28 abril, 2012

Ciclos

Vivir en el exterior es un constante movimiento. Desde la salida del lugar de origen, hasta la llegada al siguiente destino, o incluso el regreso al punto de partida. Todo es un movimiento que no termina.

Ese movimiento puede tomar meses o años. Los parámetros no son fijos. Es esta dinámica la que marca el devenir de aquellos que tomamos este modo de vida.

Y así también sucede con los ciclos que la vida de uno tiene. Hay ciclos que terminan, otros que comienzan, otros se transforman. Y este perpetuum mobile es un agente determinante de este proceso. Al salir del lugar de origen hay ciclos que terminan: la vida estable en el lugar que nos vio nacer, crecer, salir de la inocencia y el lograr la madurez suficiente para tomar la decisión de emprender el camino como un modo de vida. Hay ciclos que empiezan: el cargar consigo los recuerdos, las esperanzas, las expectativas, los sueños, el bagaje que será parte de nuestro peregrinar.

A la llegada al siguiente destino, el ciclo de crear nuevos amigos, nuevos lugares con los que nos identificamos, se abre y persistirá hasta el momento de nuestra partida. Y así se da la repetición de este esquema tantas veces como uno cambie de residencia.

Este movimiento, sin embargo, también tiene algo de persistencia; lo que, a pesar del ir y venir, del inicio y cierre de ciclos, continúa más allá de los lugares y las personas. Lo ubico mucho con una vieja canción de Julio Iglesias: "La Vida Sigue Igual", uno de sus primeros éxitos. Los que somos de mi generación la recordamos, y para los que no les tocó por no haber llegado todavía a este mundo, o porque fueron de épocas anteriores, les presento este fragmento de la película en que Julio dio a conocer la canción. Espero lo disfruten.

http://www.youtube.com/watch?v=t4G48BqxCW8

Sin duda la parte más difícil es el cerrar ciclos. Es concluir una etapa y dar paso a una nueva. Implica cierto duelo, un decir "adiós" a todo aquello que ese período representó en nuestra ruta. A veces son ciclos que permanecieron latentes por muchos años y que el conservarlos es solo arrastrar un lastre innecesario, es liberar espacio de carga para recibir lo nuevo, lo que tendrá una presencia activa. Otros ciclos que uno concluye son aquellos que solo nos traen un efecto nocivo, círculos viciosos que enrarecen el ambiente y nublan nuestros sentidos. Que conservamos por alguna clase de arraigo, de supuesta "necesidad" o "conveniencia" que, a la larga, no nos queda claro, pero que se convierte en hábito, rutina, costumbre, pero no tiene una razón válida para permanecer en la vida, por lo que debe de ser cerrado.

Hay maneras de decir adiós. Haydn tuvo una idea muy ingeniosa para reclamarle a su mentor que debía de aumentar el sueldo de sus músicos y escribió su sinfonía No. 45 a la que se le llama de "Los Adioses" ya que, durante el 4o. movimiento, los miembros de la orquesta van saliendo poco a poco hasta que, al final, queda solo en director en el escenario. La leyenda dice que el Príncipe Esterhatzy entendió la indirecta y sí subió los sueldos. Acá les ofrezco ese 4o. movimiento.

http://www.youtube.com/watch?v=AgmgLjsqdzc

Otros adioses no son tan festivos o ingeniosos. Como arriba decía, son los que vienen acompañados de tristeza, dolor, lágrimas, como fue la despedida de mis hijos de sus mejores amigos en Dallas, una imagen que quedará fija en mi memoria para siempre.


El inicio de nuevos ciclos es algo que nos inspira cierto temor a lo desconocido, algo de curiosidad, el ánimo de comparar ese nuevo ciclo con experiencias anteriores que nos resultaban confortables y que, de alguna manera, deseamos ver reflejadas en esta nueva etapa. Más vale malo por conocido... Obvio es decir que habrá nuevos ciclos virtuosos y viciosos, es el acierto y error que es parte de la vida del ser humano.

Incluso el regreso al lugar de origen sufre esta transformación en nuestros ciclos. Hay los que se cierran, los que se abren, los que se revisan y los que siguen su curso. El haber permanecido fuera del entorno que nos vio empezar a vivir nos hace ver las cosas desde diferente perspectiva, y lo que antes resultaba obviamente bueno, vemos que no lo era tanto; o lo que habíamos dejado atrás adquiere nuevo valor.

Este ejercicio se vuelve una parte de la vida nómada. Hay quienes cierran y abren etapas sin voltear atrás; otros, por el contrario, recojen los pedazos de experiencias pasadas y abren nuevos ciclos, y rescatan lo mejor de aquellos que van a cerrar. Digamos que cada quien cose calcetines como su mamá le enseñó.

Al final, esta dinámica es la que enriquece el alma del viajero con las enseñanzas que recibe de esos ciclos que abre y cierra a lo largo de la trayectoria. La ciencia es saber abrir y cerrar los ciclos a tiempo, so riesgo de ser prematuro en la decisión, o realizarla cuando es más bien una labor de rescate antes del naufragio. No hay fórmulas mágicas para saber esto, es la vida misma la que le enseña a uno y es parte de la formación que uno adquiere cuando está en el exterior.

07 abril, 2012

La primera Navidad

Cuando uno vive en el exterior, uno lleva consigo sus tradiciones, sus leyendas, sus mitos, sus fantasmas... todo lo que nos hace seres humanos.

