08 julio, 2013

¿Cónsul yo??

Cuando uno vive en el exterior, como un miembro del Servicio Exterior, se enfrenta toda suerte de prejuicios sobre la actividad que se desarrolla: la vida loca entre coctelitos, cenas de estado, codearse con la alta política... o haciendo análisis sesudos de política, economía o alguna cosa de esas... Por eso la gente piensa que los diplomáticos somos burócratas de lujo, a los que nos pagan por vivir como nobles o magnates petroleros para no hacer nada realmente productivo.
 
Habrá quien, efectivamente, lleve esta vida tan sofisticada y banal...
 
Y estamos los cónsules...
 
Los pasaporteros, estamapsellos, los que no siempre gozamos de las mieles de la vida diplomática por estar en un mostrador atendiendo gente, como en cualquier otra oficina de gobierno; gente que no siempre se caracteriza por ser muy pulcra, educada, culta, dominadora de los temas de actualidad, de amena charla y ademanes refinados... En muchos casos, todo lo contrario...

La labor del cónsul, ciertamente, es la menos glamorosa del oficio... es lidiar con certificados, visas, pasaportes (como arriba lo mencionamos); empezar temprano en la mañana y terminar, en muchos casos, avanzada la tarde o, incluso, la noche. Requiere de habilidades y experiencia que el análisis económico no brinda. El cónsul adquiere experiencia en entender el lenguaje corporal de las personas, la autenticidad de documentos, trato al público, incluso mecanografía...

Algo de lo que no mucha gente se da cuenta  es que el cónsul es la imagen visible del país al que uno representa en el nivel más sensible... el de la persona común que se dirige a un consulado en busca de un servicio, de ayuda en caso de un problema legal, de una asesoría pero, lo más importante: busca todo eso de alguien del gobierno de su propio país, que le hable en su propio idioma, que entienda la naturaleza de su problema, no solo desde el punto de vista legal, sino del de gente de la misma tierra, al que le puede hablar "derecho", sin frases rebuscadas, sino con la verdad escueta, en palabras que uno dice y esa persona puede entender.

El cónsul es el lado humano del Servicio Exterior. Lidiamos con personas comunes y corrientes, no con altos funcionarios o estadistas; a veces con autoridades en caso de tener que visitar a uno de los nuestros en una comisaría o un centro de detención.

Sin embargo, y sin ánimo de parecer que me contradigo, el cónsul ha tenido que aprender el arte de la negociación, de la sensibilidad política, ser observador para poder reportar a la Cancillería los aspectos relevantes del lugar en el que uno está adscrito... hasta uno pareciera diplomático...

En la práctica, los cónsules también tenemos que hacerle a las artes diplomáticas. Seguimos sin el glamour de los coctelitos, pero sí negociamos, cabildeamos, analizamos, reportamos, más lo otro: las visas, los permisos, los certificaodos, los consabidos pasaportes...

Colegas míos se sentirían agredidos por el Servicio Exterior si los asignaran a un consulado... ¡guácala! mucho trabajo... poco descanso... el mismo sueldo... la chuzma... todos esos trámites, leyes, reglamentos, formas, procedimientos, protocolos, y demás que tiene uno que manejar para el trabajo de todos los días... salir tarde... incluso sacrificar sábados para ir a eventos de la comunidad, servicio en la oficina... todo éso... nop, no para ellos...

Y habemos los que encontramos agradable, edificante, incluso satisfactorio el ser llamados cónsules; el que se nos asigne a un consulado, sin importar el tamaño o el nivel de carga; que vemos en el servicio un motivo de orgullo, de alegría, de compromiso. Que entendemos que la necesidad de los nuestros no tiene horario ni calendario. Que sabemos de la trascendencia de un documento bien o mal emitido, de la urgencia de uno de los nuestros cuando pierde o le roban el pasaporte, del que termina en una comisaría después de un incidente y que no sabe cómo defenderse ni cómo funciona la ley del lugar, del que fue arrestado, con o sin motivo y que puede ser condenando a una pena injusta o a la Pena Capital...

