20 noviembre, 2010

Ni de aquí, ni de allá

El vivir en el exterior lo hace a uno observador silencioso de muchas cosas... el devenir de la historia... las culturas de los pueblos... el paso de las personas...


El paso de las personas...



Desde el inicio de la humanidad, el hombre se ha desplazado de un lugar a otro, buscando...

La paz...

El alimento...

La libertad...


En resumen: una mejor vida, para sí mismo y para sus seres queridos. Pero a un precio muy alto: dejar atrás la tierra de donde uno es originario, los ancestros, los orígenes; y tomar las raíces propias para sembrarlas en una nueva tierra. Un "volver a empezar" que no es gratuito, que estará lleno de nostalgia, aprendizaje, sangre, sudor y lágrimas... Pero que promete una gran recompensa: el éxito de llegar a una nueva tierra y hacerse parte de ella, gozar de sus beneficios y sus frutos, y lograr que las nuevas generaciones tengan el futuro próspero que no se podría conseguir en la tierra que se dejó atrás.


Desde los que atravezaron el Estrecho de Behring en una fecha imposible de saber, hasta los que cruzan un río o un océano hace unos minutos, los que van a otra tierra, que emigran de su lugar de origen, van en busca de una esperanza, de un sueño, de una nueva oportunidad.


Pero, a diferencia de los hombres de las cavernas, en que las tierras que encontraron estaban habitadas sólamente por bestias que eran potenciales invitados a cenar (a decier verdad, esas bestias serían la cena, pero mejor no decírselos, podrían preocuparse), la migración de la actualidad se dá entre lugares que están habitados por otras personas, que resienten la llegada de los intrusos.


No es lo mismo llegar como un visitante que disfrutará de las bellezas y encantos del nuevo lugar, que ser alguien que se quedará y que posiblemente me quite mi casa, mi trabajo, mi espacio.


Es la mentalidad actual de los países receptores de altos volúmenes de migrantes. Lo mismo en Estados Unidos que Francia, el sentimiento de invasión, de desplazamiento, la ira de ver que hordas de extranjeros llegan cada día y se acomodan en el país de uno, desplazando a los nuestros.
Pero... ¿la migración es buena? ¿es mala?
Es mala para los que se envuelven en un espíritu supuestamente patriótico y defienden su tierra del invasor anónimo, que con su idioma extraño, sus costumbres inexplicables, su conducta rara, viene a despedazar mi cultura (existente o inexistente), mi país, a vivir de mis impuestos, usando mis hospitales, mis escuelas, sin aportar nada ni regresar a su comunidad nada de lo que ha recibido. Que viene quebrantando la ley y exige ser tratado igual que los que nacieron aquí, crecieron aquí, aportan a la comunidad de aquí.
Es buena para los que aprovechan la desventaja, el temor, la indefensión del migrante y lo ponen a trabajar en empleos infames, pagándole un salario inferior al que la ley establece como mínimo, sin beneficios ni prestaciones, y que puede mantener tranquilo si empieza a pedir beneficios o mejor sueldo con la amenaza de "la migra".
Pero para el "mojado", el "roma", el "ilegal", no es ni buena ni mala, simplemente es su realidad de todos los días. No tiene tiempo de cuestionar la validez de su viaje, de los sacrificios que tuvo que pasar para conseguir el dinero para pagar al "pollero" que lo cruzó por la frontera, o el río, o el desierto; no puede distraerse analizando las implicaciones económicas, sociales, históricas, políticas de la decisión que tomó hace días, semanas, meses o años. Tiene que hacer su trabajo bien para tener contento a su patrón y seguir en ese trabajo en lo que encuentra algo mejor; y sueña con el día en que pueda "arreglar papeles" y llevar una vida normal, sin esconderse, sin empezar a sudar frío al ver acercarse a una patrulla o a un uniformado, pensando que pueda ser "la migra".
Está en un camino que no tiene vuelta atrás. Y cuando se fuerza el regreso en una deportación, ya no hay vínculos con el lugar del que originalmente partió. El tiempo siguió su curso durante el tiempo que estuvo fuera, y ahora el pueblo tiene una plaza nueva, una calle que no estaba antes en ese lugar, la gente con la que jugó en la infancia es ya adulta, con vidas hechas y con nuevos recuerdos, en los que el que se fué al "otro lado" ya no forma parte.
Ya no es ni de aquí, ni de allá.
Y es una realidad que me llega muy de cerca. Porque, han de saber, soy hijo de migrantes. Mis padres, de origen colombiano, llegaron a México en 1960, con $100.00 pesos en el bolsillo y muchas ilusiones. A fuerza de trabajo y empeño, lograron crear un patrimonio, dar un futuro a su familia. Afortunadamente, mis padres no perdieron el contacto con su país de origen. Ellos siempre se han sentido orgullosos de ser colombianos, y nos enseñaron a mi hermano y a mí ese orgullo. Pero algo que siempre nos dijeron: TU ERES MEXICANO. Éramos, y somos, fruto de la tierra a la que llegaron hace 50 años, y como tales siempre nos inculcaron la gratitud al país que les dió cobijo y una oportunidad de inciar una nueva vida.
Y así son muchos migrantes, que reconocen que tienen una deuda de gratitud hacia el país que ahora llaman "hogar", pero sin perder de vista de dónde vineron.
Cuando llegaron mis padres a México, era más fácil ser un extranjero en busca de una mejor vida. Hoy es un delito o una desventaja, dependiendo si uno vive en Arizona o en Puebla.
Ahora falta ver qué viene hacia adelante. Dicen que la relación amor-odio con la migración está sujeta a la economía. Cuando la economía es mala, el migrante es el enemigo; pero cuando las vacas están gordas, son los aliados en el progreso. Ahora estamos en el lado de economía mala en la ecuación. Y pasar al lado de la economía buena está todavía lejos en la ruta. Y hasta que no se llegue a ese momento, ser migrante o hijo de migrantes es mal visto.
Y los que ahora critican a los migrantes, no consideran la posibilidad de que sus ancestros hayan hecho algo similar hace años. Y cuando no pueden evitar el argumento, se escudan en que su ancestro migrante era "legal" y no "ilegal" como los que llegan ahora. pero pierden de vista lo más importante: los migrantes son seres humanos como ellos mismos. Las etiquetas de "legal" o "ilegal" les vienen por añadidura.
Ellos también ven la vida, la realidad, desde el exterior.

