20 diciembre, 2015

Otoño

                                                                      Diego A. Bernal
                                                                      "Fall"
                                                                      2006
                                                                      Técnica mixta

Cuando uno vive en el exterior se tiene la oportunidad de pensar y reflexionar de muchas cosas en la vida. Y, como he dicho en varias ocasiones en este mismo espacio, no es que uno no pueda hacerlo en la Patria. De hecho a veces estando en casa es cuando las circunstancias se le ponen a uno enfrente y le pegan en la cara como pastelazos de comedia. Es, simplemente, que el exterior es un medio relativamente estéril, ajeno a las presiones y circunstancias que lo moldean a uno. Es como un campo de laboratorio, libre de contaminación y elementos extraños, que permite que cualquier experimento pueda hacerse sin que sea alterado, adulterado o francamente contaminado.

Pensar en la edad de uno, por ejemplo.

La edad siempre ha sido un tema cáustico para hombres y mujeres, por igual. 

En el caso femenino, el paso del tiempo implica la belleza y la pérdida de ella en favor de las arrugas, la piel flácida y los demás efectos de la gravedad, Mujeres que en su juventud eran seres atractivos y que robaban las miradas de admiradores masculinos por doquier, al paso de los años se convierten en señoras "maduras", con voz rasposa, ojos con "bolsas", piel manchada de pecas, y la figura escultural se deteriora hacia el volumen o hacia los huesos, dependiendo del caso. Y de la estampa de revista de caballeros se convierte en anuncio de Chocolate "Abuelita".

Pero... No olvidemos que hay quienes se aferran a su belleza fugaz, y hacen uso de todos los medios a su alcance de botox, cirugías, liposucción, logrando convertirse en caricaturas grotescas de lo que alguna vez fueron, con sonrisas que parecieran de "rigor mortis" a fuerza de estirar la piel de la cara hasta extremos absurdos. Pero el cuerpo y la naturaleza no conocen ni aceptan esas falsedades y, de una manera u otra, desenmascaran la charada de la piel tersa y la edad que no se aparenta. Manos con arrugas o manchas, cicatrices de cirugías, o intervenciones fallidas que solo generan semblantes que rayan entre la comedia y la tragedia.

Y los hombres no nos quedamos atrás. La vanidad no es prerrogativa exclusiva del género femenino. ¿Se acuerdan de Narciso? El ser mitológico que termina enamorándose de su propia belleza varonil, al punto de morir por estar en perpetua contemplación de ella? Uno busca seguir siendo "carita" (término que usamos en México para describir a los hombres guapos y que roban los suspiros de las chicas a su alrededor) y hace todo a su alcance para lograrlo. Aparte está el factor de la virilidad y de poder demostrar que uno es efectivo en la cama, y eso se logra con chicas jovenes, a veces de la mitad de la edad de uno, pero con sexualidad a todo vapor.Y los hombres se pintan el pelo, van al gimnasio (o "gym" como se el dice ahora para verse más sofisticado por ser anglicismo) y logran conservar figuras atléticas, frecuentan bares y lugares de los más jóvenes, en busca de jovenciatas para seducir y demostrar que siguen siendo "hombres", como en sus tiempos mozos. Al final solo logran hacer el ridículo porque no pueden negar su edad y no pasan de ser "viejos verdes", o la burla de las muchachitas que saben las crisis existenciales de esos vejetes y sacan partido de ellas.

La edad no se detiene. El reloj sigue su marcha, queramos o no.

Habemos (y orgullosamente me incluyo) quienes asumimos la edad que tenemos. No puedo negar mis 24 mayos... Los llevo con toda dignidad.

Bueno... son un poco más de 24... digamos 53 acercándose rápidamente a 54.

Y no niego mi edad. De hecho me encanta presumirla. Y la barba ayuda a reforzar esa imagen de madurez. Hay quienes dicen que si me rasuro me veré más joven, y yo bromeo que si lo hago me pedirán identificación para comprar alcohol y tabaco, Alguien cercano me dijo alguna vez que por qué no me pintaba la barba, ya que ya tenía manchas de canas. Y yo contesté airadamente que ¡jamás! que yo era de esta edad, y estoy feliz con mis canas. Mi trabajo me ha costado tenerlas, y no las voy a ocultar en pintura viscosa para verme más falso que un billete de cartón del juego de Turista o de Monopolio.

Ustedes me acompañaron cuando llegué al 5-0 (y me recuerda una serie policíaca de mi infancia: Hawaii 5-0. ¿Los de mi generación de acuerdan de McGarret?). Lo hice un momento de reflexión sobre el pasado y lo que aspiraba para el futuro... el camino hacia adelante, como era el título del libro de Bill Gates cuando dió a conocer Windows 98. A fines de los 90's.

Lo puedo decir porque me consta... no por haberlo googleado.

Las nuevas generaciones aprovechan cosas que ya dan por sentadas. Como Google. Nosotros todavía íbamos a bibliotecas para obtener información. Nos tocó la transición de la información escrita a la digital. Del libro a la ficha en Wikipedia. Mis hijos no se imaginan la vida sin Internet, como nosotros no imaginamos la vida sin TV. O nuestros padres sin radio. O nuestros abuelos sin electricidad. Y así podríamos seguir la secuencia hasta llegar al principio de los tiempos.

El avance de los tiempos.

Pero hay quienes se revelan a este avance inexorable. El otro día, mientras hacía cola en el banco, antes de salir a Canadá, escuchaba a dos amigas platicar. Desconozco de dónde surgió el tema o el motivo del comentario, pero una de ellas le decía a su amiga: "¡Es que me niego a envejecer!". Debo de decir que, quien dijo esta airada súplica, se veía en sus medios 40's y todavía de "buenos bigotes", como se diría en mis tiempos. Considerando eso, se podría entender ese aferrarse a su juventud. Imagino que se deseaba todavía atractiva, aun cuando estuviera en sus 60's, con la energía y el empuje de una edad menor. Supongo que era de las que se comparan con chicas de menor edad, tal vez en los 30's, con ciertos celos por esa juventud que las dejó atrás.

Sin embargo, lo irónico es ver a hombres y mujeres que, sin artificios ni ornamentos innecesarios, logran envejecer de una manera digna, representando la edad que tienen o, al menos, no disimulan el natural avance de la edad en sus cuerpos. Hombres y mujeres que cambian la belleza por la elegancia, el porte y la distinción o, ¿por qué no decirlo? la hermosura de la madurez. A veces el contemplar el cuerpo de la gente de edad avanzada dice mucho más que el de una reina de belleza, ya que esa visión nos relata una vida con toda suerte de anécdotas, algunas bellas, otras dolorosas, pero todas como piezas del rompecabezas de la existencia.

Es ver como se acerca el otoño de la vida o, como hubiera dicho mi abuelo. el atardecer de nuestro gobierno. La ciencia es saber recibirlo como el natural curso de nuestro paso por este mundo. El tratar de esquivarlo aveces trae terribles consecuencias. Tanto en la salud física, como en la emocional. El caso de la persona que, pensando que aun puede hacer grandes esfuerzos, intenta levantar algo pesado, y sólo descubre que la espalda y los músculos no responden igual que años atrás. O quien despierta del quirófano del cirujano plástico para descubrir un rostro descompuesto por un mal trabajo, y la belleza restante de la edad es ahora una mueca sardónica.

Las estaciones del año avanzan en su ciclo normal, y ese ciclo lleva a nuevas expectativas, diferentes metas para un mayor crecimiento de la persona. Ya no es ganar los 100 metros planos o ser la Flor más Bella del Ejido. Es tal vez aprender una nueva habilidad o retomar un pasatiempo o actividad que tuvo que suspenderse al empezar una familia o al ser absorbido por el trabajo. 

Recuerdo que alguan vez escribí sobre sentirse viejo como algo deprimente. Entonces tenía veintitantos años, y la lejanía de la vejez lo hacía ver como el darse por vencido. Con el doble de edad y una mayor experiencia, veo ahora el envejecer como algo natural, entendible, hasta cierto punto necesario. Es el curso normal de la vida. Es un destino al que todos llegamos, o al menos estamos dirigidos a llegar. Unos lo logran, otros se quedan en el camino. Nadie puede esquivar esa ruta, se puede alargar la llegada con una vida sana, feliz, que hace que uno crezca en edad pero que uno se conserve bien. A veces el que uno reciba un comentario así de otros puede ser un halago o un acto de buenos modales. Independientemente de lo bien que uno esté, uno se sienta o uno se vea, la edad sigue su curso. A esta edad, a la que tengo hoy, el porvenir sigue siendo interesante, prometedor, incluso un nuevo horizonte que estoy gustoso de alcanzar.

Reflexiones del último día de otoño, estando en el exterior.


30 octubre, 2015

Recuerdos

Cuando uno vive en el exterior y está en la labor de iniciar una nueva etapa, se enfrenta a algo inevitable: abrir las cajas del embarque, o menaje, con todo lo que uno acarrea desde el origen, y que se integrarán a este nuevo destino.

Cajas y cajas, llenas de papel de empaque... y de objetos que llevan consigo recuerdos y un significado. A veces grato, a veces amargo. La carga emocional de cada pieza del menaje es tan diversa como la vida misma. Y cada uno de los miembros de esta familia tiene su propio bagaje de objetos, y de recuerdos, y de vivencias.

Aparecieron cosas como dibujos de los chicos de cuando eran párvulos... o fotografías de lugares a los que habíamos ido años atrás... o recados de amigos en un momento difícil. Yo encontré los listones que identificaban los arreglos florales del funeral de mi madre, y fue regresar a ese interminable día de dolor, agotamiento, y emociones profundas. O una foto de mi padre conmigo en California, en el único viaje que hicimos allá antes de mi matrimonio.