Hay quienes ven al cónsul como el funcionario de más baja posición en el ajedrez del Servicio Exterior, pero créanme, el "gracias" que nos da una persona de los nuestros cuando le ayudamos a salir de un problema, le brindamos un documento, o que simplemente lo escuchamos en su problema, aunque no se pueda hacer mucho a su favor, tiene un valor mucho, mucho mayor, que cualquier cena oficial con el Primer Ministro.

Y si he escrito hoy entre la tercera y la primera persona, es porque yo soy cónsul.

¿¿Cónsul yo?? Sí, y a mucha honra.

En casi 23 años de carrera en el Servicio Exterior, tengo casi 23 de ser cónsul. Y he tomado esta causa como propia, casi hasta ser un cuasi-fanático del oficio. No sé si quisiera ser asignado a una embajada para ser el que haga los sesudos análisis que decía al principio. Sé que puedo hacerlos y de buena calidad pero, en verdad, no sé si quiera dejar a los nuestros que he atendido todo este tiempo, las jornadas tarde o los fines de semana para dar servicio.

Puedo decir que los cónsules son los héroes anónimos del servicio... bueno... con excepciones. Conozco un caso digno de ser mencionado. El del Cónsul Gilberto Bosques, quien ayudó a un considerable número de judíos, y de otras nacionalidades, en Europa a salir con destino a México para escapar de la persecusión nazi en la Segunda Guerra Mundial. Las... peripecias (por llamarles de alguna manera amable) que hizo el Cónsul Bosques para lograr los salvoconductos necesarios que llevarían a toda esa gente a evadir el exterminio, aun arriesgando su inmunidad, su seguirdad e incluso su vida, lo hacen un héroe verdadero, no de los que salen de la fantasía. Hay quien lo considera como el "Schindler Mexicano", en referencia al empresario europeo que rescató a cientos de judíos de la Alemania Nazi, y que Steven Spielberg plasmara en una película que recuerda su hazaña. Algo similar logró el Cónsul Bosques, quien también tiene una película, no tan sonada como la de Hollywood, pero sí muy elocuente: "Visa al Paraíso" en la que, con testimonios de algunos a los que ayudó el Cónsul, o de sus descendientes, mas los recuerdos que el propio Bosques relata en su propia voz, nos hace ver a las actuales generaciones de cónsules, la importancia y la validez de nuestra labor.




Aquí hay referencias del Cónsul Bosques:

http://es.wikipedia.org/wiki/Gilberto_Bosques

http://homozapping.com.mx/2011/03/visa-al-paraiso-el-compromiso-humanitario-de-gilberto-bosques/


Gente como Gilberto Bosques son las que hace que, para mí, valga la pena mi trabajo aquí y desde el exterior.

2 comentarios:

Guillermo dijo...

Mi querido Beto:

Para poder expresar esas ideas acerca de tu labor en favor de nuestros compatriotas, (y de nuestro país), es necesario tener vocación de servicio, misma que mostrabas desde que éramos adolescentes.
Estoy seguro, que para todo aquel que te conoce, eres ¡un ejemplo a seguir!, ya que siempre te has caracterizado por ser ¡Un modelo de rectitud, honestidad y pasión!.
Y, sí, efectivamente, 20 años no son nada, cuando se han vivido de la forma en que lo has hecho, disfrutando hasta en los momentos más duros, ya que siempre has sido una persona apasionada.
Atentamente
Guillermmo Ramírez-Wiella

Unknown dijo...

Cierto es mi querido Beto que has escogido tu verdadera vocación!!!
No cualquiera se embarcaría en tal hazaña con tales exigencias y cómo muy bien lo expresaste.... pocas veces reconocida o agradecida.
Creo que te quedaste corto con TODO lo que haces. SIEMPRE tan modesto!!!
Aún recuerdo cuando chateabamos, tu desde China y yo acá. Me quedé pensando "Wow... tengo un amigo que es Cónsul."
Espero PRONTO nos podamos ver y me sigas contando anécdotas de tu trabajo.
Te deseo MUCHÍSIMO éxito.
Saludos y Mil Besos

Vero