29 julio, 2011

Volver

Cuando uno está en el exterior se vive cada día en la realidad de estar fuera de la tierra de uno, acoplándose al lugar al que uno ha llegado, no importa si hace una semana, un mes, un año.

Sin embargo, en alguna parte de la mente, del alma, de corazón, existe un latido, una idea, un deseo… volver.

Como alguna vez lo dijimos, muchos de los que dejamos nuestra tierra lo hacemos porque la necesidad o la obligación nos mueven a emprender el vuelo hacia tierras nuevas. Hay quienes salen y dejan atrás todo, pero no vuelven la vista atrás, ya que huyen de la pobreza, la persecución o la incertidumbre. Hay quienes viajan por placer, otros por conocer, otros por la aventura, y hay quienes lo hacen para escapar del tedio…

Sin embargo, todos alguna vez, en algún momento, acariciamos la idea de volver a nuestras raíces, al lugar que nos vio nacer y que tuvo que decirnos adiós al tomar camino.

Hay quienes vuelven porque son forzados a ello, cuando se es deportado por un crimen o por no tener la visa correcta. Hay quienes vuelven al llamado de la sangre cuando un familiar está grave o ha fallecido. Hay quienes vuelven para demostrar que han triunfado en el exterior o cuando el fracaso les impide seguir lejos y necesitan regresar a donde se sienten seguros y aceptados, sin importar si no se logró el éxito deseado. O simplemente como un viaje de negocios, con la diferencia de que es a la tierra de uno, no a otro sitio del mundo.

A mí me ha llegado el momento de volver. Han sido 17 años fuera de México, en dos continentes, en lugares de contrastes intensos, pero todos con experiencias diferentes que han dejado profunda huella en mí y en mi familia. Hemos dejado atrás gente buena que nos ha aceptado como amigos, y algunos incluso nos siguen hasta el día de hoy, gracias al correo electrónico, el Internet y las nuevas formas de comunicarse como el Feisbuc (¿se acuerdan?). Pero este deambular por el exterior no ha sido motivo para dejar de retomar el origen. Nunca descartamos la idea de volver. Cada vez que hubo la oportunidad regresamos de vacaciones para visitar a la familia, los amigos de la infancia y juventud, los lugares que nos han sido siempre familiares. Pero, como toda vacación, era únicamente temporal. Llegaba el momento de ir al aeropuerto y tomar el avión de regreso al lugar donde viviéramos: China, California, Albuquerque o Texas.

Ahora, el avión que tomaremos en unos días será para volver a nuestro origen, por un buen rato al menos. Es parte del oficio que abracé hace 20 años y que me encanta. Ahora lo aplicaré en casa.

Hay personas para las que volver es un ansia, para otros una pesadilla.

Yo lo veo un poco como lo cantaba Carlos Gardel: volver… con la frente marchita/ las nieves del tiempo/ blanquearon mi sien… Sentir que es un soplo la vida/ que 20 años no es nada/ que febril la mirada/ errante en las sombras/ te busca y te nombra…

¡Ah, Carlitos! Cada año que pasa canta mejor. Para muestra este video:


http://www.youtube.com/watch?v=ZHG21QmTUwA

Este video lo vi desde mi infancia. Le gustaba a Jacobo Zabludovsky, un famoso periodista mexicano. Cada año, en el aniversario de la muerte de Gardel, lo ponía como una pieza del Gardel clásico, atemporal, perpetuo. Es un clip de una película, y lo que atraía mi atención era el principio, una frase que no se escucha ni en los discos ni en otras grabaciones, solo en este fragmento de film: "volver… para volver a partir como antes, dejando el corazón…"

Mucho de lo que dice el tango no se identifica conmigo, pero también hay cosas que son parte de mi experiencia. Efectivamente, salí de la Patria siendo un chico en sus tempranos 30's, recién casado y con la incertidumbre de saber qué le esperaba en el exterior. Hoy ya peino canitas, uso anteojos, y no corro tan ágil como antes… que 20 años no es nada… y me toca volver.

Pero, a diferencia de otros casos, incluso del tango, regresamos con gusto, volvemos a casa después de una larga ausencia. Es volver a las familias, a los amigos, a los lugares que han sido parte de nuestras vidas, y a la vez es traer a nuestras nuevas generaciones, a nuestros peques, a que conozcan la tierra de sus padres más allá de un paseo de un par de semanas, sino viviendo su vida diaria en esa tierra que, para ellos es "terra incognita", un lugar aún inexplorado y lleno de misterios. Será guiarlos para que sientan esa tierra como SU tierra, NUESTRA tierra.

Pero el hecho de volver y ya no estar en el exterior no representa el fin de este espacio. Aún hay mucho de que conversar, lo suficiente como para que pase el tiempo necesario para que nuevamente podamos conversar desde el exterior.