20 agosto, 2014

Regresar al Exterior

            Cuando uno vive en el exterior y regresa a casa, siempre existe la posibilidad de tomar nuevamente al camino, o como cantaría Willie Nelson, “On the road again…”. http://youtu.be/63xekRY8dJo

Me gusta esta versión porque la escuché de muy joven y se me hacía divertida. Hoy la veo con otros ojos y tiene un nuevo significado. Cuando Willie Nelson y Slim Pickens (su amigo de cabello blanco) recuerdan, mientras van en su autobús, los años que llevan juntos recorriendo el camino con su música y su guitarra, de alguna manera me veo reflejado ahora que he andado en la ruta por muchos años, y ahora busco nuevamente volver a la “carretera”,
Like a band of gypsies we go down the highway
We're the best of friends
Insisting that the world keep turning our way and our way
Is on the road again…”

 ”Como un grupo de gitanos por la autopista,
Somos los mejores amigos
Que insistimos que el mundo sea a nuestro modo, y nuestro modo
 Es de nuevo en el camino…”

En mi oficio, la razón de ser de un miembro del Servicio Exterior es, como su nombre lo indica, servir en el exterior. Y en mi caso, después de 3 años de regreso en la Patria, considero que es tiempo de tomar camino nuevamente a donde se nos requiera. Sería un viaje con la familia y la casa, y todo el bagaje que hemos acumulado en este regreso a los orígenes.

El volver al exterior es un ansia, un llamado, toda vez que el arraigo a la tierra ya no existe, ahora nuestras raíces están en una maceta que se mueve a donde “las necesidades del Servicio” lo requieren. El salir será dejar atrás nuevos amigos o los que uno ha encontrado o reencontrado en esta etapa, pero también será romper inercias nocivas, cerrar círculos.

 Los contactos deseados seguirán, gracias a las maravillas de la tecnología: Skype, whatsapp, feisbuc (¿se acuerdan?) y todas esas monerías que permiten que una persona esté en comunicación con otra, sin importar en qué parte de la Tierra se encuentren.

Los que no lo son, se dejarán atrás y la distancia será defensa para verlos desaparecer en el horizonte.

También será la oportunidad de reagrupar a la familia, que ha resentido este regreso de manera por demás profunda… la amargura y el enojo por dejar atrás el entorno que siempre fue amigable ha persistido, a pesar de los múltiples intentos de hacer de este lugar un sitio hospitalario, o por lo menos llevadero. Lo que cada uno pudo lograr para hacer la estancia menos difícil es lo que ha hecho que el vivir el día a día fuese tolerable y, hasta cierto punto, agradable.

Ya despedimos a nuestros ancestros. Los vínculos con la Patria son cada vez más frágiles y raquíticos, y dan pie a que, quizá, sea la última vez que residamos en ella antes de jubilarme, en unos 10 años.

La idea de salir es crecer, dar el siguiente salto dentro de la carrera, demostrar que la experiencia adquirida en 17 años en el exterior y 3 en la Patria, ha logrado un funcionario capaz de un puesto mejor.

Para la familia es liberarse del entorno hostil del que hablaba más arriba, dejar atrás todo aquello que no ha reportado más que sufrimientos, dolor, tristeza, ira… la urgencia de largarnos de aquí de inmediato…

Esta salida debe ser un eslabón más en la cadena de éxitos, ahora en un nivel mayor, con mayores alcances, con mayor proyección y, claro, con mayores responsabilidades y, quizá, con algunas privaciones y sacrificios: poco tiempo con la familia, menos privacidad, menos tiempo de uso individual para un hobby, un antojo… (Y no es que ahora tenga ese tiempo, es un lujo del que gozo en contadas ocasiones y no como yo desearía. La idea es que el exterior, aunque sea en un puesto de mayor responsabilidad, dé a cambio un poco de tiempo para salir del título y sentarse a la mesa a tener un pasatiempo o, al menos, un rato de relajamiento).