07 agosto, 2010

Cuando un amigo se va...

Hace poco supe que un buen amigo había fallecido de manera violenta. Alguien de quien no tenía noticias desde hace muchos años. Más o menos de cuando tomé esta fotografía: así era Shanghai en 1994, cuando llegamos en nuestra primera asignación en el exterior.

Pareciera un poco la manera en que empieza una película de los 80's: "Stand by me". El narrador inicia contando una situación similar y empieza a recordar a su grupo de la infancia y de la aventura en que estuvieron especialmente unidos.

Acá es distinto. Ni es ficción, ni es una aventura de la infancia.

En Shanghai conocí a una persona que hizo más agradeble mi estancia y mi trabajo allá. Un colega de un país de Europa Central que llegó a abrir el consulado de su país en Shanghai. Por cierto, tenía un nombre bastante curioso para mí: Ivo.

Ivo era más o menos de mi misma edad, pero llegaba como titular de su oficina. Encontró oficinas disponbiles (o los chinos lo "convencieron", la verdad no lo se y francamente era irrelevante averiguarlo) y acordes a sus necesidades en el mismo edificio en que estaba nuestra oficina. Desde la vez que nos visitó para presentarse iniciamos una relación cordial. No de inmediato, por supuesto, pero a fuerza de coincidir en el elevador, o encontrarnos en algunos eventos oficiales y recepciones, desarrollamos una agradable amistad.

Igualmente conocimos a su esposa Jana. Simpática aunque... digamos... peculiar. Era de trato agradable, alegre e inquieta como una campanita. Recuerdo que tenía anteojos para casi cualquier combinación de ropa, lo que la hacía ver sofisticada.

