31 diciembre, 2014

El último día de año

Cuando uno vive en el exterior, se presencian ciclos que inician y concluyen, como en cualquiera otra parte. La diferencia es dónde los viva uno.

Así ha sido conmigo en estos tiempos recientes. El ver a mi madre emprender el camino a la Eternidad fue cerrar un ciclo fundamental de mi existencia, ya hemos platicado de ello, ¿recuerdan? El solo hecho de haber regresado a la Patria, después de 17 años fuera ha sido, a la vez, el inicio de varios ciclos y el cierre de otros. Y también vivencias que han empezado y terminado en estos tres años y medio de estancia acá.

Y, como es lo propio de estas épocas, cuando el año da sus últimos suspiros antes de fenecer y dar paso a un nuevo período, siempre se hace necesario, y es ciertamente saludable, hacer una revisión de lo que se ha vivido en el año que termina y las expectativas para el que está por comenzar.

Me ha alegrado volver de lleno al blog, a compartir con ustedes, amigos lectores y lectoras, las experiencias y anécdotas de lo que ha sido mi carrera en el Servicio Exterior. Y el compromiso es que, en el año que inicia, esta charla continúe fluida y amena, esperando contar con su lectura y aportaciones y porras, que siempre son bien recibidas y resultan motivadoras para seguir adelante.

Es siempre grato contar con la familia, resulta un pilar indispensable en los avatares que el destino pone a uno en su camino. Delia y los chicos, y Ágatha, por supuesto, han sido una presencia fundamental en este año, como lo han sido siempre. Su paciencia, su cariño, su apoyo, sus bromas, sus risas, su impulso... ¿Qué más se puede decir, sin quedar corto? Debo decir que Delia ha sido uno de los motores fundamentales de este espacio, y es ella quien me inspira y motiva a sentarme al teclado y empezar a plasmar en texto los recuerdos y reflexiones que les he compartido a lo largo de estos 5 años de blog (Empezamos en 2009, cuando todavía estábamos en Texas. Ojalá alguien visite esas primeras entregas...).


Los amigos han sido siempre bálsamo para hacer más llevadera la cotidianidad. En la oficina, en el feisbuc, los de mi primaria (y de la que ya escribí en alguna ocasión), los de otras etapas de mi vida, y los que se llegan a integrar en la ruta, son compañía invaluable que siempre es agradecida. Ustedes saben que me refiero a ustedes. Mil gracias por un año más de su presencia.

El trabajo ha sido, como siempre, intenso y absorbente, sin embargo, adornado con satisfacciones y logros adquiridos, para el bien de quienes reciben nuestros servicios y documentos. Jornadas con tensión y estrés, pero todo es parte del espectáculo. Algunos viajes de trabajo hicieron que el tedio no se apoderara del todo del tiempo de oficina. Miami, Monterrey, Sacramento (California), fueron salidas de trabajo y a la vez de reposo, al terminar las labores del día y tener el tiempo para pasear y pensar sobre lo que ocupara mi mente en ese momento. Siempre ayuda estar en un espacio distinto y  ajeno al de todos los días para dejar que la mente vuele y trate de encontrarle la cuadratura al círculo.


Este año empecé, o mejor dicho, retomé una actividad que había dejado muy atrás, y es la de escritor, y en particular, de cuentos fantásticos, que yo ubico en la Ciencia-Ficción, que es un género que me encanta. Les he compartido en Facebook (ahora sí lo escribo bien para que no se me confundan) estas historias cortas. Y digo "retomé" porque el primer cuento lo escribí antes de conocer siquiera a Delia, en 1989, para ser precisos. Al día de hoy llevo 4 ó 5 relatos ya elaborados. Un par de ellos como pruebas para ser si me era posible, dentro de mi estilo, poder tomar una idea y darle forma de cuento. A decir de muchos de ustedes, lo logré, y eso es una enorme satisfacción. Hay varios temas en el tintero y que el año que empieza dará el tiempo y la oportunidad de pasarlos del campo de las ideas al de la realidad.

Y en este año regresé al modelismo, después de haberlo suspendido por muchos años. ¡Desde Albuquerque!! Si buen ha sido un regreso muy débil (sólo pinté un par de piezas de un modelo que
tengo atrasado desde 2002), el grupo que me favoreció este reencuentro con el pasatiempo ha sido una maravilla de adquisición en mi grupo de amigos y conocidos. Sus charlas, consejos y motivación para armar y pintar ha sido muy grande, pero por una cosa u otra no he sido muy constante, y sin embargo, me echan porras como el que va todos los sábados a las reuniones. Esa gente realmente lo enriquece a uno.

Y también ha habido el cierre de círculos, de ciclos, de etapas. No ahondaré mucho en ello. Es lo que ya no es y que debe quedarse atrás, pero que, sin duda, su presencia dejó una huella en nuestra vida de muchas y variadas maneras.Las últimas campanadas del reloj del año darán los últimos golpes de pala a la tumba de lo que se cierra para siempre. El nuevo ciclo será como el alba de un nuevo día, en el que lo que se dejó atrás, lo que dejamos que se perdiera en el horizonte, no sea mas que un vago recuerdo en la memoria, y que incluso ese recuerdo se desvanecerá con las luces del amanecer que anuncia los primeros rayos del Sol del nuevo año, de la nueva etapa que se inicia con el 1 de enero. Nada en la vida es gratis. Por lo que se recibe para bien, se debe renunciar a lo que se ha obtenido
para lo que no ha sido bueno. La idea es crecer, aprender lo los errores, las imprudencias, los actos equivocados y los pasos en falso. Incluso de los actos hechos de mala fe o por maldad, Todo cuenta.

El nuevo año implica desarrollo, crecimiento, aprender de la experiencia y mejorar como personas en todos los aspectos. Dar paso a los nuevos proyectos, a lo que nos tenga preparado este nuevo ciclo. Construir nuevos puentes, conservar los valiosos y destruir los perjudiciales y nocivos. Un renacer de las cenizas del periodo anterior, pero ahora con nuevas y reforzadas energías, mayor motivación, nuevas esperanzas, nuevas aspiraciones. Buscar lo que se ha anhelado con todo el corazón y conseguirlo, si eso nos ayuda a superarnos como individuos y como parte de un contexto (trabajo, familia, amistades, etc.). Yo tengo mis aspiraciones, y las he compartido con ustedes: el regresar al exterior.

A nombre de Delia, Rebeca y Diego, deseo expresarles a todos y cada uno de ustedes, nuestros mejores deseos para que 2015 sea un año de alegría, salud, felicidad, éxito y fortuna. Que sus logros y aspiraciones se cumplan y que puedan empezar nuevos y mejores proyectos en el nuevo año. Nada más recuerden la célebre frase de que "tengan cuidado con lo que desean, porque puede llegar a cumplirse". Como quiera que sea, que el Año Nuevo empiece con burbujas de alegría y transcurra con ríos de felicidad y fortuna.

 ¡Feliz Año Nuevo! Y emprenderemos este nuevo año el camino rumbo al exterior.

26 diciembre, 2014

Una nueva Navidad

Cuando uno vive en el exterior se viven grandes transformaciones. Al empezar el camino, se va como un principiante en las rutas y veredas del mundo y del Servicio Exterior. Con el paso del tiempo se logra crecer en la piel y la experiencia, dejando atrás al novato que inició la jornada hace años.

Y esa transformación se extiende, igualmente, a todo lo que es parte de uno: desde la ropa hasta los hábitos y las costumbres. Y también las tradiciones.

Como la Navidad.

Recordarán que hace un par de años conversábamos sobre lo que era la Navidad y los cambios que había sufrido en los años desde antes de casarme, durante mi matrimonio y después de tomar camino en la carrera. Pues bien, esas transformaciones siguen, y en el último año, como han de saber los que me acompañan en esta conversación llamada "blog", ha tenido cambios profundos que hacen que este periodo lo comente en particular.

