17 agosto, 2015

Las Alegres Comadres de Windsor

Cuando uno vive en el exterior, el lugar en donde vive uno lo marca, además del lugar, la gente que vive en él y convive con uno.

Para bien... y para mal...

Como en todo, una persona (o personas) pueden hacer que el paraíso se vuelva un infierno y, en sentido inverso, que el lugar más adverso se convierta en uno de los más añorados luego de haber partido.

Y como siempre es más grato hablar de las buenas experiencias que de las que no lo fueron, les compartiré dos ejemplos de sitios que fueron de especial significado por, entre otras causas, la gente con la que nos tocó compartir esos lugares.

Shanghai y Albuquerque.

Y no es porque los demás, incluyendo la Patria, hayan sido de experiencias tristes o dolorosas, pero esas dos ciudades tuvieron, y siguen teniendo, un lugar privilegiado en nuestros corazones.

Cuando llegamos a China en 1994, eramos dos recién casados que salían por primera vez de su casa y de su tierra para empezar la vida de un joven miembro del Servicio Exterior que llegaba a su primera adscripción. Al bajar del avión y empezar a recorrer las calles de una tierra desconocida e incomprensible, la sentimos hostil y difícil de sobrellevar. La gente gritando en las calles... los lugares de nombres indescifrables... la comida que causaba daño... la pestilencia... Todo lo necesario para pasar los peores años en mucho tiempo.

Todo lo contrario. La lloramos cuando nos fuimos. Y así lo ponderamos cuando nos preguntan de cuando estuvimos en Shanghai. El hecho es que en esos años del fin del milenio, conocimos amistades de los más diversos orígenes e idiosincrasias que formaron una red de compañía, comprensión, solidaridad, calidez, que hicieron que China cobrara un nuevo significado, y que comenzáramos a abrir más los ojos, el criterio y acogiéramos a ese país asiático como un lugar interesante, fascinante, lleno de sabiduría en sus más de 5,000 años de experiencia. Al final nos integramos al grupo de gente que le tomamos cariño a Asia, que la comprendemos a fuerza de haberla vivido día a día y que siempre estaremos gustosos de volver si la oportunidad lo permite. No así otras personas que hemos conocido y que, para ellos, ese tiempo fue una calvario indecible, una pesadilla.

Recuerdo de ese tiempo a una funcionaria de un consulado de Europa Occidental que llegó a Shanghai por una estancia corta. En ese tiempo las oficinas consulares nos juntábamos cada cierto tiempo en un grupo de trabajo y convivencia para intercambiar consejos útiles, contarnos las últimas incidencias y fortalecer la amistad. Resulta que esta funcionaria recién llegada fue a una de nuestras reuniones. Naturalmente todos la recibimos de muy buen grado, y siendo una persona no tan joven como los de la mayoría del grupo, se le tenía buena voluntad para que se integrara al grupo, sin importar la posible diferencia de edad. Cuando le tocó presentarse, su comentario fue de desaliento y desagrado por su nombramiento para China, y se alegraba de que sería sólo por una breve temporada, así como el quejarse de todo lo desagradable del lugar. Los demás nos vimos a los ojos y tratamos de darle consejos para que su estancia fuese lo menos difícil posible; luego coincidíamos al comentar por separado que a esa personita le esperaban unos meses de agonía hasta que llegara su orden del traslado. Los demás disfrutábamos lo que Shanghai tenía para ofrecernos y lo "adverso" lo convertíamos en anécdotas para nuestro grupo o para las familias o los amigos en la Patria.

China nos dio la oportunidad de conocer una de las regiones más interesantes del planeta, y nos dio a Rebeca, nuestra hija. Nos sirvió de punto de salida para visitar otros lugares como Tailandia y Malasia, aunque fuera sólo por unos pocos días, pero que nos dio la oportunidad tener un vistazo de esos países fascinantes y hermosos. Y nos enseñó que el Mundo tiene gente maravillosa, que nos acogió como sus amigos y que nos han acompañado en nuestro peregrinar por el planeta, porque ellos mismos viven su propia ruta de país en país, y saben y entienden lo que pasamos, lo que vivimos y lo que sentimos, porque también lo viven en carne propia. Aunque el oficio sea distinto, el destino errante nos une en una afortunada coincidencia y en un lazo de unión en donde quiera que estemos, y que ese vínculo ha persistido hasta el día de hoy. Gracias a todos ellos por subirse a nuestro barco y, a la vez, dejarnos ser pasajeros en el suyo. Ustedes saben quienes son.

Albuquerque fue también un caso de lugar limitado, pero que representó una experiencia maravillosa en nuestras vidas. Ya con Diego y Rebeca en nuestra familia, salimos de California hacia Nuevo México, un lugar pequeño y pobre en los estándares de Estados Unidos. Efectivamente, de salir de una zona de notoria prosperidad y abundancia, como lo era Orange County y Los Angeles, la Tierra del Encanto era árida, con pocos atractivos, sin grandes centros comerciales, ni lugares de ensueño y ¡sin Disneylandia! ni tantos otros lugares. Pero la gente que nos tocó conocer en Albuquerque nos mostraron que la comodidad y la vida agradable no necesariamente estaban atadas a la abundancia. En realidad el lugar nos ofrecía lo necesario para cubrir las necesidades reales e importantes e, incluso, el poder retomar pasatiempos o aficiones, y hasta abrazar nuevos. Para mí fue el modelismo, que lo había dejado casi desde la universidad y que, gracias a un club de aficionados a armar aviones, barcos, figuras y demás variedades del hobby, y que retomé gustosamente. Para Delia y los chicos fue el tejido, el karate (que para Delia y Diego fue una experiencia maravillosa y la añoran todavía) o el ballet para Reba. Todos tuvimos un espacio propio para desarrollar habilidades, experiencias pero, sobre todo, conocer gente y crear vínculos duraderos.