Algo que siempre tuvieron Jana e Ivo es que nunca fueron de ese tipo de gente que se sienten de la alta alcurnia por el puesto que tienen. Su sencillez era una de sus características más valiosas. Llegamos a vernos alguna vez en el supermercado y nunca escatimaron un saludo, un comentario para hacer una charla ligera y un "hasta pronto" sincero. Siempre tuvo un consejo oportuno para mí, ya que sabía que era principiante en el oficio. Desde un principio rompió la formalidad de dirigirme a él por su rango, él era Ivo.

Ivo era una gran persona, no sólo en su carácter, sino en su estatura. Medía, creo yo, casi 1.90 metros; era delgado, pero era evidente que hacía ejercicio, lo que se notaba en que tenía un aspecto atlético y era, a decir de algunas chicas, bastante atractivo.

En su trabajo era muy profesional. En las reuniones y actividades relacionadas con nuestro oficio tenía siempre un comentario oportuno, una pregunta relevante o se limitaba a observar con detenimiento y, cuando estábamos en alguna pausa o nos encontrábamos después de la actividad, compartía un interesante punto de vista. Siempre supo representar a su país con dignidad, lo que me comentaron otros colegas. A pesar de ser el jefe, no dejaba de asistir a reuniones de trabajo que teníamos los subalternos y participaba activamente, lo que nos halagaba a los participantes.

Ivo terminó su función en Shanghai poco antes de nuestra salida. Fue triste decirle "adiós", pero es parte de este oficio. Conocer gente que llega y despedir a la que se va.

Por mucho tiempo recordábamos a Ivo, su simpatía, su amabilidad, un buen amigo. Hace más o menos un mes se nos ocurrió buscarlo en Google. Todo aquel que es alguien en este planeta está en Google (al menos eso dicen algunos... aunque es debatible...). Y lo encontramos. Y fue como supimos que había fallecido.

Aunque pueda parecer algo cursi o rebuscado, la verdad es que Ivo falleció de manera heróica y en cumplimiento de su deber. El hotel en que estaba hospedado por haber recién llegado a su nueva asignación, fue bombardeado. Él sobrevivió al ataque y estaba ayudando en el rescate de los heridos. Sin embargo, el hotel se incendió y pereció en las flamas. El incidente apareció en los principales medios informativos de su país, e incluso en CNN. Salió del país en que estaba asignado como héroe y llegó a su patria envuelto en la bandera de su país, siendo recibido por su ministro y otros altos funcionarios de su gobierno, así como su familia, quienes lo esperaban en la pista del aeropuerto.

El saber esto nos entristeció profundamente. Si bien es cierto que no tuvimos contacto alguno al separarnos en nuestras respectivas salidas de China, al menos nosotros siempre guardamos un grato recuerdo de nuestro amigo Ivo.

Ivo Zdárek, Embajador de la República Checa en Pakistán, y que fuera Cónsul General de su país en Shanghai, China, de 1995 a 1999, falleció en el hotel Marriot de Islamabad en septiembre de 2008 tratando de rescatar a otros sobrevivientes del bombardeo al hotel, cuando éste ardió en llamas.

Para mí siempre será simplemente Ivo, mi amigo.

Descanse en paz.

01 marzo, 2010

¿Latino o Hispano?

Cuando uno anda en estas lides de andar en el exterior, y más en este oficio de la diplomacia, uno tiene que aprender a vivir con lo "políticamente correcto", es decir, decir las cosas de tal manera que es acepado por todos y nadie se ofende.

De hecho, siempe he pensado que la diplomacia es una manera sutil de decir las cosas sin crear conflicto, pero lo "políticamente correcto" va mucho más allá de la diplomacia.

En el tiempo que tengo de vivir en Estados Unidos (ya más de 10 años), he podido observar la máxima expresión en la aplicación de este concepto subjetivo. Por ejemplo, con grupos étnicos.

Hace algunos años no era tan mal visto referirse a los indígenas de este país como "indios". Lo podía uno ver en todas las películas y series de televisión de vaqueros. No. Ahora resulta que eso era una manera peyorativa y de desprecio de referirse a ellos por parte de los prepotentes "caras pálidas", y ahora son "nativo-americanos" o "native-americans", pero a final de cuentas sigue siendo la misma gente, descendiente de los que ya poblaban esta tierra antes de la llegada de los europeos, lo mismo de España o de la Gran Bretaña.

