26 abril, 2014

"Repitiendo tu nombre... ¡TAJÍN!"

Cuando uno vive en el exterior se da cuenta de que sus orígenes persisten, aun a pesar de la distancia. El reconocer que uno viene de alguna parte es parte de la identidad que tiene uno en el presente y es la que transmitirá a las nuevas generaciones.
 
Así me pasó hace como cuatro años. Resulta ser que, con las maravillas del feisbuc, me encontré a una amiga de mi escuela primaria a la que, por cierto, siempre consideré mi amor platónico de esa época. Era la niñita bonita, simpática, la que a muchos nos traía botando... Martha... ¡aaahhhh, sueños de infancia...! (y ya se lo he dicho, y le he logrado largas hileras de jajajaja's)
 
Bueno, para no distraernos de la idea, el caso es de que Martha y yo conversábamos por feisbuc, en noviembre de 2010, y recordábamos a nuestros amigos y compañeritos de nuestra primaria...la Escuela "Tajín". Era una muy pequeña escuela, de hecho era una casa acondicionada para el efecto en la colonia Narvarte de la ciudad de México. Su cuerpo académico, las "seños" como les decíamos los alumnos, empezaron siendo la misma familia de educadoras que, la madre, hijas y sobrinas, formaron ese primer grupo de profesoras que iniciaron esta escuela a fines de los 50's del Siglo XX. Después se fueron integrando otras maestras, amigas o condiscípulas de las fundadoras, y que formaron un formidable equipo de educación y de inculcar valores a los niños y niñas que pasamos por sus salones.
 
Éramos grupos de 10 a 15 niños de diversos entornos, pero que vivíamos en la zona. Algunos no podíamos costear una educación más cara en algunas de las escuelas e institutos famosos de la época, pero encontraron nuestros padres esta pequeña gran escuela en la que inscribieron a sus hijos en busca de una educación con valores y con calidad. Y encontraron lo que buscaban.
 
Así fue la graduación del grupo de mi hermano, y del que conocía a varios de los compañeritos
 
 
De la Escuela "Tajín" salimos muchas generaciones que crecimos y que fuimos gente de bien, que lograron una vida útil y productiva. Familias de hermanos pasaron por sus salones y las maestras reconocían a los hermanos mayores y que eran relevados por los menores... los Medina, los Camargo, los Calva, los Palazuelos, los Marrón, los Bernal... y muchos otros que se me escapan o que ya no estuvo en mi tiempo conocer. Por esas dinastías se lograron conectar diversas generaciones que crearon fuertes vínculos que persistieron y persisten hasta estos días.
 
Cuando salimos mi hermano y yo de la Escuela "Tajín", nos desconectamos de esa hermosa gente y seguimos nuestro destino por otras rutas. Pero muchos de los demás chicos siguieron en contacto, aun cuando fueron a diferentes escuelas... Sus vidas siguieron entrelazadas de una manera u otra y se vieron salir de la infancia para entrar a la adolescencia y, en algunos casos, hasta la vida aldulta. ¡Cómo lamento haber perdido esa comunicación con todos ellos!
 
El caso es que, platicando con Martha, se nos ocurrió el crear una página en facebook de la escuela y tratar de localizar a los más posibles de los que fueron nuestros amigos y compañeros de esa época y tratar de reunirnos y crear nuevos canales de comunicación. Y no hubiera pasado de ser un mero comentario dentro de una plática amena, si no es que me animo y decido levantar, esa misma noche, el muro de la Escuela "Tajín". El éxito supero ampliamente mis expectativas.
 
