16 enero, 2015

The Right Stuff

Cuando uno vive en el exterior se da cuenta de que, aunque puede ser una experiencia que puede resultar hermosa o interesante, no es para cualquiera. Se debe tener cierta calidad, ciertas características. Estar hecho de la materia correcta, o como dicen en inglés, "made of the right stuff".

Esa frase me recuerda una película que fue muy famosa y que su título fue, precisamente, esa frase. Era la historia de los primeros astronautas del Programa Espacial de los Estados Unidos. Una epopeya de valor, agallas, audacia, temple, amistad, suerte y the Right Stuff. Les acompaño un video con el tema principal de esa película y escenas selectas. Espero lo disfruten.

http://youtu.be/tCblQ_fnPpc?list=PL3vWGr4KYyCIvSIQ7aZcTf-f5urBUjQOZ

Es una melodía que me emociona profundamente, que conlleva una gran fuerza e intensidad, aunado a que el tema del programa espacial me es muy cercano. La orquestación de Bill Conti le da una mayor intensidad a la película y su significado. La película es algo larga, pero nunca cansa. Les recomiendo que la vean.

Igual que esos astronautas pioneros, el Servicio Exterior requiere de gente, hombres y mujeres por igual, hechos de ese "right stuff". No hay cabida para los débiles o los indecisos. Quienes viven acomodados en las mieles del status quo no pueden aguantar ser asignados a lugares tan difíciles como Haití o India. Los apegos en la Patria pueden ser un lastre insostenible cuando a uno lo asignen a Australia o Indonesia.

Y si uno empieza desde abajo, hay que aprender a vivir con toda suerte de superiores, desde aquellos que son escuelas que le guían en el difícil despegue en la carrera, hasta los que son obstáculos que uno debe sortear si desea sobrevivir en la selva del gremio.

¡Ojo! No soy ingrato con este oficio que he practicado por el último cuarto de siglo, y al que he entregado mi vida, mi pasado, mi presente y mi futuro. Al tomar la decisión de embarcarme en el servicio público de esta manea, lo hice consciente de los riesgos, deseando lograr las satisfacciones que da, pero asumiendo también los riesgos y penalidades que conlleva una carrera lejos de la Patria, pero sirviéndola, y con muchísimo orgullo. Nadie me dijo que esta carrera fuera fácil para quienes, como yo, llegaron de la calle a forjarse un destino. Cierto es que, como en todas las actividades, hay quienes nacen con una aura que les evita estas experiencias. Los felicito, pero mi carrera hecha a fuerza de trabajo y aprendizaje, no la cambio por nada en este mundo. Lo que he logrado no ha sido por ser hijo de X o recomendado de Y. Ha sido porque soy Alberto Bernal, Consejero del Servicio Exterior Mexicano. Y como yo, hay muchos que hemos escalado los peldaños del Servicio con nuestro trabajo, compromiso, dedicación, a veces sacrificios, pero siempre con el objetivo a la vista y en la mente: servir y representar dignamente a México.

Me ha tocado conocer gente que no da el ancho. También quienes descubren que no es su camino. Quienes encuentran que este oficio no son los coctelitos y recepciones que la consigna popular imagina. Que se dan cuenta que es trabajo de escritorio como otro empleo más. Implica conocimiento, criterio amplio, ánimo de conocer y apreciar otras culturas en otras latitudes, a veces muy diferentes a las de uno. Humildad para aceptar que se aprende cada día y en cada adscripción, pero orgullo del deber cumplido al final de cada comisión.

Cuando escucho  que se abre el Concurso de Ingreso al Servicio Exterior, por un lado recuerdo cuando estuve en ese mismo trance en 1990, en mi segundo intento. Fue un arduo esfuerzo, mucho estudio, gran apoyo atrás de parte de Delia, a quien empezaba a cortejar, suerte, esperanzas y aspiraciones. Pero, por otra parte, pienso en los chicos que se presentarán a ese ejercicio, mezcla de "tour de force" y de conocer el aquí, el ahora, el quién es quién, lo que fue y lo que puede ser, todo en un contexto internacional y en el propio país. No es nada fácil, eso bien me consta. Pero no ayuda a que los aspirantes sepan a lo que están apostando. En muchos casos piensan que gozarán las mieles más dulces y selectas del Servicio Exterior, y terminan en San Pedro Sula, Honduras, supervisando el mostrador de un consulado minúsculo en una lejana provincia de un país subdesarrollado. Y es en este momento que estos aspirantes a embajadores reciben una cubetada de fría realidad y deben aterrizar sus ínfulas de considerar que ya deben estar en la cumbre, cuando en realidad están apenas en el inicio de la carrera. El oficio cobra muy caro a quienes no lo toman en serio o a quienes lo toman a la ligera.

Me ha tocado ver de todo pero, al poner en la balanza lo vivido, es más lo positivo y las satisfacciones logradas, que los momentos de amargura y frustración, pero nunca perdiendo de vista que no puedo ni debo dar nada por sentado o por ganado. Cada día es un inicio, a veces en blanco, muchas veces con los pendientes del día anterior, mas lo que se acumule en esa fecha.

Puedo decir que estoy en esto porque quise, porque quiero y porque es la ruta de mi vida. Porque lo que he vivido en estos casi 25 años de servir en el Servicio Exterior Mexicano han forjado mi carácter y mi visión del mundo y de la vida. Me ha ayudado a sembrar amistades sinceras en muchas latitudes y a cosechar la presencia perenne de esas buenas personas en casi todos los aspectos de mi vida: desde felicitarme cuando ascendí a Consejero, hasta darme un pésame sincero por la muerte de mi madre. Desde el nacimiento de mis hijos hasta mis 50 años de edad. 

Y me dan material para platicarlo con ustedes en este blog.

Las maravillas de la experiencia de vivir en el exterior.