Algo similar pasó con los negros. Es un hecho de que han sido una de las minorías más golpeadas por la historia de los Estados Unidos, sin demeritar a los indios (perdón, nativo-americanos). Sin embargo, los negros fueron arrancados a la fuerza de su tierra en África, embarcados en condiciones infrahumanas en barcos esclavistas y vendidos y abusados peor que objetos a merced de los grandes terratenientes de este país. Sin duda sufrieron amargamente la degradación y la infamia por más de un siglo. Abraham Lincoln inició la ruta hacia la liberación de este grupo étnico para darle un lugar, primero, como seres humanos, luego como ciudadanos. Y en la actualidad la contrición política, social e histórica de este país ha hecho que se defina la manera correcta de referirse a estas personas como "afro-americanos" o "african-americans" aunque, en su mayoría, no tienen un vínculo real con África. Posiblemente algún lejano ancestro sería de los que fueron traidos por la fuerza a este continente. Pero en realidad son "americanos", ya que son originarios de este continente, al igual que sus padres, abuelos, bisabuelos y así sucesivamente.

Cuando se retomó el origen africano de esta raza, se inició una verdadera fiebre africana entre esta comunidad. Crearon su propia forma de celebrar Navidad: Kuanzaa. Una semana de festejos entre el 26 de diciembre y el 1 de enero, creada por los afro-americanos y que presenta elementos africanos y de otras culturas con un mensaje de paz y humanismo. En los 70's se escribió y se televisó una novela llamada "Raíces" ("Roots"), que relata la historia de Kunta Kinte, un jóven africano que es atrapado por un esclavista, llevado a Estados Unidos en los 1800's, y allí pasa de la infamia de la esclavitud a la libertad lograda por Lincoln, y sus generaciones subsecuentes hasta la actualidad, y el mensaje es el reencuentro de la reciente generación con su origen en el África, cerrar el círculo de la herencia.

Y así podemos seguir recorriendo grupos étnicos hasta llegar a los latinos. O hispanos. Hubo una época en que, según las crónicas, los únicos que hablaban español en este país eran los mexicanos, y cualquiera que veían hablando este idioma, automáticamente era catalogado como "mexicano". Obvio es de decir que no todos los hispanoparlantes en Estados Unidos eran del vecino del sur. Gente de Centro y Sudamérica también han llegado a estas tierras del Tío Sam y, por supuesto, esperan ser reconocidos por su gentilicio de origen: salvadoreños, hondureños, colombianos, chilenos, cubanos, bolivianos, guatemaltecos, etc. etc. Esto hizo que fuera políticamente correcto llamarnos "latinos" por ser de América Latina, o "hispanos" por hablar español. Y ambos términos son usados indistintamente en este país para muchos efectos: el Censo (que ya viene el de 2010, por cierto), encuestas de opinión, análisis de costumbres en cosumo, programación de T.V., etc.

Todo el mundo lo usa por igual.

Bueno... no todos.

En toda la Unión Americana hay una ínsula en donde la palabra "hispano"adquiere una connotación única. Me refiero a Nuevo México, U.S.A. (así ponen en sus placas de vehículos).

Si recordamos la historia, después de la guerra entre México y Estados Unidos de 1847, se firmó el tratado de Guadalupe Hidalgo con el que México perdió, como parte del casigo por perder la guerra, más de 2 millones de kilómetros cuadrados, prácticamente la mitad de su territorio. Y así, de un día para el otro, la gente que vivía en esos territorios se fue a dormir un día siendo mexicanos y amanecieron al día siguiente como estadounidenses. Por supuesto el tratado contemplaba esa situación y establecía expresamente que se iba a dar facilidades a todos aquéllos que quisieran regresar a México en su nueva frontera y, por otro lado, respetaría los usos y costumbres de los que decidieran quedarse.

En California y Texas eso no tuvo mayor problema. Cuando cambiaron de país, lo asumieron plenamente y se desconectaron definitivamete de México. En Nuevo México fue diferente. Su raíz historica se remontó hasta España misma, no hacia México, lo que resulta interesante considerando que la mayor parte de la gente que pobló el norte de la Nueva España era ya nacida en el Nuevo Mundo o partieron en su jornada a los confines del virreinato desde la ciudad de México.