En estos días, el 27 de diciembre en particular, será el primer año desde que mi madre emprendió su camino a la Eternidad. Este tiempo ha sido de ausencia, pero no dolorosa, y no es por falta de amor a mi madre. Como alguna vez lo dije, este regreso a la Patria estaba, de alguna manera, puesto en el camino para despedir a nuestros ancestros, tanto de Delia, como míos. En ambos casos, este desenlace se consumó, cerrando nuestros círculos y dejándonos listos para un nuevo recorrido en el exterior, sin el pendiente de la salud o el bienestar de nuestros mayores. Ellos ya descansan el sueño de los Justos.

Quedamos nosotros. Y nuestra Navidad.

Si bien la celebración del año pasado fue la primera en que no estuvimos las familias juntas, ésta fue la primera en que los padres ya no estaban con nosotros. Fue fuera de casa, en Morelos, y fuimos sólo los cuatro: Delia, los chicos y yo, en una noche fría, lluviosa y tranquila. Mas no por eso fue motivo para que no fuese una velada feliz y en familia.

Un anticipo del futuro, cuando ya nos toque estar de nueva cuenta en el camino.

Mas no hay tristeza en el recuerdo. Nostalgia sí, añoranza sí, pero no hay sabor amargo en la boca. Es el curso normal de la vida, alegría por los que estamos, una sonrisa por los que ya no están.

Es pensar que cada Navidad tal vez sea la última. Mas no por eso debemos entregarnos a la tristeza o a la desesperación. Todo lo contrario, es disfrutar la fecha con los seres queridos, sean quienes sean, no importando en donde estemos. Navidad es alegría, más allá de la cena o los regalos. Es el momento que hemos destinado para dejar a una lado las diferencias, los enojos. Hacer una pausa en el camino de la ira y el resentimiento para albergar un deseo de paz y armonía. Más que lamentar a los que dejamos atrás, es dedicar un pensamiento hermoso por todos aquellos que han pasado por nuestra vida y que nos han dejado un recuerdo lindo, un momento de alegría, o tal vez un sentimiento profundo como el amor o la esperanza. Para los que siguen con nosotros, el propósito de que sigan con nosotros y procurarlos para que el contacto no se extinga. Para los que ya no están,  el dulce sabor de la nostalgia y el recuerdo, una mirada al cielo estrellado o las nubes y enviarles, a donde quiera que estén, un mensaje silencioso de gratitud por haber estado con nosotros y el sincero deseo de paz en donde quiera que estén.

El 27 de diciembre se oficiará una misa en la que se pedirá por el descanso de mi madre. Es un pequeño homenaje a su memoria y al amor que repartió con creces entre los que la conocimos.

Para otros que ya no están en nuestras vidas, de manera real o virtual, se tendrá una deferencia, un recuerdo amable.

Y así seguirá transformándose cada vez nuestra visión de la Navidad, como una celebración de la vida: de quienes todavía la tenemos, de quienes amamos y ya no la tienen como la entendemos, de quienes alguna vez formaron parte de la nuestra pero la vida misma hizo que su camino se separara del nuestro...

Del ayer, del hoy y del porvenir.

La evolución de los que vivimos en el exterior.



09 noviembre, 2014

Ágatha

Cuando no vive en el exterior, uno viaja acompañado de muchas cosas y personas: la familia, los recuerdos, los muebles, la ropa...
 
Y en el trayecto, uno sube y baja pasajeros del barco a medida que pasa el tiempo y uno decide qué se queda y qué se va. Cada mudanza es ver lo que se lleva, lo que se queda y lo nuevo que agregamos a nuestro ya abultado inventario.
 
Así nos ha pasado en esta etapa de regreso a la Patria. Encontramos nuevos amigos, reencontramos otros, y despedimos a otros más. Y alguien se ha integrado a nuestra tripulación: Ágatha.

 
Ágatha es nuestra perrita. Pensamos que es una cruza de Basset Hound con algo menos interesante. La recibimos de escasos dos meses de edad, se veía de este modo:
 
 
 
Las orejotas, la mirada, nos robó el corazón. Nunca habíamos pensado en tener perro, pero los chicos (naturalmente), al ver que sus amigos tenían mascota, empezaron a pedir y pedir un "doggie", un "puppie" para cuidar y querer. Al final, como debe de ser, los chicos están en sus cosas y los adultos nos encargamos de sacar al animalito a hacer sus necesidades a la hora en que lo necesita, no importa si es de día o de noche.
 
Y por la admiración a Ágatha Christie decidimos ponerle así: Ágatha.
 
Esta perrita ha hecho la vida más llevadera para todos. Es inquieta, juguetona, le encanta meterse en problemas y en las casa de los vecinos, ladra fuertemente cuando llegan visitas o escucha el timbre de la puerta, aguanta los arrumacos de todos, por más incómodos que sean...
 
Claro, también ha recibido algunas ignominias como esta:
 
 
Nunca le hizo gracia tener una "dona" para el cabello para sujetarle las orejas, pero lo soportó estoicamente. Al cabo de unos cuantos segundos, hizo toda suerte de movimientos y esfuerzos hasta que pudo quitársela exitosamente.
 
Estos casi tres años con ella nos han permitido verla crecer de una cachorrita orejona y con cara triste a la perrita de estos días, y como la vi al tomar esta foto: nuestra esfinge:
 
 
 
Se ha ganado un lugar en la familia, y ha encontrado calidez en el trato con los chicos, aunque a veces (y francamente, muchas veces) la hacen perder los estribos y terminan a ladridos y mordiscos al aire, pero nunca para lastimar o hacer daño. Es una relación de amor-enojo que ha servido para hacernos tomarle cariño día a día.
 
Ágatha se ha convertido en parte de la familia, ha compartido momentos especiales y el día a día. Nos acompaña en la sala, en la cocina, en la recámara (con estricta vigilancia, ya que ha dejado su recuerdo en las camas en varias ocasiones), tiene ya un enorme cojín azul que es su lugar favorito para pasar las tardes. Y tiene su "hueso" de tela, que le gusta que lo lancemos, lo mismo en la sala, que en la cochera del conjunto donde vivimos, y salir a toda carrera para pescar el hueso y regresar con nosotros a enfrascarse en un "duelo de titanes" conmigo o con los chicos, todo parte del juego, para que le quitemos el juguete y lanzarlo lejos nuevamente para repetir el juego una y otra vez, hasta que pierde el interés y busca otro juguete o se va a su cojín a recostarse. Vida de perro...
 
Espera a que llegue yo para que, cuando estoy cenando, ella se va a su plato en la cocina y se termina sus croquetas. Nos recibe con fiestas cuando regresamos de la calle y se para apoyándose en nosotros para que le hagamos caricias. Le encanta, como a todos los de su especie, que le rasquen la pancita, al grado de que, al darle palmaditas en la cabeza, ella se pone panza arriba y nos ve con ojos de "muy bien, haz lo que te toca: ¡ráscame la panza!!". Lo genial es que ella siempre gana.
 
La interacción con los chicos es hermosa:
 


 
En especial, la relación con Diego ha sido peculiar. A ratos pareciera que es Ágatha la que domina a nuestro hijo...
 

 
Pero el chico, por su parte, logra hacer que la perrita pierda la cordura y terminen a ladridos. Al final es solo cariño entre el muchacho y su mascota.
 
