21 febrero, 2016

Gratitud

Cuando se vive en el exterior, se tiene la oportunidad de contemplar la vida desde una perspectiva diferente.

En la Patria se tienen muchas cosas por sentadas: familia, herencia, tradiciones, amigos, el pasado, el presente, el futuro. De alguna manera, se tienen todas las respuestas a todas las preguntas, aun las que no se han formulado todavía.

Cuando uno cambia el entorno, la visión cambia, se está en un contexto nuevo, diferente, tal vez hostil, pero siempre con la posibilidad de enriquecernos, fortalecernos, y hacernos que la experiencia sea de crecimiento y mejora. Cuando se está fuera por un trabajo, por los estudios, por supervivencia, o por la razón que sea, es ser transplantado a un nuevo territorio. La ciencia es que uno pueda soltar raíces en ese nuevo terreno.

Este cambio de punto de vista permite, si uno es consciente del entorno que le rodea, que uno ha logrado mucho de lo que se tiene (material, espiritual, sentimental, o de lo que sea) con la ayuda, intercesión, colaboración, apoyo, consejo, o mera presencia,de alguien más. Y no es que esté negando el mérito de lo que uno hace, ¡claro que no! Pero no olvidemos que no estamos solos en este mundo, ni somos la última coca-cola del desierto. Efectivamente, uno se esfuerza a brazo partido para lograr sus objetivos: el mejor puesto, la atención de la chica especial, los boletos del juego del año, ahorrar para las vacaciones de ensueño... y así podría seguir la lista.

Pero siempre un consejo a tiempo, el hacerle ver a uno algo que se había pasado por alto, una palabra de aliento, una cita, una corrección útil en esa carta, todas esas cosas y situaciones, grandes y pequeñas, y que surgen de alguien ajeno a nosotros, pero que se interesa en nuestro bien y en nuestro éxito, son los detalles que hacen la diferencia.

Estas actitudes las esperamos y las pedimos a los amigos, pero también las recibimos de buenos compañeros de trabajo o de escuela, vecinos, colegas o gente que pasa por nuestro camino de manera efímera. Cuando una intervención así se hace de buen corazón, con el deseo de dar un bien, son la pieza que falta al rompecabezas.

Y si uno es justo, lo correcto es agradecer ese apoyo recibido en el momento justo. A veces se da con un simple "gracias". Otras veces somos un poco más espléndidos, a veces por convicción, a veces por conveniencia (hay que admitirlo), y ofrecemos una comida, o un regalo. Pero al menos tenemos el modo de demostrar esa gratitud.

Hay veces en que, por las circunstancias, ese agradecimiento se queda atorado en la garganta, o se pierde en el ruido de la calle o entre la gente del elevador. No es el caso el emprender una cruzada para buscar a todos y cada uno de esos "gracias" que no pudieron llegar a su destino. Pero si tener un pensamiento de gratitud para quien nos ayudó en ese momento, sea uno de los nuestros o un perfecto desconocido.

La gratitud es algo que, a veces, escapa de nuestra visión por estar tan sumergidos en la vorágine de la vida diaria. A veces damos los servicios de la gente como algo que se da por obligación, como el dependiente de un mostrador o el mesero de un restaurante. Pagamos por su servicio y tiene el deber de atendernos de manera amable y oportuna. Nuestro asistente o el subordinado en el trabajo debe de atender a nuestras instrucciones y cumplirlas a cabalidad, para eso recibe un sueldo.

Todo eso es cierto pero... ¿no es lo correcto dar las gracias? A uno se le educó en que "dar las gracias, perdir permiso y pedir perdón, son señal de buena educación". Pero nunca nos dijeron que el dar las gracias estaba sujeto a si nos agradaba la persona, si era bonita, con una buena cuenta de banco o favorecía a nuestros intereses. Era simplemente decir "gracias", sin importar el aspecto o la condición de quien nos había ayudado.

La gratitud suele tomar unos cuantos segudos de nuestro tiempo, pero a veces nos toma gran parte de nuestra vida, cuando la persona con quien tenemos esa deuda de gratitud no está cerca, porque el curso de la vida nos separó, porque ya no está en este mundo, o porque tardamos mucho tiempo en darnos cuenta de que teníamos ese agradecimiento pendiente.

Amigos de infancia, gente que pasa en la escuela, la universidad, el trabajo, pero que tuvieron una presencia temporal, que no fueron nunca del grupo de amigos y colegas que hemos subido a nuestro tren de la vida pero que, por azares del destino, tuvieron alguna participación en nuestro devenir. Gente que probablemente nunca volvamos a ver pero que, en un "twist" del destino, pueden regresar a nuestro sendero inesperadamente, y es ahí donde, si uno tiene buena memoria en la mente y en el corazón, puede uno saldar esa deuda no cubierta.

A final de cuentas, nuestra mayor deduda de gratitud es con la vida misma. De ella hemos recibido todo: lo bueno y lo no tan bueno, las risas y el llanto, la boyanza y la carencia, la experiencia y la ingenuidad.