Los nuevomexicanos se consideran arraigados a la metrópoli, nunca a México. Fue México quien los dejó a su suerte y, cuando se perdió la guerra, asumieron su nuevo destino, pero nunca olvidando sus orígenes... en la Península Ibérica.

Preguntarle a un nuevomexicano, especialmente del norte del estado, de qué parte de México es orignario puede ser algo muy ofensivo. Apellidarse García o Benavides puede remontarse a 300 años en el pasado. Tener lugares en Nuevo México llamados "Española", "Madrid", "Albuquerque" (que lo correcto en España sería AlbuRquerque, la primera R se perdió cuando los estadounidenses se referían a la ciudad, y por lo difícil del nombre, omitían la primera R) no es coincidencia. El español es idioma oficial en el estado junto con el inglés (por supuesto) y muchos, efectivamente lo hablan, pero como lo usarían en el siglo XIX, con términos como "haiga", "venistes", que eran comunes en los 1800's en México o España, y que fueron desapareciendo con la evolución del idioma.

En California o Texas hay lugares que conservaron los nombres que los españoles les dieron en su fundación en los 1600's o los 1700's, pero no tienen ese arraigo a España o México. Ellos son perfectamente norteamericanos y no lo entienden de otra manera. En Nuevo México la herencia hispana es parte de la cultura, de la historia, de la realidad diaria.

Existe el Centro Nacional de Cultura Hispana (National Hispanic Cultural Center) en Albuquerque, se recibe cultura local y del todo el mundo, pero no es latino, es hispano. Y el término latino no se usa tanto en el estado, todo es hispano, y para que algo tenga buena aceptación entre los sectores tradicionalistas de Nuevo México, debe ser "hispano". El tener un apellido hispano puede dar la idea del abolengo de la persona: los Ortiz y Pino, los García, los Benavides, los Archuleta, entre otros, son sinónimo de esa presencia centenaria en la región, posiblemente hasta la misma fundación de Santa Fe en 1610.

Uno aprende a convivir con esas realidades en la medida en que las hace uno cotidianas. Pero en el fondo se queda uno con la duda.

¿Latino? ¿Hispano?

Aunque existe la Cámara Nacional Hispana de Comercio, ellos mismos manejan indistintamente los términos, y no es mal visto usarlos por igual, como arriba decíamos, en casi cualquier parte de Estados Unidos.

Nada más hay que tener cuidado y prudencia cuando se viaje a Nuevo México. Créanme que son gente muy buena, simpática, noble, servicial, de buenos sentimientos. Pero nunca le pregunten de qué parte de México llegaron, porque la respuesta puede venir en un tono molesto.

Son del tipo de resbalones que uno aprende a evitar cuando uno vive en el exterior.

10 enero, 2010

Testigo de la Historia

La Historia es un devenir contínuo. No se detiene por nada ni espera a nadie. Sucede justo enfrente a nuestros ojos y solo hay dos posibilidades: ser testigo o ser parte del hecho.

En mi estancia en el exterior no me ha tocado todavía ser parte de la Historia, pero sí me ha dado la oportunidad de presenciarla. Uno se da cuenta de que el curso de la humanidad, o de al menos una parte de ella, esta siendo transformado en ese preciso instante.

En los tiempos de nuestra estadía en China me tocó poder estar en dos momentos que, en mi opinión y en la de algunos analistas, se modificó sustancialmente el futuro de esa nación: la devolución de Hong Kong a la soberanía china y la muerte de Deng Xiaponig.

En los meses, e incluso años, antes de la ceremonia llevada a cabo en el Centro de Convenciones de Hong Kong el 30 de junio de 1997, el ambiente de incertidumbre en el enclave era intenso. Desde 1994 (cuando llegamos a Shanghai) ya existían camapañas a cargo del gobierno de administración británica para que aquéllos que lo desearan, pudieran obtener el pasaporte británico de ultramar (overseas passport) que les permitiría gozar de la protección del Imperio Británico llegado el momento de la devolución. Hubo incluso ocasiones en que se dieron salidas de pánico de muchos hongkoneses, huyendo de la posible dominación de "los comunistas".