Al dejar la tierra de uno, además de los muebles, la ropa, los documentos, uno carga con recuerdos, fotos, imágenes, en fin, toda suerte de objetos que nos conectan con nuestro pasado, nuestras raíces, nos mantienen conectados con aquello de donde provenimos.

Una de esas tradiciones es la manera en que celebramos la Navidad.

Esta fecha es una de las que se consideran familiares por excelencia. Todos detenemos nuestra rutina, nuestras agendas, actividades, compromisos, nuestro ajetreo de todos los días, y nos reunimos con nuestra familia para cenar y desearnos todos "Feliz Navidad". Para algunos es una fecha de compromiso, de cumplir con el ritual de ir a casa de mamá o o de la Tía Fulana, porque es la "tradición de la familia". Es de ese tipo de invitaciones en las que uno no puede decir "¡caray!, tengo una junta, lo siento pero no los puedo acompañar, ¿que les parece si la pasamos para la próxima semana?". El no ir implica ostracismo y el despecho de la familia entera.

Claro. Uno tiene causas justificadas... como vivir fuera del país.

Así nos pasaba. Recién casados, nos tocaba a mi esposa y a mí el ser anfitriones de la cena de Navidad y reuninos las tres familias en nuestra casa para este recién creado ritual. Antes eran mis padres, mi hermano y yo en nuestra casa. Delia y sus padres en la suya. Claro, no nos conocíamos... eran otros tiempos...

Cuando nos tocó salir para China, la tradición sufrió cambios radicales. Ya las familias de mis padres y mis suegros no se juntaron. Luego falleció mi suegra y después mi padre. La edad no deja de avanzar y luego mi suegro ya no salía mucho y mi madre no salía mucho de noche... en fin, toda suerte de causas para que esa práctica quedara suspendida.

Por nuestra parte, nosotros empezamos la nuestra. En China, nuestra primera Navidad fue en el Studio Apartment a donde recién nos acabábamos de mudar, pero fuimos solo Delia y yo, todavía no conocíamos a mucha gente, y los pocos conocidos, o habían salido de vacaciones, o ya tenían otros planes. Con el paso del tiempo nos presentaron a más personas y entonces era ir a las recepciones de Christmas de los grupos de Expatriados o si alguien de nuestras amistades organizaba algo. Pero siempre el 24 de diciembre era una fecha en que era sólo la familia y nadie más. Y era lindo estar los dos juntos y cenar algo. Excepcionalmente nos juntábamos con alguien y celebrábamos juntos, pero al final quedábamos nosotros dos. Sin embargo, no dejamos de adornar nuestra casa y tener un lindo árbol de Navidad, que nos acompañó toda la estancia en Shanghai y al principio de California.

Con la llegada de los niños, la noche antes de Navidad tomó el matiz de ser de los niños. Santa Claus y los Reyes Magos hicieron su aparición, así como las cajas de juguetes, y unas astas de reno de terciopelo rojo en una diadema verde, que adornaron las cabezas de nuestros pequeñitos en la primera Navidad que tuvimos los 4 juntos y que conservamos hasta el día de hoy. Desde entonces, las Navidades fueron de cena, árbol, adornos, cartas a Santa y los Reyes, la foto con el Santa del Centro Comercial (o "Mall" para los más puristas). Cosas que se volvieron tradiciones de nuestro propio legajo, y que nos han acompañado hasta ahora, con las transformaciones que se dan con la edad de los chicos, ahora ya no tan chicos. Ya la foto del Santa no se ve tan interesante y el regalo para pedir a Santa o a los Reyes ya no es tanto una Barbi o un Max Steel, mas bien son Legos de los Piratas del Caribe o un Diario para compartir con la mejor amiga que se quedó en Albuquerque.

Con las mudanzas, van los adornos, las fotos de Mall, los recuerdos, las anécdotas, el nuevo equipaje de tradiciones que se integra a nuestro menaje de casa.

Ahora que hemos regresado al punto de inicio, las tradiciones originales también han cambiado. Si bien fuimos nuevamente los anfitriones de las familias Bernal Acero y Cabrera Murúa, ya nada era igual. Las ausencias se notaron, pero no se mencionaron. Fue reunirnos como en los viejos tiempos, pero todos eramos ciertamente más viejos que hace 17 años. Ya mi suegro casi no camina y mi madre tiene que abrigarse más para que no le afecte el frío. Yo ya peino algunas canas, Delia tiene algunos añitos más y hay dos niños, casi adolescentes, que no estaban en esas cenas de 1992 y 1993.

Y cuando nos toque regresar al exterior, ciertamente las cosas serán todavía más diferentes. No sabemos qué nos depare el futuro, ni cuando tengamos que emprender nuevamente el vuelo, pero lo que sí es un hecho es que nuestra carga de herencias y tradiciones será todavía mayor. La ventaja es que no nos cobran exceso de peso por llevarla (las fotos digitales, aunque sean miles, caben en una memoria USB o en un DVD o en un disco duro. Las fotos en papel y los negativos en película, eventualmente, los habremos de digitalizar y ocuparán menos espacio que ahora). Pero se verá acrecentada con lo que vivamos estos años que pasemos en nuestro lugar de origen.

Y nuevamente tendremos una primera Navidad, en algún lugar de este planeta, en la que empezaremos una nueva serie de tradiciones y crearemos nuevos recuerdos y experiencias que harán más rica nuestra vida desde el exterior.