Ágatha ha tenido la oportunidad de dar su "fashion statement", como dicen ahora:
 
 
Siempre busca su lugar en la casa:
 
 
Y siempre tiene una muestra de cariño, o recibe las nuestras de buena manera:
 


 
Hoy, para todos nosotros, nos es difícil pensar en nuestro hogar sin Ágatha. Cuando la llevamos al veterinario o la subimos a la azotea cuando necesitamos salir por un período largo del día, al regresar y no escuchar sus ladridos, el roce de sus uñas en el piso, el recibir su bienvenida, hace sentir la casa vacía, incompleta...
 
Esta perrita ha sido un nuevo factor en la familia, y ya hacemos planes de que, cuando nos toque regresar al exterior, incluir en las peticiones y especificaciones de la próxima casa el que acepten perros y que podamos instalarle una puerta para que salga a un posible jardín y nos permita dormir un poco más, en vez de que tengamos que pararnos en la madrugada para llevarla a hacer lo que tiene que hacer. Es una presencia diferente que ya ha adquirido nivel de miembro de la familia. Ya no es solamente Ágatha, ahora es "Aguipoopoo", "Aguipoo", "Agaperro", "Mutt", "¡Peeerroooo!" y cualquier otra expresión que se nos ocurra al momento de verla. Ya es fácil confundir el nombre de la mascota con el de los chicos, como a todos los padres de varios hijos nos suele suceder.
 
Nuestra tribu de viajeros errantes ha logrado este nuevo integrante. Y llegó para quedarse.
 
La llegada de Ágatha a nuestras vidas, y hacerse parte de ellas, son de las cosas que uno tiene la fortuna de vivir cuando uno lleva su existencia en el exterior.
 

20 agosto, 2014

Regresar al Exterior

            Cuando uno vive en el exterior y regresa a casa, siempre existe la posibilidad de tomar nuevamente al camino, o como cantaría Willie Nelson, “On the road again…”. http://youtu.be/63xekRY8dJo

Me gusta esta versión porque la escuché de muy joven y se me hacía divertida. Hoy la veo con otros ojos y tiene un nuevo significado. Cuando Willie Nelson y Slim Pickens (su amigo de cabello blanco) recuerdan, mientras van en su autobús, los años que llevan juntos recorriendo el camino con su música y su guitarra, de alguna manera me veo reflejado ahora que he andado en la ruta por muchos años, y ahora busco nuevamente volver a la “carretera”,
Like a band of gypsies we go down the highway
We're the best of friends
Insisting that the world keep turning our way and our way
Is on the road again…”

 ”Como un grupo de gitanos por la autopista,
Somos los mejores amigos
Que insistimos que el mundo sea a nuestro modo, y nuestro modo
 Es de nuevo en el camino…”

En mi oficio, la razón de ser de un miembro del Servicio Exterior es, como su nombre lo indica, servir en el exterior. Y en mi caso, después de 3 años de regreso en la Patria, considero que es tiempo de tomar camino nuevamente a donde se nos requiera. Sería un viaje con la familia y la casa, y todo el bagaje que hemos acumulado en este regreso a los orígenes.

El volver al exterior es un ansia, un llamado, toda vez que el arraigo a la tierra ya no existe, ahora nuestras raíces están en una maceta que se mueve a donde “las necesidades del Servicio” lo requieren. El salir será dejar atrás nuevos amigos o los que uno ha encontrado o reencontrado en esta etapa, pero también será romper inercias nocivas, cerrar círculos.

 Los contactos deseados seguirán, gracias a las maravillas de la tecnología: Skype, whatsapp, feisbuc (¿se acuerdan?) y todas esas monerías que permiten que una persona esté en comunicación con otra, sin importar en qué parte de la Tierra se encuentren.

Los que no lo son, se dejarán atrás y la distancia será defensa para verlos desaparecer en el horizonte.

También será la oportunidad de reagrupar a la familia, que ha resentido este regreso de manera por demás profunda… la amargura y el enojo por dejar atrás el entorno que siempre fue amigable ha persistido, a pesar de los múltiples intentos de hacer de este lugar un sitio hospitalario, o por lo menos llevadero. Lo que cada uno pudo lograr para hacer la estancia menos difícil es lo que ha hecho que el vivir el día a día fuese tolerable y, hasta cierto punto, agradable.

Ya despedimos a nuestros ancestros. Los vínculos con la Patria son cada vez más frágiles y raquíticos, y dan pie a que, quizá, sea la última vez que residamos en ella antes de jubilarme, en unos 10 años.

La idea de salir es crecer, dar el siguiente salto dentro de la carrera, demostrar que la experiencia adquirida en 17 años en el exterior y 3 en la Patria, ha logrado un funcionario capaz de un puesto mejor.

Para la familia es liberarse del entorno hostil del que hablaba más arriba, dejar atrás todo aquello que no ha reportado más que sufrimientos, dolor, tristeza, ira… la urgencia de largarnos de aquí de inmediato…

Esta salida debe ser un eslabón más en la cadena de éxitos, ahora en un nivel mayor, con mayores alcances, con mayor proyección y, claro, con mayores responsabilidades y, quizá, con algunas privaciones y sacrificios: poco tiempo con la familia, menos privacidad, menos tiempo de uso individual para un hobby, un antojo… (Y no es que ahora tenga ese tiempo, es un lujo del que gozo en contadas ocasiones y no como yo desearía. La idea es que el exterior, aunque sea en un puesto de mayor responsabilidad, dé a cambio un poco de tiempo para salir del título y sentarse a la mesa a tener un pasatiempo o, al menos, un rato de relajamiento).

Hay expectativas altas por esta nueva etapa, se busca que sea un lugar que nos dé un nivel de vida agradable, un salario que nos ayude a salir de deudas, escuelas que permitan a los chicos aprender una carrera, gente amable que nos reciba y gane nuestro aprecio, así como nosotros lograr los de ellos… comenzar de nuevo…

No somos ingratos de lo que en este período hemos recibido. Ha habido momentos hermosos y lágrimas derramadas. Momentos de alegría y de dolor, de triunfo y derrota. Episodios en que hemos demostrado el temple y en los que la debilidad, la mediocridad y la pusilanimidad han sido la marca. De todo lo recibido, gracias dadas.

Será empezar de nuevo en un lugar nuevo, pero con más y mejores esperanzas y sueños que los que nos llevaron de regreso a la Patria. En esta actividad, el iniciar en un lugar nuevo es un modo de vida, es un mecanismo de arder en la despedida y resurgir de las cenizas en un nuevo comienzo, al modo del Fénix. Y esperamos con ansia llegar al momento de ver la casa vacía, las cajas de nuestras cosas siendo subidas al transporte, dormir la última noche en algún hotel o en casa de algún amigo, y llegar al aeropuerto temprano para emprender el vuelo. Salir de la aeronave y recibir la brisa, o el calor, o el frío, de nuestro nuevo destino, tomar una gran bocanada de aire y emprender camino hacia esta nueva experiencia, con los misterios y retos que pueda depararnos.

Es el continuo ciclo de los que vivimos en el exterior

03 agosto, 2014

Papel

Cuando uno vive en el exterior, se acumulan muchas cosas con el paso del tiempo y los lugares: vivencias, experiencias, recuerdos...

Y papel... Mucho papel...

De alguna manera, uno se vuelve coleccionista (o recolector) de papel. Y es por los más diversos motivos: fiscales (las muy célebres declaraciones de impuestos y todo el papel  relacionado), otros reportes relacionados con mi trabajo y el ser funcionario público (decir los haberes que tengo, que desearía tener y los que nunca se concretarán, y esas cosas), documentos que, en su momento, se consideraron relevantes y que, con el paso del tiempo, pasan a ser obsoletos, y ni tienen valor histórico, ni tampoco anecdótico.  De este último, tengo cajas y cajas...