Está la casa de muñecas de Rebeca, y de la que no se quiere desprender, aunque hace mucho tiempo dejó de jugar con ella, conforme su atención y su interés se fue a YouTube, a su teléfono y a la escritura y el dibujo. Hay balones rotos de Diego que tienen valor sentimental y que, por supuesto, no se eliminan. Yo encontré regalos de Día del Padre de diferentes años; así como cartas de Pilar, mi amiga española (¿recuerdan que platicamos de ella en este espacio,no hace mucho?); cartas de mi abuelo, un ejemplar de "El Conde de Montecristo" que él compró en 1921 y que yo conocí cuando viajé a Colombia en 1976 (¡sí, 1976!). Delia encontró revistas de juventud, fotos de China, y una marejada de recuerdos de tiempos y personas pasadas y presentes, cercanas y lejanas.

Al final, nadie sale con las manos vacías de esta labor de arqueología familiar y personal.

Y es llegar a la dura encrucijada de decidir qué se queda y qué se va... qué vale la pena que se conserve para que siga peregrinando por el mundo con nosotros, y qué ya cumplió su cometido y se le puede despedir, a veces con todos los honores, a veces con el desprecio de la deshonra. Es ahí en donde a todos nos tiemblan las piernas y el brazo para señalar algo y sellar su destino: el clóset o la basura o la caja de cosas para donar.

En todos nuestros menajes han quedado cajas cerradas, intactas desde nuestra llegada a ese lugar. Otras han tardado en abrirse, por una cosa u otra. En Dallas la última caja de ese menaje se abrió un año después de nuestra llegada. En el caso de la Patria, quedaron casi una docena de cajas en la azotea sin abrir.

 Pero al final lo que hace que un libro sea algo más que un paquete de papel untado de tinta es el valor que le damos por encima de otros. Los muñecos de peluche que tiene Rebeca en las repisas de su cuarto no son más que tela peluda y relleno, pero para ella son sus acompañantes en la ruta de la infancia a la adolescencia. Tal vez los tenga ahora en una bolsa en la bodega, pero cuando los llegue a necesitar para encontrar el tipo de consuelo que ni sus padres ni su hermano le puedan dar, ella sabe que ahí están.

Eso es lo que da razón de ser al menaje de casa: todas nuestras pertenencias y lo que va en ellas como accesorio indispensable: las vivencias, los sentimientos, las risas, las lágrimas, las esperanzas, las frustraciones... todo en la forma de libros, juguetes, y objetos tan dispares como un pisapapeles, una corbata, una cartulina con garabatos. Objetos que llegaron a nuestras vidas como regalos, como reconocimientos, como aquello que sedujo nuestros ojos y nuestro deseo de tener eso tan especial... Su razón de ser no se mide por su utilidad o por su precio,sino por el valor estimativo, emocional, o sentimental que les damos.

Y ese valor nos transporta a momentos en nuestras vidas que están vinculados con esos objetos. A personas. A lugares. A hechos. A fechas. A recuerdos. A risas. A lágrimas. A alegrías. A tristezas.

A la manera en que éramos... A nuestros años felices...

Hubo una canción que hiciera famosa Barbra Streisand en los 60's, y que era el tema de una película que en inglés se llamó "The way we were" y en español "Nuestros años felices". De alguna manera toma ese significado y lo traduce en una hermos melodía, que la comparto con ustedes.

Barbra Streisand.- The Way we Were

Ya habíamos platicado de esto mismo en abril, cuando preparábamos nuestra salida. Sin embargo, sentí la necesidad de regresar al él en este momento de descubrimiento, o de reencuentro.

Temas recurrentes que uno vive cuando está en el exterior.

28 septiembre, 2015

"Mexicanos al grito de guerra..."

Cuando uno vive en el exterior, se tiene la oportunidad de dar una nueva dimensión a cosas que, normalmente, son cotidianas e, incluso, intrascendentes.

Como la música.

Como posiblemente han notado en previas entregas de este blog, la música tiene un valor muy especial para mí. Con el paso del tiempo, he acumulado un acervo musical muy amplio, abarcando de los más diversos géneros, pero con algo en común: cada melodía, cada canción, cada tonada, tienen un significado o están asociadas a una persona, a una situación, o a una situación que incluye a una persona.

¿Recuerdan cuando hablamos de que 20 años no es nada? Y les compartí en esa ocasión un tango de Gardel: “Volver”, el sentimiento con que Carlitos interpreta la canción en esa particular ocasión del video lo tengo presente desde mi infancia, y dejó una huella profunda en mi recuerdo.

Hay personas que han pasado por mi vida y que han dejado una marca imperecedera, y que se han asociado con alguna canción. Títulos como “One more night” de Phil Collins, “Gloria” de Laura Brannigan, “What a feelin’” de Irene Cara y que conocimos de la película de “Flashdance”, o “Me dijeron” de Alejandro Lerner, son sólo algunos ejemplos de canciones que fueron famosas en algún momento, que llegaron a mis oídos y que se acoplaron a una cierta situación y a una determinada persona y ahora, al escucharlas en el radio en una estación de “oldies”, o encuentro el video en YouTube, el recuerdo se transporta a una cierta época, sea alegre o triste, el corazón se llena de ese particular sentimiento, y un dejo de nostalgia invade el ambiente a mi alrededor.

No niego que, en algunos casos, una sonrisa o una lágrima se llegan a escapar en esos momentos.

Pero hay también melodías que, más que ser de una persona o de un evento, tienen significado por sí mismas. Música que transmite energía, que alimenta al espíritu, un remanso de tranquilidad o la urgente necesidad de recibir ese choque de adrenalina que nos saca de la depresión o la desesperación.

Les comparto un secreto: soy de esas personas que, cuando están solas o cuando nadie está cerca para verlo a uno, si la música lo amerita, empieza a mover los brazos dirigiendo una orquesta invisible… el poder visualizar la ubicación de cada una de las diferentes secciones: violines, cornos, cellos, percusiones… y mover el brazo invocando a esa sección en particular y, siguiendo nuestra indicación y la partitura que tienen frente a ellos, y escuchar que reacciona como deseamos, de la forma en que deseamos, dando la intensidad o la dulzura que deseamos… del mismo modo en que el director que actualmente dirige a la verdadera orquesta lo hizo y que coincide plenamente con lo que uno desea.

Por ejemplo: la Séptima Sinfonía de Beethoven. El cuarto movimiento está descrito por el autor como “Allegro con brío”, yo lo describo, dependiendo de la interpretación como “allegro con una cantidad exacerbante de brío”, es decir, que tiene toda la energía imaginable, y que en cada compás, en cada “attaca” de los violines, o de los alientos, hay una marejada de notas y de fuerza que lo llenan a uno y, si uno se deja llevar por ese ímpetu, y recuerda sus clases de música de la escuela, podrá ver que el dirigirlo se da de manera natural…

Hagan la prueba…  acá les dejo una versión para su consideración:


Y, por el contrario, puede haber melodías que nos transmitan una infinita tristeza, que el devaneo de las notas nos apriete el corazón y nos sumerjan en un momento de desolación. Eso mismo logra Beethoven en el segundo movimiento de la misma Séptima Sinfonía. Júzguenlo ustedes mismos:


En contraste, el sentimiento que puede transmitir una melodía puede ser de alegría, pero no de esa forma embriagante que lo puede abrumar a uno, sino de un modo más armonioso, pacífico, jovial. Así lo consigue Bach en su Sexto Concierto de Brandemburgo, y en particular en el tercer movimiento. Acá se los comparto:


Y así podríamos citar muchos otros ejemplos de canciones o melodías que llevan una carga emocional que, si la sensibilidad está en la frecuencia correcta, puede llevarnos a una montaña rusa de sentimientos.

Y hay piezas musicales que tienen un significado especial por sí mismas y que, si la coyuntura se une a la música, se tiene un episodio inolvidable. Así me pasa con el Himno Nacional Mexicano.

Uno lo escucha desde la infancia, lo aprende en la escuela, lo canta todos los lunes en la ceremonia cívica de la mañana. Y lo escucha todo el mundo en los eventos oficiales, los Juegos Olímpicos cuando un atleta mexicano logra la medalla de oro, o cuando hay un campeonato mundial  de algo y participa el equipo de nuestro país. Hubo una época en que, justo a la media noche, las estaciones de radio y TV lo interpretaban, algunas para cerrar sus transmisiones, otras para marcar el final de día. Las notas vibrantes del himno le llegan a uno. Y cuando es el Grito el 15 de septiembre, adquiere otra dimensión.

Más cuando uno es quien da el Grito.

¿Recuerdan cuando platicamos del Grito en este mismo blog hace algún tiempo? Esa vez comentábamos  sobre la ceremonia y la oportunidad de haberlo dado. Ahora, esa experiencia se enriqueció al poderlo dar como Cónsul. El tener la bandera en mis manos, el repetir la arenga que se ha dicho por años y años invocando y exaltando a nuestros héroes, y el cierre diciendo con toda la voz que el alma, el sentimiento y la emoción: “¡VIVA MEXICO!!!”, seguido por los acordes del Himno Nacional, es una vivencia que nunca dejará mi recuerdo ni mi corazón.