Es muy sencillo echarle la culpa a la vida de nuestras malas decisiones o de las consecuencias de nuestros actos o de los de otros que nos afectan. Lo que no vemos es que la vida es una masilla, una plastilina, que nosotros moldeamos. La vida nos da las oportunidades para ser exitosos y prósperos, y no necesariamente en el aspecto material o financiero. El éxito es el aprecio de los que nos rodean; el poder satisfacer nuestras necesidades básicas e, incluso, poder lograr algo adicional; el lograr un trabajo que nos de una honesta y decorosa manera de ganar el sustento y, si hay un excedente que podamos aprovechar en el placer, poder hacerlo sin cargo de conciencia.

La riqueza no es sinónimo de éxito, El que la logra a fuerza de ser deshonesto, traicionar gente e institucones, y haciendo uso de malas artes, no la disfruta del todo por el temor de ser descubierto o castigado, o por el cuidarse de quienes fueron afectados por su actuar y poder escapar de su ira y su venganza.

Y no es que quiera dar un sermón moralista. Es un mero hecho que hemos podido atestiguar de una manera u otra.

La vida no es que sea buena o mala, es lo que uno haga de ella y con ella. Pero también nos ofrece las oportunidades para ser mejores, para alcanzar nuestros anhelos y, al final, todo lo que generosamente nos da.

Hace años Violeta Parra, una compositora chilena con un alma atormentada, pudo encontrar casi al final de su vida, las palabras adecuadas para expresarle a la vida su gratitud por todo lo que había recibido, Sin embargo, su canto quedó para nosotros, ya que ella decidió terminar su existencia.

Y adquiere un mayor significado cuando alguien ya cercano al ocaso de su vida, retoma esa canción con el espíritu original con el que fue creada: el agradecer a la vida lo que se recibió de ella. Pedro Vargas, un famoso cantante mexicano, con su privilegiada voz de tenor, la grabó ya de edad avanzada. Esta es esa grabación, espero que la disfruten.



Y esta es la letra de esta bellísima canción.

Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me dio dos luceros que cuando los abro
Perfecto distingo lo negro del blanco
Y en el alto cielo su fondo estrellado
Y en las multitudes el hombre (la mujer) que yo amo

Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado el oído que en todo su ancho
Graba noche y día grillos y canarios
Martillos, turbinas, ladridos, chubascos
Y la voz tan tierna de mi bien amado (amada)

Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado el sonido y el abecedario
Con él, las palabras que pienso y declaro
Madre, amigo, hermano
Y luz alumbrando la ruta del alma del (de la) que estoy amando

Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado la marcha de mis pies cansados
Con ellos anduve ciudades y charcos
Playas y desiertos, montañas y llanos
Y la casa tuya, tu calle y tu patio

Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me dio el corazón que agita su marco
Cuando miro el fruto del cerebro humano
Cuando miro el bueno tan lejos del malo
Cuando miro el fondo de tus ojos claros

Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto
Así yo distingo dicha de quebranto
Los dos materiales que forman mi canto
Y el canto de ustedes que es el mismo canto
Y el canto de todos que es mi propio canto

Gracias a la vida, gracias a la vida


Yo debo agradecimiento a mucha gente. Con algunos cumplo esa deuda día a día. Otros son asignaturas pendientes hasta que se dé la oportunidad de reencontrarme con esas personas y expresarles mi gratitud. Otros ya no están aquí para decirles lo mucho que hicieorn por mí en su tiempo. Me vienen dos nombres a la cabeza: Felipe Rodríguez y Federico Chávez que, donde quiera que estén, sepan que les debo mucho y que les agradezco que hayan estado en mi vida en su oportunidad.

Gracias a Delia, que ha estado conmigo desde el principio. Sin ella desconozco cual hubiera sido el derrotero de mi existencia. Su visión y experiencia, su ingenuidad y su sencillez, su cultura y su concimiento, son algunas pequeñas muestras de la magnitud de ser humano que me dio la vida para ir por ella.

Gracias a ti, lector o lectora, que me sigues acompañando en estas jornadas de charla entre amigos sobre un poco de todo. Tu compañía hace que este ejercicio sea algo que vale la pena hacer en cada entrega. Como me comprometí al principio, buscaré siempre no defraudarte.

Gracias a todos y a todas.

Un gesto de justicia y honor que se toma y se retoma cuando uno está en el exterior.

01 febrero, 2016

La nota la tiene Silvana Galván...

Cuando uno vive en el exterior, se tiene la oportundad de conocer a mucha gente, de las más diversas actividades.

A veces como parte del trabajo, otras como nuevas amistades, incluso por casualidad.

Y lo mismo son celebridades, que el vecino de la casa de al lado. Todos, por igual, son oportunidades de encontrar nuevas e interesantes personalidades.

En mi línea de trabajo uno conoce a líderes de opinión, a gente de la comunidad, a políticos, a industriales. Y a gente trabajadora, amas de casa, estudiantes, choferes, empleados de oficina...

Y a quienes le temen muchos de mi gremio: la gente de los medios...