Al cabo de algunos meses Yolanda, parte de una de las dinastías que arriba mencionaba, entró a la página y creó un grupo más y mejor estructurado, y logró encontrar y acercar, gracias a su gran ánimo, sus hermanos y a los demás de la escuela con quienes seguía en comunicación, a  un grupo considerable de nuestros compañeritos, y que empezaron a reunirse para reencontrarse, platicar, y recobrar la vieja amistad que, en algunos casos, estaba olvidada por largos años. Y como en esas épocas todavía estaba en el exterior me convidaron, en un par de ocasiones, por vía de Skype, y así se vió una de esas primeras reuniones
 
 
Fue una experiencia maravillosa poder reencontrar a todos ellos, a quienes había dejado de ver desde mi infancia... ¡incluso a una de nuestras "seños", que ya era parte del grupo mismo! Poder saber la vida y milagros de ellos y, por relatos compartidos, de otros más que habían emigrado a otras partes de la república por el mismo devenir de la vida. El caso es que se estaba formando un hermoso grupo  de amigos que tenía sus raíces en el origen mismo de nuestras vidas.
 
Ya que habíamos regresado, por fin tuve la oportunidad de verlos en persona, y ver que el grupo seguía creciendo...
 
 
En la actualidad cuenta con 84 miembros, de las más diversas generaciones, de antes y de mucho después de mi paso por la escuela. Sé que las generaciones más jóvenes se reunen por su cuenta, y se me hace muy lógico... siempre buscamos a quienes tienen mayor afinidad, y los que somos de las generaciones más mayores, pues no siempre conectamos, pero el chiste es que el grupo ha adquirido una dinámica propia y que continúa.
 
Los que somos de las generaciones más inmediatas, prácticamente los mismos de estas fotos, nos seguimos reuniendo de vez en vez para actualizaronos de nuestras vidas y actividades. Pero eso no limita que nos podamos ver por por separado
 
 
Este retomar los orígenes da nuevos ímpetus cuando uno emprende de nueva cuenta el camino hacia otros horizontes porque sabe uno que, sin importar la distancia, los lazos que nos han unido y reunido permanecerán en tanto sigamos en este mundo. Mi oficio es de ir y venir, llegar para volver a salir después de cierto tiempo. Las vidas de mis amigos y compañeros de la "Tajín" estarán atadas, por siempre, a esta tierra. Pero este tipo de encuentros son los que uno se lleva consigo y que lo seguirán a uno en este peregrinar del Servicio Exterior. Y gracias a las maravillas de la tecnología, puede ser que vuelva a acompañarlos en otras "reuniones virtuales", como las de hace ya 3 años, cristalizando la idea que dos amigos de infancia tuvieron de juntar de nuevo a sus amiguitos de primaria.
 
Y recordar las estrofas del Himno de la Escuela "Tajín":
 
Al Colegio este himno entonemos
Con amor y cariño de hermanos,
Prometiendo que siempre seremos
Ante todo, fieles mexicanos.
 
¡Oh Colegio, Colegio, querido!
Aunque lejos estémos de tí,
Nuestras voces se quedan contigo
Repitiendo tu nombre: ¡"Tajín"!
 
...
 
Cual el águila azteca altanera
Al progreso marchemos en pos,
Para honrar nuestra santa bandera
Y cumplir los designios de Dios.
 
¡Oh Colegio, Colegio querido!
Aunque lejos estemos de ti,
Nuestras voces se quedan contigo
Repitiendo tu nombre: ¡"Tajín"!
 
Estas historias son las que emocionan el corazón y que uno se lleva cuando vive uno en el exterior.

08 abril, 2014

C.U.

Cuando uno vive en el exterior, como en toda actividad, de vez en cuando se requiere de un lugar de paz, de tranquilidad, de recarga de energía ante lo adverso que nos pone enfrente la vida: presión, estress, dolor, incertidumbre, sentimiento de abandono, temor al fracaso... solo por citar algunos.ejemplos.

Y no siempre es fácil encontrar esta clase de sitios. Tienen que ser los que llegan a lo más profundo del ser... que tengan un significado especial (que uno se lo dé o que lo reconozca de alguna otra manera... digo yo...), que el estar ahí haga que todo el interior de uno se vuelva a alinear... que todo vuelva a tener sentido... que la mente recupere la claridad para tomar decisiones que, en algunos casos, pueden afectar la vida entera de uno...

