02 octubre, 2016

Debe llegar a donde jamás ha llegado el ser humano...

Cuando uno vive en el exterior, se puede tener la fortuna de poder reencontrarse con cosas del pasado que han sido siempre placenteras.

Este año de 2016 se ha caracterizado por diversos aniversarios y el recuerdo de epopeyas. Y he disfrutado de esas conmemoraciones porque son de cosas que me gustan muy en especial.

Como muchos de mi generación, crecimos y pasamos buena parte de nuestra infancia al pie de la televisión, a la que unos le llaman "la caja idiota", pero otros, como yo, la vemos como una ventana a lugares, personas, épocas, que están muy lejos de nuestro alcance, o como se llamaba un programa de esos tiempos del Canal 4: "Una Ventana al Mundo".

Gracias a ese milagroso aparato, podíamos ver eventos que ocurrían en otra parte de la ciudad, del país, del hemisferio, o del mundo... e incluso fuera de la Tierra. Lo mismo nos daba a conocer lo que era el acontecer del día a día en los noticieros, o nos hacía vibrar con historias llenas de sentimiento, también nos hacía cantar y disfrutar la música de nuestros artistas favoritos, sacándolos de la imaginación del disco o de la radio y poniéndoles rostro y figura.

Recuerdo que de chico solía ver los documentales que pasaban antes de la programación regular a mediodía. Eso me ayudó a conocer las maravillas de la ciencia. El "Informe Científico" se hizo una costumbre que trataba de preservar en vacaciones y en días en que no podía ir a la escuela. De ahí mi amor a la ciencia, la tecnología, y el espacio.

Trataba de ver los lanzamientos de los cohetes Saturno V y las cápsulas Apolo a la Luna. Se oía tan increíble que era más bien motivo de broma, pero para mí era algo serísimo. Ya desde antes veía el Atlas que tenían mis papás y que le habían comprado a Selecciones, la revista mensual que nos daba desde chistes hasta versiones condensadas de libros de autores famosos. Buscaba la parte que se refería al Sistema Solar, con lo más preciso que se conocía hasta esa época (mediados de los 60's del Siglo XX) pero al alcance del ser humano normal.

Recuerdo entre sombras la llegada del Apolo 11, y cómo la narraban Jacobo Zabludovsky y Miguel Alemán Velasco, de la entonces Telesistema Mexicano, ahora Televisa. Con voces emocionadas recalcaban una y otra vez que las imágenes de la pantalla eran en vivo... "desde la superificie de la Luna... desde la superificie de la Luna... se dice fácil".

Estuve buscando un video de ese momento histórico, pero lo que he podido encontrar ha sido una parte de un especial que se hizo algna vez y que incluía esa parte. Con las reservas del caso, aquí se los comparto:



Y luego fue ver el surgimiento del transbordador espacial, hasta que una mañana de enero de 1986, estando entre dormido y despierto viendo la transmisión del despegue del transborador "Challenger", el mundo entero, yo entre todos ellos, vimos como estalló en mil pedazos, dejándonos mudos entre asombro y espanto ante algo que nadie había visto en esa generación. Ya estaba yo en el Servicio Exterior y viviendo en Estados Unidos en 2003, cuando mi pasmo nuevamente salió a flote al ver los pedazos del transbordador "Columbia", el primero en ser usado en el programa, caer como meteoros sobre Texas mientras iniciaba el reingreso a la Tierra.

Nadie dijo que ir al espacio fuera sencillo o sin riesgos...

Sin embargo, la exploración del Cosmos siempre ha tenido un aspecto romántico. Desde los libros de Julio Verne, hasta los hallazgos de astrónomos desde la antigüedad, el voltear la vista hacia el cielo nocturno y ver las luces que, a la distancia, han acompañado a la Humandidad desde sus orígenes hasta este día, ha sido motivo del trabajo del intelecto y de la imaginación, por igual.

