he visto a chicos y chicas jóvenes, y gente de mayor edad, con grupos entre dos y cinco perros, de todos colores y sabores, paseando por la calle.

Y, como todo lo que es popular, tiene un lado comercial. Las tiendas de artículos para perros, o los consultorios veterinarios, han cundido por buena parte de la ciudad. Los lugares para cuidados estéticos de las mascotas, digámosles "estéticas para perros y gatos" son visibles de una cuadra a otra de la misma calle. Y estos establecmimientos tienen clientela (humana y perruna) constante. Ya no es sólo el médico familiar el que debemos tener, ahora también el veterinario de cabecera.

Junto con este auge por los amigos de cuatro patas y cola agitada, ha surgido una cultura nueva hacia estas creaturas. Los perros callejeros ya son raros. Los refugios para animales abandonados o desplazados son una realidad, y en los que se promueve que, quienes deseen tener uan nueva mascota, la "adopten" de estos centros, más que ir a comprarla a una tienda.

Y un sentimiento más noble hacia estos nobles animales se ha arraigado en buena parte de la población. Por supuesto, no es un mundo perfecto, y sigue habiendo maltrato y abandono hacia perros y gatos. Pero ahora el disgusto social hacia estas conductas es mucho mayor, y es penado por la ley. Ya no tiene gracia torturar a un perrito con pirotecnia o con heridas. Eso ya es mal visto, es censurado, y los culpables castigados. Es un gran avance.

Como toda buena familia que desea complacer a sus pequeñitos, nosotros adoptamos una perrita, que probabnlemente ya conocen: Ágatha. Ya les he platicado de ella en este foro. Y, si no la recuerdan, aquí está:


Aquí la pesqué dormida y le dibujé una sonrisa para la cámara, pero acá está en todo su esplendor:



Ok, ok... no puedo disimular el cariño que le guardo a la peeeeeeeeerro.

Pero a lo que voy es a esto: los perros han ganado un lugar siginificativo en la población de la Ciudad de México. Es frecuente ver gente paseando a su perro a casi cualquier hora del día. Muchos parques públicos han destinado espacios cerrados para que uno deje que sus mascotas jueguen libremente, socialicen con otros perrunos (o perrunas, hay que ser incluyentes en esto también) y se diviertan al aire libre, y que puedan estar a gusto fuera de los entornos cerrados en los que normalemnte viven (casas o departamentos). Incluso, una vez vi a un perrito que, por no tener mobilidad en sus patas traseras, le habían fabricado un carrito con ruedas en el que estaba recostado el animalito, caminando con sus patitas delanteras, impulsando el artefacto con un gusto inimaginable. No pude dejar de felicitar a su humano por haberle dado ese regalo de mobilidad y de contento a su mascota.

Creo que, en el fondo, son la compañía que las personas buscan en una sociedad aislada, enfrascada en el trabajo diario, en el cuidarse uno mismo, en un cierto aislamiento por una causa u otra. Lo digo en forma empírica, sin un estudio científico de por medio, aunque no dudo que ya haya gente analizando este fonómeno de forma seria y metódica. Un perro no lo critica a uno, no lo juzga, no invade la privacidad o daña la confinza de su humano. Se conforma con comer, dormir, jugar, pasear, y que le demuestren cariño. Un juguete que uno lance y que la mascota recupere y lo regrese a uno, puede ser un objeto de gran convivencia entre un perro y su humano. Incluso cuando hacemos que la mascota pierda la paciencia (que entre Ágatha y yo es cosa de todos los días) por abusar de los cariños, puede ser algo lindo, pero alejado de sus fauces, porque también muerde.

Tal vez sea la señal de que nuestra sociedad urbana, almacenada en departamentos minúsculos, abrumada por el trabajo y la vida diaria, necesita algo que le recuerde que hay otros seres vivos a su alrededor. Gente que no tiene una pareja o un amigo cercano por diversos motivos, y que encuentra en una mascota la forma de volcar su amor, su cariño, su interés, su confianza, su alegría o su dolor. Todo en un ser de cuatro patas, que no habla sino ladra (si algún día Ágatha me responde a mis preguntas, me va a dar el telele) pero, sobre todo, está ahí cuando más lo necesitamos, a distancia de extender el brazo y acariciarle la panza, darle palmaditas en la cabeza, decirle frases cariñoasas y sólo ver esos ojos que transmiten la calidez y la alegría de que están con nostoros. 

