03 agosto, 2014

Papel

Cuando uno vive en el exterior, se acumulan muchas cosas con el paso del tiempo y los lugares: vivencias, experiencias, recuerdos...

Y papel... Mucho papel...

De alguna manera, uno se vuelve coleccionista (o recolector) de papel. Y es por los más diversos motivos: fiscales (las muy célebres declaraciones de impuestos y todo el papel  relacionado), otros reportes relacionados con mi trabajo y el ser funcionario público (decir los haberes que tengo, que desearía tener y los que nunca se concretarán, y esas cosas), documentos que, en su momento, se consideraron relevantes y que, con el paso del tiempo, pasan a ser obsoletos, y ni tienen valor histórico, ni tampoco anecdótico.  De este último, tengo cajas y cajas...

Hay otros papeles que uno debe de guardar por motivos de responsabilidad, como cuando entregué la oficina en Shanghai a su nuevo titular, o cuando mi primer jefe  en Santa Ana, California, emprendió el vuelo para una nueva misión. Y uno guarda esos documentos para garantizar, por así decirlo, que no le dieron a uno gato por liebre a la hora de recibir una oficina, o para probar que lo que le dio uno al nuevo jefe no es ni más ni menos de lo que uno le dijo.

Después de los cinco años que marca la ley, esos registros pasan a ser peso muerto, en perjuicio de lo que uno pudiera transportar en el peregrinar del Servicio Exterior, y a lo que uno le da un valor más permanente.

También están los recibos de pagos y cobro de servicios, bancos, hospitales, y locura y media más, que uno guarda dizque para saber en qué se le fue a uno la plata. Creo que sólo una media docena de veces, en casi 20 años, he recurrido a esos archivos para alguna aclaración o para entender algún gasto raro o inexplicable en la tarjeta del banco. De ahí en fuera, se resume su descripción en una sola palabra: papel.

Tampoco hay de olvidar las decenas y decenas de revistas y folletos que uno colecciona, ya sea por el oficio o por el pasatiempo. Los ejemplares de "Foreign Affairs" comparten espacio con los de "Fine Scale Modeler" o los de "Wired". Pero cada ejemplar fue cuidadosamente seleccionado para ser preservado para la posteridad...

Pues bien... Una cierta necesidad me hizo volver la mirada a todo el papel que he acumulado en todos estos años.

Resulta ser que he decidido volver al modelismo, y necesito un lugar ventilado para poder pintar a gusto y no dejar viendo visiones a todos con los vapores de la pintura. Contar con espacio suficiente para poder tener la caja del modelo, las pinturas, el pegamento, las herramientas y toda la parafernalia del pasatiempo, que es casi igual que la mesa de instrumental de un cirujano. Después de arduas negociaciones con la Autoridad Suprema del Hogar (léase Delia), logré que el cuarto de servicio, ubicado en la azotea de la casa, pudiera ser mi centro de operaciones modelísticas.

Pero hay un problema... El cuarto de servicio está lleno de cajas de papel de la oficina... Y no hay otro lugar en donde meter esas cajas, y apilarlas es imposible ya que, por el paso del tiempo y la intemperie de la puerta abierta del cuarto, el cartón ya está muy deteriorado, y se colapsarían en cuestión de días, incluso horas, de haberlas apilado.

¿Qué hacer? Sólo había dos posibilidades: llamar al Chapulín Colorado, o destruír el papel que estaba ahí y que, sin duda, en su mayoría, o casi totalidad, resultaba francamente inútil. Lo del Chapulín Colorado no funcionó... Lo invoqué varias veces con el clásico: "¡Oh! Y ahora... ¿Quién podrá ayudarme???". Totalmente infructuoso.

Sólo quedaba el destruir papel...

Ante este tétrico panorama, me armé de valor, paciencia, resignación, nuestros dos hijos y una trituradora de papel, y emprendí la aventura de subir a la azotea, abrirme paso entre las cajas, y tomar la primera de documentos para empezar la labor de hacerlos tiritas para la basura.

La abrí. Había una buena cantidad de carpetas, llenas todas de mucho papel, algunas hojas se veían ya amarillentas por el paso del tiempo. ¡Para saber desde cuándo las tenía!!!

Reportes... Recortes...  Notas... De China... De Albuquerque... Papeles que, en su momento, fue relevante conservar... Ahora estaban a merced de la trituradora con sus horas contadas. El sonido de las navajas cortando las hojas se hacía parte del ruido de la azotea: el tráfico de la calle... Algún pajarito cercano... Los chicos bromeando para entretenerse... Hasta qué empezaron a preguntar qué clase de papeles eran. Tuve entonces que pasar su aprobación para destruir cada papel. Aparte, ellos tienen, sobre todo Rebeca, un cuaderno de recuerdos, o "scrapbook" como dicen allende el río, en donde conservan cosas que le recuerdan momentos especiales o significativos. Pues bien, hubo bastantes papeles que calificaron para su cuaderno.

Y en esta labor de abrir carpetas y revisar documentos, empezaron a aparecer cosas menos insulsas y más valiosas... Como papeles del nacimiento de Diego, nuestro hijo... Recibos... Cartas a Delia... Mi primer nombramiento al exterior...

Y mi velocidad de destrucción empezó a reducirse, al mismo tiempo que empezaba a detallar cada papel que salía de las polvosas carpetas. Y los recuerdos comenzaron a surgir e invadir mi memoria... Y la pila de papeles que no debían ser destruidos empezó a crecer. ¡Claro! No fue la totalidad de la carpeta, pero fue un buen porcentaje de su contenido.

Llegó la noche y no pude seguir adelante. Fueron nada más una docena de carpetas, pero el contenido fue por demás interesante. Si bien se llenó una bolsa grande de basura de pedacería de papel, lo rescatado fue también muy valioso e importante. Quedó casi toda la caja para seguir trabajando y, de paso, hacer un viaje a la tierra del recuerdo y la nostalgia.

Presiento que esta caja que estoy trabajando me depara todavía más sorpresas y recuerdos que iré explorando y visitando, conforme lea cada papel que caiga en mis manos. Sin embargo, conociendo el resto de las cajas que me faltan, muchas de ellas tiene, efectivamente, de ese tipo de papel que sólo representa peso y espacio desperdiciados. De ese tipo de papel es del que quiero deshacerme, para dejar espacio al nuevo papel que viene... Pero este recorrido que hice por el Paseo de la Nostalgia fue muy hermoso... Divertido... Con muchas añoranzas que hicieron el momento grato y que dejó un grato sabor de boca que opacó la sensación de polvo en la garganta y el cansancio en la espalda por la mala posición. Ya no veo llegar el siguiente episodio de esta emocionante aventura.

Recuerdos en papel que uno lleva consigo durante su estancia en el exterior.

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