08 abril, 2014

C.U.

Cuando uno vive en el exterior, como en toda actividad, de vez en cuando se requiere de un lugar de paz, de tranquilidad, de recarga de energía ante lo adverso que nos pone enfrente la vida: presión, estress, dolor, incertidumbre, sentimiento de abandono, temor al fracaso... solo por citar algunos.ejemplos.

Y no siempre es fácil encontrar esta clase de sitios. Tienen que ser los que llegan a lo más profundo del ser... que tengan un significado especial (que uno se lo dé o que lo reconozca de alguna otra manera... digo yo...), que el estar ahí haga que todo el interior de uno se vuelva a alinear... que todo vuelva a tener sentido... que la mente recupere la claridad para tomar decisiones que, en algunos casos, pueden afectar la vida entera de uno...

Lo comparo con los lugares que los druidas de la Edad Media escogían, por causas que sólo ellos conocían y entendían, y ahí colocaban sus vivendas y recibían a quienes requerían de su apoyo, de su consejo, de su experiencia y hasta de su poder...

Supongo que en todas las culturas hay algo similar. El sitio donde se edifican templos, tabernáculos, puntos de congregación, sitios de comunicación con la Instancia Suprema, cualquiera que ésta fuera..., sin duda deben de tener alguna clase de característica, cualidad o buena vibra, para que cumplan ese elevado objetivo de fortalecer el espíritu y acercar a las personas a lo que consideran sagrado.

Sin embargo, no había encontrado un sitio así en mis viajes. En parte porque no lo había buscado realmente (seamos honestos); en parte porque nunca me había topado con algun lugar que me transmitiera esa sensación, esa fuerza, esa energía, por el solo hecho de estar ahí.

Y lo vine a encontrar, o a reencontrar, a mi regreso a la Patria...

Es la Ciudad Universitaria de la UNAM en la ciudad de México, o conocida por todos los que pisamos ese noble terreno, simplmente como C.U.

Fue creada en los años 50's del Siglo XX, para dar nuevas intalaciones a la Universidad Nacional, y que saliera de los vetustos edificios del Centro de la ciudad, construídos en los 1500's y 1600's, y poder destinar esas constucciones a otros usos menos exhaustivos, como museos, espacios culturales y conservarlos como patrimonio artístico de nuestra Máxima Casa de Estudios.

Yo fui parte de los miles de estudiantes que han pasado por sus aulas, su campus, sus lugares característicos como son las "islas": agrupaciones de árboles en pequeñas colinas en la explanada cental y que servían, por igual, de lugar de reposo (echarse un sueñito, pues), lugar para pic-nic o en dónde pasar un rato con la novia o la galana de turno. Había personajes pintorescos en mis tiempos (1980-1988 por lo de la tesis) como el "Papirolas": un señor ya grande, que se dedicaba a contar historias de sus andanzas con la gente y hasta algunas autoridades y celebridades de la universidad, al mismo tiempo que hacía figuras de papel (lo que ahora llaman origami, él lo llamaba "papiroflexia", la verdad nunca me puse a averiguar si esa palabra existía o no), a cambio de alguna moneda que le dejara uno en su sombrero, ¡ah! ¡eso sí! nunca daba cambio.

Sucedió que, una vez, viendo yo a "Papi" (como él mismo y muchos de los que eramos sus "clientes"le llamábamos) le iba a dar una moneda, creo que de $10.00 pesos, pero me dí cuenta de que era lo único que me quedaba, y tenía que pagar el autobús de regreso a casa, así que le dije a Papi si le dejaba la moneda de $10.00 y me daba $5.00. Papi, en su voz medio aguardientosa, me dijo "El Papirolas nunca da cambio"... Terminé pidiéndole prestado a otro colega de la escuela...

Al márgen de la vida en la explanada a las horas de clase y entreclase, lo interesante era ir a caminar y deambular por las otras facultades, los espacios abiertos entre escuelas, explorar algunos de los confines de la zona escolar. Yo lo hacía de día, ya que era la manera en que podía pasar el tiempo entre las clases de la mañana y las de la tarde, en un horripilante horario mixto que me llegó a tocar en varios semestres, en busca de los buenos maestros o los que no fueran tan complicados en las materias más difíciles. El aire era fresco, el silencio era solo interrumpido por algunas voces lejanas, el pase de algún auto de camino a su clase o de salida, o tal vez por una ráfaga de brisa fresca. Se respiraba una paz muy placentera, permitía el relajarse de las clases, tranquilizarse después de un examen difícil o decisivo, o simplemente como un paseo agradable para hacer más llevadero el tiempo.