Lo comparo con los lugares que los druidas de la Edad Media escogían, por causas que sólo ellos conocían y entendían, y ahí colocaban sus vivendas y recibían a quienes requerían de su apoyo, de su consejo, de su experiencia y hasta de su poder...

Supongo que en todas las culturas hay algo similar. El sitio donde se edifican templos, tabernáculos, puntos de congregación, sitios de comunicación con la Instancia Suprema, cualquiera que ésta fuera..., sin duda deben de tener alguna clase de característica, cualidad o buena vibra, para que cumplan ese elevado objetivo de fortalecer el espíritu y acercar a las personas a lo que consideran sagrado.

Sin embargo, no había encontrado un sitio así en mis viajes. En parte porque no lo había buscado realmente (seamos honestos); en parte porque nunca me había topado con algun lugar que me transmitiera esa sensación, esa fuerza, esa energía, por el solo hecho de estar ahí.

Y lo vine a encontrar, o a reencontrar, a mi regreso a la Patria...

Es la Ciudad Universitaria de la UNAM en la ciudad de México, o conocida por todos los que pisamos ese noble terreno, simplmente como C.U.

Fue creada en los años 50's del Siglo XX, para dar nuevas intalaciones a la Universidad Nacional, y que saliera de los vetustos edificios del Centro de la ciudad, construídos en los 1500's y 1600's, y poder destinar esas constucciones a otros usos menos exhaustivos, como museos, espacios culturales y conservarlos como patrimonio artístico de nuestra Máxima Casa de Estudios.

Yo fui parte de los miles de estudiantes que han pasado por sus aulas, su campus, sus lugares característicos como son las "islas": agrupaciones de árboles en pequeñas colinas en la explanada cental y que servían, por igual, de lugar de reposo (echarse un sueñito, pues), lugar para pic-nic o en dónde pasar un rato con la novia o la galana de turno. Había personajes pintorescos en mis tiempos (1980-1988 por lo de la tesis) como el "Papirolas": un señor ya grande, que se dedicaba a contar historias de sus andanzas con la gente y hasta algunas autoridades y celebridades de la universidad, al mismo tiempo que hacía figuras de papel (lo que ahora llaman origami, él lo llamaba "papiroflexia", la verdad nunca me puse a averiguar si esa palabra existía o no), a cambio de alguna moneda que le dejara uno en su sombrero, ¡ah! ¡eso sí! nunca daba cambio.

Sucedió que, una vez, viendo yo a "Papi" (como él mismo y muchos de los que eramos sus "clientes"le llamábamos) le iba a dar una moneda, creo que de $10.00 pesos, pero me dí cuenta de que era lo único que me quedaba, y tenía que pagar el autobús de regreso a casa, así que le dije a Papi si le dejaba la moneda de $10.00 y me daba $5.00. Papi, en su voz medio aguardientosa, me dijo "El Papirolas nunca da cambio"... Terminé pidiéndole prestado a otro colega de la escuela...

Al márgen de la vida en la explanada a las horas de clase y entreclase, lo interesante era ir a caminar y deambular por las otras facultades, los espacios abiertos entre escuelas, explorar algunos de los confines de la zona escolar. Yo lo hacía de día, ya que era la manera en que podía pasar el tiempo entre las clases de la mañana y las de la tarde, en un horripilante horario mixto que me llegó a tocar en varios semestres, en busca de los buenos maestros o los que no fueran tan complicados en las materias más difíciles. El aire era fresco, el silencio era solo interrumpido por algunas voces lejanas, el pase de algún auto de camino a su clase o de salida, o tal vez por una ráfaga de brisa fresca. Se respiraba una paz muy placentera, permitía el relajarse de las clases, tranquilizarse después de un examen difícil o decisivo, o simplemente como un paseo agradable para hacer más llevadero el tiempo.

Luego de que terminé la carrera, ya casi no hubo oportunidades de visitar C.U. Pasaba frecuentemente frente a la Torre de Rectoría, por la avenida Insurgentes, camino a Perisur o a otras partes del sur de la ciudad. Pero siempre había una mirada de reojo hacia ese lugar.