Hay otros papeles que uno debe de guardar por motivos de responsabilidad, como cuando entregué la oficina en Shanghai a su nuevo titular, o cuando mi primer jefe  en Santa Ana, California, emprendió el vuelo para una nueva misión. Y uno guarda esos documentos para garantizar, por así decirlo, que no le dieron a uno gato por liebre a la hora de recibir una oficina, o para probar que lo que le dio uno al nuevo jefe no es ni más ni menos de lo que uno le dijo.

Después de los cinco años que marca la ley, esos registros pasan a ser peso muerto, en perjuicio de lo que uno pudiera transportar en el peregrinar del Servicio Exterior, y a lo que uno le da un valor más permanente.

También están los recibos de pagos y cobro de servicios, bancos, hospitales, y locura y media más, que uno guarda dizque para saber en qué se le fue a uno la plata. Creo que sólo una media docena de veces, en casi 20 años, he recurrido a esos archivos para alguna aclaración o para entender algún gasto raro o inexplicable en la tarjeta del banco. De ahí en fuera, se resume su descripción en una sola palabra: papel.

Tampoco hay de olvidar las decenas y decenas de revistas y folletos que uno colecciona, ya sea por el oficio o por el pasatiempo. Los ejemplares de "Foreign Affairs" comparten espacio con los de "Fine Scale Modeler" o los de "Wired". Pero cada ejemplar fue cuidadosamente seleccionado para ser preservado para la posteridad...

Pues bien... Una cierta necesidad me hizo volver la mirada a todo el papel que he acumulado en todos estos años.

Resulta ser que he decidido volver al modelismo, y necesito un lugar ventilado para poder pintar a gusto y no dejar viendo visiones a todos con los vapores de la pintura. Contar con espacio suficiente para poder tener la caja del modelo, las pinturas, el pegamento, las herramientas y toda la parafernalia del pasatiempo, que es casi igual que la mesa de instrumental de un cirujano. Después de arduas negociaciones con la Autoridad Suprema del Hogar (léase Delia), logré que el cuarto de servicio, ubicado en la azotea de la casa, pudiera ser mi centro de operaciones modelísticas.

Pero hay un problema... El cuarto de servicio está lleno de cajas de papel de la oficina... Y no hay otro lugar en donde meter esas cajas, y apilarlas es imposible ya que, por el paso del tiempo y la intemperie de la puerta abierta del cuarto, el cartón ya está muy deteriorado, y se colapsarían en cuestión de días, incluso horas, de haberlas apilado.

¿Qué hacer? Sólo había dos posibilidades: llamar al Chapulín Colorado, o destruír el papel que estaba ahí y que, sin duda, en su mayoría, o casi totalidad, resultaba francamente inútil. Lo del Chapulín Colorado no funcionó... Lo invoqué varias veces con el clásico: "¡Oh! Y ahora... ¿Quién podrá ayudarme???". Totalmente infructuoso.

Sólo quedaba el destruir papel...

Ante este tétrico panorama, me armé de valor, paciencia, resignación, nuestros dos hijos y una trituradora de papel, y emprendí la aventura de subir a la azotea, abrirme paso entre las cajas, y tomar la primera de documentos para empezar la labor de hacerlos tiritas para la basura.

La abrí. Había una buena cantidad de carpetas, llenas todas de mucho papel, algunas hojas se veían ya amarillentas por el paso del tiempo. ¡Para saber desde cuándo las tenía!!!

Reportes... Recortes...  Notas... De China... De Albuquerque... Papeles que, en su momento, fue relevante conservar... Ahora estaban a merced de la trituradora con sus horas contadas. El sonido de las navajas cortando las hojas se hacía parte del ruido de la azotea: el tráfico de la calle... Algún pajarito cercano... Los chicos bromeando para entretenerse... Hasta qué empezaron a preguntar qué clase de papeles eran. Tuve entonces que pasar su aprobación para destruir cada papel. Aparte, ellos tienen, sobre todo Rebeca, un cuaderno de recuerdos, o "scrapbook" como dicen allende el río, en donde conservan cosas que le recuerdan momentos especiales o significativos. Pues bien, hubo bastantes papeles que calificaron para su cuaderno.

Y en esta labor de abrir carpetas y revisar documentos, empezaron a aparecer cosas menos insulsas y más valiosas... Como papeles del nacimiento de Diego, nuestro hijo... Recibos... Cartas a Delia... Mi primer nombramiento al exterior...

Y mi velocidad de destrucción empezó a reducirse, al mismo tiempo que empezaba a detallar cada papel que salía de las polvosas carpetas. Y los recuerdos comenzaron a surgir e invadir mi memoria... Y la pila de papeles que no debían ser destruidos empezó a crecer. ¡Claro! No fue la totalidad de la carpeta, pero fue un buen porcentaje de su contenido.

Llegó la noche y no pude seguir adelante. Fueron nada más una docena de carpetas, pero el contenido fue por demás interesante. Si bien se llenó una bolsa grande de basura de pedacería de papel, lo rescatado fue también muy valioso e importante. Quedó casi toda la caja para seguir trabajando y, de paso, hacer un viaje a la tierra del recuerdo y la nostalgia.

Presiento que esta caja que estoy trabajando me depara todavía más sorpresas y recuerdos que iré explorando y visitando, conforme lea cada papel que caiga en mis manos. Sin embargo, conociendo el resto de las cajas que me faltan, muchas de ellas tiene, efectivamente, de ese tipo de papel que sólo representa peso y espacio desperdiciados. De ese tipo de papel es del que quiero deshacerme, para dejar espacio al nuevo papel que viene... Pero este recorrido que hice por el Paseo de la Nostalgia fue muy hermoso... Divertido... Con muchas añoranzas que hicieron el momento grato y que dejó un grato sabor de boca que opacó la sensación de polvo en la garganta y el cansancio en la espalda por la mala posición. Ya no veo llegar el siguiente episodio de esta emocionante aventura.

Recuerdos en papel que uno lleva consigo durante su estancia en el exterior.

26 mayo, 2014

Manolito y Buck

Cuando uno vive en el exterior, se lleva el menaje de casa de los enseres y accesorios del hogar, pero también se lleva el bagaje de recuerdos, vivencias, experiencias, personas, lugares, que nos han formado a lo largo de la vida y de la ruta.

Y entre lo mucho que se guarda en la bodega y en la memoria, uno pierde rastro de lo almacenado, pero de la nada surge siempre algo que nos hace caer en cuenta de lo que tenermos y nos lo hace nuevamente presente. Así me pasó con una noticia que recientemente escuché. Resulta que hace algunos días falleció un destacado actor mexicano: Sergio Bustamante. Tuvo una gran trayectoria en el cine, el teatro, la televisión... y en el doblaje.

Él dió voz en español a muchos actores de series norteamericanas que fueron vistas por cientos de miles de hogares en toda América Latina en los 60's y 70's del Siglo XX. Muchos de nosotros crecimos oyendo su voz como el capitán Lee Crane de "Viaje al Fondo del Mar", o como el Prof. John Robinson de "Perdidos en el Espacio", por sólo citar un par de ejemplos. Pero el personaje que me atrajo en esta ocasión fué el de Buck Cannon de la serie de "El Gran Chaparral". Una trama que se desarrolla en la Arizona del Viejo Oeste, en que el dueño de un rancho llamado "El Gran Chaparral" tiene una serie de aventuras en que lidia con forajidos, apaches, y acompañado por su esposa Victoria, su hermano Buck y su cuñado Manolito (¡así se llamaba, se los aseguro!). Aparte de la acción, los balazos y demás, lo divertido era la interacción, casi diría yo complicidad, de Buck y Manolito que, ante todo, eran amigos que se ayudaban en las buenas y en las malas, en las cantinas y en el peligro. Para muestra, por favor vean este episodio:


Entre la nutrida audiencia de esta serie estábamos dos chicos de preparatoria llamados Alberto y Gerardo. Este par de chicos se conocieron de una manera singular: estaban en la misma preparatoria, en donde Gerardo, a quien muchos conocían como "Chícharo" (no me pregunten por qué y no me ha parecido muy correcto preguntarle) gozaba de cierta popularidad y era bastante conocido. Recuerdo una vez que estaba un grupo de compañeros jugando basquetbol en el patio de la escuela y, entre ellos, estaba Gerardo. Llegó a tal grado el interés de la mayor parte de todos los alumnos que estábamos en el descanso, que cuando Gerardo tenía el balón, una palabra, más bien una porra, salía de esa multitud observaodora: "¡Chícharo! ¡Chícharo!" y aplausos cuando hacía una buena jugada, no les diré de la exhaltación cuando anotaba una canasta...

