12 febrero, 2017

Todos tenemos algo que decir

Cuando uno vive en el exterior, se siente la necesidad de decir algo. De compartirlo con aquellos que nos acompañan en la jornada. De expresarlo al mundo que esté dispuesto a escucharnos.

Este espacio surgió del deseo, del ansia, de la necesidad de decir lo que pienso, lo que siento, lo que este peregrinar ha creado en mi mente, en mis sentimientos; el visitar los recuerdos, el traer a la conversación las personas y los lugares que han sido significativos, el hacerte partícipe, amigo lector, o lectora, de lo que ha sido esta experiencia fuera de la Patria.

Sirva de ejemplo nuestra estancia en Canadá, que nos ha dado la oportunidad de conocer gente hermosa que ha ido ganando un lugar en nuestro aprecio; y el convivir en un lugar tan relativamente pequeño, como es Windsor, nos permite que esa comunicación sea frecuente, y al no ser atosigante, hace que cada encuentro sea cordial, con nuevas cosas que comentar, o actualizar las ya conocidas. Es una especie de familia, pero no al estilo Corleone, o Soprano para las nuevas generaciones. Es el grupo de amigos que nos da la hospitalidad a los recién llegados, para formar parte de un grupo con décadas de conocerse, pero con origen común en la Patria y que, al final, es el lazo que nos une.

Y como eso podríamos hablar de Albuquerque (del que tengo un sentimiento muy especial), Santa Ana, Shanghai, o Texas. Incluso del regreso temporal a México. Cada sitio nos ha dado su cuota de lugares memorables y gente especial que han hecho de esa etapa en específico, algo que forma parte de nuestra memoria histórica y de nuestra nostalgia.
Y a su vez, cada lugar, cada persona que entra a nuestras vidas en esos sitios, nos hace partícipes de su experiencia de vida, de aquello que, de una manera o de otra, causa un impacto en su ser. Para muestra, un botón. 

Maru, una amiga de Canadá, viajó de regreso a Monterrey, su lugar de origen, y donde vive la mayor parte de su familia, para acompañar a su sobrina Ivana a iniciar su camino a la Eternidad, víctima del cáncer. Su muerte fue antes de tiempo, y es más doloroso cuando hablamos de una niña que apenas comienza su vida.

Supe de la existencia de la pequeña por las crónicas que compartió Maru en su muro de Facebook. Con palabras simples y emotivas, tanto en inglés como en español, nuestra amiga nos permitía acompañarla en sus reflexiones sobre la enfermedad de Ivana, y su visión de la vida ante este momento de dolor, al mismo que tiempo que celebraba la vida de su sobrina.

Facebook se ha usado para los más diversos fines, desde impulsar la consciencia social y llamar a la comunidad a rebelarse contra la opresión y la tiranía, hasta chistes y cosas que se podrían catalogar como superficiales o sin importancia. No se le puede negar su valor como agente de divulgación científica, económica, académica, cultural, social. Su versatilidad es medida por la de sus millones de usuarios en todo el orbe, e incluso más allá, pensando en los astronautas y cosmonautas de la Estación Espacial Internacional, que orbita la Tierra. 

Y así todos buscamos un foro que podamos considerar idóneo para expresar nuestra voz. Antes lo hacíamos con un amigo en un bar, con una copa de por medio, o en la tranquilidad de un café, con una taza humenate en la mesa. La creación de las redes sociales y espacios en Internet, en los que uno puede hacerse escuchar, o leer, ha sido la respuesta a esa urgente necesidad de decir lo que tenemos dentro, a unos cuantos o al mundo entero; ya sea para hacer partícipes de la alegría de un triunfo, o el dolor de la pérdida, como Maru. Expresar una opinión o solidarizarse con una causa. Desde Twitter y sus 140 caracteres, hasta espacios como Blogger y otras plataformas similares, en que uno puede desarrollar una idea (WordPress, por ejemplo, donde escribe Gerardo, mi compadre). O por YouTube, en que millones de personas logran seguidores de temas como recetas de cocina, crítica literaria, o solo hablar de cualquier cosa mientras se juega un videojuego. Las posibilidades son infinitas, y constantemente surgen nuevos foros, visuales o escritos, en los que expresamos lo que queremos decir.

Pero al final, el mensaje siempre encuentra un medio para ser transmitido, y que llegue a sus destinatarios, donde quiera que estén.

La urgencia de expresarnos no reconoce ni distancias ni fronteras, cuando estamos en el exterior.