Que nos reciba al llegar a casa corriendo a toda velocidad a la puerta, que brinque y se recargue en nosotros, ladre con semblante de alegría y, sin decirnos una palabra, nos diga "¡bienvenido a casa! ¡qué alegría que estés conmigo! ¿Ya me vas a dar de cenar? ¿Jugamos un rato? ¿Salimos a dar un paseo?" y que, en un instante, los malos ratos del día, el cansancio de la jornada, los temores y ansiedades de la vida moderna, se desvancen al acariciar a esa creatura peluda, inquieta, jadeante, juguetona, que nos espera para que le pongamos agua en su plato, comida para su cena, una pelota para perseguirla y traerla de regreso. Un precio realmente módico por los momentos de alegría y feliciddad que nos brindan.

Esas mascotas se vuelven parte de la familia, y como tal crean vínculos que se sostienen hasta el último día. Y el ver partir a un compañero peludo, porque él mismo emprenda camino, o porque tengamos que ayudarlo a dar ese paso para aliviarlo del sufrimiento de la enferemdad o la herida, siempre deja huella en nosotros. Es sabido de mascotas que sufren profundamente la partida de su humano cuando el vínculo es tan profundo que el que se rompa de ese modo es un dolor hasta lo más profundo del ser.

Los que tenemos la dicha de compartir nuestro espacio y nuestra vida con un perro, o un gato, sabemos de ese vínculo invisible pero sólido como el material más fuerte y duradero jamás conocido. Y el saber valorarlo es un don nacido del amor entre dos creaturas que, aunque tengan profundas diferencias, están unidos de forma indisoluble.

Cariño con forma de croquetas para perro, desde el exterior.

23 enero, 2022

La memoria del video

Cuando uno vive en el exterior cada imagen, cada sonido, adquiere una dimensión diferente.

Recuerdo cuando era chico, al igual que muchos de ustedes, que crecimos con la televisión del aquí y del ahora. Teníamos la imperiosa necesidad de estar en la fecha y en la hora precisas para ver el episodio de la serie que nos gustaba en ese momento; y el llegar tarde, o no llegar, era motivo de una frustración e ira pocas veces vistas en el Universo conocido.

En esos dramáticos casos, se contaba con el consuelo/esperanza de las repeticiones, y tener el Tele-Guía, la revista semanal con la programación de los canales de TV existentes, y en la que venían sinopsis de cada programa y episodio, era fundamental para poder ver el episoido perdido.


Claro, la llegada de la repetición tomaba meses, incluso años, dependiendo de la secuencia de la serie y el ánimo de los programadores en el canal.

Eso cambió un poco con el video casero y las "videocafeteras" como les decía mi papá. Grabar el programa deseado, o programar el aparato para que lo hiciera automáticamente a cierta hora, fecha y canal, fue una salvación para muchos episodios de la serie. "Betamax" y "VHS" se convirtieron en parte de nuestro vocabulario. Y las pilas de videocassettes se empezaron a formar en nuestros hogares, con horas y horas de programas, especiales, episodios, y hasta comerciales, cuando la grabación era automática.

Y cuando se dio el siguiente paso en la evolución y pudimos grabar en video nuestras propias películas y eventos de familia, el video pasó a ser, de un modo de poder ver la TV a nuestro gusto, a un mudo testigo de nuestra propia historia.

Lo que  antes se hacía con película 8 o Super 8mm., que nos daba unos pocos minutos de exhibición, con el video portátil fueron horas y horas de fiestas de niños, bodas, paseos y vivencias de la experiencia diaria. También había los "Buñuels" y "Fellinis" de la Betamovie, y hacían sus producciones.

Pero también sirvió para dejar testimonio de hechos que, literalmente, fueron parteaguas en la Historia.

El asesinato de Rodney King en Los Angeles, por citar un ejemplo. El testimonio del hecho lo tomó una persona que vio el incidente desde su casa, tomó su cámara y grabó imágenes que dieron la vuelta al mundo. Y mostraron que, para captar la noticia, ya no era requisito  ser reportero de un periódico, de una estación de radio o de un canal de TV. El chiste es estar en el lugar correcto, en el momento preciso y con la cámara cargada y con pila.

Internet y los teléfonos móviles fueron, y han sido, la pareja ideal creada por la tecnología.

Y la red global se llenó de millones y millones de horas de video de gente haciendo desplantes, mascotas divertidas, chistes, músicos imporvisados, cápsulas científicas, grupos diversos, y muchas otras cosas más.

Y, para acumular ese enorme acervo surgió YouTube.