Y el solo escucharlo, en cualquiera ocasión, hace vibrar las fibras más intensas del alma. El repetir, ya sea a toda voz, o en un sencillo susurro, las frases que forman sus estrofas, es algo que no puedo evitar…

¡Mexicanos al grito de guerra!
El acero aprestad, y el bridón
Y retiemble en su centro la Tierra
Al sonoro rugir del cañón

Sin embargo… hay otro Himno Nacional que me llega profundo en el alma… el Himno Nacional de Colombia.

Ese lo conocí desde la infancia en casa. Recuerdo siempre cómo lo cantaba mi madre, y de alguna manera ha sido parte de mis vivencias de niñez. No es porque fuera mi madre, pero lo cantaba con una voz que yo oía bella y melodiosa, nunca estridente, sino suave y acompasada. Con esa guía iba siguiendo el coro…

¡Oh, gloria inmarcesible!
¡Oh, júbilo inmortal!
En surcos de dolores
El bien germina ya
El bien germina ya.

Y la primera estrofa que fue la que mejor me aprendí:

Cesó la horrible noche
La libertad sublime
Baña las auroras
De su invencible luz.

La Humanidad entera
Que entre cadenas gime
Comprende las palabras
Del que murió en la Cruz

Me reencontré con este Himno Nacional de una manera inusual. En la Copa del Mundo en 2014, mientras veíamos el primer juego de Colombia contra no recuerdo quién, empezaron a entonar el Himno, no pude evitar ponerme de pie y empezar a repetir la letra que aprendí desde el nido de mi hogar. Los que estaban conmigo lo notaron y respetaron ese momento, sin hacer más comentarios. No dejo de decirles que, durante el juego, no me bajaban del “bogotano” y bromas del mismo tipo, que yo disfrutaba mucho.

Pero, al final del día, el Himno de Colombia movía una parte de mi corazón y de mi historia.

Para quienes no lo conozcan, esta es una versión que, aunque es sólo instrumental, incluye la letra para que traten de ir siguiendo la melodía:


La música es parte de mi pasado, de mi presente y de mi futuro. Me ha acompañado en los triunfos y las derrotas, en la alegría y en la tristeza, en los logros y el las pérdidas. Las notas que llegan a mis oídos y de ahí a mi mente, a mi memoria, a mi corazón, a mi intelecto, y que se dan en las condiciones adecuadas para lograr un lugar en mí, se quedan para siempre.

Con el tiempo y la ayuda de la tecnología, ahora he podido lograr darle un nuevo aspecto a esa música, al agregar imágenes que hacen visualizar la letra de una canción. Esa posibilidad la he reservado para ciertas melodías muy especiales y para ocasiones y/o personas excepcionales. Les entrego como despedida, el primer esfuerzo de este tipo, que lo hice pensando en la persona más importante de mi vida, y que quienes la conocen sabrán de quien se trata al final, o podrán leer el nombre cuando termine la canción. Deseo que lo disfruten.



Parte del menaje intangible que uno lleva cuando se está en el exterior.

31 agosto, 2015

Al otro lado del río

Cuando uno vive en el exterior, se tiene la oportunidad de ver las cosas desde diferentes perspectivas. Si bien es cierto que dicen que las comparaciones son odiosas, en realidad todos las hacemos, de una manera u otra.

Comparamos la ropa de la gente que se nos cruza por la calle, o los coches en el estacionamiento de una tienda. Uno ve en los periódicos o en las revistas la moda de tal o cual celebridad, y luego comentan que es mucho mas sofisticada o de mejor diseñador que la de otra celebridad. ¡Qué decir del Salón de la Moda! Escaparate de modistos de todos colores y sabores.

Pero cuando escalamos esa comparación a países, la cosa adquiere nuevos matices.

Ahí los mexicanos nos hemos caracterizado por decir que tal o cual nación es mejor que nosotros, o como decimos, se es "malinchista", es decir, que se le da un valor privilegiado a todo lo extranjero sobre lo nacional, sean autos, ciudades o aspecto físico. El origen del término es muy discutido, pero la creencia popular se basa en la figura de Malintzin, la mujer náhuatl o tlaxcalteca que ayudó a Hernán Cortés a comunicarse con los aztecas y que les sirvió de ayuda para conocer su manera de ser y permitir que se les pudiera conquistar. Se doblegó ante el extranjero (europeo, en este caso) por admiración, temor o cualquiera que fuera su razón o motivo, el caso es que sirvió a los españoles y se le identifica como sinónimo de servilismo y entrega al extranjero.

Y se ha tenido, por mucho tiempo, la costumbre de compararnos con Estados Unidos, el país al otro lado del Río Bravo, o Río Grande como ellos le dicen. Que si en Estados Unidos el agua de la llave es potable... que si en Estados Unidos las calles son más limpias...  Y así nos podríamos pasar un buen rato buscando y rebuscando ese tipo de comentarios.

Y la zona fronteriza entre México y el vecino del norte se ha convertido en una zona de convivencia, coexistencia y, a ratos, de confrontación. Se dice que el cruce Tijuana-San Diego es uno de los más activos y concurridos del mundo, con millones de cruces al día. Y los incidentes transfronterizos entre residentes del lado mexicano y guardias del lado estadounidense son un tema que, si bien no es de a diario, si se da con una frecuencia indeseada y de fatales consecuencias. El paso de transportes en ambos sentidos de la frontera en puntos como Laredo representa millones de dólares en comercio. Y por otro lado están los adolescentes, estadounidenses o de otras nacionalidades y que viven en ese lado de la frontera, que cruzan al lado mexicano para divertirse y consumir alcohol hasta perder el sentido, y que en su tierra no les es permitido por la edad. La "economía del reventón" es una realidad recurrente, especialmente en fines de semana largos o en "Spring Break".

De alguna manera me tocó vivir esta experiencia en mis tiempos en Santa Ana, California. Si bien no estaba justo en la franja fronteriza, estaba lo suficientemente cerca para hacer de Tijuana, Rosarito o Ensenada lugares de visita esporádica, cuando se hacia interesante el pisar suelo de la Patria. Recuerdo que la primera vez que fui a Tijuana, se podía ver desde el punto de cruce hacia el centro de la ciudad, y un asta enorme con una bandera mexicana monumental podía verse en el horizonte, y el lábaro patrio ondeaba majestuoso... Se me hizo un nudo en la garganta... Era la primera vez que veía una bandera nacional así desde mi regreso de China.

Ahora, por azares del destino, me ha tocado vivir en una zona fronteriza. Y, curiosamente, también con Estados Unidos, pero ahora del lado norte, es decir, con Canadá.

Leamington no es en sí una ciudad fronteriza, pero Windsor, a 45 minutos en coche, sí lo es. Y es donde vivimos. No encontramos una casa acorde a las necesidades en Leamington... entre tener dos adolescentes que reclaman tener espacio propio, mas el perro, las opciones se cerraron a un lugar y, finalmente, a una casa, que es en donde estamos ahora.

A diferencia de mi sede, la ciudad donde está nuestra casa es una ciudad industrial; no es muy grande, pero ha sido considerada la "capital automotriz de Canadá" por muchos años, a pesar de algunos descalabros en los tiempos recientes. Sin embargo, la historia de Windsor ha estado ligada a la de su vecina Detroit, tan solo separada por el Río Detroit, pero unidas por el Puente Ambassador y una historia de casi un siglo.

Han de saber que esta ciudad canadiense fue la fuente de alcohol ilegal de contrabando de su vecina estadounidense durante la época de La Prohibición. Y es parte de la historia anecdótica de este binomio geográfico.

Pero volviendo a la premisa que nos ocupa en esta ocasión, la gente de Windsor es ávida visitante de Detroit, al grado de que el equipo de béisbol favorito acá no es el de Toronto… sino los Tigres de Detroit…, y los cruces diarios para trabajo, compras, servicios médicos… son cosa de todos los días… Siendo honestos, el surtido de bienes y servicios de este lado de la frontera es menor al del otro lado del río… y es por eso que me uno (aunque sea muy de vez en cuando) a las multitudes que usan el Puente Ambassador para ir al extremo estadounidense cuando se hace relevante o necesario.


Sin embargo, y parafraseando la canción de Mecano, ahora que el dolar (canadiense) esta devaluado, son esta vez los estadounidenses los que cruzan a Windsor de manera abundante, ya que sus dolares (estadounidenses) compran mas del lado de Canadá, aunado al casino que tenemos acá, y que reporta ganancias por primera vez en muchos años, lo que da una idea de lo trascendente que este fenómeno económico ha sido para la ciudad automotriz de la hoja de maple…

La paradoja de ver qué es mejor… lo que está al otro lado del río.

No importa la perspectiva desde la que ese esté viendo, el pasto es más verde en el jardín del vecino. Y no es que digamos que es una visión equivocada, o parcial, o que demerite lo que uno posee… es simplemente donde encuentra uno lo que busca, lo que necesita, o ambos, que no necesariamente son lo mismo… Es un principio que no tiene un ejemplo estático, como podríamos pensar de E.U.A con sus vecinos al norte o al sur. Es, en realidad, cuestión de encontrar el perol con oro al final del arcoíris…

Del otro lado del río.

Historias que uno puede ver y compartir cuando se está en el exterior.


17 agosto, 2015

Las Alegres Comadres de Windsor

Cuando uno vive en el exterior, el lugar en donde vive uno lo marca, además del lugar, la gente que vive en él y convive con uno.

Para bien... y para mal...

Como en todo, una persona (o personas) pueden hacer que el paraíso se vuelva un infierno y, en sentido inverso, que el lugar más adverso se convierta en uno de los más añorados luego de haber partido.

Y como siempre es más grato hablar de las buenas experiencias que de las que no lo fueron, les compartiré dos ejemplos de sitios que fueron de especial significado por, entre otras causas, la gente con la que nos tocó compartir esos lugares.