El intelecto es el campo de la ciencia. La imaginación nos ha llevado a soñar y especular sobre lo que hay en esas luces celestiales. Y el poder viajar a los confines del Universo ha sido el tema de novelas, cuentos y, más recientemente, de películas y programas de radio y televisión.

Ya mencionamos los libros de Verne, pero podemos referirnos a autores como Asimov. Arthur C. Clarke, Lem, Bradbury, H.G. Wells, y tantos otros, algunos no tan célebres, que en sus palabras que detallaban vehículos prodigiosos y aventuras imposibles, hacían la delicia de chicos y grandes, por igual. Personajes como Buck Rogers, Flash Gordon, Nick Carter, llevaban a sus lectores a los anillos de Saturno o a galaxias lejanas a enfrentar a villanos despiadados, ansiosos de conquistar nuestro mundo.

El cine nos trajo historias que, aparte de la imaginación, nos alimentaban con imágenes de naves espaciales, cohetes de poder inmesurable, héroes guapísimos y extraterrestres seductoras, y títulos como "El Día en que la Tierra se detuvo", "2001, una odisea en el espacio", "Invasión de los Platillos Voladores", "La Guerra de los Mundos", y más recientemente "Star Wars", forman parte de los clásicos cinematográficos de todos los tiempos.

Y llegó la televisión. Y con ella las series que, semanalmente, nos traían nuevas y fantásticas aventuras, tal vez sin la ostentosidad y los grandes presupuestos del cine, pero sí con libretos ingeniosos y actuaciones que, con el tiempo, se volvieron legendarias. Yo viví esa parte de esta historia, y hubo dos series de temática espacial que dominaron mi infancia y juventud: "Perdidos en el Espacio" y "Viaje a las Estrellas". Si bien son disímbolas en su tema, ambas fueron íconos de su época, catalogadas como clásicos del género, y han acumulado una gran audiencia y fanaticada (fans, como les dicen ahora). Los clubes de admiradores de las dos series tienen miles y miles de socios en muchas partes del mundo. Y ambas han generado fenómenos culturales difícilmente comparables.

A diferencia de otros clásicos de la pantalla chica, la vida de estas dos series fue efímera (3 temporadas cada una), una por falta de audiencia, otra por altos costos y "raitings" en declive. Los ejecutivos tenían que ver por el bien de los estudios, aun cuando las series tuvieran seguidores sólidos, pero no en cantidades suficientes como para justificar su permanencia en la programación. Las dos sobrevivieron gracias a lo que se conoce como "sindicación", es decir, vender la serie a las televisoras locales y que fueran ellas las que transmitieran los episodios como y cuando quisieran. Eso hizo que "Viaje a las Estrellas" y "Perdidos en el Espacio" continuaran en el gusto de la audiencia a nivel de Estados Unidos. Igualmente pasó con la distribución internacional. Las repeticiones hicieron que cada vez más y más gente les ganara gusto, hasta el día de hoy.

Cada serie ha celebrado su 50 aniversario.


Ya en el plano de gusto personal, de "Perdidos en el Espacio" me agradaba casi todo, excepto el Dr. Smith (el "villano" que, más que serlo, era el torpe que se metía en problemas) y Will Robinson (el chico listo que hacía pareja con el Dr. Smith para meterse en líos y tratando de hacerle entender lo equivocado de sus enredos). Los demás personajes tenían aportaciones interesantes, pero eran siempre opacados por el dueto, con la presencia del robot, mezcla de ingenio y "tecnología". Pero lo que siempre me encantó fue la nave: el Júpiter 2. Me causó siempre un gran magnetismo al grado de que, después de ansiar toda mi vida que algún día existiera un modelo de armar, Delia lo pudo encontrar y me lo regaló de cumpleaños en 2001, recién llegados a California. No les cuento la felicidad que me embargó entonces, y esa nave es un proyecto pendiente, a fuerza de querer hacerlo tan perfecto que avanza casi una pieza por día, cuando ha habido avances.

Y está "Viaje a las Estrellas". O "Star Trek", por su nombre en inglés.