Pero algo que no muchos sabían de Gerardo es que que tiene una gran afición por la historia militar, especialmente de la Segunda Guerra Mundial. Y es aquí donde yo entro en escena. Resulta ser que en un descanso de tantos, entré a la cafetería de la escuela y estaba Gerardo con otro amigo, que después de ese encuentro también cultivé mucho, y estaban discutiendo sobre un mapa de Rusia en los años 40's y de cual sería la mejor manera de invadir Stalingrado. No pude dejar de ver lo que estaba sucediendo y, muy respetuosamente, pedí permiso de dar mi opinión. Ellos, muy amablemente, me dieron oportunidad y, luego de yo marcar algunos movimientos de efectivos en lo que, yo pensaba, podría ser una buena estrategia, recibí su aprobación. De ahí, empezó una amistad que ha durado desde los 80's hasta el día de hoy.

Luego vinieron las idas a comer a casa de uno y de otro, el compartir el gusto por el beisbol (¿recuerdas la mancuerna "Mago" Septién, "Sonny" Alarcón y Tony de Valdés?) o el modelismo. Me enseñó mucho de los Beatles (Gerardo me dió a conocer el Álbum Blanco y la canción (?) "Revolution No. 9" (muy... peculiar)). Fueron oportunidades muy valiosas de conocer una mente brillante y una persona invaluable. Gozó del aprecio de mis padres y yo del de su madre y su abuelita (su padre había fallecido cuando era muy pequeño).

Pero lo que creó un chiste compartido era el ver "El Gran Chaparral". Gerardo y yo disfrutábamos de ver las locuras que ponía Sergio Bustamente en los labios de Cameron Mitchell, el actor que encarnaba a Buck Cannon, así como el ver la complicidad amistosa con Manolito Montoya. Tal fue ese gusto que Gerardo y yo nos volvimos "compadres", tal como lo eran Manolito y Buck en la serie. Y hasta llegábamos a imitar el acento arrastrado y medio cansado que ponía Bustamente en el personaje, y nos intercambiábamos el ser Buck o Manolito, según la broma o el ánimo. Ante todos, el diálogo era de lo más normal. Entre los dos amigos, Alberto y Gerardo, Buck Cannon y Manolito Montoya cotorreaban de cualquier cosa.

Aun después de terminar la preparatoria y emprender la carrera universitaria, conservamos el contacto por teléfono, visitas ya menos frecuentes, pero siempre sabiendo el uno del otro. El encaminó sus pasos hacia el periodismo (no al País Extranjero). Yo hacia leyes y, eventualmente, al Servicio Exterior. El sirvió como corresponsal de una agencia de noticias en Estados Unidos y en Europa. Fue en este momento en que hubo una breve desconexión pero que, a los pocos años, se restableció la comunicación y pudimos ponernos al día y retomar la la conversación en donde se había suspendido. Todo gracias a una de las maravillas de la tecnología de esos tiempos: el flamante correo electrónico. Ya después pasamos al teléfono y pudimos vernos algunas veces.

Al día de hoy, Gerardo vive en Chicago, tiene una linda familia (a la que pudimos conocer en California, cuando estuve asignado por allá), se encarga de las relaciones públicas de una organización para beneficiar a personas de la Tercera Edad en Illinois, y escribe un extraordinario blog llamado "En la Ciudad de los Vientos" También ha publicado un libro (a cuya presentación en México pude asistir, y tuve la fortuna de darle un abrazo muy apretado después de muchísimos años) con relatos de la comunidad mexicana en Chicago titulado "A Veces Llovía en Chicago" (lo pueden buscar en Amazon en este enlace http://www.amazon.com/veces-llovia-Chicago-Spanish/dp/0980004268/ref=sr_1_1?s=books&ie=UTF8&qid=1401081063&sr=1-1&keywords=gerardo+cardenas (no es inserción pagada ni mucho menos). Recientemente ha incursionado en la poesía y, diría yo, con mucho éxito e inspiración.

Pero de Gerardo Cárdenas el periodista, el escritor, el poeta, el estratega, el "Chícharo", conservo como un tesoro invaluable la amistad y el aprecio del ser humano que me ha acompañado, de una manera u otra a lo largo de muchos años. Una amistad que ha trascendido fronteras, experiencias, pero que siempre ha estado unida a la amistad televisiva de Buck y Manolito, ¿no es verdad compadre?


La amistad sincera y de toda la vida es uno de los tesoros que más valen cuando uno está en el exterior.

05 mayo, 2014

“My God… It’s full of stars!!!”

            Cuando uno vive en el exterior, se tiene la oportunidad de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida que hacen que los días sean menos tediosos y monótonos. Y no porque no se pueda tener ese gozo viviendo en su lugar de origen, pero cuando se está lejos se vuelve una de esas cosas que, sin ser extraordinarias, hacen que el día sea diferente al anterior.

            Como una noche estrellada.

            He de decirles que, desde mi infancia ya lejana (acabo de cumplir los 52 el primero de mayo), he tenido una enorme atracción hacia lo que se refiere al espacio, las estrellas, los planetas y el viajar al Cosmos.

Igual desde entonces la idea de viajar ya se empezaba a enraizarse en mí, aunque vengo de una familia que decidió dejar su tierra para probar suerte en otras latitudes. Siempre he tenido el orgullo de decir que mi padre llegó a México con $100.00 pesos en el bolsillo y muchas ilusiones. A fuerza de arduo trabajo y un corazón enorme, logró sacar adelante a su familia, crear un patrimonio y dejar encarrilados a sus dos hijos para que buscaran su destino. En mi caso fue seguir su ejemplo y tomar camino fuera del lugar que me vio nacer.

Pero mi atracción por lo espacial ha persistido hasta el presente. De ahí que me guste la ciencia-ficción como un género literario y de televisión que disfruto bastante. Series como “Perdidos en el Espacio (Lost in Space)” o “Viaje a las Estrellas (Star Trek)” han sido de mis favoritas desde que las empezaron a transmitir en México a fines de los años 60’s del Siglo XX. Y leer sobre el espacio, su exploración real o de cómo son las estrellas o los demás planetas de nuestro Sistema Solar, ha sido algo que me apasiona. Un libro que pedí vehementemente que me compraran mis padres era uno que se titulaba “Planetas, Estrellas y Espacio”. Combinaba láminas para colorear, estampas de gran colorido sobre galaxias u otros planetas, y descripciones muy bien escritas para niños, pero de valor científico y educativo. Recuerdo que mencionaba al “avión cohete” como el vehículo por el que se exploraría el espacio, mucho antes de que se hablara del cohete Saturno V y las cápsulas Apolo que, efectivamente, llevarían al hombre a la Luna.

Disfrutaba ver el “Atlas de Nuestro Tiempo”, que editaba Reader’s Digest, por sus ilustraciones tan precisas y la información que daba sobre lo que, hasta entonces, se conocía del espacio exterior.

Compartía este gusto con mis estudios y mi vida diaria aunque, en el fondo, siempre deseé tener un telescopio.