Shanghai y Albuquerque.

Y no es porque los demás, incluyendo la Patria, hayan sido de experiencias tristes o dolorosas, pero esas dos ciudades tuvieron, y siguen teniendo, un lugar privilegiado en nuestros corazones.

Cuando llegamos a China en 1994, eramos dos recién casados que salían por primera vez de su casa y de su tierra para empezar la vida de un joven miembro del Servicio Exterior que llegaba a su primera adscripción. Al bajar del avión y empezar a recorrer las calles de una tierra desconocida e incomprensible, la sentimos hostil y difícil de sobrellevar. La gente gritando en las calles... los lugares de nombres indescifrables... la comida que causaba daño... la pestilencia... Todo lo necesario para pasar los peores años en mucho tiempo.

Todo lo contrario. La lloramos cuando nos fuimos. Y así lo ponderamos cuando nos preguntan de cuando estuvimos en Shanghai. El hecho es que en esos años del fin del milenio, conocimos amistades de los más diversos orígenes e idiosincrasias que formaron una red de compañía, comprensión, solidaridad, calidez, que hicieron que China cobrara un nuevo significado, y que comenzáramos a abrir más los ojos, el criterio y acogiéramos a ese país asiático como un lugar interesante, fascinante, lleno de sabiduría en sus más de 5,000 años de experiencia. Al final nos integramos al grupo de gente que le tomamos cariño a Asia, que la comprendemos a fuerza de haberla vivido día a día y que siempre estaremos gustosos de volver si la oportunidad lo permite. No así otras personas que hemos conocido y que, para ellos, ese tiempo fue una calvario indecible, una pesadilla.

Recuerdo de ese tiempo a una funcionaria de un consulado de Europa Occidental que llegó a Shanghai por una estancia corta. En ese tiempo las oficinas consulares nos juntábamos cada cierto tiempo en un grupo de trabajo y convivencia para intercambiar consejos útiles, contarnos las últimas incidencias y fortalecer la amistad. Resulta que esta funcionaria recién llegada fue a una de nuestras reuniones. Naturalmente todos la recibimos de muy buen grado, y siendo una persona no tan joven como los de la mayoría del grupo, se le tenía buena voluntad para que se integrara al grupo, sin importar la posible diferencia de edad. Cuando le tocó presentarse, su comentario fue de desaliento y desagrado por su nombramiento para China, y se alegraba de que sería sólo por una breve temporada, así como el quejarse de todo lo desagradable del lugar. Los demás nos vimos a los ojos y tratamos de darle consejos para que su estancia fuese lo menos difícil posible; luego coincidíamos al comentar por separado que a esa personita le esperaban unos meses de agonía hasta que llegara su orden del traslado. Los demás disfrutábamos lo que Shanghai tenía para ofrecernos y lo "adverso" lo convertíamos en anécdotas para nuestro grupo o para las familias o los amigos en la Patria.

China nos dio la oportunidad de conocer una de las regiones más interesantes del planeta, y nos dio a Rebeca, nuestra hija. Nos sirvió de punto de salida para visitar otros lugares como Tailandia y Malasia, aunque fuera sólo por unos pocos días, pero que nos dio la oportunidad tener un vistazo de esos países fascinantes y hermosos. Y nos enseñó que el Mundo tiene gente maravillosa, que nos acogió como sus amigos y que nos han acompañado en nuestro peregrinar por el planeta, porque ellos mismos viven su propia ruta de país en país, y saben y entienden lo que pasamos, lo que vivimos y lo que sentimos, porque también lo viven en carne propia. Aunque el oficio sea distinto, el destino errante nos une en una afortunada coincidencia y en un lazo de unión en donde quiera que estemos, y que ese vínculo ha persistido hasta el día de hoy. Gracias a todos ellos por subirse a nuestro barco y, a la vez, dejarnos ser pasajeros en el suyo. Ustedes saben quienes son.

Albuquerque fue también un caso de lugar limitado, pero que representó una experiencia maravillosa en nuestras vidas. Ya con Diego y Rebeca en nuestra familia, salimos de California hacia Nuevo México, un lugar pequeño y pobre en los estándares de Estados Unidos. Efectivamente, de salir de una zona de notoria prosperidad y abundancia, como lo era Orange County y Los Angeles, la Tierra del Encanto era árida, con pocos atractivos, sin grandes centros comerciales, ni lugares de ensueño y ¡sin Disneylandia! ni tantos otros lugares. Pero la gente que nos tocó conocer en Albuquerque nos mostraron que la comodidad y la vida agradable no necesariamente estaban atadas a la abundancia. En realidad el lugar nos ofrecía lo necesario para cubrir las necesidades reales e importantes e, incluso, el poder retomar pasatiempos o aficiones, y hasta abrazar nuevos. Para mí fue el modelismo, que lo había dejado casi desde la universidad y que, gracias a un club de aficionados a armar aviones, barcos, figuras y demás variedades del hobby, y que retomé gustosamente. Para Delia y los chicos fue el tejido, el karate (que para Delia y Diego fue una experiencia maravillosa y la añoran todavía) o el ballet para Reba. Todos tuvimos un espacio propio para desarrollar habilidades, experiencias pero, sobre todo, conocer gente y crear vínculos duraderos.

A diferencia de China, la gente de Nuevo México, salvo un par de colegas míos, han sido personas que residen y han hecho su vida en el lugar, que no saldrán de él, salvo que sea así necesario, y que abrazaron la vida allá como la que más les convenía para ellos y sus familias, y pienso que no hicieron mala elección. En más de una ocasión he pensado que Albuquerque sería un magnífico lugar para mi retiro. Es tranquilo, sencillo para vivir, el costo de vida es menos alto que en otras partes de EUA, no es pretencioso, pero sí orgulloso de su origen, que combina a los pueblos nativo-americanos que han vivido ahí por siglos, junto con la herencia hispana y novohispana de la época virreinal, con la presencia de la población estadounidense desde que fue anexada a ese país en 1847. Ya hemos platicado de esta historia en otra entrega anterior ¿Recuerdan cuando nos preguntábamos si era correcto ser latino o hispano? Esta mezcla de ingredientes a la vez tan disímbolos y que han sabido dar y darse espacio en este lugar, hacen de esta adscripción uno de los lugares que han ganado un lugar de privilegio en nuestro recuerdo y en nuestro corazón.

Ahora que llegamos a Canadá, la posibilidad de que nuestra estancia esté marcada con la gente que conozcamos acá se vuelve a dar nuevamente. Y pensamos que para bien.

Nuestro arribo fue favorable, y la gente de la oficina ha sido atenta y solidaria conmigo, el recién llegado. Y ha sido el camino para conocer gente de los nuestros por acá.

Nos hemos asentado en la ciudad de Windsor. De tamaño medio, resulta un contraste interesante con Leamington, sede del consulado, que es una pequeña comunidad agrícola, poco urbana y sí más rural, con una predominante presencia de campos de cultivo e invernaderos para tener cosechas a lo largo de todo el año, sin preocupaciones de temporadas o mal clima.

Windsor es una zona desarrollada, industrial, colindando con Detroit, Michigan, con quien tiene una historia unida por compartir uno de los Grandes Lagos, por el alcohol ilegal de la época de la Prohibición en los años 30's del Siglo XX y, más recientemente, por la industria automotriz. A diferencia de Estados Unidos, la población mexicana en Canadá es mucho menor, con un estatus legal en este país, en muchos caso son cónyuges de canadienses o de gente que se ha asentado en esta zona por su trabajo y que, con el paso del tiempo, han echado raíces y se quedan acá.

Fue curioso que, como parte de los encuentros que inicié a mi llegada a acá como cónsul,  fue conocer a la comunidad mexicana en Windsor. Y fue ahí donde pude ser presentado a un grupo de esposas de gente que vive en Windsor por diversos motivos: algunas están casadas con canadienses, otras son esposas de mexicanos o gente de otros países y que, por diversas causas, vinieron a parar a este puerto fluvial. Y fue sensacional ver a este grupo de mujeres simpáticas, agradables, cordiales y divertidas, el darme la bienvenida a Canadá y a esta ciudad a la que llaman hogar.

Y les he acuñado un nombre que, siempre respetuoso, me da la idea de la amistad y la cordialidad entre ellas que se ha forjado en muchos años de convivencia, fraternidad y compartir su amor por México pero gozando de las ventajas de Canadá. Son las Alegres Comadres de Windsor. Y me baso un poco en la comedia de Shakespeare, que en inglés se llama "The Merry Wives of Windsor" o " Las Felices Esposas de Windsor", que no se aleja de la traducción que yo ya conocía. Pero al pensar en ellas, no me imagino una comedia isabelina de enredos con un final feliz. Es asociar ese nombre, como arriba decía, a un simpático grupo de señoras mexicanas, muy cercanas a las edades de Delia y mía, y que coincidimos en muchas cosas: vivencias, anécdotas y ser de una época similar de nuestro México lindo y querido.

Pienso yo que es la fórmula perfecta para que este tiempo en Ontario, Canadá, sea también un período feliz en nuestras vidas en el exterior.

Ya el tiempo lo dirá.

25 junio, 2015

Y muy buenas noches... a usted.

Cuando uno vive en el exterior, se tiene la oportunidad de revisitar antiguos gustos y hábitos. Y no es que cuando se está en la Patria no se pueda hacer, simplemente que las condiciones, a veces, no lo permiten o se dan circunstancias que hacen que esa visita al pasado adquiera otro significado.

Algo así me ha pasado con el escuchar radio.