Un concepto totalmente distinto, ST ha sido una serie que ha generado un fenómeno único en la historia de la televisión, la ciencia-ficción y la mecánica social.

Como les comentaba arriba, esta serie estaba condenada al olvido, incluso cuando estaba originalmente al aire. La presión de sus admiradores hizo que se le tuviera al aire para su tercera y última temporada, Miles y miles de cartas enviadas a NBC (la cadena de TV que la transmitía) hicieron que se revirtiera la decisión, ya tomada, de cancelar el programa. Al término de ese indulto el final fue inevitable y, como dijimos, entró al campo de la sindicación, y lo demás fue historia.

Esta serie buscaba, dentro de un papel de entretenimiento, ser un programa dirigido a adultos que pudieran divertirse y, a la vez, pensar en temas de actualidad: discriminación, guerra, diversidad, y un futuro promisorio, en el que la pobreza y la enfermedad ya no eran problemas que aquejaran a la Humanidad, sino el conocer otros mundos y otras civilizaciones.

O, como decían en la introducción en español de cada episodio, "debe llegar a donde jamás ha llegado el ser humano".

Con guiones inteligentes, simbolismos sutiles y a la vez elocuentes, humor, mujeres hermosas (todo ayuda, por supuesto), protagonistas  y personajes únicos e identificables (Spock, por sólo dar un ejemplo), y un vehículo que los llevara de un planeta a otro a velocidades inimaginables (la nave estelar Enterprise), "Viaje a las Estrellas" sobrevivió a su muerte televisiva para entrar al Universo de la leyenda y a la iconografía del Siglo XX, e incluso del XXI.

Mi afición por la serie me ha llevado a tenerla en BluRay, el haber armado varios modelos del Enterprise y tener otros más en espera, incluso haber conseguido playeras similares a los uniformes de los oficiales de la Flota Estelar.

Y después llegó la segunda encarnación de la franquicia: "La Nueva Generación", con nuevos personajes, diferentes situaciones, pero recuperando conceptos originales como los klingons (unos de los villanos, que más bien son guerreros) y la propia Enterprise, ahora una nave todavía más moderna y sofisticada. Esta serie logró su propia identidad y su propia membresía de admiradores, pero también como parte del Universo de la serie original. Le siguieron otras secuelas, y luego las películas de largo metraje, tanto con los actores y personajes originales, como con los de la nueva generación.

Ya en tiempos más recientes, y luego de varios años sin nada nuevo en esta franquicia, en 2009 se estrenó una película que es una mezcla del concepto original, con elementos nuevos que buscan darle una indivdualidad, para no ser tachada de una mala copia de la original, sino algo nuevo para una nueva generación de "trekkers", como se nos ha dado en llamar a los admiradores de "Star Trek". Después de tres millonarias películas, una cuarta en producción, una serie en desarrollo y un ejército mundial de admiradores, "Viaje a las Estrellas" está vivita y coleando.

Pude ir a una de las convenciones que se organizan cada año en diferentes partes del mundo, esa vez en Pasadena, California, y tuve la oprtunidad de conocer personalmente a una de las actices de la serie: Nichelle Nichols, quien interpretaba a la Teniente Uhura, la oficial de comunicaciones del Enterprise. Una dama extremadamente amable, que se tomó fotos conmigo y con Rebeca, entonces una bebita. Me autorgrafió su libro de memorias. Fue una oportunidad inolvidable.

El haber podido llegar a los 50 años de estas dos series de mi infancia y juventud me hace sentirme muy afortunado. Iconos de mis primeros años de vida, y que se convirtieron en leyendas de su tiempo, y que nos daban la imagen optimista de un futuro mejor, la esperanza de una tecnología que salvaba vidas y nos acercaba más a las estrellas. Que nos hacían ver que el espacio no estaba tan lejos, que no sólo los cohetes eran los únicos vehículos para ir a las estrellas, ni los astronautas eran los únicos que podían abordar y conducir esas naves de ensueño. Todas esas maravillas estaban al alcance del botón para encender la televisión.

Aniversarios gozosos que me han tocado en el exterior.