Hay expectativas altas por esta nueva etapa, se busca que sea un lugar que nos dé un nivel de vida agradable, un salario que nos ayude a salir de deudas, escuelas que permitan a los chicos aprender una carrera, gente amable que nos reciba y gane nuestro aprecio, así como nosotros lograr los de ellos… comenzar de nuevo…

No somos ingratos de lo que en este período hemos recibido. Ha habido momentos hermosos y lágrimas derramadas. Momentos de alegría y de dolor, de triunfo y derrota. Episodios en que hemos demostrado el temple y en los que la debilidad, la mediocridad y la pusilanimidad han sido la marca. De todo lo recibido, gracias dadas.

Será empezar de nuevo en un lugar nuevo, pero con más y mejores esperanzas y sueños que los que nos llevaron de regreso a la Patria. En esta actividad, el iniciar en un lugar nuevo es un modo de vida, es un mecanismo de arder en la despedida y resurgir de las cenizas en un nuevo comienzo, al modo del Fénix. Y esperamos con ansia llegar al momento de ver la casa vacía, las cajas de nuestras cosas siendo subidas al transporte, dormir la última noche en algún hotel o en casa de algún amigo, y llegar al aeropuerto temprano para emprender el vuelo. Salir de la aeronave y recibir la brisa, o el calor, o el frío, de nuestro nuevo destino, tomar una gran bocanada de aire y emprender camino hacia esta nueva experiencia, con los misterios y retos que pueda depararnos.

Es el continuo ciclo de los que vivimos en el exterior

03 agosto, 2014

Papel

Cuando uno vive en el exterior, se acumulan muchas cosas con el paso del tiempo y los lugares: vivencias, experiencias, recuerdos...

Y papel... Mucho papel...

De alguna manera, uno se vuelve coleccionista (o recolector) de papel. Y es por los más diversos motivos: fiscales (las muy célebres declaraciones de impuestos y todo el papel  relacionado), otros reportes relacionados con mi trabajo y el ser funcionario público (decir los haberes que tengo, que desearía tener y los que nunca se concretarán, y esas cosas), documentos que, en su momento, se consideraron relevantes y que, con el paso del tiempo, pasan a ser obsoletos, y ni tienen valor histórico, ni tampoco anecdótico.  De este último, tengo cajas y cajas...

Hay otros papeles que uno debe de guardar por motivos de responsabilidad, como cuando entregué la oficina en Shanghai a su nuevo titular, o cuando mi primer jefe  en Santa Ana, California, emprendió el vuelo para una nueva misión. Y uno guarda esos documentos para garantizar, por así decirlo, que no le dieron a uno gato por liebre a la hora de recibir una oficina, o para probar que lo que le dio uno al nuevo jefe no es ni más ni menos de lo que uno le dijo.

Después de los cinco años que marca la ley, esos registros pasan a ser peso muerto, en perjuicio de lo que uno pudiera transportar en el peregrinar del Servicio Exterior, y a lo que uno le da un valor más permanente.

También están los recibos de pagos y cobro de servicios, bancos, hospitales, y locura y media más, que uno guarda dizque para saber en qué se le fue a uno la plata. Creo que sólo una media docena de veces, en casi 20 años, he recurrido a esos archivos para alguna aclaración o para entender algún gasto raro o inexplicable en la tarjeta del banco. De ahí en fuera, se resume su descripción en una sola palabra: papel.

Tampoco hay de olvidar las decenas y decenas de revistas y folletos que uno colecciona, ya sea por el oficio o por el pasatiempo. Los ejemplares de "Foreign Affairs" comparten espacio con los de "Fine Scale Modeler" o los de "Wired". Pero cada ejemplar fue cuidadosamente seleccionado para ser preservado para la posteridad...

Pues bien... Una cierta necesidad me hizo volver la mirada a todo el papel que he acumulado en todos estos años.

Resulta ser que he decidido volver al modelismo, y necesito un lugar ventilado para poder pintar a gusto y no dejar viendo visiones a todos con los vapores de la pintura. Contar con espacio suficiente para poder tener la caja del modelo, las pinturas, el pegamento, las herramientas y toda la parafernalia del pasatiempo, que es casi igual que la mesa de instrumental de un cirujano. Después de arduas negociaciones con la Autoridad Suprema del Hogar (léase Delia), logré que el cuarto de servicio, ubicado en la azotea de la casa, pudiera ser mi centro de operaciones modelísticas.