En los 80’s Carl Sagan, un científico de la Universidad de Cornell, publicó un libro y realizó una serie de televisión que cambió, de manera radical, la manera de hacer divulgación científica: “Cosmos”. En 13 programas, con una extraordinaria producción que llevó al Dr. Sagan a diversas partes del mundo, y haciendo un generoso uso de la tecnología digital, entonces en pleno desarrollo, logró recrear sitios como la Biblioteca de Alejandría, destruida antes de la era cristiana, o mostrar paisajes interestelares de gran belleza estética pero de gran precisión científica, todo bajo la guía del autor que, más que una crónica monótona, era un relato vívido, apasionado, intenso, de la evolución del ser humano en la Tierra, así como el mostrar el Cosmos desde sus orígenes estimados por la ciencia, hasta asomarse al futuro de las estrellas, dentro de muchos millones de años. Siempre recalcó la humildad del ser humano ante la magnificencia del Cosmos, dejando de lado la soberbia de la antigüedad y de la ignorancia o el oscurantismo.

El primer episodio empezaba mostrando una hermosa playa, con olas que rompían intensamente contra las rocas de la costa, con música del compositor y arreglista griego Vangelis como música de fondo, y la voz del Dr. Sagan, brillantemente doblada al español, iniciaba su narración al decir, con tono suave y mesurado:

“El Cosmos es todo lo que es, todo lo que fue, todo lo que será. Contemplar el Cosmos nos emociona. Hay un temblor en nuestros miembros. La voz se nos quiebra. Hay una vaga sensación, como un recuerdo lejano de desplome desde una gran altura. Sabemos que nos acercamos al más grandioso de los misterios…”

            Al escuchar y entender estas palabras, efectivamente, me cimbré hasta lo más profundo, comprendiendo su alcance y su significado. La magnificencia y complejidad del Cosmos va mucho más allá del entendimiento humano. La exploración e investigación que se hace de él nos permite contemplar apenas las playas del Océano Cósmico, como le llegó a decir el Dr. Sagan.

Pueden ver el episodio completo en esta liga de YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=n8Zs8FDb_6U

                Y ahí no paró este encuentro con esta maravilla. En otro episodio resume magistralmente la evolución de la vida en la Tierra, y cierra esta parte de sus reflexiones con otra idea sublime: “Somos materia estelar. Materia estelar que ha tomado su destino en sus manos. El telar de tiempo y espacio ha logrado la transformación más asombrosa de la materia…”. Al oír esto, realmente me estremecí… fue una impresión que me ha dejado marcado por toda mi vida. Desearía poder transmitir esta misma emoción a los que están cercanos a mí.

            Al crecer y unirme al Servicio Exterior, llevé como parte de mi menaje de casa, mi aprecio y admiración por el espacio. No he podido visitar todavía algún observatorio famoso. Estuve viviendo cerca al Observatorio en el Monte Palomar, en mi tiempo en California, pero me enteré muy tarde de esta circunstancia y ya no tuve oportunidad de ir. Sin embargo, todavía contaba con las noches estrelladas para poder ver de nuevo el cielo nocturno. Ni China ni California me dieron esa oportunidad. Siendo zonas tan urbanizadas, la luz en el terreno era omnipresente y no daba la oportunidad de tener oscuridad suficiente para hacer visible las estrellas.

            No fue sino hasta Albuquerque en que tuve la oportunidad de ver una noche de un negro profundo y un tapiz de luces de diversos tonos y de variadas intensidades. El cielo nocturno allá era un espectáculo digno de ser visto y disfrutado intensamente. La inexistencia de contaminación y la ventaja de no vivir cerca del centro de la ciudad, hicieron posible que gozara de muchas noches de poder contemplar las estrellas. Un regalo de mi oficio que agradezco infinitamente.

            Con mi regreso a la Patria, las noches estrelladas no fueron tan frecuentes. El smog y las luces de una ciudad tan grande como lo es la Ciudad de México, dificultan enormemente el poder tener a la vista un terciopelo negro, bordado de estrellas y luceros de todas las magnitudes y coloraciones de azul, rojo, verde, y los demás que permite el espectro de la luz visible. Y de alguna manera, ya me estaba resignando a esta suerte.

            Sin embargo, un hecho totalmente ajeno a esta pasión mía me dio una nueva oportunidad. Hace algunos meses compramos, a crédito, un pequeño departamento en un pueblo del estado de Morelos llamado Oacalco, ubicado cerca de Tepoztlán y camino a una ciudad de mucha tradición turística llamada Cuautla (yo la conozco porque allí iba con mis padres cuando era niño. Sin pretensiones, era un lugar de descanso familiar y sin el bullicio de los destinos turísticos más reconocidos y sofisticados de la época, como Acapulco o Puerto Vallarta).

            De mis viajes a Cuautla de infancia, una de las cosas que más recordaba era ir a una cancha de voleibol del hotel durante las noches despejadas, y podía ver un cielo de un negro profundo, atiborrado de estrellas de todos los tamaños y magnitudes imaginables. Era difícil identificar las constelaciones de entre todo el tapiz de la noche. Sencillamente sublime…

            Y el departamento en Oacalco no se ha quedado atrás. Sus cielos, no tan despejados como los de Cuautla de mi infancia, todavía me regalan hermosas vistas nocturnas, con un cielo azul oscuro intenso y con estrellas de muchos tamaños, y distribuidas por toda la Bóveda Celeste. Y he tenido la fortuna de poder compartir este panorama maravilloso con mi esposa y mis hijos. El menor dijo una vez algo así como “My God, it’s full of stars!”. Recordé la frase con la que empezaba la película “2010”, inspirada en el libro de Arthur C. Clarke, en la que se escucha la voz del astronauta Dave Bowman, tripulante de la nave espacial “Discovery”, enviada a explorar Júpiter en 2001, y que dice la que fuera su última transmisión antes de desaparecer sin explicación alguna: “My God! It’s full of stars!” “¡Dios Mío! ¡Está lleno de estrellas!”, tratando de describir lo que veía en su camino a una nueva y diferente dimensión en el tiempo y en el espacio, y que es como termina la película original “2001. Odisea en el Espacio”, también escrita por Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick, y dirigida por el propio Kubrick, y que se ha convertido en uno de los pilares del cine serio de ciencia ficción.

            El departamento de Oacalco ha sido un remanso para el descanso, la reflexión, la convivencia con la familia, aislado del mundo (la señal del celular se recibe con muchísima dificultad, haciendo muy difícil la comunicación con otras partes, aunque se dan áreas y momentos de señal, que permiten que uno vea su Feisbuc o su correo). No hay Internet en casa, para reforzar la idea de que es  pasar tiempo juntos en familia y evitando las distracciones del mundo virtual, aunque a los chicos, incluso a los adultos, nos comen las ganas de ver correo o el feis…

            Pero, a cambio, he conseguido el descanso que no había tenido desde hace días, incluso semanas, más un regalo adicional: el tener la oportunidad, una vez más, de gozar una noche de cielos llenos de estrellas, planetas, constelaciones, y todos los cuerpos celestes que puede ver el ojo humano sin herramienta alguna.

            Pienso un poco en la que pueda ser nuestra siguiente parada en nuestra ruta nómada en el Servicio Exterior, y deseo que sea un lugar en que la noche nos pueda regalar un manto de oscuridad profunda que solo sea interrumpida por el destello de las estrellas que adornen esa oscuridad. Ya el tiempo lo dirá…

            Es parte de las pequeñas cosas que uno disfruta cuando se vive en el exterior.

26 abril, 2014

"Repitiendo tu nombre... ¡TAJÍN!"