Luego de que terminé la carrera, ya casi no hubo oportunidades de visitar C.U. Pasaba frecuentemente frente a la Torre de Rectoría, por la avenida Insurgentes, camino a Perisur o a otras partes del sur de la ciudad. Pero siempre había una mirada de reojo hacia ese lugar.

Luego vino el exterior, las visitas cortas de vacaciones muy espaciadas, el tiempo reducido y, de alguna manera, el olvido...

Sin embargo, luego las condiciones se dieron para volver al terruño...

Con mi regreso a la Patria, se abrió la posibildiad de volver a ir a C.U. Pero no fue de inmediato. Fue una idea que se fue gestando en estos casi 3 años de andar de vuelta. Y sucedió que, hace cosa de un par de meses, al ir a dejar a mi hijo a una fiesta, un sábado por la noche, pasé cerca de la zona, así que me desvié y me enfilé hacia la Rectoría. Eran como las 9:00 de la noche...

Me estacioné sobre Insurgentes, al pie de la Torre de Rectoría. Vi gente todavía deambulando por la explanada... parece que había una graduación, porque vi a muchos muchachos con togas y birretes... Pero también, gente paseando a sus perros, andando en bicicleta, platicando en el pasto de la explanada, caminando por todas partes... Y empecé a deambular por ahí...

El sentimiento fue de energía... de tranquilidad... de paz... me sirvió para meditar sobre muchas cosas que me habían estado pasando en los meses anteriores y que, por el ajetreo de la oficina y la vida de familia, no había podido tener tiempo de pensar en ello... Fue una experiencia divina...

Y me sirvió para deleitarme con la arquitectura del conjunto... gracias a la iluminación que se le ha puesto, pueden lucir los murales de O'Gorman y Siqueiros que hay en varios de los edificios...




Y se han repetido estas visitas en varias ocasiones. A veces solo, otras con Delia, mi esposa, quien ha entendido desde un principio el significado que ha adquirido para mí C.U.: es mi casa... tengo pertenencia... me siento en un lugar seguro... me devuelve la energía que las situaciones difíciles que me han traído los tiempos recientes me ha quitado... me da claridad de pensamiento para ver lo que se me presenta de frente en la vida... es un espacio de quietud, de reflexión, de cuestionamiento intenso hacia mí mismo y lo que me rodea... de desahogo de miedos, incertidumbre, dolor contenido, ira reprimida, impotencia ante lo inevitable...

Pero también de serenidad... de reconciliación... de reencuentro con uno mismo... un terreno propicio para quedar en paz con aquello que debe pasar y abrir los brazos a lo que se pueda avecinar... de abrir los ojos a lo más que permitan los párpados y llenarse la vista con la quietud de los espacios y la magnificencia de las construcciones... Deleitarse con el silencio que lo envuelve a uno, pero que le permite respirar con soltura, con comodidad, con ampltud como la del lugar mismo... El silencio que no lo ahoga a uno, sino que le permite a uno expresar en voz alta sus más íntimos pensamientos, sin ser molestado por nadie ni invadiendo el espacio de otros... una privacidad pública en que puede uno estar con sus pensamientos en un lugar público, abierto, amplio, solo... una soledad que no apabulla ni deprime, ¡todo lo contrario! llega a dar cierta euforia y alegría al verse uno en la posiblidad de expresarse libremente, sin cuidarse del "qué dirán" o de no verse ridículo... claro, de vez en cuando hay que controlarse uno cuando pasa un ciclista o alguien que hace ejercicio trotando en el prado o en la ciclopista, pero cuando pasan... puede uno ser uno mismo en toda su plenitud...

Gracias UNAM por darme este espacio, por haberme dado el privilegio de haber egresado de tus aulas como un profesional que ha destinado su vida al servicio de la Patria, y que me has dado la oportunidad de disfrutar tus espacios como hijo pródigo, que regresa de lejanas tierras a donde pertenece.

No creo tener este sentimiento en ningún otro lugar...

Sin embargo, no me cierro a la posibilidad de que encuentre otro santuario que me de esa paz de espíritu, como la que tengo en C.U.... cuando vuelva a vivir en el exterior.
 

1 comentario:

Francisco Gutierrez dijo...

Gratos recuerdos aquellos, sobre todo los dias del papirolas que no tenia por horas en la explanada de CU, aprendiendo a fabricar con hojas de posters reciclados diferentes figuras en papel desde sombreros, barcos, palomas ranitas brincadoras diferentes estilos de aviones y sobre todo en los dias de sol , nos haciamos nuestras cachuchas con picos de ku kux klan, y era toda una aventura que solo a quedado en el recuerdo de muchas, nunca supe su nombre verdadero, pero aun asi.. Gracias Papirolas por todo lo que nos compartiste.!@