Desde que era muy pequeño, siempre he tenido especial afecto por los medios electrónicos. Mi madre siempre decía que me la pasaba pegado a la televisión. Delia opina exactamente lo mismo... Es algo muy arraigado. Y de ese gusto, encontré gusto por los comerciales. Mi madre me contaba que, de pequeño, si yo estaba jugando en mi cuarto, mientras ella y papá veían la tele, y empezaban los comerciales, yo llegaba corriendo a verlos. Y aplicaba lo que mi esposa tiene a bien llamar "acumulación de información inútil", es decir, memorizar, en muchos casos hasta el día de hoy, comerciales enteros, tonadas, "slogans", personajes, y puedo repetirlos casi al detalle. Incluso corregir a quienes dicen que se los saben... 

Y estaba la radio...

Siempre estuvo presente en casa de mis padres. Recuerdo que mi papá tenía una radio de bulbos en su buró y que la solía escuchar casi a diario. Escuchaba la XEW, "La Voz de la América Latina, desde México" y su característico tono de xilófono que era distintivo de esa emisora. También escuchábamos una consola que tenía radio y tocadiscos. Nos acompañaba en las mañanas mientras desayunábamos antes de ir a la escuela, o papá a trabajar. Programas como el de Cri-Crí, o a Francisco Javier Camargo con sus "Hazañas del Deporte", en que se recordaban momentos históricos en futbol, beisbol, y otras disciplinas deportivas. Tampoco faltaba el "Reloj Musical", que tuvo varios patrocinadores en el tiempo que yo lo escuché, y cuyo locutor, don Edmundo García, era una institución en la emisora.

En la tarde, de regreso de la escuela, era nuevamente poner la radio y escuchar algunas radionovelas de Caridad Bravo Adams, o las que dirigía Raul del Campo Jr. La narración que hacía don Juan Carlos Morgado de las tragedias de esos personajes era digna de recordarse, por su tono grandilocuente y acompasado, con un poco de la oratoria de antes. Luego llegó Jorge Castillo a narrar, con un estilo más dinámico, mas joven (digo, eran los 60's del Siglo XX, por favor). E historias como el "Capitán Misterio" o "Felipe Reyes" tomaban un paso más ágil.

Voces institucionales como don Edmundo García, del que les comentaba arriba, o José Sánchez, o Héctor Martinez Serrano, o Enrique Bermúdez (no el actual narrador de deportes), o Ramiro Gamboa, mejor conocido como el "Tío Gamboín" en la TV, y que le tocaba el turno de la noche. Pepe Ruiz Vélez tenía programas de concurso como "El Cochinito" o "El Risómetro", en el que el público mandaba por correo sus chistes, y eran contados por los humoristas de la época, como Nikky Santini, Manuel Siordia "Mr. Kelly", Carlota Solares, entre otros, el público en el estudio fungía como juez y el ganador se llevaba una cantidad de dinero más bien simbólica, tal vez $100.00 pesos o algo así, en  Bonos del Ahorro Nacional.

Y había programas formidables como "Apague la luz... y escuche...", que eran historias de miedo que narraba y actuaba Arturo de Córdoba, o "En el umbral del misterio", que eran relatos cortos que leía don Carlos López Moctezuma, ilustre actor de cine y teatro, y radio, por supuesto. 

Y estaban los noticieros.

Yo los escuchaba a veces cuando mi papá ponía su radio en la noche, que era cuando los pasaban. Y mi vida cambió por completo cuando mi mamá me regaló un radio pequeño, ya de transistores, que tenía forma de una consola, y que era en realidad un joyero. Fue tener mi propio espacio en la radio, mi oportunidad de quedarme, incluso hasta altas horas de la noche, escuchando los programas que no podía oir porque mis papás me mandaban a dormir, o papá decidía descansar después de un día pesado de trabajar.

Así fue como conocí los programas de miedo, algunas radionovelas... y los noticieros y los programas de comentarios editoriales. Y nombres como Manuel Mejido, columnista de "Excélsior" o don Guillermo Vela, fueron parte de mi imaginario radiofónico. Estaba el "Noticiero Carta Blanca", patrocinado por la cerveza de esa marca, o el de don Guillermo Vela, por el periódico "Excelsior", que siempre se despedía asi: "y muy buenas noches... a usted". Era su firma que lo hacía reconocible al momento de terminar su emisión. Manuel Mejido decía "Muchas Gracias, buenas noches, y hasta mañana". Pero la que más me agradaba era la de don Guillermo Vela, su tono de persona ya mayor, su voz pausada y de dicción muy clara eran muy característicos de la radio de principios de los 1960's y que me tocaba disfrutar en esas noches, antes de que mamá me llegara a regañar por estarme desvelando.

Cuando llegó la Frecuencia Modulada, o FM, a casa, entró la música con Radio Joya, o Radio Universal, las emisoras de esa banda que se oían en la casa. Mi hermano agregó Radio Hits, aunque venía con la tradición de Radio 590 "La Pantera" en AM, en donde estaba la W que yo escuchaba. Y al mismo tiempo, estaban las grabadoras de cassette integradas al radio y que tenían la virtud de poder grabar lo que estaba uno oyendo en la radio, y así poder conservar las canciones preferidas o los programas que a uno le interesaban. Y fueron decenas de cassettes grabados con música de nuestras estaciones, yo de Radio Joya, con música instrumental, Gloria Lasso cantando "Buen Viaje", música de grandes bandas, "El Amor es Triste" con Paul Mauriat, y muchas otras melodías y canciones más. También estaba EstereoMil, "El Sonido de los Clásicos", también en FM, con un repertorio variado de música de los grandes compositores, y que también llenó muchas cintas.

Ya de más grande, la radio pasó a un segundo plano, y la TV ocupó más ese espacio. Cuando empecé a manejar, a veces encendía el receptor en el carro y escuchaba un poco de la W, ya que no tenía FM. Luego vino la carrera, que todavía nos permitió gozar de este medio. Pero fue ver, o mejor dicho, oír cómo cambiaba el medio. Las voces ya no eran las mismas, los programas tampoco. Muchos de los locutores de mi infancia y juventud fueron retirándose o fallecían, dejando su lugar a nuevas voces, y la programación también cambiaba, de acuerdo al gusto del radioescucha.

Había una emisora singular: Radio Mundo. Tenía la peculiaridad de transmitir música de diversos países, y tenía por la tarde-noche programas de tipos específicos de música, y eran: la Hora Francesa, la Hora Italiana y Ritmos del Brasil. Con esas emisiones conocí a cantantes y artistas como Simone, brasileña de voz melodiosa con canciones como "Amé Demáis" que fue un desahogo en penas de amores: o Enrico Farías o Charles Aznavour, que sus voces daban al idioma francés una melodía deliciosa; por solo citar algunos ejemplos. Radio Mundo desapreció poco después de que salí de México en 1994.

Y empezando a explorar otras partes del cuadrante estaba Radio Fiesta, de música tropical, o Jazz FM, que ilustraba a los neófitos en esta corriente musical. Había otra estacion de música clásica, que pomposamente se autodenominaba "Buena Música, desde la ciudad de México". Y estaba XEQK, la Hora Exacta, que patrocinaba Haste, "la Hora de México", y que se dedicaba a dar publicidad las 24 horas del día, los 365 días del año (366 en año bisiesto), y daban la hora al minuto. Y eran siempre los mismos dos locutores que se intercalaban los anuncios, a toda hora, en cualquier fecha. Y siempre era el mismo el que daba la hora, sin importar como se había dado el turno de las voces. Yo siempre me preguntaba cómo le hacían para aguantar tanto...

Radio Universal fue la primera emisora que conocí de lo que ahora dan en llamar "Oldies", música de los 50's y 60's, y que en esa época era la última del cuadrante de FM. Aparte del repertorio, que era sensacional, a la medianoche,y como cierre del día, la voz institucional de Adolfo Fernández Zepeda recitaba un poema bellísimo de Víctor Manuel Otero , que espero poder recordar completo:

La noche quedó atrás.
Un nuevo día se asoma
En tu horizonte de ventura.
En lo que fué llanto, hay alegría.
En lo que fue rencor, hoy hay ternura.

Eres otro.
Bajo el conjuro de la palabra AMOR
Te has superado.
Todo es más noble en tí,
Todo es más puro,
Porque todo de amor se te ha llenado.

Amar, y sólo amar,
Esa es la clave que mueve al Universo, 
A la Vida.
Lo duro de la senda es más suave
Si tu puedes decir: "ama y olvida".

Amar a D-os, a tí, al mundo entero
A los que tu conoces,
Al extraño, al rico, 
Al pordiosero, al poderoso
Al que te de la paz... o te haga daño.

Ya eres otro,
Porque has podido arrancar la cadena que te ataba
A tu eterno imposible,
Y has podido trasponer al dolor que te agobiaba.
Llena tu mente de las cosas buenas,
De las cosas positivas que construyen,
Y deja en el ayer todas tus penas
Y las negociaciones que todo lo destruyen.

Tu hogar será de dicha
Y en los tuyos hallarás el porqué de tu camino.
Todo será más hermoso
Y tus hijos tendrán otro destino.
Y tú, que eres soltero, buscarás,
No al que halague tus sentidos,
sino al alma que te comprenda más,
porque el alma hace la hombre, y no el vestido.

La noche quedó atrás.
Un nuevo día se anuncia en el dintel de tu ventana.
Ya no dejes que escape tu alegría
Ni que vuelva el ocaso a tu mañana.
Ya no vivas de ayeres, de lamentos,
Ya no suenes tu nota discordante.