En el enclave existía una arraigada tradición de cuestionamiento de los métodos y políticas de Pekín. El "South China Morning Post", principal diario en inglés del lugar, se caracterizaba por sus editoriales y notas en abierta crítica al gobierno de la República Popular. Incluso daban cobijo a una tira cómica llamada "El Mundo de Suzie Wong", en la que se plasmaba la relación de un matrimonio de un muchacho occidental con una chica hongkonesa (Suzie) y la familia de ésta, y en la que dejaban entrever situaciones en las que supuestos burócratas chinos hacían de las suyas, en perjuicio de los ciudadanos libres de Hong Kong.

En los días previos al 30 de junio, el ambiente de preocupación era muy palpable en Hong Kong. Estuvimos ahí algunas semanas antes y ya se notaban los cambios. El tono del periódico ya era menos agresivo, casi diría yo que hasta se había vuelto moderado. Suzie Wong había desaparecido sin explicación alguna y solo se llegaban a encontrar algunas recopilaciones viejas en algunas librerías. La campaña del pasaporte británico había terminado en febrero del 97, aunque todavía quedaban algunos carteles ya amarillentos en los tableros murales en las calles y en algunas oficinas públicas. Las salidas eran numerosas y cadenas televisivas, como CNN, lo mencionaban frecuentemente en sus bloques informativos, mostrando un ambiente de pánico ante la inminente e inevitable llegada de los comunistas.

La noche del 30 de junio, la transmisión de la ceremonia por TV era muestra del deseo de Pekín de que fuera una transición pacífica y sin tribulaciones; y por el lado británico, la presencia del Príncipe Carlos de Gales era una señal de que el evento era de importancia histórica, señalando que continuaba la desintegración de la Rule Britannia para que quedara solo la Gran Bretaña: unas pocas islas, lejana sombra del imperio que cubrió más de la tercera parte de la tierra firme e insular del planeta. Como parte de la transmisión, en una noche lluviosa, se veía la llegada de las fuerzas del Ejército Popular de Liberación, nombre oficial del ejército chino, para tomar posesión de la guarnición militar de Hong Kong, abandonada en la mañana de ese mismo día por las fuerzas de Su Majestad. Y los comentaristas de CNN resaltaban que los soldados llegaban en autobuses nuevos que no eran ni siquera cercanos a los transportes regulares de tropa (como si fuera algo relevante el tipo de transporte de los soldados, siendo que lo verdaderamente trascendente era que China ocupaba el paraíso occidental, el centro financiero, la ínsula inglesa en Asia, en lo que los chinos consideraban una justa rectificación a un acto imperialista heredado desde la Guerra del Opio en el Siglo XIX).

A los pocos días del evento le llamamos por teléfono a un muy buen amigo mexicano que vivía en Hong Kong para saber que pasaba por allá, pensando en que estaría la gente encerrada en sus casas por miedo a lo que fuera a suceder, si los bancos y la bolsa de valores estarían en crisis, si el turismo y el comercio serían un caos... Nada de eso. Nuestro amigo nos dijo con la más absoluta naturalidad que todo estaba como si nada. Noramlidad absoluta; la gente en sus oficinas o tiendas, los comercios abiertos, el aeropuerto funcionando sin contratiempos. No se había desplomado el sistema financiero. Como si nada hubiera sucedido. El último gobernador de Hong Kong, Chris Patten, publicó al poco tiempo un libro muy ácido sobre sus experiencias en el puesto y como fue lidiar con el Gobierno Central en vísperas del cambio de soberanía. En su lugar quedó el primer Jefe Ejecutivo de la Zona de Administración Especial de Hong Kong, el empresario hongkonés Tung-Chee Hua. Y vino el atardecer y el amanecer. Día 1.

Irónicamente, el arquitecto de todo este parteaguas histórico, no estaba vivo para participar en esta ceremonia. Deng Xiaoping había fallecido a principios del mismo 1997.