Pero hay un problema... El cuarto de servicio está lleno de cajas de papel de la oficina... Y no hay otro lugar en donde meter esas cajas, y apilarlas es imposible ya que, por el paso del tiempo y la intemperie de la puerta abierta del cuarto, el cartón ya está muy deteriorado, y se colapsarían en cuestión de días, incluso horas, de haberlas apilado.

¿Qué hacer? Sólo había dos posibilidades: llamar al Chapulín Colorado, o destruír el papel que estaba ahí y que, sin duda, en su mayoría, o casi totalidad, resultaba francamente inútil. Lo del Chapulín Colorado no funcionó... Lo invoqué varias veces con el clásico: "¡Oh! Y ahora... ¿Quién podrá ayudarme???". Totalmente infructuoso.

Sólo quedaba el destruir papel...

Ante este tétrico panorama, me armé de valor, paciencia, resignación, nuestros dos hijos y una trituradora de papel, y emprendí la aventura de subir a la azotea, abrirme paso entre las cajas, y tomar la primera de documentos para empezar la labor de hacerlos tiritas para la basura.

La abrí. Había una buena cantidad de carpetas, llenas todas de mucho papel, algunas hojas se veían ya amarillentas por el paso del tiempo. ¡Para saber desde cuándo las tenía!!!

Reportes... Recortes...  Notas... De China... De Albuquerque... Papeles que, en su momento, fue relevante conservar... Ahora estaban a merced de la trituradora con sus horas contadas. El sonido de las navajas cortando las hojas se hacía parte del ruido de la azotea: el tráfico de la calle... Algún pajarito cercano... Los chicos bromeando para entretenerse... Hasta qué empezaron a preguntar qué clase de papeles eran. Tuve entonces que pasar su aprobación para destruir cada papel. Aparte, ellos tienen, sobre todo Rebeca, un cuaderno de recuerdos, o "scrapbook" como dicen allende el río, en donde conservan cosas que le recuerdan momentos especiales o significativos. Pues bien, hubo bastantes papeles que calificaron para su cuaderno.

Y en esta labor de abrir carpetas y revisar documentos, empezaron a aparecer cosas menos insulsas y más valiosas... Como papeles del nacimiento de Diego, nuestro hijo... Recibos... Cartas a Delia... Mi primer nombramiento al exterior...

Y mi velocidad de destrucción empezó a reducirse, al mismo tiempo que empezaba a detallar cada papel que salía de las polvosas carpetas. Y los recuerdos comenzaron a surgir e invadir mi memoria... Y la pila de papeles que no debían ser destruidos empezó a crecer. ¡Claro! No fue la totalidad de la carpeta, pero fue un buen porcentaje de su contenido.

Llegó la noche y no pude seguir adelante. Fueron nada más una docena de carpetas, pero el contenido fue por demás interesante. Si bien se llenó una bolsa grande de basura de pedacería de papel, lo rescatado fue también muy valioso e importante. Quedó casi toda la caja para seguir trabajando y, de paso, hacer un viaje a la tierra del recuerdo y la nostalgia.

Presiento que esta caja que estoy trabajando me depara todavía más sorpresas y recuerdos que iré explorando y visitando, conforme lea cada papel que caiga en mis manos. Sin embargo, conociendo el resto de las cajas que me faltan, muchas de ellas tiene, efectivamente, de ese tipo de papel que sólo representa peso y espacio desperdiciados. De ese tipo de papel es del que quiero deshacerme, para dejar espacio al nuevo papel que viene... Pero este recorrido que hice por el Paseo de la Nostalgia fue muy hermoso... Divertido... Con muchas añoranzas que hicieron el momento grato y que dejó un grato sabor de boca que opacó la sensación de polvo en la garganta y el cansancio en la espalda por la mala posición. Ya no veo llegar el siguiente episodio de esta emocionante aventura.

Recuerdos en papel que uno lleva consigo durante su estancia en el exterior.