Piensa siempre, en todos tus momentos,
Que la vida comineza a cada instante.

El poema se sigue transmitiendo en la misma estación, ya ubicada en otro punto del cuadrante y con algunos ligeros cambios, pero esta fue la versión que aprendí de memoria. Radio Mundo tenía otro poema, declamado por Arturo Benavídes y Radio Hits también. Los recuerdo casi completos, pero los dejaremos para otra oportunidad.

Cuando llegué a Estados Unidos, encontré dos opciones de radio: estaciones de "oldies" como KEARTH 101 en California y Big 98.5 en Albuquerque. Y en Texas descubrí NPR radio pública, con programas de análisis muy interesantes, otros de contenido general como "Morning Editon" con Steve Inskip en Washington y Reneé Montaigne en California, en que comentaban temas de actualidad y tópicos de interés, con amenas entrevistas y atinados puntos de vista. Incluso había un programa, generado en Minnesota, que recuperaba el espíritu de los antiguos programas de radio, con un experto en hacer toda clase de ruidos y efectos sonoros, actores leyendo sus parlamentos en historias divertidas, junto con números musicales, y que cerraba con el recuento de lo sucedido en un pueblo imaginario llamado Lake Wobbegon, que era a la vez cómico y también muy humano. Esas emisiones hicieron muy amenos mis trayectos de casa a la oficina y de regreso, y a ratos en el escritorio, ya que tenía un pequeño radio para las tardes, después de la atención al público y que todo era ya un poco más lento.

A mi regreso a México, el cuadrante del radio ya era otro. La programación muy distinta, con predicadores en AM y noticieros de crítica en FM. Y fue escuchar por mucho tiempo a Carmen Aristegui que, si bien es un referente de opinión, su tono agresivo y demoledor a veces resultaba pesado. O programas en que la broma pesada y la palabra altisonante son lo divertido, como el programa del Panda, o PandaShow, en que se hacen bormas pesadas entre amigos o familiares, y a veces la broma no resultaba tan graciosa como se esperaba y dejaba paso a reacciones de ira o de llanto al salir todo mal.

La radio había perdido ese encanto de mi infancia y mi juventud. Y entre eso y otras causas, la radio quedó apagada en el coche por mucho tiempo, prácticamente hasta mi salida a Canadá.

Aquí entrontré CBC, la estación pública de Canadá que, como en el modelo británico, tiene estaciones de temas específicos, pero son CBC, y puede ser el canal de noticias, de música, o de temas de actualidad. Yo encontré por casuladiad CBC Radio 2, la emisora de música, que tiene 24 horas de transmisión de todos tipos, en programas específicos de clásica, pop canadiense, ópera, jazz y blues, entre otros. Un remanso en los recorridos de carretera entre la oficina y la casa. Y en el escritorio, gracias a Internet, es poder volver a NPR de Texas o la misma CBC Radio 2, según el estado de ánimo.

Ha sido un reencunetro delicioso con un medio que ha sido parte de muchas etapas de mi vida, que acompañaba mis noches de lectura en la infancia, o los ratos en mi recámara de juventud después de la preparatoria o la universidad. Lo que las ondas llevaban consigo y que depositaban en el aparato en el buró de mi papá o en el receptor de mi cuarto siempre fue un mundo de imaginación, historias ingeniosas con voces que le daban cuerpo y color a esas palabras, el saber de mi país y del mundo, melodías de muchos rincones de la Tierra y que hicieron amenos mis días, o servían de catársis y consuelo en las tristezas. 

Si bien ahora la TV es de alta definición y uno puede oír música por Internet, la radio sigue siendo un medio que llega a casi todas partes, y nos da un espacio en el que la mente es la herramienta que da al sonido un sentido, una sensación de realidad, y a la vez nos dibuja mundos a la altura de nuestros sueños.

Un regreso feliz que se da desde el exterior.

17 mayo, 2015

Un nuevo amanecer



Cuando uno vive en el exterior y se llega a un nuevo lugar, se tiene toda suerte de emociones, desde incertidumbre hasta curiosidad... Especialmente si nunca se ha estado antes en ese sitio o siquiera cerca de él.

Así me pasa con Leamington.

Cuando me ofrecieron venir para acá, por supuesto que acepté: era una titularidad, era un consulado pequeño y fácil de manejar, tengo experiencia en toda clase de consulados: grandes, medianos, chicos, abarrotados, solitarios, lentos, intensos... de tocho morocho. ¡Ah! Pero siempre de alterno, adscrito, o como le quieran llamar al Número Dos del changarro.

A veces de encargado, cuando el jefe no está en casa.

Pero de jefe... todavía no...

Y bueno, uno no nace sabiendo las cosas de ser jefe, se adquieren con la experiencia y con el quehacer diario. Y esa fue la consigna al subir al avión rumbo a Canadá. Y, por supuesto, toda clase de planes, proyectos, ideas... cambiar al mundo.

Al llegar, fue el ser recibido por mi segundo de a bordo... ¡qué raro se siente decir eso de otra persona y que no se estén refiriendo a uno! Pero en fin. Sigamos con el relato. Del aeropuerto fuimos a cenar y a registrarme al hotel. Esa noche fue empezar a asimilar que ya era el titular de una oficina, y que las decisiones que se tomaran serían finalmente mías y que no rendiría cuentas mas que a la Patria. Había buscado ese momento por más de 5 años y una espera de dos de ellos. Al fin era realidad. Yo era Alberto Bernal Acero, Cónsul de México en Leamington, Ontario, Canadá.

El lunes siguiente fue entrar a la oficina y ser saludado y presentado como el nuevo cónsul titular. Si bien no es una plantilla grande (son 3 funcionarios y 5 empleados locales), esa gente esperaba mis instrucciones y me reportaba lo referente al trabajo que realizaban. Al llegar a mi oficina de titular, fue ver esta vista desde la ventana:


Y empezar a firmar documentos, avisos, mi primer reporte de un evento de interés en la zona... demostrar que el consulado tiene un nuevo jefe y que no ha parado su actividad.

Sin embargo, esta oficina es diferente a cualquiera de las que me ha tocado servir. Para eso déjenme decirles un poco el tipo de lugar que es Leamington y por qué hay un consulado en este pequeño poblado agrícola.


Leamington es una municipalidad en el condado de Essex, Provincia de Ontario, Canadá. Cuenta con 35,000 habitantes y su actividad primordial es la agricultura, pero con una salvedad: se desarrolla principalmente en invernaderos. No olvidemos que Canadá cuenta con un invierno muy crudo y no favorece muchos cultivos, especialmente de frutas, y acá se da mucho tomate rojo (jitomate), al grado de que por mucho tiempo se autonombró la capital del tomate en Canadá; pero también se da pepino, durazno, espárragos, tabaco, vid, entre otros cultivos. También hay una que otra granja apícola (de abejas), pero esas no son de invernadero, son de a deveras...

Y en este entorno de invernaderos, alrededor de 2,000 trabajadores agrícolas mexicanos vienen, cada año, a Leamington y sus alrededores, a hacer su labor, como parte de un programa creado entre México y Canadá para trabajadores temporales, únicamente en este sector. Tienen papeles para trabajar, tienen sueldo establecido por la ley, prestaciones, seguros, y un empleo estable por un cierto tiempo y regresan a México. Y son gente que ha resultado muy cotizada por sus empleadores, al grado de que piden que regresen al año siguiente, y hay quien tiene más de 30 (sí, treinta) años participando en el programa con el mismo granjero, y ambos felices con su trabajo, empleador y empleado. Cuando me contaban este tipo de cosas, lo sentía muy fuera de este mundo, al menos de mi mundo. Pero cuando va uno a un invernadero y ve algo como esto:


Sentir la humedad y el calor inducidos por máquinas para tener la temperatura y condiciones que el cultivo necesita, en ese caso el pepino, y ver a los trabajadores contentos y haciendo lo que han hecho por muchos años (ahí fue que conocí a un señor muy amable, don Fernando, que lleva casi 35 años en el programa [desde 1980], viniendo 8 meses al año, que son los que establece el programa, pero que este sólo viene 6 porque ya quiere estar más tiempo con su familia). El ambiente es pesado al cabo de un rato, y estos hombres y mujeres lo toleran de buen grado y hacen una labor que les es tan reconocida, que los piden los granjeros que los contratan, una y otra vez, hasta que ya se retiran.

Por supuesto, siempre llegan nuevos trabajadores, ya que la voz se corre por las comunidades agrícolas de México, así como se incorporan los hijos de los que ya son veteranos en el programa, y se ven grupos de padres e hijos o de hermanos trabajando en el mismo lugar, ya que el empleador reconoce la calidad que se transmite de generación en generación. Sin embargo, también hay quienes no dan el ancho, y los cultivos les resultan más laboriosos de lo que se imaginan, o no es el que han hecho antes (a veces el programa se equivoca y manda a la gente a granjas equivocadas y el trabajador, o aprende otro oficio, o pide que lo cambien a una granja en la que sí pueda trabajar, o de plano se da por vencido y se regresa a su casa...)

¡¡¡Y todo esto lo he aprendido en solo una semana!!!