Cuando uno vive en el exterior se da cuenta de que sus orígenes persisten, aun a pesar de la distancia. El reconocer que uno viene de alguna parte es parte de la identidad que tiene uno en el presente y es la que transmitirá a las nuevas generaciones.
 
Así me pasó hace como cuatro años. Resulta ser que, con las maravillas del feisbuc, me encontré a una amiga de mi escuela primaria a la que, por cierto, siempre consideré mi amor platónico de esa época. Era la niñita bonita, simpática, la que a muchos nos traía botando... Martha... ¡aaahhhh, sueños de infancia...! (y ya se lo he dicho, y le he logrado largas hileras de jajajaja's)
 
Bueno, para no distraernos de la idea, el caso es de que Martha y yo conversábamos por feisbuc, en noviembre de 2010, y recordábamos a nuestros amigos y compañeritos de nuestra primaria...la Escuela "Tajín". Era una muy pequeña escuela, de hecho era una casa acondicionada para el efecto en la colonia Narvarte de la ciudad de México. Su cuerpo académico, las "seños" como les decíamos los alumnos, empezaron siendo la misma familia de educadoras que, la madre, hijas y sobrinas, formaron ese primer grupo de profesoras que iniciaron esta escuela a fines de los 50's del Siglo XX. Después se fueron integrando otras maestras, amigas o condiscípulas de las fundadoras, y que formaron un formidable equipo de educación y de inculcar valores a los niños y niñas que pasamos por sus salones.
 
Éramos grupos de 10 a 15 niños de diversos entornos, pero que vivíamos en la zona. Algunos no podíamos costear una educación más cara en algunas de las escuelas e institutos famosos de la época, pero encontraron nuestros padres esta pequeña gran escuela en la que inscribieron a sus hijos en busca de una educación con valores y con calidad. Y encontraron lo que buscaban.
 
Así fue la graduación del grupo de mi hermano, y del que conocía a varios de los compañeritos
 
 
De la Escuela "Tajín" salimos muchas generaciones que crecimos y que fuimos gente de bien, que lograron una vida útil y productiva. Familias de hermanos pasaron por sus salones y las maestras reconocían a los hermanos mayores y que eran relevados por los menores... los Medina, los Camargo, los Calva, los Palazuelos, los Marrón, los Bernal... y muchos otros que se me escapan o que ya no estuvo en mi tiempo conocer. Por esas dinastías se lograron conectar diversas generaciones que crearon fuertes vínculos que persistieron y persisten hasta estos días.
 
Cuando salimos mi hermano y yo de la Escuela "Tajín", nos desconectamos de esa hermosa gente y seguimos nuestro destino por otras rutas. Pero muchos de los demás chicos siguieron en contacto, aun cuando fueron a diferentes escuelas... Sus vidas siguieron entrelazadas de una manera u otra y se vieron salir de la infancia para entrar a la adolescencia y, en algunos casos, hasta la vida aldulta. ¡Cómo lamento haber perdido esa comunicación con todos ellos!
 
El caso es que, platicando con Martha, se nos ocurrió el crear una página en facebook de la escuela y tratar de localizar a los más posibles de los que fueron nuestros amigos y compañeros de esa época y tratar de reunirnos y crear nuevos canales de comunicación. Y no hubiera pasado de ser un mero comentario dentro de una plática amena, si no es que me animo y decido levantar, esa misma noche, el muro de la Escuela "Tajín". El éxito supero ampliamente mis expectativas.
 
Al cabo de algunos meses Yolanda, parte de una de las dinastías que arriba mencionaba, entró a la página y creó un grupo más y mejor estructurado, y logró encontrar y acercar, gracias a su gran ánimo, sus hermanos y a los demás de la escuela con quienes seguía en comunicación, a  un grupo considerable de nuestros compañeritos, y que empezaron a reunirse para reencontrarse, platicar, y recobrar la vieja amistad que, en algunos casos, estaba olvidada por largos años. Y como en esas épocas todavía estaba en el exterior me convidaron, en un par de ocasiones, por vía de Skype, y así se vió una de esas primeras reuniones
 
 
Fue una experiencia maravillosa poder reencontrar a todos ellos, a quienes había dejado de ver desde mi infancia... ¡incluso a una de nuestras "seños", que ya era parte del grupo mismo! Poder saber la vida y milagros de ellos y, por relatos compartidos, de otros más que habían emigrado a otras partes de la república por el mismo devenir de la vida. El caso es que se estaba formando un hermoso grupo  de amigos que tenía sus raíces en el origen mismo de nuestras vidas.
 
Ya que habíamos regresado, por fin tuve la oportunidad de verlos en persona, y ver que el grupo seguía creciendo...
 
 
En la actualidad cuenta con 84 miembros, de las más diversas generaciones, de antes y de mucho después de mi paso por la escuela. Sé que las generaciones más jóvenes se reunen por su cuenta, y se me hace muy lógico... siempre buscamos a quienes tienen mayor afinidad, y los que somos de las generaciones más mayores, pues no siempre conectamos, pero el chiste es que el grupo ha adquirido una dinámica propia y que continúa.
 
Los que somos de las generaciones más inmediatas, prácticamente los mismos de estas fotos, nos seguimos reuniendo de vez en vez para actualizaronos de nuestras vidas y actividades. Pero eso no limita que nos podamos ver por por separado
 
 
Este retomar los orígenes da nuevos ímpetus cuando uno emprende de nueva cuenta el camino hacia otros horizontes porque sabe uno que, sin importar la distancia, los lazos que nos han unido y reunido permanecerán en tanto sigamos en este mundo. Mi oficio es de ir y venir, llegar para volver a salir después de cierto tiempo. Las vidas de mis amigos y compañeros de la "Tajín" estarán atadas, por siempre, a esta tierra. Pero este tipo de encuentros son los que uno se lleva consigo y que lo seguirán a uno en este peregrinar del Servicio Exterior. Y gracias a las maravillas de la tecnología, puede ser que vuelva a acompañarlos en otras "reuniones virtuales", como las de hace ya 3 años, cristalizando la idea que dos amigos de infancia tuvieron de juntar de nuevo a sus amiguitos de primaria.
 
Y recordar las estrofas del Himno de la Escuela "Tajín":
 
Al Colegio este himno entonemos
Con amor y cariño de hermanos,
Prometiendo que siempre seremos
Ante todo, fieles mexicanos.
 
¡Oh Colegio, Colegio, querido!
Aunque lejos estémos de tí,
Nuestras voces se quedan contigo
Repitiendo tu nombre: ¡"Tajín"!
 
...
 
Cual el águila azteca altanera
Al progreso marchemos en pos,
Para honrar nuestra santa bandera
Y cumplir los designios de Dios.
 
¡Oh Colegio, Colegio querido!
Aunque lejos estemos de ti,
Nuestras voces se quedan contigo
Repitiendo tu nombre: ¡"Tajín"!
 
Estas historias son las que emocionan el corazón y que uno se lleva cuando vive uno en el exterior.

08 abril, 2014

C.U.

Cuando uno vive en el exterior, como en toda actividad, de vez en cuando se requiere de un lugar de paz, de tranquilidad, de recarga de energía ante lo adverso que nos pone enfrente la vida: presión, estress, dolor, incertidumbre, sentimiento de abandono, temor al fracaso... solo por citar algunos.ejemplos.

Y no siempre es fácil encontrar esta clase de sitios. Tienen que ser los que llegan a lo más profundo del ser... que tengan un significado especial (que uno se lo dé o que lo reconozca de alguna otra manera... digo yo...), que el estar ahí haga que todo el interior de uno se vuelva a alinear... que todo vuelva a tener sentido... que la mente recupere la claridad para tomar decisiones que, en algunos casos, pueden afectar la vida entera de uno...