A diferencia de China, la gente de Nuevo México, salvo un par de colegas míos, han sido personas que residen y han hecho su vida en el lugar, que no saldrán de él, salvo que sea así necesario, y que abrazaron la vida allá como la que más les convenía para ellos y sus familias, y pienso que no hicieron mala elección. En más de una ocasión he pensado que Albuquerque sería un magnífico lugar para mi retiro. Es tranquilo, sencillo para vivir, el costo de vida es menos alto que en otras partes de EUA, no es pretencioso, pero sí orgulloso de su origen, que combina a los pueblos nativo-americanos que han vivido ahí por siglos, junto con la herencia hispana y novohispana de la época virreinal, con la presencia de la población estadounidense desde que fue anexada a ese país en 1847. Ya hemos platicado de esta historia en otra entrega anterior ¿Recuerdan cuando nos preguntábamos si era correcto ser latino o hispano? Esta mezcla de ingredientes a la vez tan disímbolos y que han sabido dar y darse espacio en este lugar, hacen de esta adscripción uno de los lugares que han ganado un lugar de privilegio en nuestro recuerdo y en nuestro corazón.

Ahora que llegamos a Canadá, la posibilidad de que nuestra estancia esté marcada con la gente que conozcamos acá se vuelve a dar nuevamente. Y pensamos que para bien.

Nuestro arribo fue favorable, y la gente de la oficina ha sido atenta y solidaria conmigo, el recién llegado. Y ha sido el camino para conocer gente de los nuestros por acá.

Nos hemos asentado en la ciudad de Windsor. De tamaño medio, resulta un contraste interesante con Leamington, sede del consulado, que es una pequeña comunidad agrícola, poco urbana y sí más rural, con una predominante presencia de campos de cultivo e invernaderos para tener cosechas a lo largo de todo el año, sin preocupaciones de temporadas o mal clima.

Windsor es una zona desarrollada, industrial, colindando con Detroit, Michigan, con quien tiene una historia unida por compartir uno de los Grandes Lagos, por el alcohol ilegal de la época de la Prohibición en los años 30's del Siglo XX y, más recientemente, por la industria automotriz. A diferencia de Estados Unidos, la población mexicana en Canadá es mucho menor, con un estatus legal en este país, en muchos caso son cónyuges de canadienses o de gente que se ha asentado en esta zona por su trabajo y que, con el paso del tiempo, han echado raíces y se quedan acá.

Fue curioso que, como parte de los encuentros que inicié a mi llegada a acá como cónsul,  fue conocer a la comunidad mexicana en Windsor. Y fue ahí donde pude ser presentado a un grupo de esposas de gente que vive en Windsor por diversos motivos: algunas están casadas con canadienses, otras son esposas de mexicanos o gente de otros países y que, por diversas causas, vinieron a parar a este puerto fluvial. Y fue sensacional ver a este grupo de mujeres simpáticas, agradables, cordiales y divertidas, el darme la bienvenida a Canadá y a esta ciudad a la que llaman hogar.

Y les he acuñado un nombre que, siempre respetuoso, me da la idea de la amistad y la cordialidad entre ellas que se ha forjado en muchos años de convivencia, fraternidad y compartir su amor por México pero gozando de las ventajas de Canadá. Son las Alegres Comadres de Windsor. Y me baso un poco en la comedia de Shakespeare, que en inglés se llama "The Merry Wives of Windsor" o " Las Felices Esposas de Windsor", que no se aleja de la traducción que yo ya conocía. Pero al pensar en ellas, no me imagino una comedia isabelina de enredos con un final feliz. Es asociar ese nombre, como arriba decía, a un simpático grupo de señoras mexicanas, muy cercanas a las edades de Delia y mía, y que coincidimos en muchas cosas: vivencias, anécdotas y ser de una época similar de nuestro México lindo y querido.

Pienso yo que es la fórmula perfecta para que este tiempo en Ontario, Canadá, sea también un período feliz en nuestras vidas en el exterior.

Ya el tiempo lo dirá.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Alberto, desde cuando tenia ganas de leer tu blog y por una u otra cosa no lo habia hecho, primero dejame decirte que escribes delicioso, esto quiere decir que lo disfruta uno, se siente que uno va formando parte de la historia.
Luego se da uno cuenta atraves de tu experiencia o vivencia, que lo que le da sentido a los lugares para bien o para mal son las personas, la gente, su personalidad, su caracter y su manera de relacionarse, en este caso contigo y tu familia, de lo cual va a depender que el lugar que sea en cualquier parte del mundo, sea un espacio agradable, feliz, de aprendizaje hasta llegarse a convertir en un lugar querido y anorado, como lo expresas que lo es China o Albuquerque.
Estoy segura que esta nueva oportunidad en Canada, sera una experiencia muy enrriquecedora para ti para Delia y los muchachos (mas para ellos, son mas receptivos) por las personas que estan conociendo y que van a conocer.
Un fuerte abrazo para todos.
PD. Saludos a las comadres.

cecilia chavez no soy anonima dijo...

Yo fui la del comentario, ya sabes que no le se mucho a estos invento, yo fui la que te comento.

cecilia chavez dijo...

No supe poner mi nombre no. Soy anonima .

abacero dijo...

Mil gracias, querida Ceci! Me da mucho gusto que, finalmente, hayas tenido oportunidad de formar parte de mis lectores y lectoras. Tu comentario me enriquece mucho y espero que puedas leer entregas anteriores, mas las que vengan en el futuro.

Un beso y un abrazo muy cariñosos.