Es claro que esta experiencia me va a enseñar algo completamente nuevo de mi oficio. Nada que ver con Estados Unidos. Y me tocará unirme a la causa de las demás oficinas que tenemos en Canadá, para hacer entender a quienes toman las decisiones en la Patria, que esto no tiene ningún punto de referencia con nuestro mayor cliente en materia consular y de protección. La temática es muy propia, los problemas no se comparan, las necesidades son diferentes. Es cierto que un pasaporte el igual si lo expido yo o se expide en Los Angeles, pero el motivo por el que se solicita no necesariamente es el mismo. Acá hablar de indocumentados es muy poco frecuente y nada común. En Estados Unidos es el pan nuestro de cada día. Acá trabajan los campos gente con papeles para hacerlo, allá lo hacen de manera casi clandestina, aunque no por eso dejan de tener derechos laborales que la ley les concede, sin importar si tienen papeles o no. Acá vienen casi 50,000 trabajadores con prestaciones y beneficios, allá son millones con escasos derechos y frecuentes persecuciones. ¿Le sigo? ¿o se empiezan a dar una idea?...

Pero esos 50,000 trabajadores que vienen a Canadá todavía necesitan de nuestra presencia. Aun en este ambiente cordial, no falta un empleador o un capataz que piensa que, por ser de un país distinto, estos empleados son poca cosa y los maltratan, o no les dan condiciones adecuadas para trabajar o vivir en las granjas, Nuestra misión es ver que eso no suceda, y si pasa, que las autoridades canadienses que ven el programa tomen cartas en el asunto. Los nuestros, aunque cuenten con todo lo necesario, pueden sufrir un accidente, y nos toca ver que los protocolos y procedimientos de emergencia se hayan llevado a cabo correctamente, que los seguros cubran lo que les corresponde o compensen al trabajador si queda deshabilitado temporalmente o si hay que regresarlo a México por ya no poder trabajar. Si alguno, por desgracia, fallece (que sí se ha dado en esta oficina, según me cuentan), es ver que la familia lo sepa, que vengan si así lo desean, y que se haga el procedimiento para regresar los restos a la Patria para que reciban cristiana sepultura y que sus familiares y amigos le den el último adiós. Créanme que esto no lo escribo con sarcasmo, sino con un profundo respeto por quienes sufren una pérdida así.

Y al final del día, sea tranquilo, o sea de actividad, este paseo por la marina de Leamington resulta placentero:


Un lugar para reflexionar en lo que se ha dejado atrás y lo que se tiene hacia adelante. Recordar a los que pronto se nos reunirán para seguir la travesía juntos. Tener presentes a los amigos que siguen con nosotros en este recorrido, sin importar la distancia, pero siempre con el buen ánimo de seguir siendo parte de nuestras vidas y nuestras andanzas por el mundo, y que utilizan puentes como el feisbuc o el guatsap como medios para acompañarnos, mas los que se vayan creando en el camino. Un lugar a la vez callado, pero también animado por las decenas de transeúntes que lo frecuentan diariamente en busca de un espacio agradable para pasar la tarde, sintiendo la brisa del lago Erie y alejándose del ruido del pueblo. Hay espacio para uno mismo y para ser parte de la comunidad.

Son los tesoros que uno empieza a acumular cuando regresa uno al exterior.

27 abril, 2015

Checklist

Cuando uno vive en el exterior, y está en vísperas de iniciar un traslado, se hace necesario organizarse para el ritual de la partida. No es tan sencillo como decir: "ok, ya estuvo, ¡vaaaamonooooooooss!!". Es algo mucho más complicado.

Es en estos momentos cuando uno se da cuenta de que el atesorar o acumular cosas es una práctica arraigada en la familia... guardamos regalitos, papeles, cosas olvidadas por los amigos, mas lo que hemos ido agregando a lo que hemos tenido desde antes, desde ropa hasta libros, desde algún nuevo mueble hasta el cuadro del que no nos habíamos acordado por muchos años, pero que en esta ocasión sí tuvo espacio en donde ser colgado. Y como eso,  muchas otras cosas más.

De la experiencia de mudanzas pasadas, mas lo que hace la necesidad actual, uno tiene que hacer una lista de revisión de lo que se va en el contenedor; lo que se queda regalado, vendido o donado acá; o lo que se va con bombo y platillo a la basura. Y siempre hay de los tres tipos de cosas. Y siempre hay resistencia a que algo se quede o se tire, porque tiene un significado...

Los juguetes de infancia de los chicos ocupan un lugar preponderante. Nuestra hija tiene una casa de muñecas perfectamente equipada, que recibió en una Navidad, de Santa Claus, cuando era una pequeñita de 6 ó 7 años; y ahora, a sus flamantes 16, al mencionarle siquiera la posibilidad de que la podamos donar a algún dispensario, se opuso radicalmente. La casa de muñecas nos acompañará a Canadá, pase lo que pase... Y nuestro chico tiene cosas similares... Y Delia también... y yo también... ¿a quién queremos engañar? nuestro apego a las cosas que han formado parte de nuestro bagaje de muebles y vivencias difícilmente lo soltaremos, y eso se dará en un arranque de "no podemos seguir cargando con tanta tarugada... ¡todo se va a la basura!!!"

Al momento de hacer y revisar esa lista de las que les decía más arriba, uno empieza a discriminar sobre lo que es importante, valioso, significativo, útil, o cualquier otra virtud que haga que nos acompañe una mudanza más; y se separa de lo que resulta inútil, estorboso, pesado, desagradable, que represente algo de lo que no queremos volver a acordarnos, y todo aquello que le asegure un lugar fuera de nuestro menaje y de nuestras vidas.

Así como hacemos con los objetos en nuestros closets, en las gavetas y armarios, en las canastas y en todos los espacios y receptáculos de cosas y chácharas, así también se hace un recuento de las vivencias, los recuerdos, las imágenes y todo lo que hizo esta parada lo que fue: una mezcla, siempre desigual, de alegrías, tristezas, logros, fracasos, esperanzas, desilusiones, encuentros, desencuentros, adquisiciones, pérdidas... en fin, todo lo que pasa por la vida de uno entre un segundo y el que sigue, el repaso de las personas que llegaron a nuestra existencia, las que se fueron, las que estuvieron de paso, las que llegaron para quedarse.

En esta etapa hubo logros, y tuve la alegría de compartirlos con ustedes por feisbuc, en correos o por este medio. Dijimos varios adioses, en algunos nos acompañaron, otros fueron muy íntimos y se quedaron en la privacidad. Es el dinamismo de la vida misma.

Ahora que estamos planeando el empaque de nuestra casa para llevarla a nuestro siguiente destino, vemos que el menaje, como siempre, ha crecido. En las cosas materiales, era de esperarse. Uno encuentra nuevos objetos para decorar la casa o el ánimo, el intelecto o la vanidad, y pasan a ser parte del inventario que se subirá al transporte. En aquello inmaterial, los amigos, los recuerdos, las vivencias, las alegrías, las lágrimas, los sentimientos encontrados... es, quizá, la parte del menaje que más ha crecido en esta etapa... y, sin embargo, no pesa nadita de nada en la báscula de la aduana, pero sí en la del corazón.

Ando medio nostálgico, creo que se nota...

El caso es que, ante la inminencia de nuestra partida, este tipo de recuentos se hace necesario, tanto a nivel personal, como a nivel de pareja y de familia. Es ver en la pantalla de la mente a los amigos y conocidos que se reencontraron, a los que se acaban de lograr y a los que se ha visto partir. Es visulaizar los lugares que recuperaron su significado, los que adquirieron uno nuevo y los que lo perdieron del todo. Son las experiencias adquiridas y aquello que no pasó de ser un mero proyecto que nunca prosperó. Y en estos casi 4 años en la Patria ha habido mucho de todo esto. Algo para meditar en los ratos de escasa tranquilidad entre que vemos y decidimos qué se queda y qué se va.

Etapas previas al regreso al exterior.

29 marzo, 2015

Siguiente parada...

Cuando uno vive en el exterior, y más como parte del Servicio Exterior, se sabe que no es uno quien marca los tiempos de la llegada o la salida. Es el propio Servicio el que nos dice cuando abrir el equipaje o cuando empacar.

Pues bien, después de casi cuatro años de haber regresado a la Patria, es tiempo para nuevamente desplegar las velas y zarpar a un nuevo puerto. Esta vez en Canadá.

He sido nombrado Cónsul de México en Leamington, provincia de Ontario, Canadá. Es mi primer mando en una oficina consular.


El momento ha llegado de curtirme en tener una oficina bajo mi jefatura. La experiencia acumulada en todos estos años en consulados y en la oficina central será puesta a prueba en esta nueva etapa de mi carrera. Obvio, uno no nace sabiendo ser jefe, el oficial de mando se hace a fuerza de saber recibir y cumplir órdenes de quienes lo preceden en el rango. Esos oficiales superiores, como alguna vez lo comenté, pueden ser fuentes de donde uno abreva sabiduría y prudencia en el ejercicio de una responsabilidad. Pero también los hay quienes son una muestra de lo que no se debe hacer, por el bien propio y por el de los que están bajo el mando de uno y por el de la misión que uno tiene encomendada.

Si bien el panorama hacia el frente resulta prometedor para los que formamos la tripulación de este navío llamado familia Bernal Cabrera, también es bueno detenerse en medio de esta vorágine que es un traslado para ver lo que ha sido este tiempo en nuestra experiencia nómada.

Como escribí a nuestra salida de Texas, al ver a los que dejamos atrás se tiene una mezcla difícil de sentimientos. En esta ocasión resulta de especial significado, ya que en esta etapa fue el regresar a nuestras raíces, reencontrarnos con el pasado y pisar terrenos que nos resultaban amigables y familiares. Los amigos de infancia y juventud han sido bálsamo para hacer este retorno más agradable, aunado a los que encontramos por primera vez, y que han hecho que nuestro horizonte fraterno se expanda todavía más. Gracias a todos por haber vuelto a entrar a nuestras vidas o por hacer su incursión en ella por primera vez. Les aseguro que no se quedan atrás, sino que ahora nos acompañan en esta nueva jornada. Bienvenidos a bordo, y deseamos que la travesía con nosotros les resulte placentera.

