09 noviembre, 2014

Ágatha

Cuando no vive en el exterior, uno viaja acompañado de muchas cosas y personas: la familia, los recuerdos, los muebles, la ropa...
 
Y en el trayecto, uno sube y baja pasajeros del barco a medida que pasa el tiempo y uno decide qué se queda y qué se va. Cada mudanza es ver lo que se lleva, lo que se queda y lo nuevo que agregamos a nuestro ya abultado inventario.
 
Así nos ha pasado en esta etapa de regreso a la Patria. Encontramos nuevos amigos, reencontramos otros, y despedimos a otros más. Y alguien se ha integrado a nuestra tripulación: Ágatha.

 
Ágatha es nuestra perrita. Pensamos que es una cruza de Basset Hound con algo menos interesante. La recibimos de escasos dos meses de edad, se veía de este modo:
 
 
 
Las orejotas, la mirada, nos robó el corazón. Nunca habíamos pensado en tener perro, pero los chicos (naturalmente), al ver que sus amigos tenían mascota, empezaron a pedir y pedir un "doggie", un "puppie" para cuidar y querer. Al final, como debe de ser, los chicos están en sus cosas y los adultos nos encargamos de sacar al animalito a hacer sus necesidades a la hora en que lo necesita, no importa si es de día o de noche.
 
Y por la admiración a Ágatha Christie decidimos ponerle así: Ágatha.
 
Esta perrita ha hecho la vida más llevadera para todos. Es inquieta, juguetona, le encanta meterse en problemas y en las casa de los vecinos, ladra fuertemente cuando llegan visitas o escucha el timbre de la puerta, aguanta los arrumacos de todos, por más incómodos que sean...
 
Claro, también ha recibido algunas ignominias como esta:
 
 
Nunca le hizo gracia tener una "dona" para el cabello para sujetarle las orejas, pero lo soportó estoicamente. Al cabo de unos cuantos segundos, hizo toda suerte de movimientos y esfuerzos hasta que pudo quitársela exitosamente.
 
Estos casi tres años con ella nos han permitido verla crecer de una cachorrita orejona y con cara triste a la perrita de estos días, y como la vi al tomar esta foto: nuestra esfinge:
 
 
 
Se ha ganado un lugar en la familia, y ha encontrado calidez en el trato con los chicos, aunque a veces (y francamente, muchas veces) la hacen perder los estribos y terminan a ladridos y mordiscos al aire, pero nunca para lastimar o hacer daño. Es una relación de amor-enojo que ha servido para hacernos tomarle cariño día a día.
 
Ágatha se ha convertido en parte de la familia, ha compartido momentos especiales y el día a día. Nos acompaña en la sala, en la cocina, en la recámara (con estricta vigilancia, ya que ha dejado su recuerdo en las camas en varias ocasiones), tiene ya un enorme cojín azul que es su lugar favorito para pasar las tardes. Y tiene su "hueso" de tela, que le gusta que lo lancemos, lo mismo en la sala, que en la cochera del conjunto donde vivimos, y salir a toda carrera para pescar el hueso y regresar con nosotros a enfrascarse en un "duelo de titanes" conmigo o con los chicos, todo parte del juego, para que le quitemos el juguete y lanzarlo lejos nuevamente para repetir el juego una y otra vez, hasta que pierde el interés y busca otro juguete o se va a su cojín a recostarse. Vida de perro...
 
Espera a que llegue yo para que, cuando estoy cenando, ella se va a su plato en la cocina y se termina sus croquetas. Nos recibe con fiestas cuando regresamos de la calle y se para apoyándose en nosotros para que le hagamos caricias. Le encanta, como a todos los de su especie, que le rasquen la pancita, al grado de que, al darle palmaditas en la cabeza, ella se pone panza arriba y nos ve con ojos de "muy bien, haz lo que te toca: ¡ráscame la panza!!". Lo genial es que ella siempre gana.
 
La interacción con los chicos es hermosa:
 


 
En especial, la relación con Diego ha sido peculiar. A ratos pareciera que es Ágatha la que domina a nuestro hijo...
 

 
Pero el chico, por su parte, logra hacer que la perrita pierda la cordura y terminen a ladridos. Al final es solo cariño entre el muchacho y su mascota.
 
Ágatha ha tenido la oportunidad de dar su "fashion statement", como dicen ahora:
 
 
Siempre busca su lugar en la casa:
 
 
Y siempre tiene una muestra de cariño, o recibe las nuestras de buena manera:
 


 
Hoy, para todos nosotros, nos es difícil pensar en nuestro hogar sin Ágatha. Cuando la llevamos al veterinario o la subimos a la azotea cuando necesitamos salir por un período largo del día, al regresar y no escuchar sus ladridos, el roce de sus uñas en el piso, el recibir su bienvenida, hace sentir la casa vacía, incompleta...
 
Esta perrita ha sido un nuevo factor en la familia, y ya hacemos planes de que, cuando nos toque regresar al exterior, incluir en las peticiones y especificaciones de la próxima casa el que acepten perros y que podamos instalarle una puerta para que salga a un posible jardín y nos permita dormir un poco más, en vez de que tengamos que pararnos en la madrugada para llevarla a hacer lo que tiene que hacer. Es una presencia diferente que ya ha adquirido nivel de miembro de la familia. Ya no es solamente Ágatha, ahora es "Aguipoopoo", "Aguipoo", "Agaperro", "Mutt", "¡Peeerroooo!" y cualquier otra expresión que se nos ocurra al momento de verla. Ya es fácil confundir el nombre de la mascota con el de los chicos, como a todos los padres de varios hijos nos suele suceder.
 
Nuestra tribu de viajeros errantes ha logrado este nuevo integrante. Y llegó para quedarse.
 
La llegada de Ágatha a nuestras vidas, y hacerse parte de ellas, son de las cosas que uno tiene la fortuna de vivir cuando uno lleva su existencia en el exterior.