09 mayo, 2017

Cuando la ayuda nos llega de donde menos esperamos...

Cuando uno vive en el exterior aprende a valorar la ayuda que se recibe. Lo mejor es cuando ese apoyo nos llega de los que, pensamos, serán los menos útiles a la causa.

En este oficio del Servicio Exterior hay diversas clases de asignaciones, comisiones, rangos y esas cosas. Ser parte de una estructura permite que haya un orden, una organización, funciones bien definidas, responsabilidades claramente asignadas. Me ha tocado crecer en esa estructura desde el nivel más bajo, hasta mi actual posición. No ha sido fácil, como también lo pueden decir muchos colegas del gremio. Hay que ganarse el rango y el puesto, y a veces ambos a al vez. Pero, como en todas partes, hay quienes reciben el rango, el puesto, o ambos, por obra y gracia de Mandrake. Y que piensan que, como por arte del mago de las tiras cómicas, el trabajo se hará con sólo chistar los dedos.

O al menos yo tenía esa idea, producto de las experiencias compartidas de colegas que ya tienen más tiempo que yo en la arena.

Sin embargo, también como en todo, no hay reglas rígidas ni principios escritos en piedra. Mas bien es la máxima popular que "De todo hay en la Viña del Señor".

Mi experiencia personal con estas agraciadas personas ha sido muy positiva. No me ha tocado lidiar todavía con esos inútiles que la fortuna pone en algunas oficinas y que, sabiéndose privilegiados, exigen prebendas, sin tomar en cuenta que tienen la obligación de cumplir una función. Me congratulo en decir que los funcionarios de asiganción extraordinaria que me han tocado en mis oficinas han sido de primera. Y lo han demostrado a carta cabal.

Y tienen nombre y apellido, y no tengo el menor empacho en citarlos: Jesús Contreras y Martín Torres. Ambos coincidieron conmigo en Texas.

Debo admitir que, al saber que iban a llegar a la oficina en que estaba entonces, había cierto recelo heredado de las historias que les comentaba más arriba. Aparte, sin conocer a ninguno de ellos, la imaginación crea toda suerte de historias. Con toda alegría puedo decir que estuve equivocado.

Ambos llegaron con pocas semanas de diferencia, y casi al mismo tiempo que yo. Para el Consulado General en Dallas era un cambio importante de equipo, ya que se ocupaba una oficina prioritaria, como era la de Prensa y, por otro lado, se recibía un apoyo necesario en la difícil área de Documentación.

Jesús no era un novato en el tema de medios, todo lo contrario. Con una amplia experiencia en el difícil arte de lidiar con reporteros, prensa, TV, radio y similares. Para él era regresar a un ambiente familiar, y con su habilidad, don de gentes, simpatía y creatividad, supo ganarse a los medios del Norte de Texas, de trato difícil y con frecuentes fricciones con la oficina. Sin embargo, se convirtieron en valiosos aliados en las tareas que teníamos, y sigue teniendo el Consulado General. Abrió una brecha que ha sido bien aprovechada por sus sucesores, y la relación con la TV, el radio y la prensa sigue siendo, hasta donde yo se, muy saludable y positiva. Todavía hay gestos de aprecio por mi vencino de sección del edificio, cuyo café express llenaba de un aroma delicioso el piso completo, y le ganó frecuentes visitantes entre los aficionados al café fuerte que sólo Jesús sabe preparar. Facebook, en donde estamos conectados junto con un grupo importante de comunicadores de Dallas, me ha permitido constatar el gran aprecio y respeto que dejó plantado en ese lugar, y las muestras de afecto de sus contrapartes son frecuentes y cálidas.

Y los que compartimos trinchera con él, encontramos a un gran amigo, fucnonario comprometido con la causa y, sobre todo, una persona de gran calidad humana, sin demeritar a nuestros otros dos invitados de hoy.

Este es el primer invitado de hoy:



Martín García tiene una historia un tanto parecida, pero con su toque personal. Igual que con Jesús, nos avisaban que venía, y no sabíamos que esperar. El día en que se presentó a la oficina, me impresionó un hombre alto, corpulento, con poco cabello y cara muy adusta. Cuando me tocó recibirlo y platicar con él, descubrí a una persona de carácter amable, jovial, de trato sencillo y, sobre todo, una frase que me quedó grabada: "¡pónme a hacer lo que sea! Yo vine aquí a ayudar, no a ser una carga. No tengo problema en hacer labores de escritorio, mostrador o lo que me digas". Con ese nivel de disposición, cualquier duda que hubiera podido tener sobre su deseo de ser alguien más del equipo desaparecieron.

Decidimos asignarlo al área de Documentación. Naturalmente, era una actividad nueva pero, como parte de esa disposición extraordinaria, llegó con sincero deseo de aprender, hacía preguntas sensatas al personal que ya tenía experiencia en los servicios y los trámites y, cuando algo empezaba a ponerse más complicado de lo necesario, pasaba a mi oficina y lo platicábamos, él escuchando, preguntando, proponiendo, siempre con respeto y cordialidad, como buenos colegas y, con el trato diario, al igual que con Jesús, una sincera amistad. Al poco tiempo, su habilidad le permitió asumir la supervisión del mostrador, a la vez que estaba recibiendo documentos y atendiendo a los paisanos, siempre con una gran sonrisa, un trato amable, respetuoso y simpático, lo que le ganaba el aprecio del público y el afecto de los que trabajábamos con él.

Y presentamos a nuestro segundo invitado:


Salir de Texas fue dejar atrás a estos dos buenos amigos e invaluebles colegas. Fue triste, pero sabía que sus funciones quedaban en las mejores manos. Ellos también, en su momento, terminaron su ciclo en Dallas. Jesús regresó a México, donde trabaja en otra dependencia del Gobierno Federal; y Martín cambió de oficina a Chicago, en donde sigue sirviendo a los nuestros con ese mismo compromsio que yo pude constatar en nuestro tiempo de trabajo compartido.

Yo regresé a Consulares, y casi cuatro años después, estaba yo haciendo maletas y menaje para comenzar la experiencia de dirigir un Consulado en Canadá. 

El tiempo nos dará la oportunidad de conocer a otros colegas que, como Jesús y Martín, son personas que el Servicio Exterior recibe en calidad de préstamo, y que nos dejan su esfuerzo, experiencia y amistad.

Estas dos personas me han enseñado una gran lección de humildad, de experiencia y, sobre todo, de saber dar la oportunidad de que la gente con la que colaboro muestre sus colores antes de crear prejuicios o asumir posiciones. Han sido valiosos colaboradores, cada uno en su espacio y su tiempo, y siempre buenos amigos con los que compartimos una charla amena, una taza de café, o un saludo por el medio en que podamos coincidir.

A cada uno les tengo una deuda de gratitud por su apoyo como equipo, y por el favor de su amistad y respeto.

Experiencias que enriquecen la vida cuando se está en el exterior.

1 comentario:

El Jubar dijo...

Concuerdo plenamente, en el caso de Jesús por experiencia personal doble y en el caso de Martín por la calidad profesional y humana del recomendador.

¡Saludes!