 Ya, de alguna manera, adelantábamos nuestro deseo de regresar al exterior en entregas pasadas de este blog. El desarraigo nuestro, el desencanto de los chicos al ser arrancados del entorno que siempre consideraron como propio... Han sido tópicos de los que ya hemos platicado en este espacio, Sin embargo, ahora que la partida es inminente, genera sentimientos encontrados. Persisten los mismos sentimientos que se nos dieron en nuestra estancia inicial, pero hasta los chicos han logrado crear afectos en esta tierra y nosotros, los adultos, hemos creado o recreado lazos con la gente que es parte de este lugar, ha germinado el gusto por ciertos espacios nuevos y el recuerdo de los que vivimos en nuestra lejana infancia y juventud,

Ahora que los que van a vaciar nuestro hogar y cargarlo en un transporte están próximos a hacer su trabajo, y ver como la casa que estuvo por todo este tiempo con nuestros muebles, nuestros libros, nuestra ropa, nuestros deseos, nuestras aspiraciones; y que fue también espacio para recibir a nuestros seres queridos, vivos y ya fallecidos, a los amigos sinceros como reciprocidad a la hospitalidad que recibimos en alguna o en varias ocasiones, es cuando se agolpan los recuerdos, las vivencias, el eco de las risas y las pláticas amenas, acompañados de un café o una copa. Las reuniones, algunas perpetuadas en fotos, otras sólo en la imagen imperecedera del recuerdo, serán siempre parte de nuestro menaje emocional, que en cada parada se hace más grande, pero nunca más pesado.

Siempre las despedidas son difíciles. A mí no me gustan. Sin embargo, cuando la casa esté vacía, la oficina entregada, los servicios cancelados y estemos despertando para el día de nuestra partida, el inevitable "hasta pronto" hará su aparición, tal vez algunas lágrimas, y siempre el sincero deseo de volverse a encontrar para seguir la charla, ir al café o al restaurante que siempre ha gustado, o simplemente por el gusto de volvernos a ver. ¡Claro! Siempre estará feisbuc para continuar el contacto... o guasap, o lo que la tecnología nos conceda para acortar las distancias y acercar a las personas que queremos, donde quiera que estén.

Este espacio recupera su espíritu original: el compartir con ustedes las vivencias, las ideas, los sentimientos, las anécdotas, y todo lo que hace la vida desde el exterior.

Seguimos en contacto... 

08 marzo, 2015

Amigos por correspondencia

Cuando uno vive en el exterior, se entiende y valora las amistades y contactos que se van cosechando a lo largo de la vida, y la manera en que esa gente entra en nuestra existencia adquiere un valor anecdótico muy significativo, y endulza las charlas con los amigos en las reuniones en casa, la propia o la de ellos.

En alguna ocasión les platicaba en este espacio de la manera en que conocí a Gerardo, mi compadre. Pues bien, hay otra historia de esos tiempos que viene a mi recuerdo. Es simpática, curiosa, y que me ha logrado una amistad sincera de casi toda mi vida.

En los años de la preparatoria, cuando conocí a Gerardo, estaban muy de moda los amigos por correspondencia. Los que veíamos la televisión en los 80's, recordaremos un programa que se llamaba "La Gran Esfera Azul", o en inglés, "The Big Blue Marble" o "La Gran Canica Azul". El tema del programa era contar historias de la vida diaria de niñas y niños de todas partes del mundo. E invitaban a su joven teleaudiencia a conocer y establecer contacto con niños y niñas de otros países usando el medio de la época: el correo.
 
Amigos por correspondencia.
 
Lo que  uno hacía era mandar sus datos en una carta a una cierta dirección en Inglaterra (si bien recuerdo), y a vuelta de correo, recibía uno nombres y direcciones de chicos, mas o menos de la misma edad del solicitante, con objeto de inicar intercambio epistolar. Y, por supuesto, muchos de nosotros, chavales de preparatoria, deseábamos conocer chicas de otras partes, y supongo que esas chicas de otras partes deseaban conocer a chicos de otras partes. La combinación ideal.
 
Pero Big Blue Marble no era la única opción para encontrar amigos por correspondencia. En alguna ocasión, uno de los chicos de mi grupo llegó con una hoja en colores naranja y gris pálido (si mi memoria daltónica recuerda bien), con la misma propuesta: dinos quién eres: tu nombre, edad, país de origen; y a qué clase de amigos te gustaría conocer, y en qué idioma les escribirías, y mandando el formulario, y un dólar (un billetito de a dólar), te mandamos datos de otros chicos como tú y que les gustaría empezar a escribirse contigo. La oferta fue demasiado tentadora. Conseguí mi dólar del Mommy and Daddy Bank (léase mis papás, luego de explicarles con lujo de detalle el motivo de tan inusual petición de divisas), llené mi formato, lo entregué a este compañerito, y a esperar...
 
Creo que pasaron varios meses. Ya daba por perdido mi dólar y mi oportunidad de conocer chicas de otras partes, cuando llegó una carta de no recuerdo dónde, y en su interior venía una nota de bienvenida a este servicio, el nombre de tres chicas, y un formato para que, a mi vez, promoviera el servicio. La última parte de la premisa nunca se cumplió: nunca he sido bueno en esas artes de decirle a la gante si le interesa comprar o suscribirse a algo. Pero agradecí la nota de bienvenida, y empecé a escribir a las tres chicas: una de España, una de Estados Unidos y otra de Holanda.
 
La chica de Estados Unidos no respondió nunca. Imagino que no le fui muy interesante, además de que mi inglés era muy rudimentario. Con la de Holanda nos escribimos por un tiempo breve, y al final esa ruta también se cerró.
 
Pero la chica de España fue otra historia.
 
Empezamos a escribirnos. La comunicación fue cordial. Las cartas fueron y vinieron. El contarnos nuestra vida diaria, nuestras inquietudes, fue entretejiendo una amistad. Una linda amistad.
 
Y resultó que otros dos amigos habíamos entrado al mismo paquete de amigos por correspondencia, y coincidió que los tres teníamos amigas españolas que, igualmente, eran amigas o conocidas entre sí. Uno de esos dos amigos era Gerardo, mi compadre. Y se nos ocurrió a  Los Tres Caballeros (no pregunten cual era el Pato Donald, porque ese personaje es mío) grabar un cassette con canciones, comentarios, chistes, y lo que se nos ocurría conversar. Lo mandamos y recibimos uno de regreso. Nunca supe qué se hizo esa cinta.
 
Sin embargo, de ese grupo de tres amigos y tres amigas que se escribían de ambos lados del Atlántico, sólo persistió un contacto; el de mi amiga española y yo.
 
Pilar. Pilar Agudo Báez.
 
Yo pensaba que la gente en Europa era de grandes capitales, y le decía a Pilar que ojalá viniera pronto a México, para que nos conociéramos, imaginando que en el siguiente verano tomaría un avión y nos veríamos finalmente. La realidad es que Pilar y yo eramos de clase media, de familias que trabajan y se dan algunos gustitos, pero un viaje transcontinental era algo fuera de nuestra imaginación. Eso nunca opacó el contacto y la cordialidad.
 
Por azares del destino el flujo postal se interrumpió en algunas ocasiones, pero al reestablecerse, sucedía con la misma cordialidad y cariño, con el gusto del reencuentro y la conversación que continuábamos como si nada hubiera pasado.
 
Con el paso del tiempo y la vida que sigue su curso, compartimos el inicio de la universidad y el logro de un grado, el desarrollo profesional, el incio de nuestras familias y el llegar al día de hoy. La comunicación también ha evolucionado. De la carta postal pasamos al teléfono en un par de ocasiones. Luego el correo electrónico, y ahora estamos en feisbuc. Ella tiene una linda familia en su natal Huelva, con dos chicos encantadores que, por una absoluta e increíble coincidencia, se llaman Darío y Alberto (que los dos nombres juntos forman el mío). También un consultorio de psicología y una vida maravillosa, con las altas y bajas, como toda vida normal.
 
Y lo maravilloso de todo es la amistad que ha trascendido la distancia, el tiempo, el lugar donde nos encontremos. Hemos sido Pilar y Alberto, quienes crecieron de adolescentes que se encontraron en las líneas de una carta, hasta el día de hoy en que celebramos el haber formado familias (siemrpe hay un saludo de Pilar hacia Delia y mío hacia su esposo), el tener carreras profesionales pero, sobre todo, el que nuestra comunicación ha seguido siempre adelante, como el barco en el que le tomaron esta foto. Aun sin concocernos todavía en persona, hemos crecido juntos, platicado juntos, visto nuestras vidas transformarse con el paso de la edad y las experiencias de la vida de cada uno de los dos.
 
 
 
Atesoro esta amistad perenne como algo de enorme valor en mi vida. Me ha mostrado que la distancia y el tiempo nunca podrán separar a dos amigos sinceros de toda la vida, y que siempre conservan el deseo de poder verse frente a frente un día de estos.
 
Gracias, Pilar. Gracias por ser parte de la ruta de mi vida, y espero que mi presencia en la tuya haya traído momentos gratos. ¡Y esto todavía no se acaba! Nos queda todavía mucho camino por recorrer, no importa en dónde estemos, siempre habrá una palabra cálida, un gesto sincero de amistad, una palabra de aliento... en fin... lo que una vida de amistad epistolar ha creado.
 
Son de los tesoros que uno conserva y preserva en su ruta desde el exterior.