Lo comparo con los lugares que los druidas de la Edad Media escogían, por causas que sólo ellos conocían y entendían, y ahí colocaban sus vivendas y recibían a quienes requerían de su apoyo, de su consejo, de su experiencia y hasta de su poder...

Supongo que en todas las culturas hay algo similar. El sitio donde se edifican templos, tabernáculos, puntos de congregación, sitios de comunicación con la Instancia Suprema, cualquiera que ésta fuera..., sin duda deben de tener alguna clase de característica, cualidad o buena vibra, para que cumplan ese elevado objetivo de fortalecer el espíritu y acercar a las personas a lo que consideran sagrado.

Sin embargo, no había encontrado un sitio así en mis viajes. En parte porque no lo había buscado realmente (seamos honestos); en parte porque nunca me había topado con algun lugar que me transmitiera esa sensación, esa fuerza, esa energía, por el solo hecho de estar ahí.

Y lo vine a encontrar, o a reencontrar, a mi regreso a la Patria...

Es la Ciudad Universitaria de la UNAM en la ciudad de México, o conocida por todos los que pisamos ese noble terreno, simplmente como C.U.

Fue creada en los años 50's del Siglo XX, para dar nuevas intalaciones a la Universidad Nacional, y que saliera de los vetustos edificios del Centro de la ciudad, construídos en los 1500's y 1600's, y poder destinar esas constucciones a otros usos menos exhaustivos, como museos, espacios culturales y conservarlos como patrimonio artístico de nuestra Máxima Casa de Estudios.

Yo fui parte de los miles de estudiantes que han pasado por sus aulas, su campus, sus lugares característicos como son las "islas": agrupaciones de árboles en pequeñas colinas en la explanada cental y que servían, por igual, de lugar de reposo (echarse un sueñito, pues), lugar para pic-nic o en dónde pasar un rato con la novia o la galana de turno. Había personajes pintorescos en mis tiempos (1980-1988 por lo de la tesis) como el "Papirolas": un señor ya grande, que se dedicaba a contar historias de sus andanzas con la gente y hasta algunas autoridades y celebridades de la universidad, al mismo tiempo que hacía figuras de papel (lo que ahora llaman origami, él lo llamaba "papiroflexia", la verdad nunca me puse a averiguar si esa palabra existía o no), a cambio de alguna moneda que le dejara uno en su sombrero, ¡ah! ¡eso sí! nunca daba cambio.

Sucedió que, una vez, viendo yo a "Papi" (como él mismo y muchos de los que eramos sus "clientes"le llamábamos) le iba a dar una moneda, creo que de $10.00 pesos, pero me dí cuenta de que era lo único que me quedaba, y tenía que pagar el autobús de regreso a casa, así que le dije a Papi si le dejaba la moneda de $10.00 y me daba $5.00. Papi, en su voz medio aguardientosa, me dijo "El Papirolas nunca da cambio"... Terminé pidiéndole prestado a otro colega de la escuela...

Al márgen de la vida en la explanada a las horas de clase y entreclase, lo interesante era ir a caminar y deambular por las otras facultades, los espacios abiertos entre escuelas, explorar algunos de los confines de la zona escolar. Yo lo hacía de día, ya que era la manera en que podía pasar el tiempo entre las clases de la mañana y las de la tarde, en un horripilante horario mixto que me llegó a tocar en varios semestres, en busca de los buenos maestros o los que no fueran tan complicados en las materias más difíciles. El aire era fresco, el silencio era solo interrumpido por algunas voces lejanas, el pase de algún auto de camino a su clase o de salida, o tal vez por una ráfaga de brisa fresca. Se respiraba una paz muy placentera, permitía el relajarse de las clases, tranquilizarse después de un examen difícil o decisivo, o simplemente como un paseo agradable para hacer más llevadero el tiempo.

Luego de que terminé la carrera, ya casi no hubo oportunidades de visitar C.U. Pasaba frecuentemente frente a la Torre de Rectoría, por la avenida Insurgentes, camino a Perisur o a otras partes del sur de la ciudad. Pero siempre había una mirada de reojo hacia ese lugar.

Luego vino el exterior, las visitas cortas de vacaciones muy espaciadas, el tiempo reducido y, de alguna manera, el olvido...

Sin embargo, luego las condiciones se dieron para volver al terruño...

Con mi regreso a la Patria, se abrió la posibildiad de volver a ir a C.U. Pero no fue de inmediato. Fue una idea que se fue gestando en estos casi 3 años de andar de vuelta. Y sucedió que, hace cosa de un par de meses, al ir a dejar a mi hijo a una fiesta, un sábado por la noche, pasé cerca de la zona, así que me desvié y me enfilé hacia la Rectoría. Eran como las 9:00 de la noche...

Me estacioné sobre Insurgentes, al pie de la Torre de Rectoría. Vi gente todavía deambulando por la explanada... parece que había una graduación, porque vi a muchos muchachos con togas y birretes... Pero también, gente paseando a sus perros, andando en bicicleta, platicando en el pasto de la explanada, caminando por todas partes... Y empecé a deambular por ahí...

El sentimiento fue de energía... de tranquilidad... de paz... me sirvió para meditar sobre muchas cosas que me habían estado pasando en los meses anteriores y que, por el ajetreo de la oficina y la vida de familia, no había podido tener tiempo de pensar en ello... Fue una experiencia divina...

Y me sirvió para deleitarme con la arquitectura del conjunto... gracias a la iluminación que se le ha puesto, pueden lucir los murales de O'Gorman y Siqueiros que hay en varios de los edificios...




Y se han repetido estas visitas en varias ocasiones. A veces solo, otras con Delia, mi esposa, quien ha entendido desde un principio el significado que ha adquirido para mí C.U.: es mi casa... tengo pertenencia... me siento en un lugar seguro... me devuelve la energía que las situaciones difíciles que me han traído los tiempos recientes me ha quitado... me da claridad de pensamiento para ver lo que se me presenta de frente en la vida... es un espacio de quietud, de reflexión, de cuestionamiento intenso hacia mí mismo y lo que me rodea... de desahogo de miedos, incertidumbre, dolor contenido, ira reprimida, impotencia ante lo inevitable...

Pero también de serenidad... de reconciliación... de reencuentro con uno mismo... un terreno propicio para quedar en paz con aquello que debe pasar y abrir los brazos a lo que se pueda avecinar... de abrir los ojos a lo más que permitan los párpados y llenarse la vista con la quietud de los espacios y la magnificencia de las construcciones... Deleitarse con el silencio que lo envuelve a uno, pero que le permite respirar con soltura, con comodidad, con ampltud como la del lugar mismo... El silencio que no lo ahoga a uno, sino que le permite a uno expresar en voz alta sus más íntimos pensamientos, sin ser molestado por nadie ni invadiendo el espacio de otros... una privacidad pública en que puede uno estar con sus pensamientos en un lugar público, abierto, amplio, solo... una soledad que no apabulla ni deprime, ¡todo lo contrario! llega a dar cierta euforia y alegría al verse uno en la posiblidad de expresarse libremente, sin cuidarse del "qué dirán" o de no verse ridículo... claro, de vez en cuando hay que controlarse uno cuando pasa un ciclista o alguien que hace ejercicio trotando en el prado o en la ciclopista, pero cuando pasan... puede uno ser uno mismo en toda su plenitud...

Gracias UNAM por darme este espacio, por haberme dado el privilegio de haber egresado de tus aulas como un profesional que ha destinado su vida al servicio de la Patria, y que me has dado la oportunidad de disfrutar tus espacios como hijo pródigo, que regresa de lejanas tierras a donde pertenece.

No creo tener este sentimiento en ningún otro lugar...

Sin embargo, no me cierro a la posibilidad de que encuentre otro santuario que me de esa paz de espíritu, como la que tengo en C.U.... cuando vuelva a vivir en el exterior.