Todos sabemos que una declaración descuidada, una opinión no pensada, una ambigüedad, todo puede ser usado por los medios. A veces para bien, pero también para mal. Todo sea por sacar la nota del día. Y no es que los reporteros y reporteras le tengan tirria a uno (aunque nunca falta algún rencoroso), ellos siguen la nota que pueda ser más atractiva a la Mesa de Redacción. Y, por desgracia, no es siempre el logro, o la noticia positiva. Nuestra morbosidad (si es que así se dice) vende más que la satisfacción del éxito obtenido. Lo escuchaba de un reconocido periodista mexicano hace poco tiempo: un medio con solo buenas noticas, saldría de circulación en pocas semanas. Vende más el Chapo que el equipo de la UNAM que ganó la Olimpiada de Robótica.

Sin embargo, no todo es tan tétrico en el panorama periodístico. Me ha tocado conocer reporteros y periodistas que son gente mesurada que buscan, por igual, lo bueno y lo no tan bueno de una nota. De todo hay en la viña del Señor. Gente seria de los medios que saben dejar claro, antes de una entrevista, que la razón de las preguntas más álgidas son para dar a la Opinión Pública la información que merece, no es por fastidiarlo a uno, pero cuando el tema es espinoso, hay que tomarlo por las espinas más puntiagudas para llegar al fondo de la noticia. Yo veo eso como una actitud profesional y objetiva. Uno no tiene la culpa de las noticias delicadas, pero es uno el que tiene que dar la cara al medio para resolver sus preguntas y su necesidad de conocer todos los detalles.

Debo decir que mi experiencia personal con gente de los medios ha sido, en general, positiva. Salvo un caso de un comentarista que me emboscó al aire con preguntas que cuestionaban el trabajo de la oficina en que yo estaba en esa época, sin ser el tema de la entrevista, los demás comunicadores con quienes he interactuado han sido profesionales de primera línea. Y les agradezco su cuidado en que la nota en la que yo participaba fuera de calidad, con contenido útil para el público y con verdadero valor periodístico.

Nombres como Nancy Leal, Ana María Vargas, Claudia Torrescano, Carlos Tamez, Norma García, Angel Pedrero, son sólo algunos de esos distinguidos comunicadores.

Sin embargo, hace unas pocas semanas me tocó conocer una reportera que ha sido pionera en su campo y que, por azares del destino, coincidimos en un evento de la forma más disímbola.


Silvana Galván.


Todo se dio en una comida oficial en Palacio Nacional, en la Ciudad de México, a la que me tocó asistir. La anunciadora designada para llevar el desarrollo del evento tenía una voz agradable y cordial. Y sucedió que la mesa en que me asignaron, quedaba cerca de donde estaba la anunciadora. El caso es que quedó un lugar disponible en nuestra mesa, ya que no llegó un invitado, y pidieron que la anunciadora ocupara ese espacio. Platicando con ella, resultó que su nombre me era familiar de los tiempos de la TV de los 80's del Siglo XX, y la recordaba con una de las voces institucionales de Canal 13. Era Silvana Galván.

Conversando durante la comida, pude enterarme de que la trayectoria de esta reportera y periodista era mucho más que la de una simple anunciadora (y no es que sea poca cosa, pero los logros que ella consiguió para las mujeres en TV son mucho mayores que esta sola actividad). Silvana fue la primera reportera de deportes que tuvo el Canal 13, en una serie que hicieron con motivo de una Copa del Mundo, y que fue "Los Protagonistas". Ella fue la visión de las esposas de los aficionados que iban al evento, que no estaban por su pasión por el futbol, sino mas bien para visitar un país en donde se jugaba la Copa del Mundo, y las entrevistas y reportajes que hizo en esa oportunidad, bajo esa visión, le dieron un punto de vista diferente, innovador y divertido a las transmisiones que presidía José Ramón Fernández.

Y así siguió la trayectoria y la conversación, hasta llegar a ese momento, en que trabajaba para el Centro de Producción de la Presiencia y que, en esa ocasión, le había tocado ser la anunciadora. Y he de decir que lo hizo con el aplomo de una profesional, máxime que, por distraerla con nuestra charla, casi pierde el cierre del evento, pero casi pierde también el discurso del Presidente, pero con gracia y elegancia, logró subsanar la omisión, considerando que el cambio del orden de las actividades de la comida se había dado pocos minutos antes del evento.

La secillez con que nos contaba sus peripericas en las Copas del Mundo o al cubrir otros eventos deportivos, hacían que Silvana Galván fuera una periodista merecedora de admiración, tanto por su trayectoria, como por la sencillez de su trato y de su charla. Eso hizo que un evento oficial fuera una velada con una persona verdaderamente interesante.

Ya para despedirnos, le pedí si aceptaba tomarse una "selfie" conmigo, y lo aceptó de buna gana y, creo yo, hasta con cierto halago, y yo la agradecí de verdad:



Entre las prisas de terminar el evento y de pasar a lo siguiente, cada uno en lo suyo, no fue la gran foto, pero para mí tiene un gran significado. Deseo que Silvana pueda ver esta entrega, un pequeño homenaje a la trayectoria de una pionera de la comunicación en México.

Experiencias que hacen que estar en el exterior adquiera un signficado especial.