30 octubre, 2015

Recuerdos

Cuando uno vive en el exterior y está en la labor de iniciar una nueva etapa, se enfrenta a algo inevitable: abrir las cajas del embarque, o menaje, con todo lo que uno acarrea desde el origen, y que se integrarán a este nuevo destino.

Cajas y cajas, llenas de papel de empaque... y de objetos que llevan consigo recuerdos y un significado. A veces grato, a veces amargo. La carga emocional de cada pieza del menaje es tan diversa como la vida misma. Y cada uno de los miembros de esta familia tiene su propio bagaje de objetos, y de recuerdos, y de vivencias.

Aparecieron cosas como dibujos de los chicos de cuando eran párvulos... o fotografías de lugares a los que habíamos ido años atrás... o recados de amigos en un momento difícil. Yo encontré los listones que identificaban los arreglos florales del funeral de mi madre, y fue regresar a ese interminable día de dolor, agotamiento, y emociones profundas. O una foto de mi padre conmigo en California, en el único viaje que hicimos allá antes de mi matrimonio.

Está la casa de muñecas de Rebeca, y de la que no se quiere desprender, aunque hace mucho tiempo dejó de jugar con ella, conforme su atención y su interés se fue a YouTube, a su teléfono y a la escritura y el dibujo. Hay balones rotos de Diego que tienen valor sentimental y que, por supuesto, no se eliminan. Yo encontré regalos de Día del Padre de diferentes años; así como cartas de Pilar, mi amiga española (¿recuerdan que platicamos de ella en este espacio,no hace mucho?); cartas de mi abuelo, un ejemplar de "El Conde de Montecristo" que él compró en 1921 y que yo conocí cuando viajé a Colombia en 1976 (¡sí, 1976!). Delia encontró revistas de juventud, fotos de China, y una marejada de recuerdos de tiempos y personas pasadas y presentes, cercanas y lejanas.

Al final, nadie sale con las manos vacías de esta labor de arqueología familiar y personal.

Y es llegar a la dura encrucijada de decidir qué se queda y qué se va... qué vale la pena que se conserve para que siga peregrinando por el mundo con nosotros, y qué ya cumplió su cometido y se le puede despedir, a veces con todos los honores, a veces con el desprecio de la deshonra. Es ahí en donde a todos nos tiemblan las piernas y el brazo para señalar algo y sellar su destino: el clóset o la basura o la caja de cosas para donar.

En todos nuestros menajes han quedado cajas cerradas, intactas desde nuestra llegada a ese lugar. Otras han tardado en abrirse, por una cosa u otra. En Dallas la última caja de ese menaje se abrió un año después de nuestra llegada. En el caso de la Patria, quedaron casi una docena de cajas en la azotea sin abrir.

 Pero al final lo que hace que un libro sea algo más que un paquete de papel untado de tinta es el valor que le damos por encima de otros. Los muñecos de peluche que tiene Rebeca en las repisas de su cuarto no son más que tela peluda y relleno, pero para ella son sus acompañantes en la ruta de la infancia a la adolescencia. Tal vez los tenga ahora en una bolsa en la bodega, pero cuando los llegue a necesitar para encontrar el tipo de consuelo que ni sus padres ni su hermano le puedan dar, ella sabe que ahí están.

Eso es lo que da razón de ser al menaje de casa: todas nuestras pertenencias y lo que va en ellas como accesorio indispensable: las vivencias, los sentimientos, las risas, las lágrimas, las esperanzas, las frustraciones... todo en la forma de libros, juguetes, y objetos tan dispares como un pisapapeles, una corbata, una cartulina con garabatos. Objetos que llegaron a nuestras vidas como regalos, como reconocimientos, como aquello que sedujo nuestros ojos y nuestro deseo de tener eso tan especial... Su razón de ser no se mide por su utilidad o por su precio,sino por el valor estimativo, emocional, o sentimental que les damos.

Y ese valor nos transporta a momentos en nuestras vidas que están vinculados con esos objetos. A personas. A lugares. A hechos. A fechas. A recuerdos. A risas. A lágrimas. A alegrías. A tristezas.

A la manera en que éramos... A nuestros años felices...

Hubo una canción que hiciera famosa Barbra Streisand en los 60's, y que era el tema de una película que en inglés se llamó "The way we were" y en español "Nuestros años felices". De alguna manera toma ese significado y lo traduce en una hermos melodía, que la comparto con ustedes.

Barbra Streisand.- The Way we Were

Ya habíamos platicado de esto mismo en abril, cuando preparábamos nuestra salida. Sin embargo, sentí la necesidad de regresar al él en este momento de descubrimiento, o de reencuentro.

Temas recurrentes que uno vive cuando está en el exterior.