Luego vino el exterior, las visitas cortas de vacaciones muy espaciadas, el tiempo reducido y, de alguna manera, el olvido...

Sin embargo, luego las condiciones se dieron para volver al terruño...

Con mi regreso a la Patria, se abrió la posibildiad de volver a ir a C.U. Pero no fue de inmediato. Fue una idea que se fue gestando en estos casi 3 años de andar de vuelta. Y sucedió que, hace cosa de un par de meses, al ir a dejar a mi hijo a una fiesta, un sábado por la noche, pasé cerca de la zona, así que me desvié y me enfilé hacia la Rectoría. Eran como las 9:00 de la noche...

Me estacioné sobre Insurgentes, al pie de la Torre de Rectoría. Vi gente todavía deambulando por la explanada... parece que había una graduación, porque vi a muchos muchachos con togas y birretes... Pero también, gente paseando a sus perros, andando en bicicleta, platicando en el pasto de la explanada, caminando por todas partes... Y empecé a deambular por ahí...

El sentimiento fue de energía... de tranquilidad... de paz... me sirvió para meditar sobre muchas cosas que me habían estado pasando en los meses anteriores y que, por el ajetreo de la oficina y la vida de familia, no había podido tener tiempo de pensar en ello... Fue una experiencia divina...

Y me sirvió para deleitarme con la arquitectura del conjunto... gracias a la iluminación que se le ha puesto, pueden lucir los murales de O'Gorman y Siqueiros que hay en varios de los edificios...




Y se han repetido estas visitas en varias ocasiones. A veces solo, otras con Delia, mi esposa, quien ha entendido desde un principio el significado que ha adquirido para mí C.U.: es mi casa... tengo pertenencia... me siento en un lugar seguro... me devuelve la energía que las situaciones difíciles que me han traído los tiempos recientes me ha quitado... me da claridad de pensamiento para ver lo que se me presenta de frente en la vida... es un espacio de quietud, de reflexión, de cuestionamiento intenso hacia mí mismo y lo que me rodea... de desahogo de miedos, incertidumbre, dolor contenido, ira reprimida, impotencia ante lo inevitable...

Pero también de serenidad... de reconciliación... de reencuentro con uno mismo... un terreno propicio para quedar en paz con aquello que debe pasar y abrir los brazos a lo que se pueda avecinar... de abrir los ojos a lo más que permitan los párpados y llenarse la vista con la quietud de los espacios y la magnificencia de las construcciones... Deleitarse con el silencio que lo envuelve a uno, pero que le permite respirar con soltura, con comodidad, con ampltud como la del lugar mismo... El silencio que no lo ahoga a uno, sino que le permite a uno expresar en voz alta sus más íntimos pensamientos, sin ser molestado por nadie ni invadiendo el espacio de otros... una privacidad pública en que puede uno estar con sus pensamientos en un lugar público, abierto, amplio, solo... una soledad que no apabulla ni deprime, ¡todo lo contrario! llega a dar cierta euforia y alegría al verse uno en la posiblidad de expresarse libremente, sin cuidarse del "qué dirán" o de no verse ridículo... claro, de vez en cuando hay que controlarse uno cuando pasa un ciclista o alguien que hace ejercicio trotando en el prado o en la ciclopista, pero cuando pasan... puede uno ser uno mismo en toda su plenitud...

Gracias UNAM por darme este espacio, por haberme dado el privilegio de haber egresado de tus aulas como un profesional que ha destinado su vida al servicio de la Patria, y que me has dado la oportunidad de disfrutar tus espacios como hijo pródigo, que regresa de lejanas tierras a donde pertenece.

No creo tener este sentimiento en ningún otro lugar...

Sin embargo, no me cierro a la posibilidad de que encuentre otro santuario que me de esa paz de espíritu, como la que tengo en C.U.... cuando vuelva a vivir en el exterior.