[ADVERTENCIA: esto no es inserción pagada ni comercial para YouTube. Con suerte y nunca se enteran de este blog. 😁]

Lo que empezó como una plataforma gratuita para quer la gente subiera sus videos para hacerlos  visibles a unos pocos amigos, o al mundo entero, se ha convertido en un escaparate para dar a conocer música, ciencia, tecnología, trivia, opiniones, tendencias, y como un acervo de material fílmico y videográfico de valor histórico: documentales, noticieros cinematográficos, entrevistas, incluso películas que pasaron sin pena ni gloria, o francamente malas, pero que guardan cierto culto por los admiradores de las llamadas "B Movies".

Pero no dejan de faltar videos de gatos (que son ya instituconales), gente haciendo trucos acrobáticos absurdos y peligrosos, gente que enseña manualidades o a hacer reparaciones básicas, opiniones sobre libros o películas o programas de TV.

También es usado como canal de difusión científica, cultural, comercial, incluso de espectáculos y películas.

Pero, como en todo, hay un uso y un abuso.

YouTube ha servido también para enviar mensajes de odio, de adoctrinamiento hacia grupos terroristas, para transmitir desinformnación de forma tan convincente que pareciera ser verdad.

Y, ante las voces de activistas, de grupos vulnerables, de autoridades, y del mismo público, la plataforma ha estado creando reglas para los contenidos que va a publicar. No es perfecto ni infalible, pero es un avance.

Y, para mi, en este mundo actual de TV de paga, con cientos de canales de todo para todos los gustos, o de servicios de "streaming" con series y películas de todo tipo, originales y de las grandes productoras, YouTube ha sido mi medio de video de elección. Y por una sencilla razón.

Por la universalidad y versatilidad de la plataforma, puedo encontrar prácticamente de todo, sin pagar una membresía ni estar sujeto al catálogo de tal o cual servicio. Aparte que no soy muy dado a maratones de películas, o a perseguir los últimos estrenos. He llegado a ver imágenes de cortos de cine de fines de los 1800s, o la verdadera historia del Barón Rojo, o el audio original del Control de Misión del Apolo 13, sin cortes. Pero también caigo con los videos de gatos, lo admito.

La divulgación científica en YouTube es enorme y muy diversa. Incluso he llegado a encontrar documentales de los años 50s sobre qué hacer en caso de un ataque nuclear, o cómo se desarrolló un avión que ahora es un clásico.

También hay segmentos, o "clips", de películas famosas, de programas de TV, entrevistas, eventos, en fin...

Y es un acervo que crece día con día, y aparecen frecuentemente nuevos canales sobre muchos temas, y son presentados por gente común, con el deseo de dar a conocer sus ideas, hallazgos, opiniones, al mundo entero.

Y YouTube premia a los canales con placas conmemorativas cuando pasan de cierto número de miles, incluso millones, de suscriptores a un canal. Y los titulares de esos espacios muestran orgullosos sus placas y se desmoronan en agradecimientos a sus seguidores.

YouTube... siempre contigo.

Esta plataforma me ha servido para reencontrarme con imágenes del pasado que pensaba ya perdidas pero que, en algún momento, alguien grabó y conservó y que, por una causa u otra, decidió subirlas a su canal, tal vez de nostalgia, tal vez de un tema o tópico en particular. 

El caso es que, entre las sugerencias que el ya célebre algoritmo de YouTube, basándose en mis búsquedas previas o en los videos que he visto anteriormente, me presenta al iniciar la sesión del día, me muestra una selección de videos de muy diversos temas, todos de mi interés, más sugerencias que YouTube piensa que pueden serlo. Hay que admitir que a veces le atina, pero otras nada más manda cosas a ver si caigo, pero no.

Y son tardes que vienen y van frente a la pantalla, descubriendo algo nuevo que nunca imaginé que existiera, o reencontrar fragmentos de programas o películas que alguna vez ví y que siempre quise volver a ver, pero que nunca pude encontrar, y había perdido la esperanza de encontrar. Hasta que las busqué en YouTube, o la plataforma me las presentó en su apetitoso menú.

Y vienen a la mente recuerdos, imágenes de personas, de lugares, de hechos de mi vida pasada que se asocian a esos videos. Y siempre esa nostalgia deja un grato sabor de boca.

Igualmente, la música y las imágenes logran que sentimeintos queden a flor de piel, y uno pasa de la alegría, a las lágrimas, a la adrenalina, en un click. Y una risa, o una lágrima o una exclamación de energía encuentran modo de salir a la superficie, para desconcierto de los que están alrededor.

Definitivamente, YouTube tiene un ferviente admirador en mí.

Remansos que se nos dan cuando se está en el exterior.