Deng fue la voz que trajo aire fresco al gobierno de China, tuvo la audacia de abrir el país al mundo después del hermetismo creado por Mao Zedong desde la Revolución Cultural en los 60's. Casi se le escapa de las manos en la Plaza Tiananmen en 1989 con las manifestaciones democráticas. Sin embargo, replanteó la ruta y todo siguió conforme lo esperado por el Partido, no necesariamente como lo esperaban las potencias occidentales que deseaban que fuera el resquebrajamiento del régimen comunista. En 1992, Deng deja formalmente la jefatura del gobierno y la pasa a Jiang Zemin, siendo la primera transición pacífica desde la muerte de Mao en 1975. Todo perfectamente orquestado, de tal modo de que Deng pudiera convertirse en la figura simbólica que el pueblo chino gusta de admirar, herencia del culto a la personalidad instituído por Mao, pero que en realidad le permitió al jerarca poder retirarse a la vida privada, o sea fuera de la vista pública, mientras Jiang y el nuevo Partido reinventaban China con miras al Siglo XXI.

A la muerte de Deng, por supuesto, hubo duelo, tristeza, dolor, planas en los periódicos con su retrato enmarcado en negro, banderas a media hasta, innumerables homenajes, música sobria en TV. El ajetreo y la intensidad diaria de China tuvieron un alto abrupto, una pausa envuelta en paño negro y discursos grandilocuentes del personaje que definió a la nueva China como "la economía central de mercado con características chinas", o sea capitalismo con sabor a arroz frito y pescado, aderezado con algunas referencias al "Chairman" (como se le llama respetuosamente a Mao) y profundamente arraigado en el dinero y cierta ostentación. No que fuera del todo nuevo, pero después de 30 años de austeridad espartana del comunismo radical implantado por Mao, en que la riqueza era el enemigo del pueblo chino, y que la fortuna del pueblo era la fortuna del Partido y de la nación, el poder tener dinero, ciertos lujos, era algo bien recibido, especialmente por las nuevas generaciones, más en contacto con el mundo, especialmente el de Occidente. Yo he dicho que desde que los chinos descubieron el dinero les encantó y ahora buscan la mejor manera de obtenerlo y atesorarlo. El día de hoy hay chinos ricos, y muy ricos.

Pero, irónicamente, también trajo consigo la pobreza, la marginación y otras fallas del capitalismo y que antes no existían, todo bajo la mirada beatífica del "Chairman" y el Partido. Todos tenían todo, nadie nada mas que otros, justo lo necesario y algunas comodidades básicas (por supuesto, excepto los jerarcas del Partido y quienes gozaban de la simpatía de esos jerarcas). Ahora hay Louis Vuitton, Burberry's, Chanel, y muchas otras cositas que hacen "más llevadera" la vida de los poseedores de riqueza en Occidente y que la gente común se conforma con ver en los aparadores o comprar las réplicas baratas, y que las hay en abundancia en China.

Todavía se llegan a ver algunas imágenes del pasado: ancianos que aun visten el uniforme que instituyera Mao como la ropa que entienden como correcta, algunos edificios como la primera sede del Partido y que ahora es atractivo turístico; los "libros rojos" (que sí eran rojos y eran de bolsillo) con las enseñanzas de Mao, ahora como mercancías para turistas y coleccionistas en "mercados de pulgas" en algunos callejones de las grandes ciudades, junto con medallones, insignias, adornos y otros objetos que en su tiempo eran señal de ser dignos miembros del partido y fieles seguidores de las enseñanzas del "Chairman"; cantos patrióticos que animan los salones de "karaoke"...

Las nuevas generaciones visten ropa tipo occidental Polo, Gap, y otras marcas famosas, oyen "iPods" o las copias baratas, tienen blackberries para "textear" o comunicarse a sus negocios o novias o amigos o familia o un poco de todo, ven Internet (hasta donde el gobierno lo permite). Nada que ver con lo que sus padres o abuelos vivieron 30 ó 40 años atrás.

Fue interesante presenciar eso de primera mano. Ver que la realidad adquiría un nuevo perfil, una nueva imagen, que un pueblo (y en buena medida el mundo) tomaban un derrotero nuevo. Estar en el lugar y en el momento preciso es de las cosas que uno puede llegar a vivir desde el exterior.